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Super Bowl LII tiene similitudes con la edición XLII, de malos recuerdos para Patriots

Michael Strahan tenía ambas manos apoyadas en el podio, sus piernas estaban ligeramente flexionadas, su cuerpo inclinado hacia el frente y su rostro mostraba una amplia sonrisa.

La actitud desenfadada y relajada de Strahan era la misma del resto de los New York Giants que hace 10 años disputaron el Super Bowl XLII ante los invictos New England Patriots y fue una de las principales armas que les ayudó a sorprender y llevarse el Trofeo Vince Lombardi a la Gran Manzana.

Los Giants tenían todo que ganar y muy poco que perder en ese momento y su lenguaje corporal y actitud ante el monumental reto que tenían enfrente así lo indicaban. La presión estaba con los Patriots, el equipo que todos esperaban concluyera la marcha perfecta, la primera desde 1972 y primera en una temporada regular de 16 juegos.

Diez años después, la semana previa al Super Bowl LII se desarrolló de una manera muy similar si no es que idéntica, con unos Philadelphia Eagles considerados por muchos como víctimas seguras, pero visiblemente más relajados y bromistas ante los medios que sus rivales por esa misma razón.

Los Patriots, aunque han aprendido a sonreír ante las cámaras –tres apariciones en cuatro años en el Súper Domingo ayudan a practicar con frecuencia ese gesto—no pueden alejarse de esa personalidad conservadora y por momentos robótica que ha caracterizado a la franquicia desde la conquista de su primer título hace 16 años.

Parecerá cruel, pero, quizá, la lesión de Carson Wentz en la recta final de la temporada regular fue lo mejor que pudo pasarle a los Eagles, que en ese momento ya estaban calificados a Playoffs, pero que comenzaron a ser descartados por propios y extraños y comenzaron a volar por debajo del radar por la ausencia de su pasador titular.

Sin Wentz, las expectativas bajaron drásticamente, como también el peso de la presión en los hombros de cada jugador en Philadelphia. Lo que hiciera Nick Foles en Playoffs sería ganancia, lo mismo para el resto del equipo.

En el Super Bowl LII los Eagles no cargan con la obligación para ganar. El equipo obligado a ganar son los Patriots por varias razones: son los campeones defensor del Super Bowl, prácticamente han hecho de llegar al juego por el título de la NFL una costumbre, el peso de la dinastía que han construido desde 2001 exige que ésta se refrende con otro anillo y cuentan con la dupla Tom Brady-Bill Belichick.

Los Patriots parecen haber aprendido de sus dos frustrantes experiencias ante los Giants en el Super Bowl y han modificado su conducta en eso de lidiar con centenares de medios durante cuatro días seguidos, pero, pese a tener a figuras extrovertidas como Rob Gronkowski o Danny Amendola, los Patriots son lo que son: un equipo con actitud conservadora, fría, calculadora y que transmite tensión.

En los días previos al Super Bowl XLII, los Patriots trataron el duelo ante los Giants como un día más en la oficina, pero parecían tener el tiempo encima para entregar el reporte solicitado por el jefe, mientras que los neoyorquinos, literalmente, disfrutaron la experiencia, salieron simplemente a jugar y el momento fue aún más inolvidable en sus vidas.

Esto no quiere decir que los Giants no hayan tratado el duelo ante los invictos Patriots con seriedad.

Los Giants hicieron lo que debían dentro y fuera del campo ante el que, en ese momento, era el mejor equipo de la NFL, pero, lo más importante, sin ser un equipo de élite –llegaron al Super Bowl XLII como equipo comodín—alcanzaron su máxima capacidad en el momento adecuado, en Playoffs.

Un equipo débil que alcanza su máxima capacidad es tan peligroso como el conjunto con más talento.

Esas cualidades mostradas por los Giants en 2008 son las mismas a las que los Patriots se enfrentarán en Minneapolis 10 años después ante los Eagles.

Sin embargo, y pese a tener las mismas cualidades técnicas –sólidas líneas defensiva y ofensiva y un poderoso ataque terrestre, además de un quarterback en su mejor momento—los Eagles tienen a su favor el hecho de llegar al Super Bowl como un mejor equipo de lo que eran los Giants hace 10 años.

Esa combinación de factores se le ha indigestado a los Patriots en dos ocasiones y parece que volverá dejarlos con las ganas de alzar el Trofeo Vince Lombardi.