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Los Coggi, historia de una pasión

Apenas terminó la pelea, Martín Coggi se acercó a una de las esquinas del ring y mirando hacia el despoblado ring side, lanzó el grito:

Mamá, fue la última, te lo prometo...

A los 37 años, “El Principito” terminaba de perder por puntos ante Daniel Córdoba y, con esa derrota, se desvanecía su sueño de ser, como lo fue su padre, campeón argentino de la división welter junior.

Ocurrió en la noche del sábado 16 de enero en Hurlingham, provincia de Buenos Aires en una velada organizada por Mario Margossian. En una de las peleas de fondo, Daniel “El Zorrito” Córdoba (13-6-0, 2 SD y 2 KO) retuvo su título argentino welter junior por primera vez, tras ganarle ampliamente por puntos a Martín “El Principito” Coggi, con el muy correcto arbitraje de Víctor Sánchez, a lo largo de 10 vueltas.

Para los aficionados al boxeo, el hijo de Coggi forma parte del folclore. Desde sus comienzos en el profesionalismo, su padre, Juan Martín, más conocido por “Látigo” lo llevó en brazos a sus peleas y por ende, a sus festejos. Y fue así, puesto que “Látigo” hizo su debut como profesional el 2 de abril de 1982 en La Plata, cuando noqueó en 4 asaltos a Horacio Valdez.

Su hijo, Martín Antonio, nació al año siguiente, el 12 de agosto de 1983.

Este periodista le hizo el primer reportaje a “Látigo” para la revista “El Gráfico” alrededor de 1983, cuando Coggi todavía no era campeón argentino de los welter junior, corona que logró en 1986 ante Hugo “Pajarito” Hernández en el Luna Park. En la foto de aquella nota de presentación no pudieron faltar, se entiende, al pequeñín de rulos dorados y su madre, Alicia. Era tan chiquito que para obtener la foto, los padres lo tuvieron que sostener por la espalda, porque no podía sentarse solo.

Así pasaron los años, así pasa la vida.

La foto del campeón con su hijo en brazos fue un símbolo de “Látigo” Coggi, quien reinó tres veces como titular WBA en la misma categoría, la de los welter junior, lo que le valió un cinturón de diamantes como reconocimiento del organismo. Su primera corona mundial llegó el 4 de julio de 1987, cuando noqueó en Italia a Patrizio Oliva, siguiendo los pasos de su ídolo, Carlos Monzón, también campeón en ese país y ante otro olímpico como Nino Benvenuti.

Coggi se retiró con un record de 75 peleas ganadas, 44 antes del límite, 5 derrotas y 2 empates. Combatió hasta 1999, cuando perdió por puntos ante Michele Piccirillo en Bari, Italia.

Hoy, la historia se cierra, al menos con los guantes puestos. Martín, que ahora suma 37 peleas ganadas con 18 nocauts, 10 derrotas y 3 empates, ya no boxeará más. Quiso emular a su padre con el campeonato argentino, pero no lo logró. Y su estallido en llanto, en el centro del ring, con la ayuda y la asistencia de su padre, que lo atendió en el rincón, conmovió a la gente del boxeo.

Esos mismos brazos fuertes que supieron alzarlo en son de triunfo, se convirtieron ahora en dos sostenes para contener al dolor de su hijo. “Cuando empezó la pelea, me di cuenta de que estaba medio segundo atrasado a los movimientos de Córdoba”, dice.

“Atrasado en todo, en velocidad mental, intención y también velocidad física. Se me fue yendo la pelea, hasta que llegó el descanso del séptimo round”. Un momento clave, una toma de decisión en menos de un minuto. “Mientras mi viejo y Marcelo Domínguez me daban las instrucciones, me di cuenta de que era inútil, que el boxeo ya no era para mí… Cuando sonó la campana, llamando al octavo, me dije a mi mismo, “Estos son tus últimos minutos de boxeador, andá a poner una mano, a ver si ganamos”. Lo intenté, pero no pude, ya era tarde, asi que cuando terminó la pelea, entendí que había terminado mi carrera”.

Coggi empezó a estudiar teatro de adolescente en el CIC (Centro de Investigación Cinematográfica), pero la pasión y exigencia del boxeo, pudieron más. Lo mismo hizo unos años después, al estudiar periodismo en “Crónica” primero y la Universidad de La Plata. “Fui comentarista de FOX junto a Alejo Rivera durante ocho años, y estudié periodismo para completar mis conocimientos, pero el boxeo pudo más, y tuve que dejarlo dos veces”, afirma.

“Hoy soy dueño de mi tiempo y puedo hacerlo. De hecho, hace ya tres temporadas que estoy en un programa de radio “ADN, boxeo desde adentro” junto a Marcelo Domínguez y Leo Benatar. Estamos los sábados a las 9 de la mañana en radio “Club Octubre”, FM 94.7

Sí, el boxeo ha quedado atrás. Pero existen nuevos caminos.

Estoy estudiando actuación con Daniel De Vita y ya participo en una serie de la que no puedo hablar, por razones de promoción, pero que va hacer mucho ruido. Va a ser producción de una importante plataforma digital. Y se está haciendo con todo; mi papel es chico, pero es como el boxeo, en algún momento hay que empezar, mostrarse, aprender y crecer”. Habla entusiasmado Coggi hijo; atrás quedan los viajes y las peleas junto a su padre cuando era campeón y las propias, con su viejo en la esquina.

“Látigo” nunca quiso que su hijo boxeara, pero finalmente, el chico se salió con la suya, después de un guanteo privado. “Vamos a meternos en un ring y, si me aguantás, entonces sí vas a poder ser boxeador”. Martín aguantó, y así empezaron un camino que lo llevó a ser campeón Intercontinental WBF (World Boxing Federation), Latino Interino WBC y sudamericano. Jamás pudo evitar que lo compararan con su padre, como si hiciera falta.

El sábado fueron a verlo su madre, Alicia, y su hermana Yésica, que tiene licencia de promotora. “Entonces, justamente me di cuenta de que estuvieran ellas ahí era como que se cerraba la historia”, cuenta. “Mi mamá hacía rato que no quería sufrir más viendo mis peleas, pero justamente el sábado, así que corrí para el lado donde estaban y le dije a mi mamá que, ahora sí, largaba el boxeo…”

Aquel niñito de rulos dorados que supimos tener en brazos, aquel acompañante permanente del campeón, que aparecía en todas las fotos, tuvo un sueño: boxear. Lo hizo de la mano de su padre, pero con convicciones propias. Hoy, en la casa de Brandsen, donde se encuentra una enorme galería de recuerdos del campeón mundial, se sumará alguna foto, alguna bata, algún pantalón de su hijo, Martín. Aquel chiquillo de rulos dorados a los que sus padres sostuvieron por la espalda para sentarlo para la foto, cuando todo era ilusión.

La vida sigue...

Y mientras tanto, la imagen de aquel niñito rubio se superpone a este hombre que, llorando en el medio de un ring, pudo contar, como siempre, con los brazos fuertes de su padre para amarlo, aconsejarlo, guiarlo y llorar y reír junto él.

La vida sigue...