Cambió patadas por gambetas y tacos

El Calcio iataliano, desde el comienzo de la temporada 2002/03, tuvo un objetivo claro después del fracaso mundialista: no pensar tan solo en los resultados y preocuparse por jugar un fútbol menos táctico para también ser el torneo más lindo del mundo

EL PUNTAPIÉ: El presidente de la Liga Profesional, Adriano Galliani, fue el primero en entender que la situación económica podía recuperarse sólo a través de la mejoría del espectáculo (Reuters)
ROMA -- Luego del fracaso de la Selección italiana en el Mundial de Japón y Corea, las polémicas incendiaron el ambiente del fútbol italiano.

Las equivocaciones de los árbitros, sí bien existieron, no pudieron tapar la verdadera raíz del problema: Italia fue en Extremo Oriente con una plantel de campeones, especialmente en ataque, pero jamás puso a uno o dos de ellos simultáneamente en la cancha.

Todos los analistas coincidieron en este punto: el material humano y el talento existían, pero fueron sacrificados a los mandamientos de un director técnico como Giovanni Trapattoni, fiel interprete de las tácticas amarretas y especulativas que tantos buenos resultados habían entregado en el pasado.

También se entendió que la misma clave de lectura podía aplicarse a los pésimos resultados conseguidos, en las últimas tres temporadas, por los equipos italianos en el plano continental. En efecto, luego de 15 años de esplendor, con logros extraordinarios que habían puesto al fútbol italiano en primer plano, el Calcio cayó en un trienio de crisis profunda.

Además, la gota que rebalsó el vaso fue la tendencia, cada vez más evidente, de los grandes campeones - casos Juan Sebastián Verón, Zinedine Zidane y Ronaldo - a escaparse del torneo italiano, al que consideraban demasiado táctico, violento y polémico, para buscar la diversión, el placer de jugar y la serenidad en otros torneos, como el español o el inglés.

Por otra parte, también aparecieron los problemas económicos: el dinero de los derechos televisivos, que muchos habían creído inagotable, comenzó a escasear, y los patrocinadores parecieron paulatinamente alejarse del producto "Calcio".

En este sentido, hay que reconocer que muchos méritos del cambio fueron del Presidente de la Liga y vicepresidente de Milan, Adriano Galliani, quien fue el primero en entender que la situación económica podía recuperarse sólo a través de la mejoría del espectáculo, y quien encontró en el entrenador de su equipo, Carlo Ancelotti, el mejor profeta de esta "cruzada" para el buen juego.

Pero seguramente el principal artífice del cambio fue el Chievo de la pasada temporada y su entrenador, Luigi Del Neri.

Ellos les demostraron a los equipos chicos, que al fin y al cabo son los que realmente pueden cambiar la tendencia en un torneo, que con poco dinero y mucha fantasía se puede jugar un buen fútbol, codearse con los grandes y, al final, alcanzar su principal objetivo, salvarse del descenso, con serenidad y elegancia.

No es un caso que este año varios equipos considerados chicos - Módena, Empoli, Udinese, Piacenza, Perugia y, obviamente, el propio Chievo - hayan apostado a un módulo de juego más ofensivo y espectacular.

EL CAMBIO TÁCTICO
Pero, ¿cómo se consiguió este cambio? ¿Cómo se logra un fútbol más espectacular sin perder de vista los resultados?

En este sentido fue fundamental Del Neri. Todos, en un primer momento, atribuyeron la excelente campaña de Chievo a su redescubrimiento de los aleros, los "wings" de antigua memoria. Sin embargo, ahora queda evidente que el verdadero cambio fue otro. Porque Chievo vendió a sus preciosos aleros, los remplazó con jugadores casi desconocidos, y sigue dando espectáculo.

Entonces, la verdadera novedad táctica fue poner en el medio de la cancha - los dos volantes centrales de un típico 4-4-2 - a dos jugadores más aptos para jugar con la pelota y construir que para recuperar y cortar juego.

Que esta haya sido la clave es algo que, hoy por hoy, se volvió evidente por las experiencias de otros equipos.

Más allá del diseño táctico - o módulo - empleado por cada uno, algo acomuna el 4-3-2-1 de Milan, el 4-4-2 de Inter de Héctor Cúper o de Lazio de Roberto Mancini, el 4-3-1-2 de Juventus de Marcello Lippi, el 4-2-3-1 de Empoli de Silvio Baldini o el 3-1-4-2 de Módena de Gianni De Biasi: en la zona central hay jugadores (Pirlo y Rui Costa, Emre y Di Biagio, Fiore y Stankovic, Camoranesi y Nevded, Di Natale y Vannucchi, Campedelli y Milanetto, Pizarro y Jorgensen) que tienen características de creación y buen trato del balón antes que de quite y destrucción.

De esta manera, se logra que la circulación de la pelota sea más limpia y precisa, que los jugadores puedan buscar el desequilibrio gracias a sus dotes técnicas, que las jugadas ofensivas brillen por fantasía y sean más imprevisibles, y que se trate de defender a través de la posesión del balón y la búsqueda de protagonismo, tanto en casa como en condición de visitante.

Pensándolo bien, se trata justamente de todas las cualidades que se le reconocieron a Chievo en la pasada temporada y que hicieron del equipo dirigido por Del Neri la verdadera revelación del torneo.

EL CAMBIO DE MENTALIDAD
Naturalmente, una novedad táctica no puede, por sí sola, explicar un cambio tan profundo y radical de juego. También anteriormente, por ejemplo, había equipos con muchos buenos jugadores en la cancha contemporáneamente, pero eso no alcanzaba para producir buen juego.

Hubo otra novedad, entonces, tan o tal vez más importante que la anterior: el cambio de mentalidad.

Desde que existe la regla de los tres puntos por triunfo se dice que el empate no vale más nada, que es preferible tratar de ganar y terminar perdiendo que buscar un mísero punto, que si de 10 partidos se ganan 5 y pierden los otros 5, se conseguirán el 50 por ciento más de puntos que si se los empatara todos: estos argumentos, absolutamente ciertos y hasta elementales, no habían aún logrado cambiar la mentalidad de los técnicos, jugadores y dirigentes italianos.

Otra vez, el ejemplo de Chievo y los malos resultados internacionales pudieron barrer con la actitud hipertáctica, mezquina y conservadora del Calcio.

Los resultados de este cambio son demasiado relevantes como para ser confundidos con una casualidad o una coincidencia: en el torneo local, por ejemplo, los triunfos triplican con creces (102 a 32) a los empates, y hasta los triunfos visitantes (41) son bastante más numerosos que los resultados de igualdad.

Quizá el dato más contundente sea el de los partidos que no lograron abrir el marcador: sobre un total de 134 jugados en 15 fechas (falta recuperarse Torino vs. Atalanta) hubo apenas 6 encuentros que terminaron 0 a 0, apenas el 4 por ciento, y pudieron ser aún menos considerando que Bologna firmó 3 de esos 6 empates.

Vale recordar que, en anteriores temporadas, ese antipático resultado era el más común en Italia, y el más buscado por los equipos chicos fuera de casa.

Si los números del torneo local son contundentes, aún más lo son las estadísticas de la Champions League.

En tanto, Italia por primera vez logró alinear en la largada los cuatro equipos a los que tiene derecho, ya que anteriormente siempre se había quedado uno en los preliminares. Recordaremos que, en los últimos tres años, nunca superaron la primera fase más de dos equipos y sólo Lazio - eliminada en cuartos por Valencia - logró superar la segunda, hace dos años.

En cambio, en esta edición los cuatro participantes italianos superaron brillantemente la primera fase (tres de ellos en la primera posición y Roma venciendo en Madrid ante el Real) y por lo menos tres - Milan, Inter y Juventus - tienen saldamente agarrada en sus manos la clasificación para los cuartos de final.

En suma, casi un camino triunfal, pero además conseguido con las armas del buen juego, que en este nuestro análisis es lo que más cuenta. Ejemplar el camino de Milan, que obtuvo triunfos prestigiosos - ante La Coruña, Bayern Munich (dos veces), Real Madrid y Borussia Dortmund -, en tres ocasiones como visitante y siempre jugando un fútbol vistoso, ofensivo y espectacular.

EL FUTURO DEL CAMPEONATO Y DE LA SELECCIÓN
Es difícil decir si esta nueva tónica podrá mantenerse hasta el final. Aún en torneos más acostumbrados al juego abierto, como el inglés, cuando se llega al final de la temporada y hay que recoger los frutos, evidentemente la actitud se vuelve un poco más especulativa, especialmente en aquellos equipos que, contemporáneamente, deben enfrentar las últimas fases de las competencias continentales, que además de prestigio distribuyen mucho dinero.

También habrá situaciones diferentes en la lucha para permanecer en primera, cuando un puntito arañado en alguna cancha hostil pueda realmente hacer la diferencia entre salvarse o caerse al descenso.

Pero creemos que la tendencia, en líneas generales, se mantendrá. Seguramente no cambiarán los grandes, como Milan, casi condenado por su plantel plagado de estrellas a encontrar la fórmula ideal para su coexistencia pacífica, y el mismo discurso podría hacerse por Inter y Juventus.

Lazio encontró en el juego de Mancini la manera para luchar arriba a pesar de un plantel empobrecido por la crisis de la sociedad, y los clubes chicos varias veces nombrados no deberían tener interés en cambiar un modelo que entregó buenos dividendos.

Faltaría sólo que esta nueva actitud se traslade también a la Selección Nacional. Hay que reconocer que es algo más difícil de conseguir, porque el técnico actual tiene una trayectoria bien definida, y es de presumir que quiera caer envuelto en la bandera de toda su vida, y porque realmente en la Selección faltan los tiempos necesarios para los ensayos, sin los cuales es imposible pensar en una modificación sustancial del esquema de juego.

Por el contrario, la nueva actitud mental podría trasladarse por simple ósmosis, y esperemos que Giovanni Trapattoni no le ponga obstáculos a este proceso.

Caso contrario, ya está listo su sucesor. ¿El nombre? Luigi Del Neri, el que le dio origen al cambio con su moderno y espectacular Chievo. Tiene un consenso casi unánime, lo cual demuestra que todos entendieron de donde y como nació el nuevo rumbo del fútbol italiano.

Nos parece que, además, sería la manera más justa y eficaz de cerrar el círculo.

VITO DE PALMA es italiano pero ha desarrollado gran parte de su carrera periodística en la Argentina, donde trabajó, entre otros lugares, en el diario Clarín, de Buenos Aires. Actualmente es corresponsal en Italia del SportsCenter Latino y columnista de ESPNdeportes.com.

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domingo, 29 de diciembre