En el deporte profesional, las grandes figuras no son una constante. Nacen cada cierto tiempo con la misión de marcar una huella profunda en la historia gracias a la espectacularidad de sus proezas, pero también por la entereza de superar todas las barreras que el destino haya puesto en su camino hacia la gloria.
Ronda "Rowdy" Rousey, la monarca inmaculada de peso Gallo en la UFC y ganadora del premio a Mejor Luchador en los ESPY Awards de 2015, es una de esa figuras elegidas por el destino para cumplir con ese papel.
Ronda es parte de una obra perfecta de superación, que la naturaleza decidió construir con su existencia desde el mismo momento en que su madre, la judoka Anna Maria Rousey DeMars, la trajo al mundo el 1 de febrero de 1987 en Riverside, California. En su biografía, "My Fight/Your Fight", Ronda reveló que nació con el cordón umbilical enredado alrededor de su cuello, cortándole el suministro de aire. Se veía azul y apática, agrega en esa parte del relato.
"Mamá cuenta que los médicos pensaron que yo estaba muerta". Sin embargo, "los doctores al constatar que volví a la vida dijeron que yo era una luchadora", dijo Ronda. El tiempo por venir demostraría cuánta razón tuvieron esos médicos.
Debido a los problemas en el parto, Ronda balbuceó sus primeras palabras a los cuatro años de edad y pudo hablar a los seis. Por si no bastara, dos años más tarde la tragedia apareció en su vida para dejar una marca de dolor que, como lo confiesa en su libro, fue otra dura prueba que debió afrontar: el suicidio de su padre Ron Rousey, quien se asfixió en el garaje de la casa, mientras su esposa e hijas veían televisión.
ANN MARIA DEMARS, LA RAZON DEL ÉXITO
Bajo la presión angustiosa de ese drama familiar, Ronda Rousey encontró en la entereza materna un ejemplo que se transformó en el motor de su sobrevivencia emocional. En cada oportunidad en que debe responder sobre el camino recorrido, Ronda de inmediato le da a su madre todo el crédito por el éxito alcanzado dentro y fuera de los octágonos.
De su progenitora, Ronda Rousey no solo aprendió sus trucos en la lucha, también de ella heredó la fuerza de voluntad para alcanzar las metas trazadas. Y Ann Maria Rousey De Mars no es una madre cualquiera. Ella fue la primera mujer estadounidense en ganar un campeonato Mundial de Judo (1984).
Sin embargo, sus mayores logros llegaron cuando abandonó la competencia. Hizo una Maestría en Administración de Negocios en la Universidad de Minnesota, una maestría y doctorado en psicología educativa de la Universidad de Riverside, fundó una compañía que se esfuerza en mejorar la calidad de vida en las reservas indígenas, dirige una compañía que busca cambiar la educación al nivelar el poder de los videojuegos y en el tiempo restante dirige un programa después de clases en una escuela secundaria del sur de Los Ángeles.
Su progenitora y el resto del clan, sus dos hermanas mayores -Maria Burns-Ortiz y Jennifer Rousey- y la menor, Julia DeMars, forman el poder familiar detrás del crecimiento de la campeona invicta del UFC. Basta recordar que cuando era niña, su madre despertaba a Ronda cada mañana con una palanca de brazo (armbar), herramienta de sumisión con la cual ha ganado la mayoría de sus peleas.
LA VERDAD DE LA ESTADÍSTICA
A sus 28 años, la estadística histórica de Rousey rompe todos los moldes y es mirada con asombro y admiración. Pero también debe ser analizada como el mejor testimonio de un crecimiento meta a meta, buscando siempre que también creciera el tamaño del desafío.
Entre innumerables premios y condecoraciones, a los 17 años fue la judoka más joven en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004. Ese mismo año ganó la medalla de oro en el Mundial Juvenil de Budapest, en 2006 ganó la Copa del Mundo en Gran Bretaña y a los 19 años la medalla de bronce en el mundial Junior. En 2007, añadió la medalla de plata del Campeonato Mundial, la de Oro en los Panamericanos y en 2008 fue la primera estadounidense en ganar una medalla olímpica en los juegos de Beijing.
PUNTO DE INFLEXIÓN
En Judo había logrado todo, pero sentía que no había ganado nada. Su vida entró en un callejón sin salida. Le era difícil encontrar un trabajo bien remunerado y carecía de otras habilidades que no fueran las de ganar sus peleas de judo. Así lo revela en su perfil oficial a la página web de UFC.
"Era cantinera, camarera de tragos, asistente de terapia física para perros y también trabajé en el turno de la madrugada para 24 Hour Fitness". Fue un momento difícil en su vida, donde no encontraba la verdadera independencia financiera ni tampoco una razón de vida que trajera entusiasmo ni grandes objetivos por los cuales luchar.
El video de la pelea debut de Gina Carano en EliteXC venciendo a Julie Kedzie, unido a la admiración que Ronda sentía por Carano, le hicieron comprender que en la MMA estaba su lugar. Ronda debutó en las artes marciales mixtas como amateur en 2010. Desde entonces no ha perdido ninguna batalla, casi todas definidas en la primera ronda. En 2011 se convirtió en profesional y no se demoró en conquistar el título femenino de peso Gallo de la ya desaparecida Strikeforce.
En noviembre de 2012 llegó a la UFC y rompió otra barrera: fue la primera mujer en firmar un contrato profesional con la misma. Tampoco allí demoró en conquistar el título Gallo, cuando venció a Liz Carmouche el 23 de febrero de 2013. Desde entonces, ha sido la figura dominante y rostro de la UFC. Acumula un récord inmaculado de 12-0 y excepto en la revancha con Miesha Tate, que llegó al tercer asalto, todas sus peleas las ha ganado en el primer episodio.
La gloria del octágono le abrió las puertas al éxito cinematográfico y en 2014 apareció en su primera película The Expendables 3, luego como la agente de seguridad Kara en la última entrega de Rápidos y Furiosos, se interpretó a sí misma en Entourage y en breve presentará la versión fílmica sobre su vida.
La belleza de Ronda también le facilitó el camino hacia el modelaje y ha sido fotografiada para varias publicaciones, entre ellas ESPN The Magazine .
"LA BELLA Y LA BESTIA"
El éxito de Ronda Rousey parece intimidante, sin embargo ella es la primera en mantener los pies muy firmes sobre la tierra. Vive su vida de luchadora con la agresividad que le impone la dureza del deporte que practica. Vive su vida fuera del octágono dándole prioridad a su faceta más femenina, disfrutando de su belleza y juventud. Y por sobre todas las cosas, vive su notoriedad tratando de dar un ejemplo de vida.
Idolatrada por fanáticos de ambos sexos y admirada por seguidores del deporte sin distinción de géneros, Ronda Rousey, sin necesidad de proclamarlo, nos convence a todos de que "mujeres débiles eran las de antes" y al mismo tiempo, su actitud parece estar marcando el camino a seguir.
Con el rostro fiero frente a la Jaula o la sonrisa seductora frente a la cámara o la más pura sencillez a la hora de disfrutar el cariño de los fanáticos, ella ha demostrado que con dedicación y determinación, se puede ser todo al mismo tiempo. O como cariñosamente la definió un fanático en las redes sociales, luego de los escasos 34 segundos que necesitó para terminar con la brasileña Bethe Correia en su última pelea: "Ronda es la bella y la bestia, al mismo tiempo".