Por favor, abróchense los cinturones de seguridad, que llegó el fascinante, misterioso y mágico Juego 6 de la Serie Mundial, donde todo puede suceder.

Sí, ese partido en el que salen leyendas y villanos, se escriben finales felices y también cuentos de terror tendrá un capítulo más en Houston gracias a la victoria 9-5 de los Houston Astros sobre los Atlanta Braves el domingo en el Truist Park.

Carlton Fisk, Kirby Puckett, Mookie Wilson, Joe Carter, Addison Russell, Julio Urías y David Freese inscribieron sus nombres como héroes eternos después del Juego 6 de la Serie Mundial, mientras que Bill Buckner, Charlie Leibrandt, Neftalí Feliz y Robb Nen instalaron los suyos en la nefasta lista del Salón de la Infamia del Juego 6, en la que también brilla el árbitro de primera Don Derkinger por su joya de 1985.

¿Qué podemos esperar esta noche? ¿Un jonrón en entradas extras? ¿Un salvado echado a perder por un gran relevista? ¿Un error clave para coronar una ofensiva de tres carreras en la novena? El guión del béisbol se escribe sobre la marcha y no hay manera de saberlo. Lo que sí se puede contar es lo que ya sucedió.

En conmemoración de los 35 años del error de Bill Buckner en la Serie Mundial de 1986, de los 46 del jonrón de Carlton Fisk en 1975, o de los 30 del batazo de Kirby Puckett en 1991, repasamos, con la ayuda del portal baseball-reference.com, algunos de los más memorables Juegos 6 de los últimos años.


1. Juego 6, 1986: Entre las piernas de Bill Buckner

Un out. Esa era todo lo que necesitaban los Medias Rojas de Boston para ganar la Serie Mundial en el Juego 6 de 1986 sobre los Mets de Nueva York. El marcador estaba 5-3, el cerrador Calvin Schiraldi había retirado a los dos primeros bateadores con siete lanzamientos. Las rotativas de algunos periódicos ya tenían montadas las placas con la portada que leía 'Boston rompe el maleficio' y las cajas de champaña ya estaban en el cameriino visitante. ¿Un sencillo de Gary Carter? No hay problema, siguen habiendo dos outs y dos carreras de diferencia en la parte baja de la décima. Lo que sucedió después sí fue una tragedia griega para Boston, que a ese momento, llevaba 68 años sin ganar y David Ortiz solo tenía 11 años: El emergente Kevin Mitchell disparó sencillo al central, Ray Knight voló de la loma a un nervioso Schiraldi con otro sencillo impulsando a Carter, el relevista Bob Stanley regaló la del empate con un lanzamiento salvaje y Mookie Wilson pegó ese inofensivo rodado por primera base que Buckner mofó para quedar inscrito en la historia.


2. 1991 El jonrón mágico de Kirby Puckett

Hay que agradecerle a Kirby Puckett por el vuelacercas en la parte baja de la undécima entrada frente a Charlie Leibrandt que convirtió un partido poco emocionante en un clásico. No solo por la memoria de verlo corriendo las bases como un chiquillo mientras el abridor convertido en relevista ocasional de los Bravos de Atlanta salía cabizbajo del diamante, sino porque preparó la escena para uno de los Juegos 7 más memorables de los últimos 30 años: el duelo 1-0 que Jack Morris le ganó a John Smoltz para guiar a los Mellizos de Minnesota al título. Todavía cuesta entender por qué Leibrandt, zurdo, estaba allí para enfrentarse a Puckett, uno de los mejores bateadores derechos de su tiempo.


3. 1993: Joe Carter pone fin a la Serie Mundial

Los Indios de Cleveland cambiaron a Joe Carter en diciembre de 1989 a los Padres de San Diego por Sandy Alomar y Carlos Baerga, dos piezas que los llevaron a la Serie Mundial de 1995. Los Padres, a su vez, lo enviaron a los Azulejos de Toronto junto a Roberto Alomar en 1990. Tres años más tarde, Carter se paraba en el plato y le daba a Toronto su segundo título consecutivo con el segundo jonrón para finalizar una Serie Mundial en la historia. El marcador estaba 6-5 a favor de los Filis de Filadelfia, que tenían al efectivamente descontrolado cerrador zurdo Mitch Williams (mejor conocido como 'Wild Thing', el mismo apodo que el personaje de Charlie Sheen en la película de los Indios 'Major League') en la loma para salvar el juego que los llevaría al decisivo. Williams caminó con cuatro lanzamientos a Rickey Henderson y luego de un out, permitió un sencillo al central de Paul Molitor. Con la cuenta en 2-2, Carter la desapareció -- literalmente -- por el jardín izquierdo, provocando fuegos artificiales en el cerrado SkyDome y la primera celebración de Serie Mundial con un 'walk-off home run' desde Bill Mazeroski en 1960.


4. 1995: Por fin, la joya de Tom Glavine

De los futuros miembros de la rotación de los Bravos que llegó al Salón de la Fama, solo John Smoltz (15-4, 2.67, 4 salvados) fue un titán en la postemporada. Greg Maddux (11-14, 3.27 en octubre) y Tom Glavine (14-16, 3.30 en playoffs) dejaron a los fans de los Bravos esperando por más octubre tras octubre. Por eso, había ciertas dudas con Glavine para el Juego 6, aún cuando había ganado el Juego 2 con seis sólidas entradas. Pero sin alternativas y con cinco días de descanso, el zurdo trajó su mejor versión, engañando entrada tras entrada a los poderosos bateadores de los Indios, permitiendo un solitario hit (sencillo de Tony Peña en la quinta), tres bases por bolas, y abanicando a ocho en ocho entradas. Era necesario, porque los bates de los Bravos no aparecieron y un solitario jonrón de David Justice abriendo la sexta fue todo lo que necesitó Atlanta para ganar el primer y único título de la era de Bobby Cox.


5. 2002: Gracias, 'Rally Monkey'

Si no crees en las supersticiones en el béisbol, una mirada al Juego 6 de la Serie Mundial de 2002 te puede hacer cambiar de opinión. Los Angelinos perdían 5-0 en la parte baja de la séptima ante unos Gigantes de San Francisco liderados por Barry Bonds y parecían tener asegurado su primer título de Serie Mundial desde que Willie Mays atrapaba lineazos de espaldas al plato. Los aficionados comenzaron a agitar con más entusiasmo (o ansiedad) el monito mágico de peluche que llevaban al parque, más por diversión que por esperanzas de que fuera a darle la victoria. Si fue inefectividad de los relevistas de los Gigantes, o que el amuleto surtió efecto, está por verse. Lo cierto es que los Angelinos, con jonrón de tres carreras de Scott Spiezio, jonrón solitario de Darrin Erstad y doblete de dos carreras de Troy Glaus ante el cerrador Robb Nen, sumaron seis carreras en la séptima y octava entrada para ganar un improbable sexto partido, en camino a su victoria decisiva en el séptimo.


6. 2011: Todo David Freese

Más que un out... un strike. Eso era todo lo que necesitaba el relevista Neftalí Feliz para darle a los Vigilantes de Texas el primer título en su historia. Cierto que había hombre en primera y segunda para los Cardenales de San Luis, pero con dos outs y la cuenta en 1-2... puede suceder cualquier cosa. Como un triple de David Freese por encima de Nelson Cruz para empatar el partido 7-7 y provocar otro sexto partido de tragicomedia en entradas extras. Bueno, Josh Hamilton le devolvió la delantera de dos carreras a los Vigilantes, por lo que con ventaja de 9-7 el rayo no caería dos veces en el mismo sitio, ¿cierto? Falso. Con tres hits y dos carreras, los Cardenales se negaban a entregar la serie. Después de todo, en un sexto partido cualquier cosa puede suceder. Y sucedió. Sin outs en la parte baja del undécimo, con la cuenta en 3-2, David Freese (sí, el mismo David Freese, el del triple en la novena) envió una recta de Mark Lowe sobre la verja del jardín central para enviar la serie directamente a un séptimo partido, quitándole años de vida al presidente de los Vigilantes, Nolan Ryan. Los Vigilantes anotaron dos carreras en la primera entrada del Juego 7, pero San Luis empató en la parte baja con un doblete de -- sí, de nuevo -- David Freese, en camino a una victoria 6-2.


7. 2016: Addison Russell aleja a los fantasmas

Al igual que los Astros en 2021, los Chicago Cubs habían perdido dos de tres partidos en casa durante la Serie Mundial de 2016 y se mantuvieron vivos con un triunfo agónico en el Juego 5. Necesitaban una victoria contundente en el Juego 6 para eliminar toda posibilidad de que aparecieran cabras, gatos negros ni fanáticos metiendo la mano para estorbar a un jardinero izquierdo. Quizás por suerte, el partido se celebraba en un Progressive Field de Cleveland libre de maldiciones. Faltaba un héroe inesperado y Addison Russell, un callado campocorto y sexto bate, dio el paso al frente con un doble de dos carreras en la primera entrada y un grand slam en la tercera entrada que alejó a los fantasmas mientras Jake Arrieta y cuatro relevistas, silenciaban los bates indios y preparaban el camino para el no menos dramático Juego 7, que coronó a los Cubs por primera vez en 108 años.


6. 2020: El momento de Julio Urías

En una Serie Mundial de una temporada acortada por la pandemia del COVID-19, Los Angeles Dodgers llegaron a la séptima entrada del Juego 6 con ventaja de 3-1, Su cerrador, Kanley Jansen, había desperdiciado una ventaja en el Juego 4 al permitir dos carreras en la novena entrada, y el manager Dave Roberts buscaba otras opciones. Entonces, trajo a lanzar al abridor de ese Juego 4, Julio Urías, con dos outs en el séptimo. El zurdo mexicano no solo ponchó a Yandy Diaz para cerrar la entrada, sino que lució imponente en las octava y la novena, ponchando a tres de los últimos cuatro bateadores que enfrentó, incluyendo a Willy Adames para iniciar la celebración de los Dodgers en un neutral Globe Life Field.

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Cooperstown es la elite más exclusiva del deporte. Sólo unos pocos llegan al Salón de la Fama, y muchísimos menos lo hacen en el primer año de elegibilidad.

Salvando los errores crasos de los escritores, ser un 'First ballot Hall-of-Famer' es un honor reservado para los más grandes, aunque ciertamente, ha habido sus magnas equivocaciones. A nadie debe quedarle duda que Joe DiMaggio, Roberto Alomar y Vladimir Guerrero merecieron ser parte de esa elite, pero les tomó dos años, mientras que Juan Marichal tuvo un purgatorio de tres años para ser escogido en 1983. Al hombre que le da nombre al premio de mejor bateador designado le tomó 10 años.

El panameño Mariano Rivera no solo se convirtió en el quinto latinoamericano en ser seleccionado al Salón de la Fama en su primer intento, sino que creó una categoría de un solo miembro al ser el primero en lograrlo de forma unánime.

¿Qué otros latinos se unirán a Rivera, a Iván Rodríguez, a Rod Carew, a Pedro Martínez y a Iván Rodríguez y entrarán a Cooperstown en su primera aparición en la boleta. Hay cuatro que deben haber asegurado sus pasaportes con sus ejecutorias incuestionables en el mejor béisbol del mundo.

Al lado de sus nombres está el año en que debe entrar en la papeleta o un estimado de su elegibilidad, pero desde ya, quizás se pueden ir adelantando unas cuantas placas.

Advertencia: Alrededor de Cooperstown hay muy pocas habitaciones disponibles durante esos fines de semana. Por lo que, hasta cierto punto, esto también se convierte en una guía para que vayan haciendo reservaciones.

David Ortiz (2022)

Si la votación fuera entre los fans de Boston, entre los que lo vieron acabar con la oposición en la Serie del Caribe, o entre sus pares latinoamericanos, entraría con el 100 por ciento. Es 'Big Papi', el que dijo "esta es nuestra j... ciudad" tras los ataques del Maratón de Boston en 2013, el que destrozó con su bate la maldición del Bambino y el que no solo le dio uno, sino tres títulos a los Medias Rojas con su liderazgo y su asombroso bateo oportuno. Pero el dominicano tendrá su boleto seguro al recinto de inmortales por sus números redondos: 541 jonrones, 1,768 impulsadas, 632 dobles, .553 de slugging y .931 de OPS. Y también por su promedio de .455, con tres jonrones y 14 remolcadas en esas inolvidables Series Mundiales. Y también porque es Big Papi, el querido Big Papi, el único pelotero de los Medias Rojas capaz de ir a abrazar fans en el centro de Manhattan. Su único punto en contra es que jugó la mayor parte de su carrera como bateador designado, pero la entrada de Edgar Martínez y Harold Baines le debe allanar el camino.

Adrián Beltré (2024)

El antesalista dominicano cerró su maravillosa carrera de 20 años con 3,166 hits, 636 dobles (undécimo de todos los tiempos) 477 jonrones, 1,524 anotadas y 1,707 remolcadas (24to entre los históricos). Para los sabermétricos, su WAR defensivo está en el Top 10 de todos los tiempos; para los románticos, se ganó el respeto de todos por su forma de jugar el juego, con respeto y clase, pero sin olvidar que es un juego. Fuera de los peloteros salpicados por los esteroides, cualquiera de las marcas redondas de hits y jonrones supone una entrada automática a Cooperstown en la primera boleta. Sus cinco guantes de oro y sus cuatro bates de plata son sólo el complemento de una carrera que ha sido un modelo de consistencia y durabilidad por 21 años.

Albert Pujols (2027)

Aún si se pasan por alto sus años con Angelinos y lo que le resta por cojear en su carrera, el dominicano es un seguro miembro del Salón de la Fama, más por el dominio que ejerció en su época que por la acumulación de números. En la historia de Las Mayores, es el único pelotero que ha producido al menos .300 de promedio, 30 jonrones y 100 empujadas en sus primeras 10 temporadas. Fue sin duda, el jugador más dominante de los años 2000, como lo indica que en sus primeros 11 años de carrera, estuvo entre los primeros diez en la votación de Jugador Más Valioso en todas, y lo ganó tres veces en la era de Barry Bonds. Un bateador de poder con promedio de bateo de .302 y de embasamiento de .382, que está entre los primeros 25 de la historia en slugging (.554) y que nunca se ha ponchado más de 100 veces en una campaña debe estar por arriba del 95 por ciento en su primera votación. Agrégale a esa fórmula los tres JMVs, dos campeonatos de Serie Mundial y sólo hay que contar cinco años después de la fecha de su retiro. En Los Angeles, las lesiones y la edad han frenado su paso, pero sus monstruosos años en San Luis (.328/.420/.617), con 445 jonrones y 1,323 en 11 años, y su WAR de por vida de 100.0 le garantizan la entrada a Cooperstown a la primera oportunidad. Ah, y también suma 632 jonrones, 639 dobles y 1,773 anotadas y 1,982 remolcadas hasta el momento.

Miguel Cabrera (2031)

El pronóstico del año se tomó considerando el último año de opción de su actual contrato de 2025. Hace unos años, Miguel Cabrera daba la impresión de que podía batear hasta los 50 años, pero de pronto una racha de lesiones en los últimos dos años podrían adelantar su fecha de retiro. Pero si se marchara hoy mismo, ya tiene los números para ser selección de primera papeleta. Para comenzar por algún lado, su promedio de bateo de .316 es el mejor desde el 2000 y el quinto mejor en la era de la expansión (desde 1961) detrás de Tony Gwynn (.338), Wade Boggs (.328), Rod Carew (.328) y Vladimir Guerrero (.317). Añádele un promedio de embasamiento de .395, slugging de .551, OPS de .961 y la posibilidad de subir sus 465 jonrones, 556 dobles, 1,388 anotadas y 1,635 remolcadas. Y redondea su caso con cuatro títulos de bateo, la primera Triple Corona en 50 años, dos premios de Jugador Más Valioso y siete bates de plata. El mejor bateador puro de esta generación debe llegar cinco años después de cuando decida guardar su prodigioso bate.

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Cooperstown es la elite más exclusiva del deporte. Sólo unos pocos llegan al Salón de la Fama, y muchísimos menos lo hacen en el primer año de elegibilidad. Salvando los errores crasos de los escritores, ese es un honor reservado para las leyendas incuestionables.

Ciertamente, ha habido sus magnas equivocaciones. A nadie debe quedarle duda que Joe DiMaggio y Roberto Alomar merecieron ser parte de esa elite, pero les tomó dos años, mientras que Juan Marichal tuvo un purgatorio de tres años para ser escogido en 1983. El nuevo miembro de esa lista es Vladimir Guerrero (no entiendo cómo un bateador de .318, .553 de slugging, 449 jonrones, 9 nominaciones al Juego de Estrellas y 7 bates de plata no llega en su primer año), quien se quedó corto con 71.4 por ciento.

El puertorriqueño Iván Rodríguez acaba de unirse a Johnny Bench como los únicos receptores en lograrlo y al dominicano Pedro Martínez y al panameño Rod Carew como los únicos latinoamericanos. Eso, sin contar a Roberto Clemente, quien entró en una elección especial en 1973 sin tener que esperar los cinco años para hacerse elegible.

No obstante, hay otros cinco jugadores latinoamericanos -- tres retirados y dos activos -- que deben haber asegurado sus pasaportes en ese primer año con sus ejecutorias en el mejor béisbol del mundo.

Este quinteto debería unirse a Rodríguez, Carew, Martínez y Clemente cuando les llegue la hora de la inmortalidad, aunque alguno pueda caer en el grupo de Alomar, Guerrero o Marichal. Al lado de sus nombres pongo el año en que va a entrar en la papeleta o un estimado de su elegibilidad, pero desde ya, quizás se pueden ir adelantando unas cuantas placas.

Advertencia: Alrededor de Cooperstown hay muy pocos hoteles disponibles durante ese fin de semana. Por lo que, hasta cierto punto, esto también se convierte en una guía para que vayan haciendo reservaciones.

Omar Vizquel (2018)

Este lugar quizás debió pertenecer a Alex Rodríguez o Manny Ramirez, pero la cacería de brujas de los esteroides y toda la vorágine en la que cayeron al final de sus respectivas carreras ya dejó fuera a Ramírez en su primer año y seguramente dejará a Rodríguez, quien sabe si por siempre. Vizquel, el Ozzie Smith de los latinos, es una selección refrescante en este grupo, pero es quizás la menos probable para una primera papeleta. Aunque tiene méritos de sobra. El venezolano es el tipo de jugador que había que ver para conocer de su grandeza. Pero sus números defensivos están ahí y relatan mucho de lo que vimos: su por ciento de fildeo (.985) es el mejor de la historia para un campocorto con más de mil juegos jugados, es undécimo en asistencias y sexto en outs de todos los tiempos en su posición. Ah, y bateó 2,841 hits, con un promedio de embasamiento de .337, nada mal para un campocorto puramente defensivo. Sus 11 Guantes de Oro le dan mucho impulso para entrar en su primera oportunidad, al igual que Smith y contrario a Luis Aparicio y Bill Mazerozki, otros genios defensivos que tuvieron que esperar que Cooperstown le abriera la puerta. Pero la debe tener un tanto difícil en el primer año de Chipper Jones y de Jim Thome.

Mariano Rivera (2019)

Los escritores son duros con los relevistas y si no pregúntenle a Bruce Sutter, a Trevor Hoffman y a Lee Smith. Sólo Dennis Eckersley entró en su primer año de elegibilidad y de seguro le ayudó que hizo más de la mitad de su carrera como abridor. En el caso del Gran Mariano, debería ser el primer taponero en recibir más del 90 por ciento de los votos. El panameño terminó su gloriosa carrera en 2013 como el mejor relevista de todos los tiempos. Con un solo lanzamiento dominante, la recta cortada, salvó 652 partidos, líder de todos los tiempos y con una minúscula efectividad de 2.21. Si se fuera a escoger a un Jugador Más Valioso de los últimos cuatro títulos de los Yankees entre 1998 y 2009, tendría que ser Mariano. Sus números de octubre lo dicen todo: récord de 8-1, 42 salvados, 0.70 de efectividad. Sencillamente impresionante.

David Ortiz (2022)

Si la votación fuera entre los fans de Boston, entre los que lo vieron acabar con la oposición en la Serie del Caribe, o entre sus pares latinoamericanos, entraría con el 100 por ciento. Es Big Papi, el que dijo "Esta es nuestra j... ciudad" tras los ataques del Maratón de Boston, el que destrozó con su bate la maldición del Bambino y el que no solo le dio uno, sino tres títulos a los Medias Rojas con su liderazgo y su asombroso bateo oportuno. Pero el dominicano tendrá su boleto seguro al Recinto por sus números redondos: 541 jonrones, 1,768 impulsadas, 632 dobles, .553 de slugging y .931 de OPS. Y también por su promedio de .455, con tres jonrones y 14 remolcadas en esas inolvidables Series Mundiales. Y también porque es Big Papi, el querido Big Papi, el único pelotero de los Medias Rojas capaz de ir a abrazar fans en el centro de Manhattan. Su único punto en contra es que jugó la mayor parte de su carrera como bateador designado, pero Edgar Martínez le debe allanar el camino prontamente.

Adrián Beltré (2024)

El antesalista dominicano debe llegar en 2017 a los 3,000 hits y si juega hasta el final de su contrato en 2018, podría terminar su carrera con 500 jonrones, 600 dobles y por encima de 1,500 anotadas y 1,600 anotadas. Fuera de los peloteros salpicados por los esteroides, cualquiera de las marcas redondas de hits y jonrones supone una entrada automática a Cooperstown en la primera boleta. Sus cinco guantes de oro y sus cuatro bates de plata son sólo el complemento de una carrera que ha sido un modelo de consistencia y durabilidad por 19 años.

Albert Pujols (2027)

Aún si se pasan por alto sus años con los Angelinos y lo que le resta por cojear en su carrera, el dominicano es un seguro miembro del Salón de la Fama, más por el dominio que ejerció en su época que por la acumulación de números. En la historia de las Mayores, es el único pelotero que ha producido al menos .300 de promedio, 30 jonrones y 100 empujadas en sus primeras 10 temporadas. Fue sin duda, el jugador más dominante de los años 2000, como lo indica que en sus primeros 11 años de carrera, estuvo entre los primeros diez en la votación de Jugador Más Valioso en todas, y lo ganó tres veces. Un bateador de poder con promedio de bateo de .309 y de embasamiento de .392, que está undécimo en slugging (.573) y decimoquinto en OPS (.965) en la historia y que nunca se ha ponchado más de 100 veces en una campaña debe estar por arriba del 90 por ciento en su primera votación. Agrégale a esa fórmula tres títulos de Jugador Más Valioso, dos campeonatos de Serie Mundial y sólo hay que contar cinco años después de la fecha de su retiro. En Los Angeles, las lesiones han minado su rendimiento, pero sus monstruosos años en San Luis (.328-.420-617), con 445 jonrones y 1,323 en 11 años, y su WAR de por vida de 101.1 le garantizan la entrada a Cooperstown a la primera oportunidad.

Miguel Cabrera (2031)

El pronóstico del año se tomó considerando el último año de opción de su actual contrato de 2025, pero Miguel Cabrera da la impresión de que puede batear hasta los 50 años. Si se retirara hoy mismo, ya tiene los números para ser selección de primera papeleta. Para comenzar por algún lado, su promedio de bateo de .321 es el mejor desde el 2000 y el cuarto mejor en la era de la expansión (desde 1961) detrás de Tony Gwynn (.338), Wade Boggs (.328) y Rod Carew (.328). Añádele un promedio de embasamiento de .399, slugging de .562, OPS de .961, 446 jonrones, 523 dobles, 1,321 anotadas, 1,553 remolcadas, cuatro títulos de bateo, la primera Triple Corona en 50 años, dos premios de Jugador Más Valioso y siete bates de plata. El mejor bateador puro de esta generación debe llegar cinco años después de cuando decida guardar su prodigioso bate.

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Es un oficio doloroso y arriesgado ser un abridor derecho japonés en las Grandes Ligas.

La lesión de Yu Darvish es el nuevo capítulo del viacrucis de los abridores japoneses en las Grandes Ligas. Desde Hideo Nomo hasta Masahiro Tanaka, la historia ha sido un déjà vu tras otro: Un equipo firma a un abridor derecho japonés de alto perfil, que muestra su calidad por varios años hasta que se apaga, mayormente por el fantasma de las lesiones.

Sea porque estos lanzadores llegan a las Mayores ya maduros, después de una gran carga de trabajo en Japón, por la diferencia en los estilos de entrenamiento o sencillamente por pura mala suerte, la tendencia es preocupante y por mucho, lamentable.

Entre los japoneses, solo Nomo (7) e Hiroki Kuroda (6) han tenido seis temporadas o más con más de 180 entradas en las Mayores.

Corresponderá a los escuchas, los especialistas, los coaches de pitcheo y a los ejecutivos determinar qué sucede. Por ahora, este historial de altas y bajas pondrá a pensar a los ejecutivos a la hora de volver a contratar a un prodigio japonés.

O quizás no.

Aquí una mirada a lo que ha sucedido con los más importantes abridores derechos japoneses.

Nomo
Hideo Nomo: 'El Tornado' fue el pionero de la oleada de peloteros japoneses que invadió las Grandes Ligas a partir de la segunda mitad de la década del 90, y es por mucho el más exitoso y duradero abridor japonés, pero no escapó las lesiones grandes. Firmado con un bono de $2 millones y con un 'wind up' único, Nomo creó en Los Angeles un revuelo casi tan grande como el de la 'Fernandomanía' de Fernando Valenzuela en los años 80. Llenó las expectativas en los primeros tres años, al acumular marca de 43-29, 3.34 de efectividad y unirse a Dwight Gooden como los únicos dos lanzadores con más de 200 ponches en sus primeros tres años en las Mayores. Pero tras un comienzo pobre (2-7 con 4.92 y 167 ponches en 157 entradas) y antes de que asomaran sus primeras molestias, los Dodgers lo cambiaron a los MEts de Nueva York a mediados de temporada. Tras paradas en Detroit, Milwaukee y Boston, regresó a los Dodgers en 2002 y registró marca de 16-6, 3.39 de efectividad, y tras repetir buen rendimiento en 2003 (16-13, 3.09), aparecieran los problemas de fatiga y lesiones en su brazo que lo llevaron a una reconstrucción del hombro. Dos años más tarde, su carrera estaba terminada, pero se negó a rendirse e hizo un intento fallido con Kansas City en 2008.

Irabu
Irabu
Hideki Irabu: Más que las lesiones, lo que más lastimó a Irabu fue su estilo desordenado de vida. Originalmente reclamado por los San Diego Padres, se negó a firmar con ellos porque dejó saber que solo firmaría con los New York Yankees. Tuvo marca de 29-20 en sus primeros tres años y ganó dos anillos con los Mulos, pero 'El Jefe' George Steinbrenner se cansó de su exceso de peso y sus problemas con el alcohol. Su pésima condición le pasó factura, pues tuvo marca de 5-15 con efectividad de 6.31 en sus últimos tres años con Montreal y Texas. Fue encontrado muerto, tras un aparente suicidio, en su hogar de California en julio de 2011.

Masato Yoshii: Tras acumular marca de 12-8 y 4.40 de efectividad con los Mets en 1998, no pudo con la altura de Colorado (6-15, 5.86) y terminó en Montreal donde su carrera como ligamayorista terminó en 2002... tras una operación en el hombro.

Matsuzaka
Matsuzaka
Daisuke Matsuzaka: Los Medias Rojas pagaron $51.1 millones solo para negociar con el héroe de la Final del Clásico Mundial de Béisbol en 2006 y luego le otorgaron un contrato de seis años y de $52 millones. Antes de llegar ya tenía apodo: Dice-K y un lanzamiento insignia, el 'giroball'. Impresionó desde el tiro, con marca de 15-12, 201 ponches en 204 entradas y 4.40 de efectividad en su primer año tuvo. Al año siguiente, estuvo sencillamente fenomenal con 18-3, 2.90 de efectividad y 154 ponches en 167 entradas, rompiendo el récord de victorias de un japonés en una temporada. Pero las lesiones lo han limitado a 418 entradas y marca de 23-28 con 5.10 de efectividad desde entonces. Después de ganar sus primeras ocho salidas, molestias en su hombro lo llevaron por primera vez a la lista de lesionados. La pausa le vino bien, pero perdió una buena parte de la temporada de 2009 por fatiga en el brazo y el primer mes de 2010 por problemas en el cuello. Finalmente, en junio de 2011, fue sometido a una operación Tommy John que le hizo perder el resto de la temporada y parte de la de 2012. En diciembre, firmó con un equipo de su natal Japón.

Sanó
Sanó
Tomo Ohka: Llegó con menos fanfarria que Nomo e Irabu y tuvo que pasar tiempo en las menores, aunque con un juego perfecto en Pawtucket no tuvo que hacer demasiado para demostrar que estaba listo. Con 10 años, es el que le sigue a Nomo en durabilidad, pero tampoco escapó a las lesiones. Su carrera tuvo buenos momentos con Montreal en 2002 y 2003, pero un batazo de Carlos Beltrán le rompió el antebrazo y lo llevó a una cirugía en 2003. Regresó sin problemas en 2005 y tuvo 11-9 con 189 entradas, pero tuvo 7-15, 5.40 ERA en 224 entre 2006 y 2009 y no lanzó en 2008, aunque lo intentó con Medias Blancas e Indios.

Tanaka
Tanaka
Masahiro Tanaka: En el primer año de un contrato de siete años y $155 millones con los Yankees, Tanaka impresionó desde el tiro: Ganó sus primeras seis decisiones, incluyendo una blanqueada de cuatro hits ante los Mets el 14 de mayo. Tenía marca de 12-4 cuando las alarmas se encendieron después de una derrota el 8 de julio. Tanaka se quejó de molestias en el brazo derecho y fue puesto en la lista de inactivos por inflamación en el codo. Un MRI reveló que tenía una rotura parcial en el ligamento ulnar colateral, el mismo que reconstruyen en la operación Tommy John. No obstante, Tanaka evitó la cirugía a toda costa y luego de un descanso, regresó para dos salidas en septiembre. Los Yankees cruzan los dedos por que vuelva a su forma habitual en 2015.

Darvish
Darvish
Yu Darvish: El héroe del Clásico Mundial de 2009, al igual que sus antecesores, llegó con un gran contrato y un gran despliegue mediático, con mucha razón. Los Vigilantes pagaron $51 millones por sus derechos y lo firmaron con un contrato de $60 millones por seis años en 2012. Acumuló 16-9, con 3.90 de efectividad y 221 ponches en 190 entradas en su primer año; 13-9 con 2.83 y fue líder de ponches de la liga Americana con 277 en 2013 y bajó 10-7 3.06 y 182 ponches en 144 entradas de un 2014 plagado de lesiones. Pronto estará en la sala de operaciones para una 'Tommy John' y habrá que esperar para escribir qué sucederá a su regreso en algún momento de 2016.

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Ya sea en el día de su homenaje de despedida en las Mayores, en una ceremonia de exaltación en Cooperstown o en algún documental que se produzca dentro de 50 años, no faltará la imagen del Carlos Beltrán atrapando un elevado en el jardín derecho y lanzando un cohete preciso a las manos de Yadier Molina para salvar la victoria en el primer juego de la serie de campeonato de la Liga Nacional de 2013.

Es curioso. Una sola jugada puede ser la marca de fábrica de la grandeza de dos jugadores. La elegante recepción y el sólido bloqueo de Molina a Mark Ellis con el hombro izquierdo también estará en su ceremonia de despedida, en su viaje a Cooperstown y será pieza obligatoria en el recuento de sus grandes momentos.

En el caso de Beltrán, que haya decidido más tarde el partido con un sencillo al jardín derecho en la decimotercera entrada solo le añade más argumentos a los escritores que ven al jardinero puertorriqueño como un potencial miembro del Salón de la Fama.

En el de Molina, ya debe ser oficial: el también boricua tiene que -es decir, se elimina puede o pudiera- ser nombrado en la misma oración con Johnny Bench e Iván Rodríguez cuando se discute quién es el mejor receptor de la historia. Si quieren consenso en este debate, solo pregúntenle a los lanzadores de los Cardenales y a los corredores más rápidos de la Liga Nacional.

Miré la jugada una y otra vez, cerca de 30 veces... esa madrugada. Ellis disparó un triple y San Luis embasó intencionalmente a Hanley Ramírez. Michael Young, quien entró en sustitución de Adrián González en la octava entrada, bateó un bombo entre el derecho y el central. John Jay podía llegarle, pero tal parece que el jardinero central la cedió no por deferencia, sino tal vez convencido de que la experiencia, la sangre fría y el brazo de Beltrán eran mejores en ese momento. Buena decisión. El tiro fue en un ángulo perfecto y con la fuerza necesaria para llegar a tiempo. El rebote en la grama llevó la bola justo en donde Molina tenía la mascota a décimas de segundos del embiste de Ellis.

Molina celebró sentado en el suelo; Beltrán trotó hacia el dugout con la seriedad del que le quedan cosas pendientes por hacer. Como por ejemplo, conectar un hit de oro.

Molina jugaba partido en el que demostraba porqué es el líder del equipo, y manejaba el pitcheo de los Cardenales como si fuera un ingeniero de la NASA a cargo del aterrizaje del transbordador. Pero desde su colocación para esperar el disparo de Beltrán hacia la izquierda del plato (sabiendo que tenía tiempo para esperarlo) hasta la posición en que se protegió para evitar una lesión en el choque con Ellis fueron una clase magistral para receptores.

Esto es mucho más que una simple jugada que salvó la victoria en un primer partido de una serie de campeonato. Fue una brillante conexión entre un gran jugador, con méritos para el Salón de la fama al líder del equipo más exitoso en las Mayores en los últimos diez años. Un momento para recordar entre dos extraordinarios peloteros capaces de convertir con su sola presencia a un modesto equipo de Puerto Rico en finalista del Clásico Mundial en marzo y a los Cardenales en aspirantes a la Serie Mundial en octubre.

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Una cosa es segura: de la última jugada del tercer partido de la Serie Mundial entre Medias Rojas de Boston y Cardenales de San Luis se va a hablar por mucho tiempo. La escena pasará a ser parte de jugadas como la interferencia de Ed Ambrister en la serie de 1975, la interferencia de Reggie Jackson en 1981 y la de...bueno, realmente puede hasta ser una categoría aparte porque esta sí que decidió el partido.

Lo más interesante, como siempre sucede en el béisbol, son los antecedentes a la jugada y todo lo que uno pudo haber analizado y pensado para que no sucediera y ahora solo sirve para generar más discusión.

Aquí, cinco datos y un bono sobre lo que pasó, lo que no pasó y lo que pudo haber pasado en la jugada, para que nos sirva de referencia en alguna discusión sobre alguna jugada similar en el segundo partido de la Serie Mundial de 2035.

1. Parte alta de la novena entrada: John Farrell y prefiere regalar un out con el relevista Brandon Workman, quien tomó el primer turno de su carrera, incluyendo temporada regular y playoffs. No es como que no tenía muchas alternativas. En el dugout estaba Mike Napoli, uno de los mejores bateadores de Boston y en el bullpen tenía a Koji Uehara, el mejor taponero de los diez equipos que entraron a la postemporada, segundos wild cards incluidos.

2. Workman poncha a Matt Adams y permite un hit a Yadier Molina, con el emergente de lujo Allen Craig en el círculo de espera. Como quiera, Farrell termina con Uehara en la novena para enfrentar a Craig, el mejor bateador del béisbol con hombres en posición de anotar y uno de los mejores con hombres en base. Ahora, es cuestión de vida o muerte, porque Napoli no pudo decidir.

3. El doble de Allen Craig puso a Yadier Molina en tercera con la carrera de la victoria, sin outs. Si algo falla, Craig está en segunda, por lo que Boston está obligado a buscar el out en cualquier base. Al bate viene Jon Jay, pero oh!, la primera base está vacía y Boston no mandó a embasarlo.

4. Jay batea una rola por el cuadro que Dustin Pedroia en una jugada maravillosa, como las que contaba a diario mi padre en vida cada noche que jugaba Boston. Con la inicial vacía, Molina, cuya velocidad no es lo que lo va a llevar al Salón de la Fama, pudo haber hecho un amague para obligar a Pedroia a tirar al plato para permitir a Jay llegar a primera y pudo haberse quedado quietecito para esperar que Pedroia hiciera un incómodo lance a primer. Pero no... Molina salió con el batazo, el tiro de Pedroia fue perfecto y a Jarod Saltalamacchia le dio tiempo de recibir la pelota, mirar lo que estaba haciendo Craig, esperar a Molina y darle el out.

5. Con dos outs, Pete Kozma en el círculo de espera y Koji Uehara, el Mariano Rivera japonés en la loma, quizás no era tan necesario que Saltalamacchia hiciera un tiro desesperado a tercera para tratar de fusilar a Craig. Bueno, por suerte lo hizo, y ya sabes el resultado: un tiro errado, una obstrucción del tercera base Will Middlebrooks, el tropezón de Craig, su torpe y dolorosa carrera hacia el plato y uno de los finales más extraños de la historia del beisbol, temporada regular, playoffs y Serie Mundial incluida.

Dato adicional para añadir a la locura: El árbitro de tercera era Jim Joyce, el mismo que cantó quieto un claro out en primera que le costó un juego perfecto a Armando Galarraga hace unos años.

Claro está, este juego nos reafirma algo que ya sabía sobre el béisbol de octubre: que en una última jugada se puede hacer todo mal y aún así, tenemos un final memorable.

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Quienes escriben los textos para las placas del Salón de la Fama tienen un reto extraordinario: grabar en bronce el resumen de una carrera que, por ser digna de Cooperstown, tiene muchos grandes momentos, y describirla en un párrafo de entre 80 y 100 palabras.

El conteo regresivo de cinco años de Mariano Rivera para que sea elegible al Salón de la Fama comienza al final de la temporada, pero no debe quedar duda de que el panameño entrará por la puerta ancha de Cooperstown, seguramente con más de un 90 por ciento de los votos de escritores. Sí, siempre habrá un escritor que esté molesto por el hit de Luis González que decidió la Serie Mundial de 2001, o alguno que piense que no llegó a 660 salvados, pero la inmensa mayoría sabe que el último '42' pertenece a los inmortales.

Con eso en mente, revisamos unos datos de ESPN Stats & Information y de baseball-reference.com, para darles un poco más de lo que se resumirá en una placa de 100 palabras, y a la vez que tengan una idea de la grandeza de Mariano Rivera.

    1. Para empezar, es el líder de salvados de todos los tiempos con 652 (al momento de redactar estas líneas) en una carrera de 19 temporadas. Para que tengas una idea de lo difícil que será alcanzarlo, cuando Rivera se retire, el líder de salvados entre los taponeros activos será Joe Nathan, quien hasta el domingo tenía 338. Nathan, de paso, tiene 38 años.

    2. En 15 de sus 19 temporadas, incluyendo 2013, salvó más de 30 partidos, en nueve tuvo más de 40 y en dos se fue por encima de los 50. Fue el líder de la Liga Americana ese renglón en tres campañas.

    3. Ganó cinco premios de relevista del año y aunque nunca ganó un premio Cy Young o de Jugador Más Valioso de la Liga, fue Jugador Más Valioso en la Serie Mundial de 1999, cuando ganó un partido y salvó dos; Jugador Más Valioso en la serie de campeonato de la Liga Americana en 2003 y Jugador Más Valioso en el Juego de Estrellas de 2013.

    4. En 2012, cuando se lesionó la rodilla, interrumpió una cadena de 15 temporadas seguidas salvando más de 20 partidos, también récord en las Mayores.

    5. Esta es mi favorita personal. Cuando se retire la semana que viene, el récord de salvamentos por un taponero en octubre le pertenece y al parecer, será por mucho tiempo. Rivera es el líder absoluto en los playoffs con 42. En un lejano segundo lugar está Brad Lidge con 18. Después de todo, lo que importa es la postemporada.

    6. Oh, sí, perdió un partido de Serie Mundial, gracias a un débil batazo de Luis González que produjo la victoria de los Diamondbacks en el séptimo juego de 2001. Cierto es también que permitió un jonrón de Sandy Alomar en la Serie de campeonato de la Liga Americana en 1997. Fuera de eso, debe ser considerado uno de los lanzadores más dominantes de todos los tiempos en la postemporada. Considere esto: Marca de 2-0 y 18 salvados, con efectividad de 0.32 en series de división; 4-0, 13 salvados y 0.92 en series de campeonato y 2-1, con 11 salvados y 0.99 en series mundiales. En total, 8-1, 42 salvados, 0.70 en 96 partidos de postemporada. Si los Yankees fueron a siete Series Mundiales y ganaron cinco anillos, fue definitivamente en gran medida porque Rivera vestía el número 42 en el uniforme a rayas.

    7. Su efectividad de 2.21 es la mejor entre los jugadores activos y quedará como la decimotercera de todos los tiempos al momento de su retiro. Su proporción de ponches/bases por bolas (4.098) es el cuarto mejor en la historia, es también el cuarto en partidos jugados 1,113 y el jugador con la más baja cantidad de jonrones por cada nueve entradas (0.499).

    8. En un nivel más alto de discusión, baseball-reference.com establece que Rivera tiene un 52.7 en victorias sobre reemplazo (WAR), el máximo de un lanzador que ha trabajado al menos el 75 por ciento de sus juegos viniendo del bullpen. El segundo con esas condiciones es Hoyt Wilhem con 47.4 y el tercero Goose Gossage con 39.9.

    9. De Stats & Info: La probabilidad agregada de victoria (Win Probability Added) es una estadística que mide cómo los jugadores afectan las probabilidades de su equipo de ganar un partido a base de jugada por jugada. De acuerdo con Fangraphs.com, desde su debut en 1995, ningún lanzador, abridor o relevista, ha acumulado un WPA más alto que el de 54.7 de Rivera. El segundo en ese periodo de tiempo entre los lanzadores es Pedro Martínez con 46.7, el tercero Randy Johnson 46.5.

    10. Si nos olvidamos de todos estos números, queda un caballero del diamante, seguro y dominante, pero a la vez humilde y tan sencillo que solo tenía un lanzamiento; temido y a la vez admirado y querido por sus pares; un modelo de clase. Eso también debe agregar votos y palabras a su placa.

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