En estos días, cuando escasea el contenido deportivo generado por la competencia, creo es importante regresar a las bases, retomar y perfeccionar aquellas cosas que por su simpleza y cotidianidad muchas veces pasan desapercibidas. Parecería que entre más complicado y rebuscado sea el problema, encontrar la solución tiene mayor mérito, pero estoy convencido que no es así. Simplificar, encontrar nuevas respuestas a actividades y dilemas comunes requiere de mucha creatividad, experiencia y conocimientos. En el fútbol uno de estas cosas cotidianas, que sucede diariamente es la sesión de entrenamiento, y me pregunto: ¿estamos sacando el mayor provecho de ese preciado tiempo? ¿Cómo cuerpo técnico, somos realmente eficientes durante la sesión? Daré mi punto de vista sobre este tema.
Las metodologías del fútbol actual, donde la ciencia tiene mayor cabida que hace unos años --lo cual genera que todo tenga objetividad--, nos indica que el entrenamiento debe de ser lo más parecido a la competencia, de lo contrario no tendría ni un sentido. Apostar a la intensidad más que al volumen, simular el tipo de esfuerzos y tiempos de recuperación que se darán el fin de semana, entrenar al mismo tiempo, de forma contextualizada, los cuatro factores que se presentan en el partido de forma simultánea en todas las jugadas: lo físico, lo técnico, táctico y psicológico, y algunas otras recomendaciones no menores pero que no quiero entrar en detalles.
Si entendemos y asimilamos lo expuesto en el párrafo anterior resulta sencillo comprender las afirmaciones "como entrenas, juegas" y "juegas como entrenas", sin querer cual tiene mayor certeza me queda claro que, por diferentes caminos, pero su fin es el mismo: en el futbol profesional (totalmente aplicable a cualquier ámbito) no se puede desaprovechar ni un día, ni una hora, ni un ejercicio o la más mínima acción si lo que se pretende es llegar al 100 por ciento a la competencia. Mentira que hay jugadores de partido, falso creer que un grito o charla motivacional minutos antes del partido oficial va a compensar lo no (o mal) realizado en la semana. Bien dicen "seremos compensados en público por aquello que hacemos en privado", y no hay de otra, no hay atajos, no le busquen tres pies al gato.
El CT, si sumamos todas las sesiones de una semana ideal (con un partido a la semana) y restamos el día de recuperación y el día previo a la competencia (sin dar un solo día libre) tenemos cuatro días de trabajo. Una sesión con la intensidad que se demanda en el futbol actual no debería de pasar los 90 minutos, tenemos 360 minutos entre partido y partido para perfeccionar nuestras fortalezas, trabajar nuestras debilidades, desarrollar recursos para protegernos de las amenazas rivales y aprovechar las oportunidades. A esto hay que sumarle que también debemos de levantar el ánimo y generar confianza en caso de haber ganado, o aumentar la tensión en caso que el grupo este relajado. 360 minutos parecerían más que suficientes, luego leemos todo lo que tenemos que repasar y ya no parece tanto tiempo, y por último nos damos cuenta que en esos mismos cuatro días hay 5,760 minutos, lo cual nos dice que podemos trabajar únicamente el 6.25 por ciento del tiempo "disponible" …más nos vale que seamos eficientes.
"Como entrenadores, el puesto nos otorga el poder de decidir y guiar, pero el respeto y la honorabilidad se ganan haciéndole aprovechar a los jugadores sus horas, su mañana, parte de su vida, facilitándoles recursos y conocimientos a través de los cuales ellos puedan explayarse y desarrollar todo su potencia" José Luis Sánchez Solá
¿La práctica hace al maestro? Mentira. La buena práctica hace al maestro. Si todos los días entrenamos con mala actitud, o trabajamos conceptos poco aplicables el día de la competencia, o desarrollamos habilidades que, si nos ayudarán para el día del partido, pero las estamos ejecutando sin fundamentos, todo esto nos acarrearía volvernos unos maestros, pero en hacer mal las cosa.
El jugador llega todas las mañanas con su tanque lleno de energía (dando por entendido que son profesionales) y además con la esperanza y plena confianza en sus líderes para que, siguiendo sus indicaciones, puedan hoy ser cuando menos un poco mejores que ayer. Es una responsabilidad, una enorme responsabilidad que alguien ponga en tus manos uno de los recursos más preciados, su tiempo. Como entrenadores, el puesto nos otorga el poder de decidir y guiar, pero el respeto y la honorabilidad se ganan haciéndole aprovechar a los jugadores sus horas, su mañana, parte de su vida, facilitándoles recursos y conocimientos a través de los cuales ellos puedan explayarse y desarrollar todo su potencial.
¿Cuál es la metodología óptima, qué clase de liderazgo, qué estilo de enseñanza, cuál estrategia didáctica, etcétera? Son respuestas que ustedes deben de buscar, lo único que yo les comparto y, sobre todo, les recuerdo y concientizo, es la enorme responsabilidad que tenemos y el gran poder del entrenamiento.