LOS ÁNGELES -- Manchester City sigue las huellas del Liverpool. Esto no significa que Pep Guardiola pretenda emular el modelo de Jürgen Klopp.
Ahora, los desesperados Citizens de Pep buscan conquistar esa Champions reacia y rejega con la ayuda de la astrofísica y los algoritmos. De los Caballeros de Pep a los Caballeros del Zodiaco.
Para exaltar a algunos prodigiosos futbolistas se les etiqueta como extraterrestres: Pelé, Maradona, Lionel Messi. A tipos cuyo instinto, intuición y talento –que no inteligencia–, rebasa al resto de pueriles, en las habilidades con el balón, y les permite redimensionar la simple pureza del futbol, a ellos se les categoriza como venidos de una civilización superior. La exageración es tan infinita, coloquial y permitida, como la vía láctea.
En enero 16, algunos medios ingleses revelaron la contratación más poderosa del City: Laurie Shaw, un escocés, quien por su habilidad para hacer que los números y las gráficas vomiten sabiduría, bien podría ser un extraterrestre. Una fusión de R2D2, el comandante Spock y Messi –el del Barcelona, claro, no el de Argentina–. El tema ha sido resucitado estos días por The Daily Mail.
Liverpool fue el primer equipo inglés en agregar a genios que habrían podido hacerle una perfecta autopsia al balón, y determinar sus genes aún sin conocer a la vaca que fue despellejada para confeccionarlo. William Spearman llegó en 2020 a diseccionar al equipo. Un ejército de cámaras sigue paso a paso lo que ocurre en la cancha. Detectan 25 tomas por segundo, durante 90 minutos o más, hasta recolectar 1.5 millones de puntos de referencia, según explicó al sitio Training Ground Gurú.
Aparentemente, según la prensa inglesa, las credenciales de Shaw rebasan a las de Spearman, aunque los dos nacieron del ilimitadamente asombroso cunero de Harvard. Claro, parece difícil declarar a un ganador entre dos genios capaces de poner el universo patas para arriba con una calculadora de párvulos, pero que no sabrían qué hacer con un ábaco.
Aparentemente, insisto, la flamante contratación del Manchester City es capaz de esculcar de forma más implacable e impecable, a través de puntitos, colores, lienzos en la pantalla, números, ecuaciones, empezando desde el Algoritmo de Euclides hasta el Método Gauss, para explicar, por ejemplo, por qué Emmanuel Adebayor terminó por ser uno de los grandes fiascos en las contrataciones de los Ciudadanos.
Ambos, Spearman y Shaw, han dado explicaciones poderosas de lo que ha ocurrido en la cancha con sus respectivos clubes. Los jugadores del Manchester City y del Liverpool no tienen secretos para ellos. Ni sus peluqueros los conocen tan bien.
Con un iPad, ambos, Spearman y Shaw, son capaces de desafiar a Guardiola y a Klopp. La diferencia es que donde ellos ven fichas de ajedrez perfumadas de ecuaciones, los entrenadores, ven seres humanos. Seguramente estos astrofísicos se atreven incluso, con base en esos trillones de datos acumulados, a recrear lo que podría ser el choque entre el City y el Borussia Dortmund en los Cuartos de Final de la Champions.
“Los números son lo más cerca de la escritura de Dios”, asegura Guillermo del Toro en su película Pacific Rim. Probablemente. Y tal vez los detallados informes que entregue Walsh a Guardiola serán de mucha utilidad, pero, seguramente, el técnico catalán confía más en el impacto emocional de los pasajes de películas como Gladiador e Invictus, para convertir a sus acicalados millonarios en espartanos, antes de salir a la cancha.
¿Habrá un algoritmo capaz de descifrar a Lionel Messi, ese tahúr del escapismo y lo impensado? Puede deambular en círculos o dedicarse casi un partido entero a cavilar sobre la inmortalidad del cangrejo, pero cuando le llega esa abrupta descarga eléctrica, y recuerda qué hace o qué debe hacer ese domingo en la cancha, los algoritmos quedarán tan perplejamente inhabilitados como la tabla de multiplicar del uno. La obviedad de lo inesperado. O la incertidumbre de lo obvio.
Cito a Messi, pero puedo citar a cualquier futbolista. Un día, Kylian Mbappé se decide a humillar al Barcelona y caricaturizar al mismísimo Messi. Otro día, a la maquinaria poderosa del Bayern Munich se le antoja aplastar mitos y destaza con ocho goles a los catalanes. ¿O como explicarían ambos, Spearman y Shaw que el Alcorcón salga del anonimato absoluto y le haga 4-0 a los Galácticos del Real Madrid? ¿Habrían anticipado aquel 2-6 del Barcelona en el Bernabéu o aquellos tres goles de Cristiano Ronaldo a España en el Mundial de Rusia?
Aplicar ciencias tan exactas a un mundo tan deliciosamente inexacto como lo es el futbol, puede ayudar a sacar útiles conclusiones, pero no puede, ni remotamente, encapsular, predecir o garantizar nada bajo la dictadura de la lógica, más allá de que, cito de nuevo, los números estén cerca de la escritura de Dios. Porque, de ser así, Alemania no le habría hecho siete a Brasil en el Mundial 2014, como tampoco habría recibido un 6-0 por parte de España en noviembre pasado.
Sigamos con Messi, el amo de lo impredecible, porque seguramente los duendes perfectos de Spearman y Shaw sí pueden encender alarmas rojas cuando a Cristiano Ronaldo se le pegue la gana adueñarse de la estratósfera, y rematar de cabeza a alturas que rivalizan con los espacios aéreos de LeBron James. Eso, aún por extraterrestre que parezca, sí puede preverse por parte de CR7.
La sabiduría en astrofísica de estos genios referidos, podría haber advertido hasta del caótico burofax irrumpiendo subrepticiamente en el Salón Oval del Barcelona, pero es y será incapaz de predecir el estado anímico de Messi, y su capacidad para que en un instante, en la cancha, ante cualquier rival, decida convertir un montón de corcholatas oxidadas en un flamante Cubo de Rubik perfectamente armado.
El escritor francés Jean Cocteau daba a través de su forma de escudriñar a Picasso, una referencia clara de los genios, los cuales, hasta de tipo accidental, aparecen en los deportes, y, por supuesto, especialmente, en el futbol.
“A Picasso, hasta los que le detestan, le soportan, porque nunca usa el talento. Sólo usa el genio. Sus obras nunca son pensamientos. Son actos”, escribió Cocteau. Y es aplicable a muchos de los futbolistas, porque no crean por inteligencia, conciben por astucia, inspiración e instinto.
Así que si la dirigencia del Manchester City cree que Laurie Shaw será el arma secreta que le lleve a ganar la Champions, necesita comunicarse más con Pep Guardiola, quien sabe muy bien que ningún algoritmo podrá hacer lo que Bernardo Silva, Kevin de Bruyne, Riyad Mahrez, Raheem Sterling, Sergio Agüero, Gabriel Jesús, etcétera, podrán hacer cualquier tarde de inspiración en el Etihad Stadium.
Imagínese la sala completa de servidores y computadoras de Spearman y Shaw en Liverpool y Manchester, ante los rudimentarios archivos de Marcelo Bielsa, su privilegiada memoria y su tan cuestionado, pero fascinante y casi exacto espionaje que ha desarrollado a lo largo de su carrera. El Loco mata cualquier algortimo... y sin haber cursado en Harvard.
El mismo domingo, dos de los más famosos y poderosos clubes del futbol inglés y mundial fueron goleados, exhibidos y humillados. El Manchester United 1-6 Tottenham y el Aston Villa 7-2 Liverpool sólo se explica a partir de la época de incertidumbre que vive la humanidad y por ende los futbolistas. Hoy, se juega con miedo y con reserva, perseguidos por un virus que amenaza con los más preciado de la vida. Yo no les llamaría “accidentes” y sí, “incidentes”, producto de tiempos donde el jugador, que depende enteramente de su salud física y mental, por más profesional que sea, trata de sobrevivir -como todos los demás-. La pandemia ha generado incertidumbre en la cancha y dos o tres marcadores que son irreales para este juego llamado futbol…
SAN DIEGO, California -- Un viento frio, una tenue lluvia y un par de históricas goleadas han terminado por llevarse el sutil verano inglés. El domingo 4 de octubre del año 2020 quedará inscrito en la historia del futbol de la isla: el Manchester United y el Liverpool, dos orgullos del futbol británico y dos de los clubes más poderosos de la industria del juego, fueron expuestos “violentamente” en la cancha de juego. Fueron goleados y humillados.
Todo hace indicar que fue tan solo un 'accidente'. Eso al menos quería revelar la sonrisa irónica -nerviosa- de Jurguen Klopp, el entrenador del campeón inglés, el Liverpool, que caía estrepitosamente en la cancha del Aston Villa por 7 goles a 2. Y de ahí, al semblante serio del noruego Ole Gunnar Solskjaer cuando su Manchester United se desmoronaba en el Old Trafford ante el Tottenham por 6 goles a 1. Más allá del crédito que merecen tanto el Aston Villa como el Tottenham de Mourinho, hay algo irreal en los resultados de la jornada inglesa y la única explicación posible obedece a la distracción que genera la época que afronta la humanidad.
Después de todo, el futbolista es un ser humano que sufre igual que cualquiera de nosotros, pero que, además, depende totalmente de su físico para hacer el trabajo. Luego y siempre, está la salud mental. Lo que ve y escucha a su alrededor termina, irremediablemente, afectándole. Está viviendo -como para cualquiera de nosotros- un mundo ilusorio. El Liverpool, campeón de la Champions en el 2019 y monarca inglés con impresionante paso en la liga anterior, ha ido al Villa Park con tres bajas sensibles por temas del Covid-19 -el español Thiago Alcantara, recientemente adquirido del Bayern Munich, no estaba el senegalés Sadio Mané, el último infectado y tampoco el portero brasileño Alisson-. Ello, más el juego frontal del Aston Villa -un club de 145 años de historia y que levantó la Copa de Europa en 1982, con aquel equipo de Withe y Cowans que hizo el milagro de vencer en Rotterdam al Bayern Munich de Rummenigge, Hoeness y Breitner- terminaron con un marcador de escándalo para uno equipo que no puede permitirse, de ninguna forma, esa clase de humillaciones.
En Manchester, todo pareció venirse abajo a partir del minuto 27, cuando en un simple forcejeo dentro del área antes de un tiro de esquina, Martial termina agrediendo a Lamela. El árbitro decide la expulsión del francés y ya con ventaja de 2-1 en el marcador, el Tottenham supo acomodarse en la cancha y contragolpear a placer, aprovechando y exponiendo la gran debilidad de la zaga roja. El United ha sufrido una de sus más dolorosas derrotas en la historia. Fue la mayor derrota desde el 6-1 ante el Manchester City en el 2011.
A las debacles estrepitosas del Liverpool y del Manchester United, habrá que agregar lo que sucedió hace algunas semanas, en la fase de los cuartos de final de la Champions Legaue, cuando el Barcelona se llevó una indecorosa derrota de 8 goles a 2 ante el Bayern Munich. Otro club de la clase más poderosa y privilegiada de Europa y del mundo siendo sacudido y sometido a la vergüenza y el escandalo.
Esos resultados no son normales en el futbol. Un equipo 'grande, cualquiera, puede tener un “mal día”, pero no perderse hasta el grado de olvidar que sus colores y su historia no pueden mancillarse de tal forma. Creo, insisto, que la explicación más coherente debe estar puntualizada en la pandemia, en los contagios, en el miedo físico y mental que ha generado en el futbolista. Vivimos una época donde el ser humano intenta sobrevivir y cuando entra en pánico, cualquier escenario es posible a su alrededor. Más que “accidentes”, las goleadas al Manchester United, al Liverpool y al Barcelona, han sido “incidentes” de los tiempos que afronta la humanidad. Mientras tanto, que “Dios salve a la Reina…”.
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“Nunca caminarás solo”, reza el eslogan del mítico equipo de casa. La noche terminó siendo una “tormenta perfecta”. El Liverpool ha logrado una auténtica epopeya futbolística y el Barcelona ha transitado por la que puede ser la peor noche de su historia. Al mismo tiempo, entre el cántico imponente de Anfield, aparecieron varias lecciones de vida que es capaz de emanar una cancha de futbol.
SAN DIEGO, California.- Hay, también, varias lecciones de vida en el acontecimiento futbolístico de esta noche en Anfield. La primera, que casi siempre emana del futbol y del deporte: creer, conservar la fe y la esperanza a pesar de la adversidad. Y la segunda, que no basta con la clase, hay que tener siempre una cuota de espíritu, de alma, de entrega…
El Barcelona asumió la que ya se cataloga como la peor noche de su rica historia futbolística y el Liverpool tuvo una jornada de equipo “grande” que le ha valido con el sorprendente boleto para la final de la Liga de Campeones de Europa. Alrededor del suceso, glorioso para uno y bochornoso e hiriente para el otro, hay varios factores para tomar en cuenta. Lo que queda claro es que, al final, el futbol premió a quien realmente tuvo los mayores merecimientos para avanzar a la cita del primero de junio en Madrid.
La primera lección que debemos tomar en cuenta es la motivación que el Liverpool encontró para mantenerse “vivo” en el juego. Hay que darle crédito al entrenador alemán Jürgen Klopp. Su equipo salió a jugar al futbol y a buscar la hazaña desde el “minuto cero”, a pesar de que tenía enfrente un 0-3, al Barcelona, a Messi y no contaba a sus dos mejores delanteros --Salah y Firmino-- apartados por lesiones. El Liverpool no se rindió nunca. Ellos --sus futbolistas creyeron la hazaña-- y sus aficionados jamás dejaron de cantar y alentar. En esa comunión, se firmó uno de las grandes epopeyas en la historia del mítico club rojo, del futbol inglés y del futbol de la Champions.
La noche más “negra” del Barcelona tiene otra lección para subrayar. La clase es muy importante en el futbol. La tiene el Barcelona y la tiene Messi, pero siempre a una cuota de calidad hay que agregar otra de entrega, sacrificio, lucha, alma, personalidad. El Liverpool corrió hoy 7 kilómetros más que el Barcelona. Y los últimos 15 minutos, cuando había que buscar un gol milagrosos, el Barcelona seguía en “shock” paseando el balón de un lado al otro sin encontrar nada. El Barcelona fue un equipo impersonal en Anfield.
La hazaña de uno es el dolor del otro. El futbol suspira por jornadas como estas, donde uno saca lo mejor y el otro se asoma con lo peor. Eso también es parte de la vida.
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LOS ÁNGELES -- A partir del minuto 80 deje de recrearme con el concierto del Liverpool, y no, nada que ver con algún "in memoriam" del legendario cuarteto. El único cuarteto era el del marcador: 4-0 inapelable.
A partir del minuto 80, dentro de la precaria complicidad de la pantalla, me dediqué a perseguir a Javier Hernández. Te encontré, pero no a Chicharito. Tu GPS se movió apenas un poco más que los postes del arco de Alisson.
No era difícil localizarte, Javier, desde que entraste de cambio al 62'. En una Liga Premier, donde, generalmente, ser estrafalario es un acto de escapismo, de fuga histérica a la medianía (la palabra mediocridad, hiere a muchos), la única cabellera rubia de farmacia, era la tuya. Irrespetuosamente alguno te llamó "Coca Cola agitada".
Y desde el minuto 80, seguí viendo a Javier Hernández y sin encontrar a Chicharito. Hubo una imagen que describe la consciente frustración de tu inconsciente. Cuando el niño irrumpe y se abraza a Salah, entras en la toma abierta. Te tallas la cabeza y bajas la mirada. Síndrome mítico del avestruz.
En el fondo lo sabes: en la liga más multiétnica del universo del futbol, como lo es la Premier, tú podrías haber vivido lo mismo.
Más allá de diferencias físicas y de biotipo, de calidad técnica, la diferencia entre el homenajeado por el niño, que representa a un universo de idolatría, la única diferencia, es lo que hay debajo de su alborotada melena y debajo de tu resplandeciente cabellera de paquetito de supermercado.
Seguramente bajo la revuelta cabellera de Salah no hay tiempo para #ImaginarseCosasChingonas. Él sabe que es la vida es corta y apenas hay tiempo para consumarlas.
Justo antes de ese percance, y justo después de él, un adversario tenía el balón a unos metros de ti. Y no te moviste, contemplaste.
¿Cuántos balones tocaste Javier en casi 30 minutos en la cancha? ¿Cuántos reclamaste como en otros tiempos? ¿Cuántos balones recuperaste, como en otros tiempos? ¿Cuántos, hasta atropelladamente, disputaste, como en otros tiempos?
No me detuve a revisar el video y sumar esas ocasiones que caben en la mano de un tunco. No fue pereza, fue evitar esa recalcitrante decepción.
¿Claudicaste, Javier? ¿Es el momento de volver? Porque entre ese Chicharito que sorpresiva, agradable e intempestivamente hizo erupción en el Manchester United, al de este domingo ante el Liverpool y su cuarteto de goles, hay un abismo.
Alisson arrastraba el balón y el mastín de otrora no iba a azuzarlo, a cazarlo, vamos, ni siquiera a amagarlo. No Javier Hernández contemplaba. Porque aquel Chicharito, el de otrora, habría puesto nervioso de tanto acoso a uno de los mejores arqueros del mundo.
Liverpool salía desde el fondo, al ritmo de Submarino Amarillo, y toqueteaban la pelota a unos metros de ti. Y, de nuevo, te solazabas, porque no movías un músculo para interrumpir la verbena escarlata.
Javier, ¿claudicaste? Desde cuándo Chicharito le permite a Javier Hernández ser un testigo huidizo de la escena del crimen.
Porque en la memoria privilegiada de tus #ChichaFans, sigue siendo #ChichaDios, porque ellos, contagiados por un magnífico juego de palabras, en un coloquial sin sentido, siguen, imaginándose, contigo, por ti, y a través de ti, cosas chingonas.
Porque recuerdan aquel Chicharito que jugaba cada partido hasta el exhausto, hasta la fatiga, pero nunca, ni siquiera, para rozar los límites de la rendición.
Reflejo de esa frustración aparece en esas batallas inútiles que libras en redes sociales. Antes, los embates, las agresiones, los desafíos, los menosprecios, te causaban risa. Estabas blindado por los hechos, por tus victorias diarias.
Hoy, las embestidas, te hieren, porque estás desnudo, vulnerable. Bajaste la guardia, Javier. Tuviste 30 minutos para cambiar tu historia aunque no alcanzar para alterar la historia del juego. Recuerda: el David que venció a Goliath, es una recreación mítica, también, de tu versión premundialista de #ImaginarteCosasChingonas.
¿Claudicaste Javier Hernández? ¿Le permitió aquel Chicharito a este Javier Hernández claudicar? Y claudicas precisamente, insisto, cuando estás más fuerte físicamente, más bruñido futbolísticamente, y te han fortalecido tus propias heridas? Ojalá que no.
Y claro, tal vez fue mala percepción mía de esos 30 minutos de este domingo ante Liverpool. Tal vez, estoy equivocado, tal vez.
Tal vez, a través de esa tacaña televisión, no pude percibir que seguías, que sigues, casi dos meses después, imaginándote cosas chingonas... mientras, Salah...
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Será tan fascinante avistar al Real Madrid levantar su decimotercera Copa de Europa como atestiguar su caída y el final de una era. La pregunta no es si el Madrid es favorito este sábado. La verdadera cuestión es saber qué tan cerca está el Liverpool de poder ganarle. El futbol, mientras tanto, vivirá una jornada memorable en el Olímpico de Kiev. No hay forma de perder, advirtiendo al Madrid glorificado o al Liverpool heroico.
LOS ANGELES, CA.- La pregunta no es si el Real Madrid es favorito. La verdadera cuestión alrededor de la final de la Champions es si el Liverpool será capaz de lograr la gesta.
Es una final de Champions donde ninguna otra camiseta en el mundo del futbol pesa más que la del Real Madrid y donde en cada línea, en cada jugador, tiene una sobrada experiencia que le da ventaja sobre su rival. El Liverpool no es un “equipo cualquiera” no es un “plebeyo” buscando linaje europeo -ha ganado 5 Champions en su historia y se dio el lujo de dejare en el camino al favorito Manchester City-, pero aparece en clara desventaja cuando enfrente tiene uno equipo de los tamaños del Madrid.
La cuestión sigue siendo saber qué tan lejos o qué tan cerca está el Liverpool de poder vencer al Madrid. Todo parece indicar que depende su “tridente” ofensivo, integrado por el egipcio Salah, el senegalés Mané y el brasileño Firmino. Los tres futbolistas -sobre todo Salah- han tenido un año extraordinario. Son la esperanza para hacerle daño a un equipo experimentado, bien parado en el campo, con mejor aparato defensivo, y con un medio campo de mayores dimensiones.
El Madrid es mejor que Liverpool por donde se le vea. Incluyendo a su propio “tridente”, donde destaca el histórico Cristiano Ronaldo (120 goles en la competencia, 60 de ellos en juegos a eliminación directa) más la indudable presencia y calidad del francés Benzema y del gales Bale. No parece existir forma de que el Liverpool frente el ímpetu legendario de Cristiano. El portugués no suele esconderse en esta clase de escenarios. Le gusta a aparecer y muchos se hacen a la idea de que podría llegar al Mundial de Rusia con cinco Champions en la bolsa. ¡Impresionante! Tal parece que, si está dispuesto a hacer la gesta de ganar la Champions, el Liverpool tendrá que aceptar el daño que le produzca CR7.
En el futbol cada partido es diferente y hay muchas circunstancias que parecen alejadas de un control y de una secuencia natural. El Madrid ha tenido sus propios parajes de incertidumbre en la temporada que incluyeron el fracaso por la Liga y la Copa del Rey, pero al final del día, Zidane y sus futbolistas tienen la ocasión de “salvar” gloriosamente la temporada ganando el trofeo que todos los equipos anhelan. Ellos son favoritos, claros favoritos, ante un Liverpool que ha demostrado que es capaz de generar una alta competencia -basado en su el carácter competitivo de su entrenador, Jürgen Klopp- y en un grupo de jugadores que entienden perfectamente sus virtudes y sus defectos en el campo de juego.
Que el Madrid sea el favorito en una final de Champions no es nada extraordinario, pero que muchos expertos le den oportunidad al Liverpool de ganar, sí que lo es. Sea como sea, el futbol espera y reclama una jornada emotiva y bien jugada en el Olímpico de Kiev. Será tan fascinante ver al Madrid ganar la decimotercera Champions como verlo perder y atestiguar el final de una era.
No hay forma de perder.
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