"Michael Jordan era Dios, Scottie Pippen era Jesús y yo era el diablo" - Dennis Rodman
El polémico Dennis Rodman fue toda una estrella tanto dentro como fuera de la cancha. Sus raros peinados nuevos, su comportamiento excéntrico y sus relaciones intempestuosas le permitieron romper el espacio escénico de la cancha de básquetbol para ser una celebridad sin precedentes.
Sin embargo, su personaje muchas veces opacó al Rodman jugador, una estrella capaz de tomar rebotes como nadie, ser un antídoto defensivo contra cualquier estrella de la Liga y convertirse en una inyección de energía noche a noche para que los demás puedan lucirse.
Hemos visto, en el documental The Last Dance, lo que significó para la cultura de los Chicago Bulls la llegada del Gusano a la estructura, el acople y la aceptación, principalmente de Phil Jackson, de un jugador diferente a lo acostumbrado. Parece quedar un poco relegado el hecho de que, en la temporada 1997-98, Rodman fue el máximo rebotero de toda la Liga, situación que se repitió en siete años consecutivos.
Esto no es un dato menor: al día de la fecha, ningún jugador en toda la historia pudo alcanzar una racha semejante.
En aquella célebre temporada 97-98, Rodman, además de ser el máximo rebotero, dominó la NBA, según consigna el departamento de estadísticas de ESPN, en porcentaje rebotero general y en el defensivo en específico, mientras que en la carga a los tableros ofensiva luce en segundo lugar, entre 218 jugadores que promediaron al menos 20 minutos por partido.
Recordemos lo siguiente: Rodman tenía, en esa temporada, 36 años. Yendo más a lo profundo, al cierre de la temporada regular 97-98, tenía 36 y 341 días, siendo así el jugador más veterano en liderar la NBA en rebotes desde que empezó a registrarse la estadística en la temporada 1950-51. Rompió, así, el récord de Wilt Chamberlain, quien medía 2.16 metros, contra los 2.01 del Gusano.
No muchos lo recuerdan, pero Rodman solía tomar rebotes en cantidades absurdas. Su talento natural, combinado con trabajo metódico e intuición, le permitieron tomar al menos 20 rebotes en 16 partidos de esa Liga, misma cantidad total que sus dos perseguidores combinados. A saber: Jayson Williams (11) y Charles Barkley (5). Además, en tres juegos distintos, Rodman tomó al menos 25 rebotes, incluyendo un máximo de Liga de 29 ante los Atlanta Hawks el 27 de diciembre de 1997.
Ningún jugador pudo repetir, después de 1997-98, lo que Rodman hizo: conseguir tres partidos de 25 rebotes en una temporada.
"“Tienes al gran Michael Jordan, al gran Scottie Pippen y al gran Phil Jackson. Pero si me quitas del equipo, ¿ganarán igual un campeonato? No lo creo. Amo a Michael Jordan hasta la muerte. Lo mismo a Scottie Pippen y al resto de los muchachos. Pero realmente no hacen lo que yo hago", dijo alguna vez Rodman.
Esto que dice Rodman es absolutamente cierto, pero más aún porque nadie entendió su rol de complemento como él. Hay un dato que es realmente interesante: nunca necesitó la pelota para tener un impacto en el juego. Esto, en la célebre temporada 97-98, fue crucial, porque esa función estaba destinada a Michael Jordan, quien lideraba la tasa de uso de la NBA. En ese apartado, Rodman tenía la tasa de uso más baja de toda la liga (8.7%) y la segunda más baja desde que la NBA empezó a medir esa variable en 1996-97 (con mínimo 2.000 minutos jugados).
Recordamos que la tasa de uso es el estimado del porcentaje de jugadas de equipo protagonizadas por un jugador mientras está en cancha.
Esta decisión voluntaria de tener tan poco tiempo el balón en sus manos, lo hizo promediar sólo 4.7 puntos por encuentro, el mínimo de un jugador en una temporada que estuvo en cancha al menos 2.500 minutos. Sólo un jugador igualó esta marca negativa de unidades convertidas en una temporada: él mismo, con los San Antonio Spurs en 1993-94.
Ahora, lo que no hizo Rodman con la pelota, lo pudo hacer sin ella. Fue literalmente una piedra en el zapato de cada jugador que se puso enfrente. Nadie jugó contra Rodman, porque enfrentarlo no era ningún juego. Un ejemplo claro fue en las Finales de 1998, su último partido con los Bulls, en el que limitó a Karl Malone a 6-14 siendo su defensor primario, mientras que el Cartero alcanzó un 5-5 en TC contra el resto del equipo.
Los Bulls completaron el tricampeonato en 1997-98 y Rodman alcanzó su quinto y último título en la NBA (tres con Chicago, dos con Detroit). Es mucho, pero honestamente también es más de lo que parece: el Gusano pertenece a la elite de cuatro jugadores en la historia de la NBA que ganó múltiples campeonatos con distintas franquicias, junto a Steve Kerr (tres con Chicago, dos con San Antonio), Ron Harper (tres con Chicago, dos con Los Angeles) y Robert Horry (dos con Houston, tres con Los Angeles y dos con San Antonio).
Luego de su periplo con Chicago, la carrera de Rodman ya estaba terminada. Sólo pudimos verlo 35 partidos más con los Lakers en 1998-99 y con los Mavericks en 1999-2000 antes de retirarse, a modo de despedida. Pero Dennis, como siempre le pasó, solo alcanzó a brillar cuando tenía ganas, cuando la motivación de jugar era más importante que la de disfrutar donde sea, con quien sea, a la hora que sea.
“El básquetbol es simple. Es un juego simple. Pero cuando dejas esta zona confinada, es difícil. Muy difícil", dijo Rodman en aquellos años.
El más bueno de los malos, o el más malo de los buenos. Polémico, hilarante y explosivo. Rodman tuvo mil vidas afuera de la cancha, pero siempre se encargó de tener una bien clara adentro. Encerrado en sus propias encrucijadas mentales, sufrió, disfrutó, y a su manera, vivió. Supo estar primero, escaparse después y regresar a tiempo. Y cuando lo hizo, fue al cien por ciento, sin concesiones.
La realidad es que sin Rodman, sin esa energía asfixiante, no hubiese existido el segundo three-peat para los Bulls. Es por eso que la historia, acostumbrada a olvidar a la mayoría de los mortales, tiene hoy un lugar grande para recordarlo.