BUENOS AIRES – Terminó la experiencia mundialista. Volvimos de Brasil después de 37 días intensos. ¿Te digo qué se siente?
Se siente orgullo de haber podido contar una de las mejores Copas de los últimos tiempos.
Se siente placer de haber presenciado una final con Argentina como protagonista.
Se siente alegría por la bienvenida que tuvo el plantel de Sabella, pese a no haber salido campeón.
Se siente reconocimiento hacia el grupo completo de ESPN, por el trabajo realizado.
Se siente satisfacción de haber podido transmitir las historias y compartir las vivencias de los hinchas que hicieron un gran esfuerzo por acompañar a la Selección en Brasil.
Se siente nostalgia por el fin del momento que soñamos y esperamos durante los últimos cuatro años.
Se siente agradecimiento por el trato recibido en Brasil. También con aquellos que comentaron las notas y los videos, aun en desacuerdo con lo opinado. Y con los seres queridos que acompañaron a la distancia.
Se siente alivio de haber recuperado la cámara de fotos que nos olvidamos en un taxi de San Pablo. Después de intensas gestiones, el chofer la alcanzó hasta nuestro hotel.
Se siente la convicción de no pisar un aeropuerto en un tiempo. Fueron 20 vuelos en 37 días.
Se siente un profundo dolor por la trágica muerte de dos colegas durante el torneo y el derrumbe del viaducto ocurrido tan cerca de nuestro hotel en Belo Horizonte. El Mundial no fue el mismo desde esos acontecimientos.
Se siente un gran aprendizaje después de nuestra 2ª cobertura en un Mundial.
Se sienten ganas de revancha. ¿Falta mucho para Rusia 2018?
RÍO DE JANEIRO -- Lo voy a explicar otra vez, por si no quedó claro. Uno es un un profesional, que viene al Mundial a trabajar y a escribir de la forma menos subjetiva posible, despojado de emociones.
OK. A horas de la final del Mundial, no puedo sostener la mentira mucho tiempo más. Y menos en este espacio, donde abuso de la primera persona.
Domingo 13 de julio de 2014. El día que siempre quisimos vivir en Brasil. Más precisamente en el Maracaná. Hace cuatro años tuvimos el placer de presenciar la final España-Holanda en el Soccer City de Johannesburgo. Hoy juega la Selección argentina. Y el sueño es completo.
¿Sueño dije? Anoche fue imposible pegar un ojo. Pero no fui el único. Después de la cena con los compañeros de trabajo, sentí la necesidad de salir a caminar. Para calmar la ansiedad, para contagiarme del clima mundialista que la mayoría de las veces no podemos compartir por responsabilidades laborales.
Río de Janeiro parecía no querer dormir. Continuaban los saltos, los abrazos y los cantos que se extendieron durante todo el día. Copacabana teñida de celeste y blanco. Frente al Fan Fest, la playa era lo más parecido a un camping de cualquier rincón de Argentina, en pleno verano.
Al rato de apoyar la cabeza en la almohada, sonó el teléfono de Buenos Aires. Siempre inquieta una llamada a esa hora de la noche. Eran los amigos de ESPN Radio, que hicieron una transmisión especial durante la madrugada, en la previa XL de Argentina-Alemania. Salí al aire. Ni sé lo que dije.
Río amaneció en calma. Demasiado silencio. La interminable noche debe haber pasado factura. Empezaron a aflorar los nervios, los cosquilleos, la ansiedad. De los hinchas en Brasil, los nuestros y los de ustedes del otro lado.
Después de los himnos, iniciaremos el modo "Periodista ON". No descartamos un puño cerrado en un gol a favor o un insulto al aire en un tanto en contra. Somos seres humanos. Nos corre sangre por las venas. Sabrán entender la situación.
Nos vamos al Maracaná. Tenemos una cita con la historia.
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RÍO DE JANEIRO -- La cuestión es estar. Acompañar. Alentar. Ser testigos de un acontecimiento histórico, sea cual sea el resultado final. Por más que no haya tickets disponibles. Eso se advierte al caminar por Copacabana.
Se estima que 100.000 argentinos llegarán a Río de Janeiro para la final del Mundial. Desde el viernes ya se los ve recorriendo la playa. Parecen millones. Se reconocen, se abrazan aunque no se conozcan. Se sacan fotos, saltan y cantan. Los hits nuevos y los de siempre.
Río de Janeiro contagia optimismo. No se piensa en el talento de Kroos, ni en los desbordes de Lahm, ni en la eficacia de Müller y Klose. Sólo se cree en Argentina. La ilusión no tiene freno.
Los habitantes que decidieron no abandonar la ciudad este fin de semana, y se animan a salir en sus skates o bicicletas, tienen que eludir a estos grupos eufóricos. Hay buena onda, más allá de alguna cargada que no pasa a mayores. El fútbol-voley mantiene su rutina y los ganadores son siempres los mismos.
Un vendedor ambulante, con la camiseta de Özil, ofrece banderas de los finalistas. Un grupo de cinco jóvenes amigos brasileños, extrañamente visitantes en el contexto celeste y blanco, gritan por su favorito: "¡Alemanha!". Un hombre más grande, vestido con una ajustada camiseta amarilla y gorra celeste, también da a conocer su preferencia para la TV: "Que sea campeón Alemania y que haga un gol Messi, que me gusta mucho".
Tres oficiales de prefectura retiran una bandera argentina que no podía estar colgada entre las palmeras. Sin embargo, no hay conflicto. Terminan charlando con sus dueños sobre el partido del domingo en el Maracaná.
El epicentro de la fiesta se encuentra frente al hotel Copacabana Palace. Allí, decenas de hinchas forman el pogo. Conviven las camisetas de todos los equipos "sin prohibición de visitantes". El resto de los turistas aprieta el rec. Un par de tambores y silbatos inician las canciones que le dan ritmo a la tarde. Pelucas, banderas con la imagen del Papa Francisco y el recuerdo permanente para Brasil.
A pocos metros está Joaquín González, quien se mezcla entre los tantos vendedores con sus artesanías y las mallas que fabrica su esposa. Llegaron hace 15 días desde Mar del Plata, junto a su pequeño hijo. Además de sumar unos reales al bolsillo familiar, él integra un grupo musical junto a un grupo de amigos. Tanto le gustó Rïo, que no descarta quedarse un tiempo más. Para el domingo a las 16 ya tiene plan: disfrutar la final en el Fan Fest.
Estará bien acompañado. La reventa cotiza 5000 dólares, en el mejor de los casos. Una cifra inaccesible para la mayoría. Mientras tanto, se disfruta la previa. Copacabana está sitiada. Todos quieren ser parte de este capítulo del fútbol argentino. Y se sienten como en casa.
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BELO HORIZONTE (Enviado especial) – La Selección se despide de Belo Horizonte, donde llegó hace 32 días con el sueño de alcanzar la gloria. El mismo que pretende coronar este domingo, ante Alemania.
Brasil declaró su independencia en 1822 y se convirtió en una república en 1889. Entre las aspirantes a reemplazar a Ouro Preto como capital de Minas Gerais estaba Curral del Rei, la pequeña población que se convirtió en la Cidade de Minas en 1897. En 1906 pasó a llamarse Belo Horizonte.El proyecto arquitectónico de la Iglesia, construida de 1943 a 1945 y concluida en 1957, estuvo a cargo de Oscar Niemeyer, considerado uno de los íconos en su profesión. Colaboraron el artista plástico Cándido Portinari, el ingeniero de estructuras Joaquim Cardoso y el arquitecto paisajista Burle Marx, responsable de los jardines exteriores.
Por la módica suma de 2 reales, se puede ingresar a esta obra poca ortodoxa, que en los primeros años generó varios rechazos. La pared del fondo cuenta con un mural de San Francisco, pintado por Portinari. La fachada trasera es una composición blanca y azul de azulejos, también diseñada por Portinari. Nadie se va sin fotografiarse en ese sector.
Hablando de fotos, pocos respetan la prohibición de tomar imágenes dentro de la Iglesia. El silencio de la capilla contrasta fuertemente con los gritos de chicos y grandes, en el parque de diversiones que está enfrente. A unas pocas cuadras se encuentra el estadio Mineirao.
Detrás de la recepción, donde se pueden comprar souvenirs, hay un poster del Papa Francisco: "O Papa do povo (el Papa del pueblo)".
La Iglesia de San Francisco de Asís es una visita obligada para los turistas, sea cual fuere la religión que profesen. A pocas horas de la final, no sorprendería que la mayoría de sus visitantes sean argentinos.
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SAN PABLO (Enviado especial) -- Los espectadores se prepararon para la función. A medida que se acercaba la hora, aceleraron el paso. Corrieron hasta el baño, comieron de apuro. Todo sea por estar sentados a las 17 frente al televisor.
La situación que se vivió en la sala de prensa del Arena Corinthians no debe haber sido diferente de la del resto del público que vivió, en vivo y en directo, el histórico Brasil 1-7 Alemania. Tanto en la previa, como durante la semifinal que quedará en el recuerdo.
El primer zarpazo llegó a los 11 minutos del 1º tiempo. Un periodista español gritó el gol de Müller como si fuera alemán. Al resto lo invadió la sorpresa.
A medida que llegaron los tantos de Klose, Kroos y Khedira creció la incredulidad. Entre los periodistas, algunos se comían las uñas y otros se agarraban la cabeza. En media hora, el dueño de casa, el pentacampeón mundial, caía 0-5 en el Mineirao de Belo Horizonte. La mayoría elegía un respetuoso silencio. Salvo el periodista español, claro, que lamentaba incluso las ocasiones desperdiciadas por la visita.
A los 40 minutos, dos compatriotas brasileños se fundieron en un abrazo fraternal. Un abrazo con olor a despedida. Las caras que mostraba la TV también emocionaban a la distancia. El llanto desencajado de los hinchas que veían cómo se trituraba su ilusión de la forma más cruel.
El entretiempo sirvió para comprobar que lo que sucedía era realmente cierto. Los reporteros se pegaron a las pantallas para volver a ver cada gol. Los argentinos se buscaban en la sala para comentar lo que estaba pasando. Todos elogios para Alemania, que llega motivado y descansado a la final. Y cierto temor por tener que enfrentarlo en una posible final.
Las primeras exclamaciones del complemento llegaron por las atajadas de Neuer. Lo único que le faltaba a Brasil para coronar una tarde de terror era toparse con una pared en el arco. Cada ataque germano generaba un "No, no, no". Julio César evitó el 6º con una volada espectacular y luego saliendo a cortar fuera del área. Nada pudo hacer en la jugada que terminó Schurrle.
Llegó la hora del reconocimiento de campo de la Selección argentina en el estadio. Varios decidieron resignar esos 15 minutos. No podían despegarse de la pantalla.
El 7º de Alemania, obra de Schurrle, desató sonrisas en el centro de prensa. Seguramente no era la intención cargar a Brasil, sino exteriorizar la sorpresa por el cachetazo futbolístico de Alemania. El descuento de Oscar, sobre la hora, provocó aplausos. Tal vez, a modo de piedad.
Con el pitazo final, la sala de prensa de San Pablo recuperó su ritmo normal de trabajo. El shock por Brasil 1-7 Alemania difícilmente se vaya.
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Entre 1255 y 1945, Königsberg fue la capital de Prusia Oriental y una de las ciudades portuarias más importantes del norte de Europa. Al final de la Segunda Guerra Mundial, la ciudad quedó destruida por los bombardeos aliados y la Unión Soviética, con el objetivo de contar con un puerto libre de hielo, anexó los territorios ubicados en el norte de Prusia Oriental, entre los que se encontraba Königsberg. En ese momento, se le cambió el nombre a Kaliningrado, en homenaje al revolucionario bolchevique Mijaíl Kalinin.
Mucho antes de que se convirtiera en un exclave ruso, los alumnos de la escuela Kneiphöfschen fundaron el primer club de fútbol de Königsberg, en 1900. El deporte rey demoró en establecerse en esta zona, ya que la población no mostró el interés que sí hubo en el resto de la Gran Alemania durante la segunda mitad del siglo XIX. FC 1900 Königsberg fue el pionero y dos años después nació SC East Prussia. Más tarde se sumaron más equipos, que en 1904 organizaron el primer torneo. El campeón fue FC 1900 Königsberg.
Tras la anexión soviética, 200.000 alemanes fueron expulsados de la ciudad, por lo que los antiguos clubes teutones se disolvieron. Los rusos fundaron sus propios equipos de fútbol poco tiempo después de instalarse. Los primeros fueron Dínamo y Estrella Roja, que jamás estuvieron cerca de jugar en el sistema de ligas soviético. El 22 de diciembre de 1954, la empresa pesquera más grande de la URSS, Baltgosrybtrest, decidió crear en la ciudad portuaria su propio club y así nació Pishchevik Kaliningrado, el club más grande de la ciudad. Después de su nacimiento, el resto de los conjuntos desaparecieron.
En 1957 comenzó su participación en el campeonato soviético y finalizó 14to en la zona II de la segunda división, ya con su nuevo nombre: Baltika. Dos años más tardes realizó una de las mejores campañas de su historia en la B. Más de 20.000 personas llenaban el estadio para ver al equipo que compitió de igual a igual con muchos de los mejores representantes de Letonia, Lituania, Ucrania y Estonia. Luego, tuvo algunas actuaciones aceptables y en 1965 alcanzó por primera vez la etapa de semifinales, tras lograr un meritorio segundo lugar en la primera fase. A pesar de que nunca logró ascender a la primera categoría, fue un digno representante del exclave en los torneos de ascenso durante toda la época soviética.
Su primera temporada en la división de honor fue la mejor de todos los tiempos para Baltika. Terminó en el séptimo lugar, gracias a triunfos históricos frente a Spartak Moscú, CSKA Moscú y Zenit. Alexander Pomazun fue elegido como uno de los mejores arqueros del certamen. En 1997 solo perdió siete partidos de 34 y finalizó noveno, lo que le dio la posibilidad de jugar la Copa Intertoto. Kaliningrado estaba representada por primera vez en el fútbol de la UEFA. En dicho torneo, Baltika superó al Spartak Varna búlgaro y a Trencin de Eslovaquia, antes de caer frente a Vojvodina de Yugoslavia.
Descendió en 1998 y aún no pudo regresar a la Premier League. En las últimas dos décadas sufrió algunas crisis financieras y nunca pudo encontrar un proyecto para volver a pelear en serio por el ascenso. Sus mejores actuaciones en la Copa de Rusia fueron los octavos de final en 1997/98, 1999/00, 2008/09 y 2009/10.
Con menos de 500.000 habitantes y sin historias de grandes triunfos para contar, muchos podrán afirmar que el lugar de Kaliningrado en la historia del fútbol ruso es menor. Sin embargo, en esta ciudad se encuentra el estadio más antiguo del país y eso eleva la importancia de este lejano exclave en la Copa del Mundo. El actual estadio Baltika fue construido en 1892 por el banquero Walter Simon, quien lo donó a las asociaciones deportivas de Königsberg. Baltika jugó siempre como local en este escenario, aunque desde ahora tendrá el moderno Arena Baltika, donde se disputarán cuatro partidos del Mundial.
Primera entrega: Moscú Segunda entrega: San Petersburgo Tercera entrega: Kazan Cuarta entrega: Sochi Quinta entrega: Samara Sexta entrega: Nizhni Nóvgorod Séptima entrega: Rostov del Don Octava entrega: Saransk Novena entrega: Volgogrado Novena entrega: Ekaterimburgo
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La Copa, que fue levantada por el capitán alemán Philip Lahm en Brasil 2014, completará dos giras por Rusia y una por el resto del mundo antes de llegar a las manos del nuevo campeón mundial. La misma sólo puede ser tocada por jefes de Estado, campeones mundiales o excampeones.
El trofeo comenzó su larga travesía en el país anfitrión, donde durante 78 días visitó 16 ciudades (cuatro de las cuales serán sedes mundialistas) y movilizó 220.000 personas. La segunda fase será por los cinco continentes, hasta su regreso a Rusia, donde se quedará hasta el día de la final, el 15 de julio.
"La Gira del Trofeo proporcionará a los aficionados de todas partes una muestra de la ilusión que está por llegar, por no hablar de la oportunidad única en la vida de ver en persona el Trofeo", mencionó Phillipe Le Floc´h, director comercial de FIFA.
Tras el acto del que participaron Geoff Hurst (campeón en Inglaterra 1966) y el italiano Andrea Pirlo (en Alemania 2006) en Londres, la primera escala de la obra de arte realizada por el italiano Silvio Gazzaniga fue Colombo, la capital de Sri Lanka. Luego pasó por Malé, Islas Maldivas y Phuket, en Tailandia. El primer país que intentará ganar el título en Moscú que contará con la presencia de la Copa FIFA será Nigeria (su capital Abuya) el 7 de marzo.
Llegará a Sudamérica el 27 de marzo, después de pasar por Asia, medio oriente, Europa y África. Tucumán será el primer destino. Luego, irá a Buenos Aires, Berazategui, Rosario (Argentina), Bogotá, Ciudad de Panamá, San José de Costa Rica, Guadalajara, Monterrey y México DF.
El trofeo regresará a Rusia en mayo, para visitar otras nueve ciudades: Vladivostok, Novosibirsk, Ekaterimburgo, Samara, Kazán, Nizhny Nóvgorod, Rostov del Don, San Petersburgo y Moscú.
El objeto de deseo de todo el mundo futbolístico recorrerá 200.000 kilómetros y será admirado por más de un millón de hinchas. Todo esto sólo será un simple aperitivo de lo único que importa: quién la levantará el 15 de julio de 2018.
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FK Zenit de San Petersburgo es el equipo más ganador del último lustro en el fútbol ruso. De las últimas seis temporadas, se coronó campeón en tres y finalizó siempre en el podio. También es el mejor representante del país en las competencias internacionales y el más poderoso en lo económico. En esto tuvo mucho que ver la empresa estatal Gazprom, que desde 2005 es el accionista mayoritario, capaz de invertir en la formación del plantel lo mismo que cualquiera de los grandes del continente.
El fútbol ruso como tal nació en San Petersburgo. En la isla Vasilievsky se disputó el primer partido, en octubre de 1897. De esta manera lo documentó un diario local: "La idea del juego es que un grupo de jugadores trata de introducir una esfera en el arco contrario utilizando los pies, la cabeza, todo lo que se pueda, exceptuando las manos. El campo de juego estaba sucio y los señores deportistas de uniforme blanco corrían por el barro dándose espaldarazos contra el suelo. Todo esto acompañado de una descontrolada mofa de los espectadores".
Ocho años más tarde, en 1901, se llevó a cabo la primera liga regional, que fue el modelo que siguió Moscú varios años después. La ciudad todavía se llamaba Petrograd cuando tres clubes protagonizaron el primer campeonato del país. Nevka, un equipo formado por obreros escoceses, se coronó campeón tras superar a Victoria y a Nevsky. Un año después se sumó Sport y en 1903 Neva. Como en todo el mundo, los británicos fueron quienes impulsaron el crecimiento de este juego entre los trabajadores de los diversos sectores productivos. Así, en los centros urbanos, se desarrolló la actividad.
En la primera edición de la Liga soviética, disputada en 1936, el representante de la ciudad de Leningrado (otro de los antiguos nombres de San Petersburgo) fue Dínamo, que finalizó en la penúltima ubicación. Su similar moscovita se consagró campeón tras ganar los seis partidos.
Tras el colapso de 1991, San Petersburgo logró recuperar su lugar en el escenario futbolístico de forma paulatina. Los clubes de Moscú y Kiev ya no tenían el total apoyo del Partido y eso benefició a los demás. Zenit ya era el único representante de la ciudad en primera división cuando logró su segundo título nacional en 2007. Al año siguiente ganó la Copa de la UEFA y se convirtió en el principal club del país, por logros y por prestigio internacional.
El estadio más importante de la ciudad es el Petrovsky, que fue inaugurado el 5 de julio de 1925, con un triunfo 5-1 del combinado de Leningrado sobre Kharkov. Durante la Segunda Guerra Mundial fue casi totalmente destruido y tuvo que ser reconstruído. Aunque desde su edificación fue la cancha más importante de San Petersburgo, el estadio S.M. Kirov también supo acoger partidos importantes. Es en su lugar donde se está construyendo el Zenit Arena, un escenario con capacidad de 69.501 que será utilizado en la Copa Confederaciones y en el Mundial.
En definitiva, San Petersburgo tiene una trascendencia muy grande en la historia y el presente del fútbol ruso, a pesar de que no cuente con la cantidad de títulos ni de representantes de su vecina del sur. Será una de las dos ciudades más importantes de la Copa del Mundo, por cantidad de partidos que allí se disputarán y también porque sus calles marcarán el pulso del gran torneo. Como marcan el pulso de la vida cotidiana rusa.
Primera entrega: Moscú.
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Como en todo el globo, el fútbol llegó a Moscú gracias a los comerciantes ingleses que llevaban consigo su principal divertimento. En los comienzos del siglo XX, los ingenieros británicos empleados por las fábricas textiles de Savva Morozov introdujeron este juego entre sus compañeros. Aunque los obreros se enamoraron a primera vista de la pelota, al principio fue un pasatiempo exclusivo de las clases ricas, sobre todo durante la última etapa de la Rusia imperial.
En 1912 fue fundada la Unión de fútbol rusa, cuya principal tarea era la organización del Seleccionado nacional. Entre 1910 y 1914, el equipo del imperio (tenía gran mayoría de jugadores moscovitas) jugó 16 partidos, con sólo dos victorias (sobre Bohemia) y derrotas humillantes, como un 0-16 frente a Alemania, un 0-14 contra un combinado amateur de Inglaterra o un 0-12 frente a Hungría. Sin dudas, el fútbol ruso necesitaba llegar al pueblo para competir contra los mejores de Europa.
Antes de 1936, en cada una de las regiones se habian organizado campeonatos más o menos serios, pero la Liga de la Unión Soviética era el elemento necesario para hacer crecer al fútbol en toda la nación. Como todo en el sistema comunista, los clubes no representaban más que a su sindicato. Lo único que importaba era la clase, y eso se trasladó al torneo. Cada sector productivo tenía su equipo: ferrocarril, automotor, metalurgia, ministerio del interior. Cada trabajador podía seguir al club de su gremio.
CSKA fue la primera institución futbolística de la capital. Nació en 1911 como un club de esquí llamado Sociedad Amateur de Deportes de Esquí (OLLS, por sus siglas en ruso), pero ese mismo año formó un equipo de fútbol que compitió en la liga de la ciudad. Con la llegada al poder de la Revolución, todos los clubes fueron cerrados, ya que eran considerados símbolos burgueses. En 1923, el Ejército Rojo se hizo cargo de OLLS y lo renombró CDKA (Club de Deportes de la Casa Central del Ejército Rojo). No tardó en convertirse en uno de los conjuntos más poderosos del país, por a simple razón de que tenía la facultad de incorporar a cualquier futbolista de cualquier cuadro rival, gracias al poder del ejército.
El tercer gran equipo de Moscú es Dínamo, fundado en 1923 con el apoyo de la OGPU, la primera policía secreta soviética. Fue el primer campeón de la Unión y durante varias etapas ha sabido pelear mano a mano con los gigantes CSKA y Spartak. Además, fue durante dos décadas el hogar de Lev Yashin, quien para muchos es el mejor futbolista ruso de todos los tiempos. Nacido en Moscú en 1929, la Araña negra es el único arquero ganador del Balón de Oro y el que mayor cantidad de partidos sin recibir goles permaneció: 270. Los números son interesantes, pero no alcanzan para describir todo lo que significa Yashin para el fúbol ruso. Él es el símbolo del país que albergará el próximo Mundial.
El estadio donde se disputarán el partido inaugural y la final de la Copa del Mundo 2018 fue inaugurado en 1956. Está ubicado a orillas del río Moscova y su primer nombre fue "Estadio Central Lenin". Fue remodelado en dos ocasiones: para los Juegos Olímpicos de 1980 y en 1997, para cumplir con las exigencias de la FIFA. De cara al próximo Mundial también será modernizado. Allí se disputó una final de Champions, además de decenas de partidos internacionales de las Selecciones de la URSS y de Rusia. También, en ese escenario tuvo lugar una de las tragedias más grandes de la historia en 1982, cuando en un encuentro de la Copa UEFA entre Spartak y Haarlem de Holanda se produjo una avalancha humana que terminó con 300 muertos y 61 heridos.
Moscú vio nacer a los dos máximos ídolos del fútbol ruso, ganó 49 ligas nacionales y alberga a los compromisos más importantes de la Selección nacional. Por todo eso, merece ser la ciudad que reciba a la Copa del Mundo dentro de menos de 200 días y un mes después corone al nuevo rey del deporte más popular del planeta.
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El dos de mayo de 1943, sesenta días después de la rendición alemana, el todopoderoso Spartak Moscú se enfrentó a Traktor Stalingrado, el representante local, en el cotejo que pasó a la historia como "el partido en las ruinas de Stalingrado". Muchos de los futbolistas del equipo de Stalingrado habían luchado e incluso dos perdieron la vida en la guerra, pero la idea de jugar partió de dos de ellos: el arquero Vasily Yermasov y el capitán Konstantin Belikov, quienes le pidieron al teniente general Voronin organizar una velada futbolística como parte de los festejos por el día del trabajador. A pesar de que la ciudad estaba destrozada, en el sector sur (Beketovec) había quedado un estadio en aceptables condiciones. Entonces, en lugar de entrenarse, los jugadores tuvieron que ponerse a tapar los agujeros que las bombas habían hecho en el campo de juego.
Las primeras sesiones de entrenamiento fueron sin indumentaria y con pelotas improvisadas, pero con el correr de los días, el pueblo comenzó a asistir a las prácticas y la expectativa por el partido creció. Al principio, la idea era que el grueso del plantel de Dínamo Moscú reforzara a Traktor, pero los integrantes del conjunto moscovita no pudieron viajar los casi mil kilómetros que separan a Stalingrado de la capital y los hombres de Belikov decidieron jugar sin refuerzos. El resultado sorprendió a todos y significó una alegría gigantesca para un pueblo que estaba intentando comenzar a salir de la desgracia. La victoria 1-0 es todavía hoy el mejor resultado de la historia del fútbol de Volgogrado. Y lo será por siempre.
Como sucedió en todo el país, la Primera Guerra Mundial desaleceró el desarrollo del fútbol en esta ciudad donde se jugaba de forma informal desde la década de 1880. De todos modos, un grupo de aficionados continuó con la práctica del deporte e inauguró la primera cancha en la plaza Sennaya. Tras la Guerra civil, el juego creció de manera natural y se convirtió en el principal pasatiempo de los habitantes.
En 1926, el soviet supremo decidió construir una fábrica de tractores en Stalingrado, que sería la primera del país. Junto a ella se estableció la empresa deportiva Traktorostroitel, que en 1929 fundó el equipo más representativo de la ciudad, Traktor. La Liga soviética nació en 1936 y el club jugó ese año en la segunda liga B (cuarta división). También participó de la primera edición de la Copa de la URSS, en la que quedó eliminado en octavos de final por Dínamo Tbilisi. Parte de aquel año compitió con el nombre de Dzerzhinets-STZ.
En los noventa, FC Rotor Volgogrado vivió su época de gloria. Aunque nunca salió campeón nacional, sí peleó el título en varias ocasiones con rivales de la talla de Spartak Moscú, que ganó siete de los ocho campeonatos de la década. El conjunto de Volgogrado fue subcampeón en 1993 y 1997 y terminó tercero en 1996, siempre con Oleg Vereténnikov como goleador y figura. Además, jugó la Copa UEFA en cuatro ocasiones (en 1995/96 eliminó a Manchester United) y disputó una final de la Copa Intertoto, que perdió frente a Guingamp de Francia. El declive comenzó en 2000 y se profundizó en 2004, cuando debido a los problemas financieros ocupó el último lugar y se fue al descenso. Tras un cambio de nombre en 2008 (se llamó Volgogrado FC) y un nuevo descenso, el club se recuperó en los últimos años y hoy lucha en la segunda división.
Más de 64 años después de la batalla que destruyó a la ciudad, Volgogrado está lista para recibir al mundo. La imponente Estatua de la Madre Patria, la tercera más grande del planeta, dará la bienvenida a los fanáticos del fútbol que, como aquel día de mayo de 1943, llenarán de vida las calles de la vieja Stalingrado.
Primera entrega: Moscú Segunda entrega: San Petersburgo Tercera entrega: Kazan Cuarta entrega: Sochi Quinta entrega: Samara Sexta entrega: Nizhni Nóvgorod Séptima entrega: Rostov del Don Octava entrega: Saransk
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