Hay futbolistas a los que las comparaciones les provocan vértigo; otros ni atienden a ellas y otros las toman como un reto. En Suecia hablar de Zlatan Ibrahimovic no es poca cosa y cuando en septiembre de 2016, días después de cumplir los 17 años, Alexander Isak escuchó que estaba llamado a ser el sucesor de Ibra debió sentir un profundo escalofrío sin atender a más. Hoy, cumplidos los 20 y con un centenar de partidos a sus espaldas, se ha acostumbrado a ello y hasta se diría que disfruta del desafío.
La Real Sociedad visita al modesto Mirandés en busca del billete para una final de Copa del Rey que no disputa desde 1988, cuando le derrotó el Barcelona, y con el sueño de conquistar el que sería su tercer título tras el que había ganado un año antes, en 1987, frente al Atlético de Madrid. Era aquella una Real cercana a abrir la puerta a los jugadores extranjeros y que recibió en 1989 a John Aldridge, quien estrenó una larga lista de futbolistas que pasaron con más o menos éxito por Atotxa primero y Anoeta después hasta que ahora, al cabo de tres décadas, la hinchada se frota los ojos entregada a un jovenzuelo que en un santiamén se ha ganado la consideración de crack.