Los de Xavi empataron 2-2 con los del Vaco Aguirre y pudieran perder la punta de LaLiga.
Al Barcelona no le alcanzó su rebelión en Mallorca para redondear una remontada que buscó pero no encontró y se conformó con un empate por 2-2.
Al Barcelona no le alcanzó su rebelión en Mallorca para redondear una remontada que buscó pero no encontró. Después de una primera parte entre discreta y desafortunada, marchándose al descanso por debajo en el marcador, tardó demasiado en acelerar para derrotar a un rival que nunca le perdió la cara. Y que, incluso, tuvo la ocasión de ganarle en el desemboque. Aparcó Xavi a Lewandowski, a Koundé y Christensen; no pudo contar con el lesionado De Jong y el juego lo acusó de manera evidente, por más que, a futbol, ocasiones y dominio, mereció ganar el conjunto catalán.
Se volvió a dejar dos puntos como en Getafe pero, a diferencia de aquel desangelado estreno liguero, en Son Moix chocó contra un soberbio Rajkovic en la primera mitad y fue castigado por sus impensables errores defensivos, que le costaron dos goles a la postre decisivos. En siete jornadas lleva encajados ocho goles el Barça, los mismos que tardó 25 fechas en recibir el pasado curso. Difícil de explicar.
Tan difícil como entender las cantadas de Ter Stegen, de Oriol Romeu, Íñigo Martínez y hasta Ronald Araújo que le costaron esos dos goles de Muriqi y Prats ante los que no pudo hacer más. En condiciones normales no habría sido extraño que el Barça se fuera al descanso por delante. El meta local le sacó un remate a bocajarro, explosivo, a Ferran Torres primero y una mano milagrosa a Joao Félix después. Y más tarde vio como Raphinha, autor del primer empate, enviaba a las nubes un remate franco que, probablemente, habría cambiado el escenario.
Fue un ejercicio de querer y no poder del campeón durante toda una primera parte que empezó mal y terminó peor. Si ya se insinuaba la dificultad de encarar rivales encerrados y defensivos, como demostró el Celta (a pesar del resultado final), el Mallorca se lo confirmó, con una buena dosis de fortuna y la excepcional figura de Predrag Rajkovic, fundamental para que el campeón se fuera con cara de no entender nada al vestuario al descanso.
Instalado en la felicidad, casi euforia, tras enlazar tres victorias en Montjuïc, con dos manitas y una remontada milagrosa, en Son Moix se frenó ese ímpetu de repente y el Barça recuperó la imagen desacertada que mostró 23 días atrás en Pamplona, ganando a Osasuna (1-2) pero sufriendo de mala manera hasta el último suspiro.
Ya advirtió en la víspera Xavi que no iba a ser un rival cómodo el Mallorca. Más aún después de ser bailado en Girona, donde en el minuto 88 caía por 5-1 y en cuyo vestuario hubo fuertes discusiones entre los futbolistas del Vasco Aguirre. Y si avisó el técnico mexicano que en esta clase de partidos los jugadores "no necesitan motivación especial", sus hombres lo demostraron, hasta donde pudieron y más, en el terreno de juego.
La segunda mitad mostró un nuevo ejercicio de impotencia del equipo de Xavi. Y de mala fortuna cuando el poste escupió un obús de Joao Félix. No fue hasta el ingreso de Lamine Yamal que cambió el escenario, convertido ya en un ataque sin descanso a partir de la entrada de Fermín, quien sería el autor del empate, nacido, claro, de la electricidad de su joven compañero y del buen tino de Raphinha, que se hartó a perder balones pero no por ello dejó de intentar una y otra vez conducir a un equipo incrédulo.
El liderato al Barça puede durarle apenas una jornada si Girona y/o Real Madrid solventan sus partidos ante Villarreal y Las Palmas, pero siendo eso anecdótico, no lo es tanto entender la dificultad que tendrá una temporada en la que los partidos se repiten y que, se quiera o no, las rotaciones, a veces, acaban pasando factura.