AUGUSTA, GEORGIA (Enviado especial) -- Jon Rahm es pura sonrisa. El saco verde que Scottie Scheffler le acaba de poner le queda perfecto, y él lo sabe. Nunca se sintió mejor vestido en toda su vida. El público festeja. Los aplausos y los gritos ensordecen, y las luces de los flashes no paran. “Siempre soñé con este momento, pero era muy difícil imaginarme como sería”, decía Rahm emocionado.
Hasta el domingo, las últimas 48 horas de este Masters habían sido bastante caóticas. Lluvia, frío, viento, árboles cayendo, suspensiones. Pero finalmente fue perfecto, excepto por un par de zonas barrosas por donde todo el público debía pasar. Muchos zapatos sucios y algunos pantalones manchados, nada más.
Rahm empezó el día cuatro golpes detrás del estadounidense Brooks Koepka. Batallaron desde la mañana temprano para terminar la tercera vuelta inconclusa del sábado. Fueron 11 hoyos y medio, al cabo de los cuales la diferencia se había achicado y era de dos golpes. Unas dos horas más tarde, Koepka y Rahm eran los dos últimos jugadores en la zona de práctica. Koepka se fue primero, y a salir le regaló su guante a un niño. Rahm en cambió, casi no hizo contacto visual con nadie mientras caminaba hacia el carro que lo llevaría al Clubhouse. Para alguien que casi siempre está serio antes de jugar, esta vez se veía muy, muy serio.
El horario de la última salida era a las 14:30. Koepka pegó primero y su tiro fue tan desviado a la izquierda que quedó bien ubicado en el medio del fairway del hoyo 9. Rahm en cambio, la puso en el medio. El público se empezó a mover. Un hombre agarró un vaso de plástico con el logo del Masters que estaba en uno de los tachos de residuos. Basura para alguno, un recuerdo para él.
Rahm tiene 28 años de edad, ganó el US Open en 2021 y estaba tercero en el ranking mundial el domingo por la mañana. Este fue su séptimo Masters. Ahora es el nuevo número 1 del ránking mundial.
Y así, mientras Brooks Koepka se iba derritiendo muy despacio, Jon Rahm hilvanaba una magnífica vuelta de 69 golpes (-3) y con un total de -12 ganaba la edición número 87 del Masters Tournament. Los segundos fueron Koepka y su compatriota y compañero del LIV, Phil Mickelson, que terminaron ambos con (-8), pero producto de vueltas finales muy distintas. Una heroica y definitivamente significativa y la otra muy decepcionante. “Seguramente pueda sacar cosas positivas de todo esto”, decía Koepka en la conferencia de prensa posterior. “Pero ahora no puedo verlas, no estoy de humor en este momento para ese tipo de análisis. Quizá en un par de días pueda hacerlo”, terminaba.
En las antípodas, Phil Mickelson no podría estar más contento. Hizo 65 golpes (-7) en la vuelta final de este Masters. La controversia entre el PGA Tour y el LIV está en su momento más alto. Y siendo Mickelson uno de los principales embajadores de esa gira financiada por el fondo soberano de Arabia Saudita, esta enorme vuelta final del veterano californiano es un mensaje demasiado potente. En este primer Major del año se enfrentaron por primera vez los jugadores rebeldes del LIV contra los que se alinearon con el PGA Tour. Y esto ocurrió nada menos que en Augusta National, la mismísima representación de la tradición del golf. Nadie se la esperaba, eso es seguro. Y es probable que hasta el propio Mickelson esté sorprendido. Cómo sea, esta vuelta, que es la más baja vuelta final de Mickelson en un Masters, ya quedó también inscripta en la historia del Masters como la más baja hecha jamás por un jugador de más de 50 años.
Pero volvamos a Rahm, el merecido gran campeón, que con este logro se convirtió en el cuarto español en ganar el Masters y suma así seis campeonatos para su país. El recordado Severiano Ballesteros lo obtuvo en 1980 y en 1983. José María Olazábal ganó en 1990 y 1994 y Sergio García triunfó en 2017. Una extraña particularidad de los españoles en el Masters es que tanto Sergio García, hace seis años, como Jon Rahm, este domingo pasado, ganaron el 9 de abril, nada menos que en la fecha del cumpleaños de Seve Ballesteros. Esto me lo hizo ver un amigo, sugiriendo que el espíritu de Seve pudo haber tenido que ver con esas dos victorias. Le respondí que los triunfos de Olazábal no fueron en ese día, pero me dijo, rápido de reflejos, que Seve recién murió en 2011 y que por lo tanto no tenía forma de ayudar a Olazabal desde el cielo. Lo cierto es que en las 87 ediciones que se llevan jugadas del Masters, solo 12 terminaron un 9 de abril.
Rahm también se convirtió en el primer jugador europeo en ganar el US Open y el Masters. En la conferencia de prensa posterior al Masters un periodista le dijo que además había logrado ese alto honor. Rahm lo interrumpió sorprendido: “¿Eh?” El periodista repitió: “Sí, el Masters y el US Open, ningún otro jugador europeo lo hizo antes”. Rahm: “Eso es difícil de creer con la cantidad de excelentes jugadores que ha habido antes que yo. Muchas gracias por decírmelo… sigo sin poder creérmelo, que yo sea el primero… que honor”.
Y así un nuevo Masters se acaba. Quizá esta edición no tuvo la emoción que uno podía esperar. El calibre de los dos principales candidatos presagiaba un duelo que pudo haber sido mítico, como hubo tantos otros aquí. Pero no. Rahm paseó su calidad por Augusta sin resistencia por parte de Koepka, y terminó siendo ambas cosas, una marcha triunfal y una penosa caída. Los portones del Augusta National Golf Club volvieron a cerrarse con candado para la gran mayoría de los mortales. Adentro la paz vuelve a reinar hasta el próximo abril. Será hasta entonces.