El destino estaba escrito de antemano. Y decía que iba ser deportista. Lo llevaba en los genes. No había otra salida para Mariana Pajón Londoño, nacida en Medellín el 4 de octubre de 1991. Sus padres tenían el deporte en la sangre. Carlos, su papá, fue automovilista y también corredor de bicicross, mientras que Claudia, la mamá, practicaba equitación y vóley.
Así, con sólo tres años, la pequeña Mariana ya estaba lista para elegir en qué deporte iba a competir, y eligió el ciclismo. Simplemente se subió a una bicicleta y ya nunca la abandonó. Tantas eran sus ganas de pedalear que se puso a correr a pesar de que no existía categoría para su edad. Con cuatro años, la hicieron participar en una prueba para niños de cinco y seis, donde ya demostró que lo suyo era para tener en cuenta.
A Mariana ya era imposible bajarla de la bicicleta, donde pasaba buena parte del día cuando no estaba en el jardín o en la escuela. Pero de chica iba a saber que para andar y triunfar en dos ruedas también había que saber sufrir.
Y lo comprobó con apenas cinco años. Fue luego de una competencia donde, una vez más, había triunfado. Mientras todos se iban a sus casas, Mariana decidió seguir en la pista, pedaleando y jugando. Pero un incidente inesperado la iba a marginar de las carreras por unos meses. Un ciclista imprudente ingresó a la pista y la llevó por delante. Mariana cayó y sufrió fractura de clavícula. La bronca fue grande, pero en dos meses, la deportista de Medellín volvió a correr con la energía renovada.
Los éxitos deportivos comenzaron a llegar desde muy chica. Pero perfeccionista y exigente como es, y como ya era a pesar de la corta edad, Mariana les dijo a los padres. "Necesito mejorar, tengo que aprender inglés, porque en las carreras mis rivales hablan entre ellas y yo no entiendo lo que dicen. Y me sacan ventaja”.
Entonces, con 10 años viajó a Estados Unidos, donde además de aprender otro idioma siguió mejorando en la técnica y en la competencia. Fue un momento doloroso el tener que alejarse por unos meses de su familia, aunque, según dicen, más doloroso para los padres que para la hija, quien vio en ese viaje una oportunidad para crecer.
En 2008 se la conocía en el mundo como la Hormiga Atómica por la potencia que mostraba en las carreras a pesar de su estatura y de su edad. Pajón ya había dejado de ser una promesa, algo que confirmó en el Campeonato Mundial de BMX que la UCI realizó en Taiwán, donde ganó en la categoría Junior Cruiser Femenina. A partir de ese momento su carrera internacional fue imparable.
Las vitrinas en su casa quedaban chicas para tantos premios. Campeonatos Mundiales de mayores, de junior, campeonatos de contrarreloj, oros en Juegos Panamericanos, Sudamericanos, Juegos del Caribe, número uno del mundo…
¿Qué más se le podía pedir? Por supuesto, el sueño de todo deportista es subir a un podio en Juegos Olímpicos. Los Juegos de Londres 2012 fueron muy esperados por Mariana y su gente. Los antecedentes la ubicaban como una de las grandes candidatas al oro, pero eso había que ratificarlo en la pista.
Y claro, lo hizo. No sólo ganó el oro, sino que cuatro años más tarde volvió a subirse al primer escalón del podio en Río 2016, convirtiéndose en la primera colombiana en ganar dos medallas de oro en olimpíadas de manera consecutiva.
Los triunfos vinieron, en muchos casos, acompañados de golpes. Pajón sufrió desde aquella fractura de clavícula, a los cinco años, cerca de 20 fracturas en diferentes partes del cuerpo, conmociones cerebrales y hasta complicaciones en un riñón. Gajes del oficio, como dice el viejo refrán. Un oficio que Mariana aprendió de chica, y que la hizo llevar a Colombia a lo más alto.
