MÉXICO -- Ha sido una gran temporada para los futbolistas latinoamericanos en las mejores ligas de Europa. Después de seguirlos semana a semana en nuestro #11LatinoESPN decidimos armar un once ideal con los más destacados de este año. Aquí los candidatos por posición para el #11LatinoESPN2016.
PORTERO:
Keylor Navas. Increíble temporada del tico del que el propio Real Madrid dudaba al punto de subirlo a un avión con destino a Manchester. Por fortuna para ambas partes, nunca partió.
Claudio Bravo. Menos exigido que Navas porque la defensa del Barcelona fue más sólida casi toda la temporada. Titular en 32 partidos.
Gerónimo Rulli. La revelación. El meta argentino le dio a la Real Sociedad varios puntos con sus atajadas. Paró en 36 encuentros y cerró con solo tres goles recibidos en los últimos seis partidos.
Diego Alves. El brasileño del Valencia solo tapó en 13 partidos de liga pero su actuación contra el Barcelona en la fecha 33 fue una de las mejores de la temporada.
CENTRALES:
Diego Godín. Solo las lesiones le alejaron de una temporada perfecta. Pilar de la mejor defensa de toda Europa.
José María Gímenez. Solo 21 años y un talento increíble. Pareja de Godín o su sustituto, rindió de igual manera.
Javier Mascherano. Con los altibajos de Piqué, el argentino fue el de mayor seguridad en la defensa blaugrana.
Héctor Moreno. El mexicano fue prácticamente impecable en la defensa del PSV y además marcó cuatro goles.
LATERAL DERECHO:
Rafinha. Un polivalente del Bayern. Rindió como lateral o carrilero para Guardiola.
Dani Alves. Se perdió algunos juegos por cuestiones extra cancha, aun así estuvo siempre en el once de lujo de Luis Enrique.
Roberto Rosales. El venezolano dio cinco asistencias para los atacantes del Málaga. Nadie jugó más minutos en su equipo. Ni los porteros.
Santiago Arias. Titular en 32 de 34 partidos del PSV campeón. El colombiano sumó además tres goles.
LATERAL IZQUIERDO:
Marcelo. El lateral del Madrid podría jugar de mediapunta si quisiera. Dos goles y tres asistencias. Indiscutible de Benítez y de Zidane.
Miguel Layún. Sí, entre los mejores de Europa. Nadie en su posición dio tantos pases de gol y además anotó cinco para el Porto.
Filipe Luis. Su regreso devolvió buena parte de la competitividad al Atlético en La Liga. Incansable en su banda.
Maxwell. Dificil destacar como defensa en el PSG pero el exBarça lo consiguió. Tres goles y tres asistencias.
MEDIOCAMPISTA:
Casemiro. Benítez lo sentó en partidos clave, Zidane lo recuperó. El equilibrio del Madrid.
Andrés Guardado. El mexicano volvió a ser clave para el título del PSV. Segundo mejor asistidor de la Eredivisie.
Arturo Vidal. Tuvo un cierre de Bundesliga notable. Cuatro goles y cinco pases de gol.
Fabián Orellana. Quizás el de menos cartel pero la buena temporada del Celta partió de los pies del chileno. Hizo siete goles que no son pocos.
VOLANTES:
Héctor Herrera. El mexicano arrancó flojo y cerró muy alto. Versatilidad pura. Hizo ocho goles.
Douglas Costa. Le pasó al revés, empezó mejor de lo que cerró pero en el Bayern nadie creó más oportunidades de gol.
Philippe Coutinho. La chispa creadora del Liverpool. Anotó ocho y dio cinco pases de gol.
Alexis Sánchez. Marcó 13 goles en un Arsenal en el que solo Giroud le superó (16).
DELANTEROS:
Luis Suárez: 40 goles, 16 asistencias. 14 goles en los últimos partidos cuando el Barça se jugaba La Liga. Poco más que agregar.
Carlos Bacca. Una luz en la temporada obscura del Milan. El colombiano marcó 18 tantos.
Sergio Agüero. No fue su mejor temporada y aún así hizo 24 goles, solo detrás de Harry Kane.
Javier "Chicharito" Hernández. El mexicano cierra el primer grupo de delanteros gracias a sus 17 goles en Bundesliga, muy por arriba de lo que esperaba el Leverkusen.
DELANTEROS:
Messi. La lesión afectó sus números. Aún así hizo 26 goles y fue el mejor asistidor de La Liga junto a Suárez con 16. Perfeccionó sus tiros libres.
Gonzalo Higuaín. Descomunal temporada. Récord de goles en Serie A con 36. Mantuvo al Napoli en la pelea por el Scudetto.
Jonás. El brasileño del Benfica estuvo peleando la Bota de Oro y con 32 goles guió al título a las Águilas.
Neymar. Flojo en el cierre pero brillante a media temporada. 24 goles y segundo en minutos jugados en el Barça.
La encuesta está activa en @ESPNMX, @SportsCenter_nt y @tonycherchi.
Voten por sus favoritos al #11LatinoESPN2016.
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LOS ÁNGELES -- Ambos podían cambiar cada historia del futbol. Ambos podían retocar la historia de cada 90 minutos. Podían incluso escribir la historia misma con su puño y letra. Vamos, la historia era suya, la tenían secuestrada bajo la generosidad de sus propios caprichos y veleidades.
Y el universo se regocijaba de que así fuera. La humanidad se apoltronaba a consumir la consumación de sus hazañas. De ambos, de Lionel Messi y de Cristiano Ronaldo.
Hoy, la historia del futbol los ha exiliado. Los arrojó al destierro. A ambos, a Cristiano Ronaldo y a Lionel Messi. La Champions, el escenario más majestuoso de futbol, a nivel de clubes, ha prescindido de ellos. Y lo hizo brutalmente. Como si fuera una represalia, una venganza macerada, destilada, añejada, impúdicamente.
Las edades, ambas, la cronológica y la futbolística, se cebaron, inevitablemente, sobre tipos que desafiaron los estándares humanos del jugador. La divinización del futbolista.
1.- A uno, Messi, la perfección lo arropaba, como si hubiera nacido en su propio Belén futbolístico, como un predestinado, como un elegido.
2.- El otro, Cristiano, a pura fe, egomanía, sacrificio y voluntad, construyó su propio Adonis, su propio Apolo futbolístico. Era su propio David de su propio Miguel Ángel, “sólo le falta hablar”.
Tras años estériles de compararlos, de medirlos, de confrontarlos, de estigmatizarlos, y de colocarlos un escalón detrás de los altares de Pelé y Maradona, resulta que sus números terminan rebasando el planeta del futbol.
Y, sin embargo, sus ceremonias de graduación absolutas nunca llegaron. Todos sus trofeos domésticos, individuales, continentales, los tsunamis de sus cifras estratosféricas, no abren las puertas de ese hemiciclo, de esa pinacoteca, donde retozan las epopeyas de Edson Arantes y Diego Armando.
1.- Para Ronaldo ha sido y será imposible levantar una Copa del Mundo. Es un Cristiano jugando con moros. Crueldad del juego mismo, habiendo sido clave en todas las etapas, la Final de la Eurocopa la ganó recluido en la banca por lesión.
2.- Messi está en condiciones similares. Aunque él es parte de la perturbación de Argentina. Vanagloriado con el Barcelona, con infinitos laureles, con la albiceleste perdió la Final ante Alemania en 2014, con un yerro monumental de Higuaín, pero el mismo Leo había errado, dentro del área y solo ante Manuel Neuer. Irónicamente, el único título, en Copa América, la escena más chusca le pertenece a él: al ’88 recibe de De Paul en el área chica, y ante Ederson, se le doblan las piernas y es despojado.
Sin embargo, hoy, Messi, rumbo a los 35 años, y Cristiano, cumplidos los 37, pueden contemplar la fastuosa hemeroteca de sus conquistas, y todavía con músculo, pulmones, neuronas y hormonas suficientes para atreverse a consumar hazañas, en el plano de la normalidad de los futbolistas.
Entiéndase que la cosecha de ambos fue tan generosa, tan espléndida porque pertenecieron a diferentes pléyades de compañeros y en los equipos más importantes del mundo. No habrían sido los históricos Atilas sin sus históricos hunos. Fueron los comandantes privilegiados de legiones de privilegiados.
El martes, Cristiano fue echado de la Champions por once rabiosos gladiadores, hechos de la misma sustancia que él, y dirigidos por un tipo capaz de convertir en águilas a los ruiseñores, como lo es El Cholo Simeone. Ronaldo no pudo contra 11 de su misma contextura anímica y hormonal, aunque inferiores en condiciones futbolísticas.
Apenas el sábado pasado, CR7 había liquidado al Tottenham con un implacable triplete, el hat-trick número 59 de su historia, pero la asiduidad de esas proezas no son garantía de que pueden consumarse en cada cita de 90 minutos.
Y antes, el Real Madrid había puesto a los millonarios en la indigencia. El Paris Saint-Germain con Messi, Kylian Mbappe y el eterno “ya merito” llamado Neymar, colapsó, naufragó, no sólo ante Karim Benzema, sino ante la historia y la histeria de la Casa Blanca y el orfeón del Santiago Bernabéu. Queda claro que hay partidos que se ganan también desde la tribuna. Hay goles que se siembran en el graderío y se cosechan en el marcador.
Entiéndase que Messi no fue el villano de ese partido. Él jugaba como en casa. ¡Cuántas fechorías no había perpetrado en el Bernabéu! Hizo lo suyo, hasta donde le alcanza hoy. Fue el motor de un carro que se desmanteló en la pista sin llegar a pits. Su rendimiento estuvo por encima del resto, pero para semejante proeza como desolar la Casa Blanca, ya no le ajusta, no, al menos, en solitario.
El universo del futbol va de la veneración a la antropofagia. Ayer los exaltaba, hoy los lapida. Messi salió a la cancha en la Liga de Francia. Él y el eterno irresponsable Neymar, fueron abucheados, antes, durante y después del partido. Era la forma del pueblo lacayo del PSG de cobrarle la herida a sus nobles.
Se exacerbaron en las redes sociales los fanatizados. Llamaron desgraciados y desagradecidos a los franceses por vituperar a Leo. ¿Qué le ha dado Messi al PSG? Sólo decepciones. No hay deuda alguna. Sí, sin duda, el Barcelona y sus aficionados pueden montar un hemiciclo glorioso agendando sus proezas para la eternidad. En Cataluña y sus aldeas regadas por el mundo, tendrán una deuda eterna. Pero, al final, como alguna vez lo sentenció el escritor colombiano Fernando Vallejo: “La gloria es una estatua en la que se cagan las palomas”.
Puede llamarse, eso sí, tontorrones a los seguidores del PSG por creer que compraban al Messi de hace un lustro o más, pero no desagradecidos. Estaban alucinando los parisinos, si esperaban ver una explosión fascinante, electrizante, por ejemplo, como aquella embestida de Leo sobre el Bilbao, en la Final de la Copa del Rey, una centella letal de 11 segundos, 13 toques, siete rivales vencidos y un gol. Eso, hoy, ya es imposible. Aquello es pieza de museo, pero no de presupuesto para el futuro.
Rebasado, relegado, desafiado, ninguneado, pero, finalmente, en feroz venganza, el futuro alcanzó y cazó a Cristiano Ronaldo y a Messi. Los riscos fascinantes del Everest de la Champions les han sido negados nuevamente. Terminaron en los balcones de los participantes, y no en los sitios de protagonismo.
Ley de vida. Durante años, ellos escribieron capítulos refulgentes de la historia del futbol. Hoy, la historia del futbol ha decidido escribir la suya, sin ellos. Serán apéndices de sus capítulos, pero no los héroes de los mismos. Ley de vida: de protagonistas poderosos a actores de reparto.
Ahora sólo resta que cumplan esa promesa hecha hace años a David Beckham para 2023: jugar junto en el Inter Miami CF, cierto, en una Acrópolis donde el futbol a veces se parece poco al futbol, como lo es la MLS.
Afortunadamente, para ellos, para todos, siempre quedan las memorias. Es tiempo más de resignarse a las efemérides de Messi y Cristiano, que desgastarse en utopías.
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'Revancha', la palabra no dicha, pero invocada por Messi en su presentación con el PSG
LOS ÁNGELES -- Ansioso de cancha. Y de vestuario. Y de competencia. Y de revancha. Y de Champions. Ese gnomo vertiginoso, despiadado, obsesivo en el terreno de juego, tomó con parsimonia de burócrata, con ecuanimidad tibetana, y con la rutina de una contestadora automática, su comparecencia de prensa con el ParIs Saint-Germain este miércoles.
Lionel Messi recibió oficialmente otra camiseta número 30. Como aquella con la que comenzó todo en el Barcelona. Esa con la que terminará todo en Europa, antes de seguramente emigrar en 2023 a la MLS.
La recibió de manos de Nasser Al-Khelaifi, su patrón, un tipo mediocre como tenista profesional, pero astuto como empresario, con una fortuna estimada en 16 mil millones de dólares. Malo con el passing shot de revés cruzado, pero letal en los malabares petroleros.
Rostro inalterable, exponiendo una que otra sonrisa, Messi confesó su hartazgo en el inevitable ceremonial mediático. “Estoy ansioso de que termine esto para ir con los muchachos (jugadores del PSG) a entrenar”, dijo.
Se subió a la barcaza frágil de la temeridad: “Quiero ganar otra vez la Champions”. Mantuvo la compostura y la lealtad, al dejar en claro que aquella pléyade blaugrana con Xavi e Iniesta “es irrepetible”, aún con Kylian Mbappé y Neymar.
Cierto, Mbappé aún no renueva. Esgrime que quiere un equipo con aires de conquista. Remolón, roñoso, este miércoles se llevó una advertencia de Al-Khelaifi. “Mbappé es parisino, muy competitivo, quería un equipo competitivo, creo que no hay nada más competitivo como equipo (en referencia al PSG), no tiene excusas”.
Incluso, la frase más prometedora de Lionel pareció un mensaje para el francés: “Mi sueño es ganar otra Champions y siento que he caído en el lugar ideal para lograrlo”.
Messi encaró preguntas de todo tipo, que él llevó a un lugar común y que en la cancha, por cierto, repudia. Sí, todos los cuestionamientos los llevó al banderín de tiro de esquina, y ahí, los sobó, los anestesió, los enfrió, se comió el reloj. Todo fue elogio, sin apóstrofe alguno.
¿Será que por primera vez Messi se convierte en un mortal más del mundillo de los asalariados? Sí, cierto, un asalariado con privilegios mayúsculos. Seguirá haciendo lo que mejor sabe y lo que más le gusta. Pero esta vez no está donde querría estar, sino donde debe estar. En Barcelona, con salario y premios de escándalo, donaba con amor su talento, ahora los ha puesto en alquiler, ambos, el amor y e talento, también con bonificaciones de escándalo.
Reiteró, hasta el reiterado cansancio, en esa comodidad de jugar pegadito al banderín de córner, que en el vestidor del PSG encontrará amigos, y que la calidad de la plantilla, las amistades con Neymar y Pochettino, y el hambre de competencia, terminaron por convencerlo de elegir París.
Revancha es un combustible poderoso, nuclear. No usa la palabra, pero Messi la describe de manera inequívoca. Lo hace cuando replantea su urgencia por ganar otra Champions y por el placer culposo que le significaría enfrentar a su cuna culé en el festival máximo de clubes en el mundo. “Sería lindo regresar a Barcelona y con gente (en la tribuna)”. Claro, la venganza sin testigos presenciales, corre el riesgo de ser más anécdota que leyenda.
No te preocupes, Leo, Ceferin (UEFA) e Infantino (FIFA), ya se ocuparán de ello. Su habilidad siniestra de “matchmakers” sonrojaría a Don King y a Bob Arum. Y así como alguna vez hubo ocho horrores arbitrales para someter al PSG en los Octavos de Final de 2017, ahora podría haber ocho horrores arbitrales para que Barcelona, Laporta y la tambaleante Superliga se enteren quién manda.
Mientras una nación azulgrana sigue en duelo, Messi saludó agradecido a una nación festiva, redimida, resucitada, que en abril pasado había sepultado sus ilusiones de Champions ante el Manchester City. Sabe que los parisinos han vivido en una gestación múltiple: venerando su llegada, entre la vigilia de la ansiedad y la belicosa desesperación por velar armas. Desde París, con nuevo almirante, a Europa entera le han declarado la guerra.
“Agradecidísimo. Sé que hace tres días que están en la calle. Es impresionante. No había vivido algo así nunca. Es mi primera experiencia de cambiar de club y ha sido espectacular. Espero empezar y vivir cosas grandes juntos”, fue el mensaje a multitudes, que sin mascarillas, están desperdigadas por París, una ciudad agobiada por Covid-19, con 29 mil nuevos casos de infectados, solamente este martes.
Ciertamente aún quedan pendientes los trámites más importantes, esos, los que deberán consensuarse dentro de la cancha. Las migrañas serán para Pochettino, quien tiene la mejor plantilla posible, a expensas del futuro de Mbappé, obsesión del Real Madrid, y quien públicamente, alguna vez, deslizó que su ídolo, Cristiano Ronaldo, es mejor que Messi.
¿Quién cobrará los tiros libres con semejantes artilleros? ¿Quiénes serán los tres capitanes de la plantilla? ¿Quiénes cobrarán los penaltis? ¿Quién de entre Mbappé, Messi y Neymar deberá hacer labores más estrictas de sacrificio y marca? ¿Estarán los tres al servicio de su mejor rematador de cabeza, y con quien han tenido rencillas y resquemores, como lo es Sergio Ramos?
Partamos de un principio. Todos estos personajes, que han convertido al PSG --al menos en la cartelera--, en un equipo de ensueño, tienen enormes particularidades en común. Cierto: falta dar el paso gigantesco, colosal, de equipo de ensueño a equipo de época.
1.- Todos son competitivos y ganadores. Han besado Copas del Mundo, Champions, Copas América, Ligas de Europa. El problema de saborear la gloria es la adicción que provoca.
2.- Todos tienen una desmesurada hambre de revancha y de títulos. Han sido humillados por clubes ingleses y alemanes.
3.- Más allá de la inmadurez de Mbappé, y de las misteriosas lesiones de Neymar en tiempos de cumpleaños familiares, ambos serán empujados y metidos al orden, por tipos con ascendencia en el vestidor, como el mismo Ramos, y la cercanía de Messi con el fiestero brasileño.
Por eso, insisto en la analogía: Mauricio Pochettino debe estar más atribulado que un daltónico con un Cubo de Rubik.
Pero, al final, concluyó el teleculebrón. Joan Laporta se queda con un Barcelona saludable y Lionel Messi con un horizonte de desafíos, afortunadamente en un terreno de bendiciones, para hacer lo que le más le gusta y lo que mejor sabe.
La cancha dimensionará las equivocaciones y los aciertos de todos los involucrados, incluyendo, por supuesto, al PSG.
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Una vileza: Bartomeu perdió ganando; Messi ganó perdiendo
LOS ÁNGELES -- Son temas diferentes, pero no inconexos; distintos, pero no ajenos. Hace casi un año, en agosto, el día 25, el burofax irrumpió furtivo y silencioso en las oficinas del Barcelona. Lionel Messi quería abandonar al club.
A veces, el ser humano desata tormentas que después es incapaz de controlar. A veces el ser humano desea tan fervientemente un capricho, incapaz de adivinar el desastre agazapado detrás.
El engendro del burofax, ese 25 de agosto de 2020, terminó siendo el principio del fin y el fin del principio. Imposible saberlo entonces. Inútil saberlo hoy. “Desperté de ser niño, nunca despiertes”, le habría advertido el poeta español Miguel Hernández.
Este domingo en Barcelona, Lionel Messi despertó de ser niño. “El año pasado no quería quedarme… y lo dije. Ahora sí quería quedarme”, explicó en un ceremonial densificado por la tristeza atorada, gutural, universal y compartida.
Aquella fue la tormenta que desató su padre, Jorge, incapaz de controlar, y que hoy humedece los ojos de millones de personas, mientras los hijos de Leo, Thiago, Mateo y Ciro, incapaces de entender el colapso de un club y de una liga, aplaudían tímida e inocentemente, incapaces también de entender cómo aquellos adultos, de pie, durante dos minutos, vitoreaban el impactante y sublime momento de ver a su propio padre gimotear. Despertó de ser niño, nunca despierten.
Messi lamenta su despedida. Todo en ella es aberrante. Lo hace con un traje oscuro, cuando debió hacerlo en una cancha, con la camiseta perfumada de sudor. Se ha ido sin la armadura de toda la vida. Lo hace con un pañuelo recolectando lágrimas y mucosidades, cuando él anhelaba ver revolotear miles de ellos, miles de paños, como compungidas aves de paso, en la tribuna del Camp Nou.
Acostumbrado a alebrestar multitudes, a bendecirlas de felicidad a unas y de amargura a otras, este domingo, Lionel Messi, en la opulencia de la fama, se fue en la frugalidad de un cuartucho, con su familia, sus hoy ex compañeros, y ante tipos olorosos a dinero, con mascarillas, y sin tener el privilegio, el derecho, la urgencia, de sumergirse en el rugido estentóreo de una tribuna. Tantas veces cruzó los portones de la gloria azulgrana, y termina escurriéndose, más solo que nunca, por una puertecita lateral de un salón que termina siendo un mausoleo maldito.
“Ne hubiera gustado irme de otra forma. Despedirme con una ovación en el estadio”, dijo el futbolista, dejando aún un velo de suspenso sobre su futuro con el PSG, que ya alquiló la Torre Eiffel para este martes.
Él no lo sabe y tal vez nunca lo sepa, pero nuevamente mantuvo en vilo al universo barcelonista, en el que algunos todavía esperaban, como feligreses de algún milagro, que Messi les dijeran que no, que todo era una pesadilla, un rumor, un malentendido, una broma de mal gusto.
Pero, en su comparecencia, Messi no ocultaba ningún misterio. Había sido despojado, para ese momento, de su vida misma. Sin balón, sin red, sin cancha, sin marcador, sin tribuna, sin alaridos. Lo obligaron a irse como un paria, en un recoveco de la majestuosa catedral que él ayudo a construir al lado de genios como Xavi, Iniesta y Ronaldinho, o guerreros de sangre como Puyol.
Sólo debe haber un hombre feliz en Barcelona. Josep María Bartomeu debe estar haciendo girar una copa regordeta, aromatizando la tragedia y su victoria, encendiendo un habano, y leyendo y releyendo, el manifiesto parido por el burofax. Perdiendo, terminó ganando. Messi, entonces ganando, terminó perdiendo.
Javier Tebas también tiene las manos tintas en sangre. Bajo el estandarte de querer salvar La Liga, elige la forma más siniestra de aniquilarla. Hay que ser muy tonto para invitar a los buitres a su propio funeral.
Messi lo imputa: “Estaba todo arreglado y por el tema de La Liga no se pudo hacer a último momento. Quería quedarme, hice todo lo posible y no se pudo”.
¿Pudo, quiso, debió hacer más el Barcelona? Joan Laporta asegura que no. Era hundirse juntos o sobrevivir separados.
Cierto, insisto, no hay parentesco entre el burofax del suicidio, y la crisis financiera del Barcelona y de La Liga, pero imposible creer que estén desconectados. Jorge Messi, reitero, desató una tormenta que después fue incapaz de controlar. Su voracidad de hace un año, llevó a su hijo a esta despedida de domingo. Le quiso comprar un carnaval y este domingo hasta los cuervos se vistieron de luto.
Cierto, en aquel momento, hace menos de un año, el burofax era un ultimátum, pero el conflicto no era el dinero, era la desgracia competitiva del Barcelona. Lionel urgía a tener un equipo mejor. Cada fracaso era una llaga. Y estaba harto de esa piel de leproso. Entonces sí quería irse. Tal vez lo deseó con demasiada vehemencia.
Es cierto también: era imposible tratar de negociar de buena fe, con un tipo que como Bartomeu, con el poder absoluto dentro del mismo club, subrepticia y falazmente atentó contra todos los órganos vitales de la institución, dispuesto a extirparlos y venderlos en el mercado negro de su locura y sus ambiciones. ¿Cómo hablar de ensaladas con un carnicero blandiendo un machete?
En su alocución, Messi envió diversos mensajes a la cofradía blaugrana. Pero, sobre todo, dejó en claro, que su hogar, desde los 13 años, es en este momento el ente más urgente de rescatar. “El club es más importante que cualquiera. La gente se va a terminar acostumbrando. Tiene una gran plantilla y vinieron grandes jugadores, al final todo se acomoda”, explicó.
Por lo pronto, este lunes, con el jefe de familia aún como parte de los 197 millones de desempleados en el mundo, el Clan Messi prepara la mudanza a París.
Lionel asegura que tiene hambre de títulos y que quiere superar a su compañero Dani Alves, quien suma 46, tras ganar el oro olímpico en Tokio. Necesita conseguir 11 más con el PSG como cómplice. “Quiero seguir sumando títulos a mi carrera. De paso saludo a Dani Alves, por los Juegos Olímpicos. Voy a intentar pasarlo en títulos. Quiero ir a un club donde pueda competir y seguir ganando”.
Y en Barcelona, ¿quién se atreverá alguna vez a vestir la camiseta ‘10’?
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Entre pan y circo, Barcelona elige el pan y pierde el circo
LOS ÁNGELES -- Lo que siempre los mantuvo unidos, los ha separado para siempre: el dinero. Lo que siempre los mantuvo unidos, los mantendrá unidos para siempre: el futbol.
Sin embargo, este viernes, Joan Laporta cerró los portones del Barcelona, detrás de la silueta lánguida de Lionel Messi. Entre club y jugador, los lazos serán eternos, pero la relación quedó trunca. ¿El dinero no compra la felicidad? No, pero le encuentra concubinas.
En conferencia de prensa, Laporta extinguió la trémula fe de quienes veían un atisbo de esperanza en el divorcio entre Messi y el Barcelona, con la pérfida Liga de por medio, como la suegra celosa y recelosa.
La exposición de Laporta, este viernes, era inapelable. Ni el más facineroso dirigente de FIFA, ni sus alquimistas del fraude, habrían hecho cuadrar las cifras. “No estoy dispuesto a hipotecar durante 50 años al Barcelona por nadie”, dijo.
Con Messi, el Barcelona habría salido a “botear” a las calles, por mendrugos de pan, con la tripa hecha nudos de hambre, al borde de la inanición. Sin Messi, todos tendrán el pan suyo de cada día. No el gol, no la magia, no las fantasías, pero sí el maná.
La analogía de pan y circo. Barcelona eligió el pan y dejar escapar el circo. El pan tiene más valor que precio. El circo tiene más precio que valor.
El club aprenderá a sobrevivir sin Lionel Messi, como aprendió a sobrevivir sin Andrés Iniesta, sin Xavi, sin Carles Puyol, sin Pep. La histórica grandeza del Barcelona es intocable, pero este viernes, tras las palabras de Laporta, pasa a ser equipo sin apellidos de alcurnia. Vivirá con los privilegios de una dama divorciada.
Y Messi aprenderá a vivir sin el Barcelona. Puede vivir sin el club, pero no puede vivir sin la escenografía perfecta de esa ecuación que forman cancha, red y balón.
Será que en el fondo Leo obedece al credo que atribuyen a su padrino Ronaldinho: “Juega por el nombre que llevas delante en la camiseta y se acordarán del nombre que hay atrás”.
Laporta asegura que sólo resta ver al futuro, pero sin renunciar a los privilegios ni a las lecciones del pasado. Barcelona está en manos de ingenieros en finanzas y no entre los cálculos ilusionistas entre copas de bohemios del hubiera.
“No estoy dispuesto a hipotecar al club. El Barça está por encima de todos los jugadores, incluso por encima del mejor jugador de la historia, Leo Messi”, reiteró Laporta este viernes, mientras se lavaba las manos con Javier Tebas, y LaLiga como la jerga, con la cual secarse cualquier vestigio de culpabilidad, y sin dejar de escupir en el inmenso albañal que es Josep Bartomeu, “porque venimos de una gestión nefasta y calamitosa”.
Mientras en el universo infinito del futbol se juega con el destino de los memes, para reforzar desde el Santiago Tangamandapio F.C. hasta el Bayern Munich, la brújula de la voracidad financiera de Jorge Messi, el padre del ser humano con las facultades más inútiles, pero las más caras y cotizables del mundo, tiene línea abierta, según los cercanos al clan, con el Paris Saint-Germain y con el Manchester City.
Mientras Lionel sigue de vacaciones, ajeno seguramente a la forma en que se ha convulsionado la galaxia del futbol, su padre juega las cartas con más astucia y argucia que cualquier tahúr de colmillo torcido y uñas largas en Las Vegas.
El PSG deja entrever que se siente fuerte con lo que tiene, mientras el City de Pep Guardiola ha firmado a Jack Grealish, quien no es Messi, pero llena los requisitos de ese club ciudadano urgido de una Champions.
¿Y el Barcelona? Respirando ya serenamente, luego del riesgo de ser intubado de emergencia, trata de organizar su vida tras la más grave de sus pandemias, azotado por el virus Bartomeu-20, más que por los estragos del Covid-19.
Trató de vender a Antoine Griezmann hace unos meses, pero no encontró mercado y hoy se vuelve en imprescindible. Mientras tanto, el Kun Sergio Agüero, hoy se siente doblemente abandonado. A su vez, Memphis Depay llega con la consigna de confirmar su poder demoledor... en la Liga de Francia.
Y claro, queda la sangre joven. Pedri, Riqui Puig, Oscar Mingueza, Ilaix Moriba, Ronald Araújo, Sergiño Dest, Tenas. La Masía trata de rescatar su prestigio.
Por otro lado, Ronald Koeman debe ser el más aliviado por la salida de Messi. Hoy tiene sólo a seres humanos. Y no tiene a ninguna figura emblemática que pueda cuestionar su autoridad. Prefiere sólo a peones en su tablero, aunque haya perdido el misticismo de su reina.
Y, sin duda, el resto de la población en la Liga se sublima. Los clubes ya no tendrán que inventar en el pizarrón estrategias fallidas y fútiles, para tratar de despellejar a un solo futbolista. El Barcelona sin Messi, como el Real Madrid sin Cristiano Ronaldo, se convierten en artillería vulgar.
Así pues, luego de años de vivir bajo el concubinato perfecto, Barcelona y Messi han encontrado la humanoide imperfección del rompimiento. Lo que siempre los mantuvo unidos, los ha separado para siempre: el dinero. Lo que siempre los mantuvo unidos, los mantendrá unidos para siempre: el futbol.
Ambos entendieron que para que ambos sobrevivan, deben hacerlo por separado. Juntos, sólo los esperaba el desenlace de la cicuta shakespierana.
Y por ello, entre el pan y el circo, Barcelona se queda con el pan. Porque el pan tiene más valor que precio. El circo tiene más precio que valor.
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México bautiza a Funes Mori con los patiños nigerianos
Perplejos, como conejos lampareados, distraídos, entumecidos, la versión emergente y apantallada de las Súper Águilas Verdes, se atragantó dos goles en los primeros cuatro minutos, y el partido dejó de tener interés, utilidad, atractivo, emociones y calidad.
Fue un partido de desperdicio. Absolutamente. Tras el 2-0 (Héctor Herrera al '2 y Funes Mori al '4), la pachanga fue evidente en la cancha del Memorial Coliseum. Celoso, por no poder vulnerar a la pintoresca y frágil Nigeria, organizada al vapor, Hirving Lozano le puso empeño a tratar de marcar, en una obsesión con la que cargó al medio tiempo.
Aparecieron, sin embargo, expresiones individuales por parte de algunos jugadores mexicanos. Obviamente, con los adversarios en plena somnolencia, los tricolores disponían de tiempo y espacio para lograr plantarse con facilidad en la periferia de los dominios del arquero Bobo Nwabali.
Fue así que con un adversario desordenado, esforzado, mientras los músculos aguantaban, México terminó por involucrarse en la desidia y en olvidarse totalmente de las pretensiones estratégicas que debió haber urdido Gerardo Martino.
En la segunda mitad, los nigerianos ya hicieron más compacta su formación, y entregaban cancha y balón a una selección mexicana cómoda y acomodada, sin prisas ya, e interpretando la implícita rendición de los visitantes.
En el regreso del descanso, se genera el 3-0 rápidamente. De nuevo Chucky Lozano aparece en el área, le anticipa Nwabali, pero su despeje es un regalo frontal a la llegada de Héctor Herrera, quien sin marca, sin estorbo y sin arquero, sentencia el 3-0.
Para confirmar ya que el encuentro de preparación se convertía en un guateque sin utilidad competitiva para nadie, Gerardo Martino hace tres cambios de golpe y porrazo a los 65 minutos, precisamente aprovechando que coincidió en tiempos con tres jugadores nigerianos tirados en la cancha, víctimas de calambres: Efraín Álvarez (Tecatito Corona), Orbelín Pineda (Funes Mori) y Jonathan dos Santos (Héctor Herrera).
La embaucada y engatusada afición terminó decepcionada, pero al menos no intentó desahogar su frustración con #ElGrito, y resignándose a las limosnas que había organizado SUM con este encuentro, al que forzó finalmente a que compareciera el entrenador de la ni Súper ni Águilas nigerianas, el alemán Gernot Rhor, quien había jurado y perjurado que no pensaba desplazarse a Los Ángeles.
El 4-0, entre la desarticulada y modorra defensa nigeriana, lo sentencia Jonathan dos Santos, aprovechando el pase que puede organizar con toda libertad Erick Sánchez, mientras Chucky Lozano perdería el quinto, encaprichado en hacer su gol, en un egoísmo enfermizo.
Por lo pronto, México ya conoce las opciones para abrir la Copa Oro el 10 de julio. Este martes, el ganador del repechaje conkakafkiano entre Guyana Francesa y Trinidad y Tobago, irá al Grupo A del Tri, complementado por Curazao y El Salvador.
México es el máximo ganador de la Copa Oro con 11 títulos, mientras que Estados Unidos totaliza seis, por tres de Costa Rica.
La más reciente coronación del Tri fue en 2019, venciendo a EE.UU. con gol de Jonathan dos Santos, en el Soldier Field de Chicago.
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LOS ÁNGELES -- Se estima que hay 197 millones de desempleados en el mundo, y el mundo se inquieta, con estertores agregados, –incluyendo muchos de esos 197 millones de personas en receso–, por el desempleo de un multimillonario: Lionel Messi.
Tras el Armagedón financiero provocado por la pandemia de COVID-19, la Organización Internacional del Trabajo advirtió a mediados de 2020 sobre el cruento latigazo de repercusiones que irían azotando a la humanidad hasta 2022.
Mientras Lionel Messi se concentra, a ratitos, para el enfrentamiento de este sábado, en Cuartos de Final de la Copa América, ante Ecuador, el universo barcelonista y su entorno, incluyendo al madridismo, hurgan con fruición en Twitter, en busca del humo blanco que deben exhalar los abrumados pulmones de Joan Laporta.
Entendamos algo: Leo jamás ha leído un contrato. ¡Qué va a leer semejantes legajos atiborrados de palabras altisonantes para él, donde su nombre cambia puerilmente de la ostentosidad de ser Lionel Messi a un burdo, anónimo y vulgar “el contratado”!
Él mismo aceptó ante un medio italiano (Suplemento Sette, del diario Corriere della Sera), que sólo ha medio leído un libro en su vida, uno solo, y ha sido una de tantas biografías sobre Diego Armando Maradona. Y podríamos abonarle la lectura reiterada del cuento infantil Topito, el favorito de sus hijos.
Vamos, él mismo ha reconocido que ni siquiera ha leído de corridito las 51 palabras hechas pre contrato, en esa legendaria servilleta en la que la audacia de Carlos Rexach consiguió, el 14 de diciembre de 2000, amarrar a Messi para el Barcelona, en una reunión al vapor en el Club de Tenis Pompeia con Josep María Minguella y Horacio Gaggioli (entonces representante de Messi), quien hoy conserva ese papelito, prófugo del basurero, en una caja fuerte del Banco de Crédito de Andorra, y por el que le han ofrecido millones de dólares, algunos extravagantes coleccionistas de Japón, Estados Unidos e Inglaterra.
Leer su propio contrato con el Barcelona debe resultarle a Messi tan complicado de entender como el Ulises de James Joyce. Y no hay por qué culparlo. Lo suyo, y lo hace magníficamente vestido de azulgrana, sólo de azulgrana, es recrear fantasías con un balón.
Laporta sufre día con día. Primero, para limpiar el estercolero que hicieron explotar la ineptitud de Josep Maria Bartomeu y el ataque casi terrorista de aquella epístola casi pontificia, eructada por el burofax, ese 25 de agosto de 2020, cuando la familia Messi anunciaba su deseo de desvincularse del club blaugrana.
En el Museo del Barcelona (“Museu President Núñez”) se exhibe una réplica de la citada servilleta, y posiblemente, algún día, se exhiba también una réplica del burofax, para citar los contrastes de un tristón papel desechable que terminó germinando en páginas de oro para el club, hasta un abominable capítulo en el que el mejor futbolista del momento se desprendía de su matriz catalana.
Sin duda, para un personaje que dice aborrecer el tango, como lo ha revelado Lionel Messi (“cuando lo escucho en la radio, cambio de cadena”, dijo a Sette), ha armado un tango de proporciones gardelianas (por Carlos Gardel), que rebasa las ya de por sí intrínsecamente trágicas implicaciones de esta bellísima expresión musical.
Laporta busca la anuencia de Javier Tebas, presidente de La Liga, y su intercesión ante la UEFA para que el tan manoseado “Fair Play Financiero” cierre los ojos discretamente, mientras el Barcelona hace malabarismos contables, para poder satisfacer la voracidad de Jorge Messi, quien seguramente cuchichea con su hijo algo así como: “vos no te preocupés, Lio, los tenemos bien agarrados de los...” detalles contractuales.
Y Messi volverá a sus videojuegos hasta que el sábado por la noche se vista para enfrentar a Ecuador, sin preocuparse por saber quién será el mastín en turno para tratar de refrenarlo en la cancha. Para él, como en su tiempo para Garrincha, todos son “Joao”.
Mientras tanto, mortificado, Laporta manotea, y más se hunde, en el pantano de sus promesas. Messi ha pedido un equipo no competitivo, sino ganador. Y el presidente del Barcelona busca nuevos socios comerciales, nuevos atajos financieros, y la complicidad de Tebas, quien ha sido claro de que “LaLiga no puede perder a Messi”. Bueno, ese lujo tiene un precio, más que monetario, de tipo legaloide, un subterfugio, pues.
El Clan Messi ya no necesita mover un dedo. Las cifras y demás detalles están sobre la mesa. Ahora, a esperar que las acrobacias financieras, fiscales y legales que lleva a cabo Laporta, como saltimbanqui de cuello blanco, tengan efecto.
Por si acaso se le olvidaron a Usted las cifras en el recientemente vencido contrato de Leo, vale la pena refrescarlas, de acuerdo con lo publicado por el Diario El Mundo: el contrato laboral era por 61,328,520 euros, y el contrato de imagen era por 10,822,680 euros. Es decir, por los cuatro años, recibió 288,604,800 euros.
Además, por primas y bonos de los acuerdos laborales y de imagen, en su último acuerdo laboral, Messi sumó 115,225,000 de euros, sin despreciar otros 29,780,793 euros en apartados variables, según la publicación de El Mundo.
Así pues, en un universo surrealista como el del futbol, hay una preocupación extrema por un multimillonario desempleado, más que por las extremas urgencias de 197 millones de desempleados.
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LOS ÁNGELES -- Manchester City sigue las huellas del Liverpool. Esto no significa que Pep Guardiola pretenda emular el modelo de Jürgen Klopp.
Ahora, los desesperados Citizens de Pep buscan conquistar esa Champions reacia y rejega con la ayuda de la astrofísica y los algoritmos. De los Caballeros de Pep a los Caballeros del Zodiaco.
Para exaltar a algunos prodigiosos futbolistas se les etiqueta como extraterrestres: Pelé, Maradona, Lionel Messi. A tipos cuyo instinto, intuición y talento –que no inteligencia–, rebasa al resto de pueriles, en las habilidades con el balón, y les permite redimensionar la simple pureza del futbol, a ellos se les categoriza como venidos de una civilización superior. La exageración es tan infinita, coloquial y permitida, como la vía láctea.
En enero 16, algunos medios ingleses revelaron la contratación más poderosa del City: Laurie Shaw, un escocés, quien por su habilidad para hacer que los números y las gráficas vomiten sabiduría, bien podría ser un extraterrestre. Una fusión de R2D2, el comandante Spock y Messi –el del Barcelona, claro, no el de Argentina–. El tema ha sido resucitado estos días por The Daily Mail.
Liverpool fue el primer equipo inglés en agregar a genios que habrían podido hacerle una perfecta autopsia al balón, y determinar sus genes aún sin conocer a la vaca que fue despellejada para confeccionarlo. William Spearman llegó en 2020 a diseccionar al equipo. Un ejército de cámaras sigue paso a paso lo que ocurre en la cancha. Detectan 25 tomas por segundo, durante 90 minutos o más, hasta recolectar 1.5 millones de puntos de referencia, según explicó al sitio Training Ground Gurú.
Aparentemente, según la prensa inglesa, las credenciales de Shaw rebasan a las de Spearman, aunque los dos nacieron del ilimitadamente asombroso cunero de Harvard. Claro, parece difícil declarar a un ganador entre dos genios capaces de poner el universo patas para arriba con una calculadora de párvulos, pero que no sabrían qué hacer con un ábaco.
Aparentemente, insisto, la flamante contratación del Manchester City es capaz de esculcar de forma más implacable e impecable, a través de puntitos, colores, lienzos en la pantalla, números, ecuaciones, empezando desde el Algoritmo de Euclides hasta el Método Gauss, para explicar, por ejemplo, por qué Emmanuel Adebayor terminó por ser uno de los grandes fiascos en las contrataciones de los Ciudadanos.
Ambos, Spearman y Shaw, han dado explicaciones poderosas de lo que ha ocurrido en la cancha con sus respectivos clubes. Los jugadores del Manchester City y del Liverpool no tienen secretos para ellos. Ni sus peluqueros los conocen tan bien.
Con un iPad, ambos, Spearman y Shaw, son capaces de desafiar a Guardiola y a Klopp. La diferencia es que donde ellos ven fichas de ajedrez perfumadas de ecuaciones, los entrenadores, ven seres humanos. Seguramente estos astrofísicos se atreven incluso, con base en esos trillones de datos acumulados, a recrear lo que podría ser el choque entre el City y el Borussia Dortmund en los Cuartos de Final de la Champions.
“Los números son lo más cerca de la escritura de Dios”, asegura Guillermo del Toro en su película Pacific Rim. Probablemente. Y tal vez los detallados informes que entregue Walsh a Guardiola serán de mucha utilidad, pero, seguramente, el técnico catalán confía más en el impacto emocional de los pasajes de películas como Gladiador e Invictus, para convertir a sus acicalados millonarios en espartanos, antes de salir a la cancha.
¿Habrá un algoritmo capaz de descifrar a Lionel Messi, ese tahúr del escapismo y lo impensado? Puede deambular en círculos o dedicarse casi un partido entero a cavilar sobre la inmortalidad del cangrejo, pero cuando le llega esa abrupta descarga eléctrica, y recuerda qué hace o qué debe hacer ese domingo en la cancha, los algoritmos quedarán tan perplejamente inhabilitados como la tabla de multiplicar del uno. La obviedad de lo inesperado. O la incertidumbre de lo obvio.
Cito a Messi, pero puedo citar a cualquier futbolista. Un día, Kylian Mbappé se decide a humillar al Barcelona y caricaturizar al mismísimo Messi. Otro día, a la maquinaria poderosa del Bayern Munich se le antoja aplastar mitos y destaza con ocho goles a los catalanes. ¿O como explicarían ambos, Spearman y Shaw que el Alcorcón salga del anonimato absoluto y le haga 4-0 a los Galácticos del Real Madrid? ¿Habrían anticipado aquel 2-6 del Barcelona en el Bernabéu o aquellos tres goles de Cristiano Ronaldo a España en el Mundial de Rusia?
Aplicar ciencias tan exactas a un mundo tan deliciosamente inexacto como lo es el futbol, puede ayudar a sacar útiles conclusiones, pero no puede, ni remotamente, encapsular, predecir o garantizar nada bajo la dictadura de la lógica, más allá de que, cito de nuevo, los números estén cerca de la escritura de Dios. Porque, de ser así, Alemania no le habría hecho siete a Brasil en el Mundial 2014, como tampoco habría recibido un 6-0 por parte de España en noviembre pasado.
Sigamos con Messi, el amo de lo impredecible, porque seguramente los duendes perfectos de Spearman y Shaw sí pueden encender alarmas rojas cuando a Cristiano Ronaldo se le pegue la gana adueñarse de la estratósfera, y rematar de cabeza a alturas que rivalizan con los espacios aéreos de LeBron James. Eso, aún por extraterrestre que parezca, sí puede preverse por parte de CR7.
La sabiduría en astrofísica de estos genios referidos, podría haber advertido hasta del caótico burofax irrumpiendo subrepticiamente en el Salón Oval del Barcelona, pero es y será incapaz de predecir el estado anímico de Messi, y su capacidad para que en un instante, en la cancha, ante cualquier rival, decida convertir un montón de corcholatas oxidadas en un flamante Cubo de Rubik perfectamente armado.
El escritor francés Jean Cocteau daba a través de su forma de escudriñar a Picasso, una referencia clara de los genios, los cuales, hasta de tipo accidental, aparecen en los deportes, y, por supuesto, especialmente, en el futbol.
“A Picasso, hasta los que le detestan, le soportan, porque nunca usa el talento. Sólo usa el genio. Sus obras nunca son pensamientos. Son actos”, escribió Cocteau. Y es aplicable a muchos de los futbolistas, porque no crean por inteligencia, conciben por astucia, inspiración e instinto.
Así que si la dirigencia del Manchester City cree que Laurie Shaw será el arma secreta que le lleve a ganar la Champions, necesita comunicarse más con Pep Guardiola, quien sabe muy bien que ningún algoritmo podrá hacer lo que Bernardo Silva, Kevin de Bruyne, Riyad Mahrez, Raheem Sterling, Sergio Agüero, Gabriel Jesús, etcétera, podrán hacer cualquier tarde de inspiración en el Etihad Stadium.
Imagínese la sala completa de servidores y computadoras de Spearman y Shaw en Liverpool y Manchester, ante los rudimentarios archivos de Marcelo Bielsa, su privilegiada memoria y su tan cuestionado, pero fascinante y casi exacto espionaje que ha desarrollado a lo largo de su carrera. El Loco mata cualquier algortimo... y sin haber cursado en Harvard.
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Laporta va a construir su Barcelona en base a lo que Messi significa para este equipo, así como buscar que se retire en el club catalán
Señoras y señores…Como se esperaba, el favorito Joan Laporta, vuelve a ser el presidente del F.C Barcelona.
Hace unos años, por ahí del 2003-2004, Laporta fue presidente del club catalán, y el Barcelona tuvo un reputne espectacular con jugadores llamativos como Ronaldinho y el surgimiento de Lionel Messi en la cantera, que le ha ayudado mucho a los blaugranas.
Laporta fue un buen presidente, y la gente lo reconoció ayer cuando ganó la mayoría de los votos con el 54%, una mayoría absoluta frente a sus oponentes de unos cerca de 56 mil socios que votaron en el Barcelona.
¿Qué es lo primero que tiene que hacer Laporta? Lo primero por hacer es platicar con Messi, se conocen bien, tiene que ver qué es lo que Lionel necesita del equipo para que esté a gusto y contento, así sea renovar su contrato, si quiere intervenir en decisiones importantes como insinuar qué jugadores pueden ayudar al Barcelona o cómo pueden renovar la platilla… Todo eso, Laporta se lo va a conceder a Messi.
Laporta va a construir su Barcelona en base a lo que Messi significa para este equipo, así como buscar que Lionel se retire en el club catalán, que es lo que desea Laporta y también creo que Messi, internamente, lo quiere.
Lo primero que ha hecho Laporta es contratar un jefe de mercadotecnia internacional, un buen equipo conformado por exjugadores que poco a poco lo irán ayudando para tratar de sanear las finanzas del Barcelona.
Laporta es un empresario muy conocido, no es un archimillonario, pero tiene los contactos necesarios para hacer que el club lleve dinero a sus arcas y poder empezar a comprar o recontruir este equipo. Puede vender, puede intercambiar… está buscando una reconstrucción.
Barcelona se está jugando LaLiga, se ha acercado mucho al Atlético de Madrid, y además es finalista de la Copa del Rey. En la Champions League no va a remontar al París Saint-Germain, es muy complicado, ya lo hizo una vez y le metió seis goles a los parisinos, el club balugrana no está en el momento adecuado para hacerlo de nuevo.
Sin embargo, está jugando bien. Va a buscar si se queda Koeman o llega Arteta, direcctor técnico del Arsenal que suena con Joan Laporta, ¿por qué? Porque Arteta se hizo trabajando con Guardiola en el Manchester City.
Ese es el trabajo que tiene Joan Laporta por delante. Mucha visión, claridad, ideas, y sobre todo, centrarse en Messi y su alrededor. De ahí a organizar el Barcelona.
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