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Ezequiel Maderna: "Nunca dudé de mi triunfo"

Ezequiel Maderna, “El olímpico”, a sus 36 años, no era justamente favorito ante Karol Itauma, 22 años, invicto en 9 peleas, todas ganadas por nocaut y oro en los Juegos Olímpicos de Buenos Aires 2018. Estaba en juego la corona Internacional, vacante, de los medio pesados versión WBC.

Noche de Wembley lleno, ya que en la de fondo Artur Beterviev enfrentaba a Anthony Yarde, local, exponiendo sus coronas WBC, WBA, IBF y WBO de los medio pesados. Beterviev, en dramático combate en el que tuvo momentos de gran zozobra, se impuso por KOT en el octavo asalto, reteniendo sus coronas.

La velada fue transmitida por ESPN KNOCK OUT, con Renato Bermúdez, Salvador “Chava” Rodríguez, Julius Julianis y Fernando Barbosa.

La gran sorpresa de la noche la dio Maderna quien a los 36, y muy abajo en las apuestas, noqueó a un rival de invicto, zurdo y ascendente promesa entre los medio pesados. Con una tremenda derecha larga al rostro de Itauma –un eslovaco radicado en Londres-, Maderna se llevó el cinturón, el aplauso del público y una victoria contundente y espectacular. El argentino quedó ahora con una marca de 29 (19)-10-0, mientras que su rival quedó con 9 (7 KO)-1-0. Fue su primera derrota. El ganador se llevó el título Internacional medio pesado –vacante- del Consejo Mundial de Boxeo.

“Volví ver la pelea y me encantó”, nos dice desde su ciudad natal La Plata. “Esta vez me había preparado como un profesional y el trabajo dio sus frutos, sobre todo porque en muchas peleas anteriores fui sin condición física. Trabajé a conciencia y ya desde el primer round, me di cuenta de que iba a ganar. Habíamos trabajado mucho con mi técnico Rubén Paniagua. Sabíamos que como era zurdo, Karol se prestaba a recibir la derecha en punta. Cuando llegué al rincón, en el primer round le dije a mi técnico: “A este chico le dolió la mano, quédese tranquilo que lo pongo nocaut”. Y efectivamente, asi fue.

“Había viajado muy mal preparado para mis anteriores peleas. No me entrené como se debe, confieso que me dejé llevar por malas compañías, los llamados “amigos del campeón”, pero eso ya pasó” , reconoce el ex olímpico en Beijing 2008. “Ahora decidí entrenar en serio. Estuve tres meses y medio trabajando como un verdadero boxeador profesional. Y ahora puedo ver los frutos. Yo tengo 36, pero me siento de 20 y esta victoria me dice que nunca es tarde y que llegó el turno de aprovechar oportunidades y eso pienso hacer. Todavía no caigo del todo en que gané en un Wembley lleno y que tengo un título importante: fue una noche inolvidable”.

Maderna está casado con Romina (“Me saco el sombrero por todo lo que hace por mí, de la manera en que me apoya y estimula”) y tienen dos hijos: Lucas (15) “Al que no le gusta para nada el boxeo, le tira mucho el teatro” y Luciano (“Tiene un año y tres meses: no sabés lo que entrena y cómo se maneja con mis guantes, que son ultra pesados para él”).

Está entrenando con Paniagua –el forjador de Sergio “Maravilla” Martínez- desde el 2017, cuando perdió en Canadá con Beterviev. Ahora la vida los juntó en un mismo festival. “Es un animal. Por un momento pesé que Yarde le ganaba, porque lo vi medio lento, pero pega durísimo. Me crucé con él un par de veces y le recordé nuestra pelea. A los 38 se le nota un poco la edad, pero lo cierto es que Artur pega como una bestia”, afirma.

Además de Paniagua, en su equipo está Javier Martínez como preparador físico, que entrena al plantel femenino de Primera de fútbol de Estudiantes de la Plata. “Aunque yo soy de Gimnasia y Esgrima, pero no fanático del fútbol”.

Su gran relación inicial con Jorge, su padre –que lo acompañó a casi todas sus peleas-, ahora no es tan fluida, porque su mamá, Viviana, sufrió un infarto y tiene problemas en quedarse sola o acompañar su hijo a las peleas. “Entonces mi papá se queda a cuidarla”, cuenta.

Su esposa viajó con él a una pelea en Rusia y fue una especie de coordinadora de actividades y conferencias de prensa. “Nos salvó a Paniagua y a mí porque nos pudimos dedicar solamente a la pelea”, afirma.

A veces, los boxeadores argentinos salen solos del país, llegan justo a tiempo a las peleas y esos detalles que no siempre se ven, son los que generan derrotas. “Nosotros, con Paniagua y Patricio Retondaro, quien nos consigue las peleas, tratamos de no perder el foco, porque muchas veces los viajes de apuro o con rivales más grandes en quilaje provocan las derrotas de los argentinos, tentados por las bolsas” afirma.

Admite que sus últimas actuaciones no fueron de las mejores. “Y por eso me eligieron para esta con Itauma y sentí que eso era una ventaja para mí, porque se olvidaron de que no hay rivales fáciles, que a las peleas hay que ganarlas en el ring. Y ahí está el resultado, por eso pienso seguir trabajando fondo. Mi familia me ayuda y me sostiene mucho. Ya recibí varias ofertas, pero ahora es tiempo de saber esperar y analizar lo que se viene, ya que mientras tanto me tomaré unos días de descanso: no mucho porque también aprendí de que hay que aprovechar el entrenamiento realizado y no tomarse demasiadas vacaciones, porque después cuesta mucho recuperar”.

“Le agradezco A Dios por todo esto, pero ante todo, voy a seguir trabajando, porque es la gran verdad del boxeo”, afirma.” Me siento un pibe, tengo una gran experiencia internacional y los pies sobre la tierra. Tal vez sea un poco tarde, pero encontré una oportunidad, la aproveché y ahora más que nunca seguiré entrenando. Y también soñando, porque sin sueños tampoco vale la penar vivir, ¿Verdad?”

Es así, Ezequiel, sin sueños la vida no tiene sentido. Y ahora, que el sueño es realidad, hay que insistir más que nunca. “Sé que puede ser difícil, pero no voy parar hasta que tenga una oportunidad para un título mundial. En eso estoy…”