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Stephen Curry, la persona que se esconde tras el jugador

Para entender a Stephen Curry, el jugador, es necesario conocer detalles de Stephen Curry, la persona.

Es fácil ver la superficie: los triples desde casi media cancha, y ni tan casi; sus mágicos trucos de manos y piernas, su visión de juego aderezado con una creatividad singular, los vídeos virales sobre sus rutinas previas a los partidos, su manera de celebrar canastas imposibles, su descaro en los momentos más críticos… Eso nos entra por los ojos de manera sencilla y casi automática. Basta con un ‘click’, o con seleccionar el canal de televisión apropiado para verle en acción. Ya ni hablar de las redes sociales.

Tampoco es complicado acercarse a Curry a través de una comprensión más estadista. Los números le avalan de manera abrumadora, y sí, quizás seamos capaces de comprender el impacto que tiene en su juego y en la NBA por medio de unas cifras que en su caso no engañan. Que si una media de 30 puntos por partido en menos de 35 minutos de juego, que si récord histórico de triples en una sola temporada (402) batiendo su propia marca de 286 de la campaña pasada. Suma y sigue: 50 por ciento de efectividad en tiros de campo, 45 por ciento desde el perímetro y 90 por ciento en tiros libres en una sola temporada, dos premios al Jugador Más Valioso de la NBA consecutivos logrados gracias a 1,310 votos, es decir, por unanimidad. Cero jugadores consiguieron esa gesta en toda la historia. Si de números se tratara, los de Curry darían para un artículo diario durante 365 días.

No obstante, al atravesar esta corteza de imágenes y números, nos adentraremos en un mundo fabuloso, de valores llevados al extremo con perfección arquitectónica, compuesto por preciosas columnas corintias donde su basa es la familia, su fuste sus amigos y su capitel, el esfuerzo. Hay extraños casos en los que absolutamente nadie es capaz de hablar mal de un jugador de la NBA. Éste es uno de ellos.

A Curry no le hace falta guardaespaldas porque se considera una persona corriente. Las cotas altivas se las deja a otros que con menos logros –o ninguno- proclaman a los cuatro vientos quiénes son y en qué liga de básquetbol juegan. El séquito que otros pasean por todo el país es el que él lleva con humildad de manera local: su familia. El que durante su discurso tras recibir su segundo JMV, Curry agradeciera a más no poder a su esposa, Ayesha, el sacrificio de criar a sus dos hijas y de encargarse de dar estabilidad al armador entra dentro de los parámetros normales. El que haga lo propio con la cuidadora de las pequeñas es algo que dice mucho de dónde tiene colocados los pies Curry.

Y al que ponga en duda al base de Golden State Warriors argumentando que optó por un discurso fácil ante los ojos de medio mundo, tan solo hay que explicarle cómo es Curry en su día a día con los periodistas, con unos preparadores físicos siempre en segundo plano pero cuya labor es encomiable, con los utileros, con los que recogen la basura del Oracle Arena y los que limpian el vestidor. Curry es lo más parecido a nosotros que uno pueda imaginar.

No es el arquetipo de deportista triunfador que sale de un barrio sin posibilidades y que tuvo que hacerse un hueco entre los más grandes para poder sacar a su familia de la miseria. Lo suyo le viene de sangre, la nobleza de la NBA. Dell Curry, su padre, ya se paseó por la liga durante 16 años. Al de Davidson no le faltó de nada, También le sobró una ambición que otros no veían.

Educado, complaciente, en ocasiones tímido y por encima de todo, trabajador. Su estatura nunca fue la adecuada para muchos, tampoco su envergadura, sin embargo, eso nunca fue un impedimento para cumplir su sueño. Incluso su entrenador actual y Coach del Año, Steve Kerr, recordó este martes la historia de cuando le vio jugar por primera vez en el básquetbol universitario (Davidson frente a UCLA). La madre de Curry, Sonya, se acercó a él y le preguntó si su hijo llegaría a la NBA. Hasta su progenitora tuvo sus dudas. Kerr tuvo dificultades para contestar, simplemente porque le asediaba la misma indecisión. Nueve años después ambos salieron campeones por partida doble.

Curry aprendió a no dar nada por sentado. Incluso el infortunio que sufrió en el Juego 4 de la serie ante Houston Rockets tras resbalar y golpearse la rodilla lo afrontó desde un prisma positivo.

"Podría haber sido mucho peor, me sentí bendecido por regresar. Nunca tomo los partidos por sentado. Un piso mojado me puede asustar. Mi estrategia es aprovechar el momento y cada oportunidad”, afirmó.

Cuando las cosas no van bien, Curry mantiene la calma. Si las canastas no entran, como sucedió en el Juego 4 ante Portland Trail Blazers tras su regreso a las duelas, lleva la paciencia por bandera. El éxito acaba llegando por karma, esfuerzo y por ser capaz de poner buena cara ante la adversidad. Y el fuste que compone su columna, sus compañeros, asumen sus roles con la convicción de que el equipo está por encima de todo. Curry valora esa actitud a diario.

Tras esa fina capa perceptible para todos sale a flote una de las personalidades más interesantes de la liga. La naturaleza de Curry es tan humilde como llena de confianza en sí mismo. Esa combinación es letal cuando los amigos y la familia equilibran al deportista, al anotador de triples, al que cada partido muestra un abanico de filigranas único.