Leonel Campos tenía 22 años de edad y ninguna posibilidad de jugar pelota profesional, el día que asistió a un juego de softbol que cambiaría su vida.
El lanzador derecho, que esta semana fue subido a las Grandes Ligas por los Padres de San Diego, tuvo la suerte de los predestinados, aunque el golpe de la fortuna llegara casi a destiempo.
Gary Villalobos, un infielder que tuvo corta carrera en las ligas menores, con los Medias Rojas de Boston, estaba presente aquel día en el diamante.
Villalobos ya estaba retirado de la pelota rentada, a pesar de que hacía relativamente poco tiempo había cumplido los 35 años de edad. Pero su nuevo trabajo le permitía ver con otros ojos al valerano que alguna vez soñó con las mayores.
El antiguo jugador del cuadro ya era coach de las Águilas del Zulia y también scout. Y en la relación que nació de ese encuentro de softbol se forjó el contrato que llevó a Campos a las menores, hace menos de un lustro.
Nadie podía anticiparlo, pero en aquella reunión también comenzó a pavimentarse la ruta que llevó a las mayores a un serpentinero de potente brazo, una de las historias más sorprendentes en la pelota venezolana.
Campos no estaba destinado a la MLB. No lo estaba desde su nacimiento en Valera, la calurosa y poblada ciudad trujillana, en Los Andes venezolanos.
Trujillo es una tierra de fútbol y ciclismo. Las empinadas carreteras que salen de Valera hacia el vecino estado Mérida son surcadas a menudo por esforzados atletas que pedalean con denuedo, empujando sus bicicletas montaña arriba. Trujillanos, la oncena que disputa el torneo local de balompié, tiene una bien ganada fama de equipo guerrero y popular.
Jamás un beisbolista nacido en Valera había llegado a la gran carpa. Es más, nunca un jugador nacido en todo el estado Trujillo había concretado la hazaña, pese a ser Venezuela un país donde el beisbol reina como pasatiempo nacional. En suelo andino, los pasatiempos son otros.
Campos tenía 23 años de edad cuando se estrenó en la Liga del Noroeste, con el Eugene. Es un circuito de clase A, de temporada corta. Y sólo pudo lanzar una vez, porque después de dos inings se lesionó el codo.
¿Cuántos peloteros tienen la capacidad para hacer lo que él? Perdió los siguientes 12 meses, tras ser sometido a la cirugía Tommy John.
Con el codo reconstruido, 25 años de nacido y ninguna experiencia en clase A media o más allá, es casi imposible abrirse paso hacia la gran carpa.
Pero a los Padres les cautivaba aquello que Villalobos vio. Campos es capaz de soltar la pelota con fuerza. Mucha fuerza. Así que en 2013, cuando pudo lanzar otra vez, fue asignado al Fort Wayne, en la Liga del Medio Oeste, Clase A media, y de allí fue llevado a Doble A.
El resto ya es historia. En 2014 comenzó en Doble A, fue subido a Triple A y el 1° de septiembre, finalmente, recibió el llamado a las mayores.
Esos 218 ponches que acumuló en 151.1 innings fueron la ratificación de lo visto en aquel encuentro de softbol: el derecho tiene condiciones. Muy pocos se dan el lujo de pasar por las armas a 13 rivales por cada 9 entradas, como él.
Campos se estrenó este miércoles, en relevo de Frank Garcés. Necesitó dos pitcheos para retirar a Alfredo Marte con un rodado para dobleplay.
Apenas 1.000 dólares pagó San Diego para asegurar su firma, en 2010. Fue un bono simbólico. Cuando se tienen 22 años de edad y ninguna experiencia profesional, es casi imposible pensar en las Grandes Ligas.
Cuando Villalobos recomendó su contratación a las Águilas del Zulia, probablemente pensaba en el impacto que el softbolista podía causar en el beisbol invernal. Campos quizás pensaba en el difícil sueño de las Grandes Ligas. O quizás sólo pensaba en disfrutar el viaje mientras durara.
Ahora todo es diferente. Por improbable que parecía, el viaje le llevó a la MLB.