BUENOS AIRES -- Y entonces todo fue un estruendo. Los gritos y los aplausos del público no cesaban, iban en aumento. La ovación de a poco se fue transformando en una melodía, en las estrofas de una canción y empezó a escucharse “Happy Birthday to you…”
Ya todos a su alrededor cantaban el Feliz Cumpleaños a viva voz, mientras Roberto De Vicenzo, saludando con su gorra blanca en alto, caminaba hacia el green del hoyo 1. Apenas unos minutos antes, en medio de un silencio absoluto, estaba en el tee del primer hoyo. Escuchó cómo el starter decía su nombre.
Eran las 13:04. Sin dar muchas vueltas, con la misma rutina de siempre, se paró y pegó un drive perfecto que partió el fairway. Su pelota quedó a unas 125 yardas de la bandera. Esa pelota, apenas un punto blanco sobre el césped inmaculado de Augusta National, sería también el punto de partida de una serie de eventos extraordinarios que quedaron grabados en la historia del deporte mundial para siempre.
Roberto De Vicenzo cumplía ese día 45 años. Era el domingo 14 de abril de 1968. Estaban muy frescos todavía en su memoria los felices momentos que había vivido unos meses atrás. El Maestro llegó a Augusta con el aura mágica que otorga el más importante premio del golf: era el campeón del British Open, disputado el año anterior en Royal Liverpool.
En ese domingo tan especial en el Masters, De Vicenzo comenzó su última vuelta en el tercer puesto, empatado en -4 y a 2 golpes del puntero, que era el sudafricano Gary Player (-6). Un golpe lo separaba de los segundos, entre quienes estaba el estadounidense Bob Goalby (-5).
El caddy de Roberto en ese Masters fue Henry Brown, apodado “Crosshanded”, un joven afroamericano oriundo de Atlanta. Su compañero de juego, y marker para esa vuelta final, era el estadounidense Tommy Aaron.
Roberto estaba jugando muy bien, y su plan para el día era aprovechar su distancia para bajar los cuatro par cinco de la cancha. Pensaba que si hacía birdies en los hoyos 2, 8, 13 y 15, iba a tener una muy buena oportunidad de pelear por el título.
Han pasado 50 años desde ese cumpleaños del Maestro De Vicenzo, sin duda el día más importante de su carrera. ¿Qué pensaría ese hombre manso y querible, mientras caminaba hacia ese punto blanco en el fairway del hoyo 1?
COMIENZA UNA JORNADA INOLVIDABLE
Lo cierto es que permaneció fiel a su rutina. Discutió qué palo usar con Crosshanded Henry y, una vez que estuvieron de acuerdo, tomó el pitching wedge, volvió a balancearse con su ritmo mágico y golpeó la pelota que voló recta hacia la bandera. El público siempre festeja un buen tiro. Roberto también sabía que había sido bueno el golpe, pero el estruendo de la gente alrededor del green fue demasiado grande, y cuando empezó a escuchar claramente “Happy Birthday to you….” supo que la había embocado. Supo que su pelota descansaba en el fondo del hoyo 1 de Augusta. Águila.
Ese fantástico tiro, coronado por la suerte, fue el primer acto de una obra que tuvo, durante esa cálida tarde de abril, todos los ingredientes posibles y que, al caer el sol, dejó de ser un drama para convertirse inesperadamente en una tragedia. Los actores principales de esta obra, además de Roberto De Vicenzo, fueron no solo los estadounidenses Goalby y Aaron, sino también el legendario aficionado, presidente y co-fundador del Augusta National Golf Club, Bobby Jones, y el también co-fundador de Augusta, Clifford Roberts, quien junto con Jones había creado el Masters.
En el hoyo 2, primer par 5, De Vicenzo volvió a pegar un gran drive, seguido por una muy buena madera 3 y su bola quedó muy cerca del green en dos golpes. En el tercero ejecutó una belleza, que dejó su pelota a menos de un metro del hoyo. Birdie. En el corto y peligroso par 4 del hoyo 3, Roberto volvió a pegar una muy buena salida. Su segundo tiro bordeó el hoyo y la obediente pelota volvió a quedar dada. Otro birdie.
Roberto estaba -8. Había escalado hasta la punta del tablero y ya no bajaría. Su proeza de los tres primeros hoyos --águila, birdie, birdie-- había recorrido cada rincón de la cancha. En ausencia de Arnold Palmer, ídolo máximo que sorpresivamente no había pasado el corte clasificatorio, el público norteamericano decidió que a partir de ese momento amaría a Roberto De Vicenzo. Las ovaciones y los cantos siguieron durante toda la vuelta.
El puntero antes de empezar el día, Gary Player, había dejado de serlo antes de pegar su primer tiro desde el tee del hoyo 1. Goalby, uno de los segundos, acusó el golpe de la exhibición que estaba dando De Vicenzo, pero mantuvo la calma. Hizo cuatro pares seguidos para empezar y luego respondió con birdies en el hoyo 5 y en el 6, para quedar -7.
Roberto volvió a bajar el par 5 de hoyo 8 y se puso -9. Quince minutos más tarde, Goalby lo aprovechó también para llegar a -8.
Al llegar al famoso y difícil par 3 del hoyo 12, en el corazón del “Amen’s Corner”, De Vicenzo arriesgó apuntando a la bandera que estaba sobre el lado derecho del angosto green. Su pelota quedó a tres metros y embocó el putt. Otro birdie (-10). Pero no pudo bajar el par 5 del hoyo 13.
Después hizo par en el 14 y otro birdie más en el par 5 del hoyo 15, para llegar a -11. Goalby, jugando dos hoyos por detrás, recibía los golpes de Roberto, pero no se rendía. Hizo dos birdies consecutivos en el hoyo 13 y en el 14, para llegar a -10.
EL MOMENTO DECISIVO
La casualidad quiso que los dos punteros jugaran casi al unísono en un momento decisivo. Goalby el par 5 del hoyo 15, con -10, y De Vicenzo el par 4 del hoyo 17, con -11. Fueron dos salidas perfectas y muy largas. Ya se televisaba el Masters en ese año y los comentaristas de la transmisión en vivo, que comenzaba en el hoyo 13, no podían creer el duelo que estaba teniendo lugar en lo alto del tablero.
Mientras Roberto y “Crosshanded Henry” decidían qué palo jugar al green, se escuchó una tremenda ovación. Roberto supo que había sido Goalby en el 15. Efectivamente, su segundo golpe a ese par 5, un extraordinario hierro largo del estadounidense, había sorteado la laguna y le había dejado un putt de 2 metros para águila. Roberto, quizá recordando el hoyo 1, volvió a tomar el pitching wedge. La pelota voló y quedó a un metro.
La televisión tuvo que dividir la pantalla para mostrar los putts de los dos jugadores. Roberto en -11, a un metro para birdie en el hoyo 17, y Bob Goalby en -10, desde dos metros para águila en el hoyo 15. Los dos jugadores golpearon sus bolas al mismo tiempo. La de Roberto cayó al hoyo, y todos pudieron ver su birdie. La de Goalby entró para águila un par de segundos más tarde. ¡Torneo empatado en -12!
La salida de Roberto en el 18 fue buena, pero quedo lejos del green. Desde allí tendría unas 175 yardas barranca arriba. El caddy sugirió el hierro 6 y Roberto dudó. Con la mano derecha sobre los palos, finalmente se decidió por el hierro 5. La bola salió en dirección al hoyo, pero era un poco larga y con draw. La bandera estaba corta y a la izquierda. La bola picó cerca, pero rodó demasiado y cayó por la barranca hacia donde estaba el público.
Era el peor lugar para fallar ese green. El pasto estaba muy pisado y Roberto eligió el putter. El tiro fue bueno, alcanzó a subir la barranca, pero quedó corto un par de metros. El putt no era difícil, pero cayó más de lo previsto. Bogey.
De Vicenzo estaba enojadísimo. Si le hubiera hecho caso al caddy y hubiera pegado el hierro 6, probablemente habría hecho par. Con ese pensamiento caminó hacia la mesa donde se revisaban, se firmaban y se entregaban las tarjetas.
Un tumulto de gente rodeaba a De Vicenzo y a Aaron. Roberto seguía masticando la amargura de su error en el segundo tiro del 18 cuando un socio, en su impecable saco verde, le pidió que fuera a la sala de prensa para una entrevista. Roberto firmó la tarjeta y se fue con él.
Mientras tanto, su rival, Bob Goalby, que hizo par en el par 3 del 16, falló su salida en el 17 y, aunque llegó al green con el segundo golpe, estaba lejos y se tomó tres putts para bogey. Igualados en -11. Luego jugó muy bien el 18 y se llevó un buen par. El Masters estaba empatado y se definiría en un desempate a 18 hoyos que se jugaría al día siguiente, lunes.
¿UN ERROR INSALVABLE?
Fue entonces cuando los comentaristas de la transmisión televisiva pasaron de un tono eufórico por la batalla que acababan de presenciar, a uno más solemne. Decepcionados anunciaron que la tarjeta de De Vicenzo tenía un error y que el comité estaba analizando la situación.
Cuando el oficial de reglas recibió la tarjeta de Roberto, esta tenía 3 errores: uno de ellos era insalvable. El primero era la suma de la vuelta. En ese casillero se leía 33 en lugar de 34. En el total había un 65 en lugar de 66. El último, y el peor de los tres, en el casillero del hoyo 17, había un 4 en lugar de 3.
Varios millones de personas habían visto a De Vicenzo hacer birdie en el 17, pero una persona, una sola persona, una de las que estaba más cerca, Tommy Aaron, había anotado un 4 en lugar del 3 que efectivamente había hecho. Y otra persona, De Vicenzo, nada menos que el jugador, había pasado por alto ese error y había firmado esa tarjeta confirmando su score.
El oficial de reglas tomó la tarjeta y se la llevó a Cliff Roberts. Ante las implicancias del error, ambos fueron inmediatamente a la cabaña de Bobby Jones. Cuando le preguntaron qué debían hacer, aún sabiéndola de memoria, Jones les pidió que leyeran la regla: “El competidor es responsable de la exactitud del score anotado para cada hoyo en su tarjeta. Si entrega un score menor en cualquier hoyo que el realmente empleado, está descalificado. Si entrega un score mayor en cualquier hoyo que el realmente empleado, el score entregado se mantiene.”
Consciente de la gravedad de los hechos, Jones miró a Roberts y al oficial y dijo: “No hay nada que podamos hacer más que cumplir con las reglas”.
LA DECISIÓN MÁS DIFÍCIL
Esta es la versión oficial. Sin embargo, la reunión en la cabaña de Jones duró 20 minutos. Si “no había nada que pudieran hacer”, ¿por qué necesitaron tanto tiempo? Sobre todo sabiendo que todo un país estaba esperando una definición.
En otro domingo de Major, pero en julio y en 1957, el sudafricano Bobby Locke se paró en el tee del hoyo 18 de St. Andrew's liderando el British Open por dos golpes sobre el australiano Peter Thompson, que ya había terminado su vuelta. El compañero de Locke era el también australiano Bruce Crampton. En ese hoyo final, Bobby Locke, tras una buena salida, jugó un gran segundo tiro y su pelota se detuvo a 60 centímetros del hoyo para birdie. Crampton, luego de su primer putt le pidió a Locke que corriera su marca, que había quedado en la línea de juego. Locke la movió. Crampton embocó su putt y mientras caminaba hacia el borde del green escuchó la ovación que coronaba a Locke campeón del British Open.
Horas más tarde, cuando la televisión británica mostró las imágenes del desenlace, todos vieron que Locke no había vuelto a correr la marca. Según las reglas, el score de Locke para el hoyo final debió haber sido un 5 en lugar de un 3. Le correspondían dos golpes de penalidad por jugar su pelota desde un lugar equivocado. Pero lo peor de todo era que la tarjeta de Locke tenía para el hoyo 18 un score más bajo que el realmente empleado, y por lo tanto le correspondía la descalificación. Sin embargo, la R&A convalidó el título de Locke.
En una carta que le enviaron, expresaron que ante los hechos vistos en las imágenes de la TV, aplicaron una regla de equidad del golf, que dice que ante la duda debe prevalecer lo que es justo. ¿Qué sería lo más justo? Eso se preguntaban Jones y Roberts en esa cabaña. Si bien las reglas eran claras, no querían apurarse sin considerar todas las opciones.
Ellos sabían que declarar ganador a Goalby iba a ser una medida muy impopular. Todo el mundo había visto el birdie de Roberto en el hoyo 17. Y qué deporte era éste, en el que los hechos reales se alteraban por una simple cuestión administrativa. Para colmo, todo el mundo amaba a De Vicenzo.
Pero Jones y Roberts también consideraban que, en el remoto caso que dieran por válido el birdie del hoyo 17 y el argentino terminara ganando el desempate, su título sería demasiado polémico, poco genuino y se alzarían con razón las voces defendiendo a Goalby frente a la irregularidad reglamentaria.
Sobre estos dos gigantes, Bobby Jones y Clifford Roberts, sobre estos dos próceres caía una enorme presión. Ellos sabían que estaban instalados en la historia y que no solo debían hacer lo correcto, sino también analizar las consecuencias que su decisión traería aparejadas.
Ellos habían visto a los dos jugadores. Ambos querían ganar, sin duda. Pero Goalby parecía más ambicioso y más embelesado por los encantos volátiles de un triunfo. De Vicenzo, en cambio, era un hombre en paz. Aún bajo estas circunstancias dramáticas que le tocaba vivir tenía una estatura enorme. Parecía aceptar con sabiduría y resignación lo que había ocurrido, y se hacía cargo del error que había cometido.
Y quienes tuvieron las virtudes y los dones para vislumbrar la grandeza y la trascendencia del Masters a través de los años. Quienes tuvieron esa visión y la férrea decisión para crear y llevar a adelante un proyecto de la envergadura del Augusta National, no podían no ver hacia el futuro y no intuir cómo trataría la historia este acontecimiento inesperado y a sus protagonistas.
ENTRE EL PREMIO Y LA GLORIA
Y en esa cabaña, la famosa “Bobby Jones Cabin”, mientras los minutos pasaban como horas, estos dos hombres extraordinarios decidieron darle a Bob Goalby lo que más quería: el título de campeón del Masters. Y a Roberto De Vicenzo lo que más se merecía: la gloria para siempre. A Goalby le entregaron lo inmediato y efímero; al Maestro le otorgaron lo permanente.
Qué decisión tan sabia. Goalby debió vivir siempre con un triunfo manchado. En cambio Roberto creció hasta el infinito.
La visión de Jones y Roberts no podría haber sido más precisa. Ellos, con su decisión, le permitieron a Roberto mostrarse entero, completo. Porque no determina el error cómo es una persona, sino todo aquello que haga después.
Apenas tres semanas más tarde, demostrando que estaba recuperado, De Vicenzo superaba en un tremendo duelo a Lee Trevino, para ganar el Shell Houston Open. Pasaron unas semanas más, y en la siguiente cita grande, el US Open, Roberto decía acerca de los eventos ocurridos en el Masters: “Fue una de esas cosas estúpidas que uno hace a veces. La gente sigue escribiéndome sobre ello. Son tan amables. Ellos quieren que yo sepa que se sienten muy mal por lo que me pasó. Pero yo quisiera que ellos dejaran de culpar a otros. Lo que pasó en el Masters no fue culpa de nadie más que mía”.
Roberto parecía haber pasado por todas las etapas del duelo en solo seis semanas. Y continuaba: “Qué tonto fui, pero la gente, los fans, ellos me aman. De repente estoy lleno de amigos y de gente que me admira. A todos los lugares a donde voy me dicen: Vamos Roberto, estamos con vos”.
En 1970 recibió el premio Bobby Jones entregado por la USGA en Nueva York, que reconoce y distingue el espíritu deportivo en el golf. Parado en el estrado luego de recibirlo, De Vicenzo decía: “Yo juego al golf, he hecho muchos amigos y he ganado algo de dinero. Hoy tengo este maravilloso reconocimiento en mis manos. Esto significa mucho para mí, para mi familia y para la gente de Sudamérica. Para ganar un torneo hay que tener una buena semana. Para ganar un premio como este se necesitan muchos años”.
De todos ellos, 1968 fue el más notable. En una tarde de abril, mientras el sol caía y bañaba de luz dorada los fairways de Augusta National, alguien recibía un premio, y a Roberto De Vicenzo le otorgaban, nada más y nada menos, que la gloria.