Roger Federer ya era una leyenda del tenis incluso antes de que iniciase la temporada de 2009. Sin embargo, en ese año, Su Majestad logró algo que parecía imposible debido a la presencia de Rafael Nadal en el circuito ATP: ser campeón de Roland Garros, el último de los torneos grandes que tardó en conseguir.
Hace 16 años, el español poseía cuatro títulos en el Abierto de Francia y todos ellos de manera consecutiva (2005, 2006, 2007 y 2008), teniendo un importante invicto en el suelo parisino. Sin embargo, en octavos de final, Robin Soderling dio el gran golpe del siglo en la Philippe Chatrier: eliminó al español por 6-2, 6-7 (2), 6-4 y 7-6 (2).
Con este resultado, todo el mundo del tenis había llegado a la misma conclusión: era la oportunidad de Federer de sacarse la espina que le quedaba a nivel personal. El nacido en Basilea llevaba tres subcampeonatos de manera consecutivos en París. Tanto Soderling, como el propio Roger, culminaron con sus recorridos y se citaron en la final.
El suizo, para hacerlo, eliminó en fila a Alberto Martin, José Acasuso, Paul-Henri Mathieu, Tommy Haas, Gael Monfils y a Juan Martín del Potro. En total, cedió seis sets en su camino y estuvo cerca de ser derrotado por Haas y por Delpo.
Soderling, por su parte, barrió a Kevin Kim, Denis Istomin, David Ferrer, el propio Nadal, Nikolay Davydenko y Fernando González.
El día en cuestión fue el 7 de junio de 2009. Allí, con todos los flashes puestos en él, Federer se hizo cargo de la presión y logró una contundente victoria en sets corridos ante el sueco: 6-1, 7-6 (1) y 6-4 para "romper la pared". Frase que inmortalizo Ángel Di María. Para lograr, quizás, el título más buscado por cercanía. Por lejanía. El emocionante tras cerrar el match point lo demostró.
Luego de esta gesta, Federer regresó a una definición en el Grand Slam francés tan solo una vez, en 2011. En esa ocasión, Nadal volvió a ganarle por 7-5, 7-6 (3), 5-7 y 6-1. Finalmente, Su Majestad culminó su increíble carrera con 20 títulos majors, siendo uno de ellos, Roland Garros 2009, y seguramente que de los más importantes.
La única victoria de Federer que no cambiaría por nada: "Durante el resto de mi carrera podré disfrutar jugando y nunca tener que escuchar que nunca gané Roland Garros".
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