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Barcelona convierte la necesidad en virtud en el momento más oportuno

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¡Para sacarse el sombrero! Jordi Alba y un golazo inolvidable (1:01)

El lateral la agarró de volea en el aire y puso la igualdad de Barcelona ante Atlético. De Paul y compañía se quedaron pidiendo un foul de Traoré a Koke. (1:01)

BARCELONA -- El Barça necesitaba una tarde feliz. La necesitaba el equipo, la necesitaba Xavi y la precisaba el club para recuperar una autoestima tantas veces abofeteada en los últimos tiempos.

La recuperó a costa de un Atlético desconocido, errático y más superviviente gracias a las concesiones del rival que a sus propios merecimientos, que perdió porque no podía ser otro el resultado pero evitó una goleada que durante varios minutos sobrevoló el Camp Nou.

El Barça, hay cosas que no cambian, sigue siendo una especie de verbena en defensa y va dando tumbos entre la búsqueda de la excelencia perdida y los errores que tanto le penalizan. Esta vez tuvo de todo, pero se impuso por merecimientos y a pesar de sus propios errores.

Los errores que resultaron dos goles en contra, el error, garrafal, de Dani Alves para emborronar su feliz regreso con una expulsión del todo evitable y el error de, quizá, pensar que el Atlético, derrumbado, estaba muerto antes de tiempo.

Fue una de esas jornadas para recordar para muchos, especialmente para el propio Alves por su regreso y para Piqué, que celebró su partido 593 como jugador del primer equipo azulgrana para igualar al mítico Carles Puyol y situado ya en el quinto lugar del escalafón histórico del Barça.

Fue también la tarde de Alves, quien se despidió del Camp Nou con un 5-0 al Espanyol un 8 de mayo mayo de 2016, abandonando el club sin imaginar, ni por asomo, que la historia le daría la oportunidad de volver cuando muchos futbolistas apenas pueden pensar en un retiro dorado o colgar las botas directamente.

Pero él, cabezón como pocos, se ofreció una y cien veces al Barça hasta que Xavi le abrió la puerta... Y con 38 años demostró que tiene aún bastante, o mucho, que ofrecer.

Pasaron 2.100 días entre aquella despedida y este reencuentro con una hinchada que le adora y que no tiene en cuenta nada más. Ni sus conatos de anarquía ni, tampoco, que a pesar de su veteranía pierda el temple cuando menos debería hacerlo. Casi que da igual porque el barcelonista es un aficionado especial y diferente. Los suyos son los suyos. Por encima de todo y por siempre.

Y Dani Alves es de estos. Es historia viva del barcelonismo como lo es Piqué, ya quinto jugador con más partidos en los libros del club y solo por detrás de Leo Messi (778 partidos), Xavi Hernández (767), Andrés Iniesta (674) y Sergio Busquets (que sumó el 659) que le anteceden en esta lista histórica en la que se emparejó a Puyol disfrutando, por fin, de una victoria y una jornada feliz como hacía tiempo no sucedía.

Disfrutó el equipo, al fin y al cabo, y lo hizo la hinchada de una victoria tan consistente como inesperada cuando apenas comenzar Carrasco anotó el 0-1 en un despiste monumental (y no desconocido) de la defensa local. A ese golpe en frío respondió con rapidez gracias al golazo de Jordi Alba y al cabezazo imperial de Gavi para dar la vuelta al marcador y dar paso a una primera mitad en la que el Barça bailó a un Atlético incapaz de hacerse ver.

Superado en todas las líneas, el campeón de Liga estuvo casi a merced de un Barça que sorprendió por su teórico esquema, con Gavi de extremo, y desbordó al Cholo Simeone, superado en todos los órdenes por Xavi en el dibujo del partido.

Se presentó Adama con una excelencia que pocos debieron imaginar de entrada, protagnista directo en la remontada, y se escucharon gritos de 'Uruguayo' en la grada, con Luis Suárez en el cèsped pero dirigidos a Ronald Araújo, una suerte de nuevo sheriff en la zaga azulgrana y sobrado de potencia par subir al ataque y marcar el 3-1 que al borde del descanso.

Después todo enloqueció, acudió Luis Suárez a su cita con el gol, que no celebró, después del éxtasis de Dani Alves y antes de su expulsión, que dejó en anécdota el debut de Aubameyang pero no borró lo visto en un Camp Nou sonriente, por fin, con su Barça.

Nada tiene ganado este equipo más que la confianza que merece de los suyos. A partir de aquí habrá que demostrarlo partido a partido, aquella máxima de Simeone que esta vez fue un desastre. Porque así debería calificarse, casi, el partido colchonero.