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Paulinho, el eslabón roto que afectó la armonía en el Barcelona

BARCELONA -- Paulinho apareció como un ciclón en el Barcelona y se está derritiendo, casi, a la misma velocidad con que acumuló a su llegada elogios indisimulados y artículos de opinión en los que supuestos conocedores de su fútbol se afamaban en desprestigiar a los críticos... Los mismos que hoy sacan a colación sus opiniones en contra del jugador brasileño aprovechando su pérdida de solvencia.

El desplome del mediocampista ha coincidido en el tiempo con una evidente pérdida de solvencia en el fútbol del Barça, más allá de los dos empates ligueros frente a Espanyol y Getafe, que han provocado cierta incomodidad alrededor de un vestuario impermeable a la crítica.

Lo demostró Rakitic al acabar el partido en Stamford Bridge, revolviéndose contra cualquier atisbo de crítica al juego del Barcelona y, a su manera, lo hizo también Valverde, anteponiendo por segundo encuentro consecutivo el resultado a la imagen.

Tercer máximo goleador azulgrana en la Liga, Paulinho no ha podido evitar desde el primer día en que jugó con el Barça situarse en un escenario incómodo, señalado por no tener un supuesto pedigrí, el adn necesario para jugar en un Barça de claras y concisas connotaciones futbolísticas en el que su encaje se vio favorecido tanto por la lesión de Dembélé como por el acompañamiento de los resultados.

Intocable en la selección brasileña, a la vera de Neymar o Coutinho, el papel de Paulinho en el Barcelona nunca ha gozado del favor unánime de la grada, paciente al conocer a través de los medios del favor que disfruta de Lionel Messi pero, a la vez, desconfiada por personalizar un cambio estético que ha acabado por imponer Valverde, alrededor del que también crece el run-run en las últimas semanas. En Stamford Bridge el brasileño perdió nueve balones en los 63 minutos que se mantuvo en el terreno de juego hasta que le sustituyó Aleix Vidal y se convirtió poco menos que en una rémora para el Barça, descontrolado y descolocado como se le apreció.

El Barcelona, como colectivo, se alejó de la excelencia en unas semanas que han descubierto grietas en su juego. Sobrevivió en Stamford Bridge gracias a un error infantil de Christensen y a la combinación mágica entre Iniesta y Messi... Pero más allá de su igualada precisará retornar a sus orígenes.