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La odisea plateada de Chile en 1952

Cristi (primero a la izquierda) fue gran protagonista de la hazaña 

BUENOS AIRES -- En los años cincuenta del siglo pasado, cruzar el Atlántico desde América hacia Europa insumía semanas de viaje en barco. Esa fue la travesía que emprendieron cinco jinetes chilenos, cada uno con su caballo, para participar en los Juegos Olímpicos Helsinki 1952. Se trataba del equipo de equitación que un año antes había sido campeón en los Juegos Panamericanos Buenos Aires '51: Alberto Larraguibel, César Mendoza, Ricardo Echeverría y Joaquín Larraín, más Óscar Cristi, quién se había ganado en un selectivo el derecho a competir.

Abordaron un caluroso día de enero de 1952, que no presagiaba lo que sería el clima dominante a lo largo del viaje. Frío por momentos extremo y fuertes lluvias transformaron el trayecto en una odisea. A mitad de camino la situación se volvió insostenible. Una tormenta extrema había embravecido al océano, que zarandeaba con violencia a la embarcación.

Lejos de concentrarse en lo que serían los Juegos, de pensar estrategias para lograr una buena performance, los integrantes del equipo chileno de equitación iban preocupados por el futuro más cercano; el del barco.

Horas después, cuando lo peor ya había pasado, la tripulación les informaría que en medio del tembladeral sus caballos habían roto sus pesebreras y habían rodado por toda la bodega. El ejemplar 'Julepe', que había sido parte del éxito panamericano del año anterior, llevó la peor parte y al día siguiente perdió la vida.

Un golpe durísimo para el equipo, que arribó al Viejo Continente con un cansancio extremo, agravado por la tristeza generada a partir de la pérdida de uno de sus caballos. Demasiadas ventajas para equipos como el de Francia o Alemania, que iban a comenzar los Juegos Olímpicos sin ninguno de esos contratiempos.

Para colmo de males, a poco del comienzo de la justa, se profundizó una lesión que arrastraba 'Scarface' -el corcel con el que Cristi había salido victorioso de una importante carrera en Estados Unidos el año anterior-, y el conjunto de Chile se quedó con sólo tres caballos para la competencia: Pillán, Lindo Peal y Bambi.

Pero claro, los europeos no contaban con el sentimiento por la bandera de los chilenos. Ni tampoco con su cualidad de transformar debilidades en fortalezas.

Así, llegó el 2 de agosto, día de la competencia de salto ecuestre. Los dúos hombre-caballo ya definidos. Cristi en Bambi, Mendoza en Pillán y Echeverría en Lindo Peal.

Iba a ser un día de arduo trabajo, ya que las tres duplas integraban el equipo para la competencia en conjunto y, a su vez, cada una estaba inscripta para participar en la prueba individual.

Temprano en la mañana se disputó la competición grupal, en la que los chilenos tuvieron un buen desempeño y obtuvieron la clasificación para la ronda final, que se realizaría más tarde ese mismo día.

Luego llegó el turno de la individual, y allí Mendoza y Echeverría fallaron. Pero Cristi tuvo una gran performance y se transformó en finalista montado en ese curioso ejemplar llamado Bambi, que sorprendía a los europeos por su gran poder de salto, que le permitía superar obstáculos que parecían imposibles de sortear para un caballo de tan baja estatura.

Sin chances de realizar modificaciones, como sí tenían los demás equipos a los que no se les habían lesionado ejemplares, por la tarde el conjunto sudamericano parecía condenado al fracaso en la final por equipos, debido al cansancio de jinetes y caballos luego de una ronda -la inicial- del certamen grupal y otra del individual.

Pasaron Cristi y Echeverría con actuaciones correctas, pero que no alcanzaban para pensar en un presea. Faltaba Mendoza, que montado en Pillán deslumbró Helsinki con un último recorrido perfecto, sin marcar ninguna falta, que llevó a Chile al segundo lugar en la clasificación general, detrás del Reino Unido, y a la algarabía total.

Se cortaba una sequía de 24 años sin preseas plateadas para Chile, desde la conquistada por Manuel Plaza en la maratón de París 1928.

Lo del equipo chileno era apoteótico, tras todos los inconvenientes superados en el viaje.

Pero aún faltaba la frutilla del postre.

Al día siguiente se disputaba la final individual, con la presencia del tándem Cristi-Bambi. Pasado el festejo por lo sucedido 24 horas atrás, el capitán de Carabineros afrontaba otro desafío enorme.

Con el paso de los recorridos, Cristi fue tomando confianza. Esos rivales que hasta hacía un par de días le parecían unos 'monstruos', tras la experiencia en la competencia por equipos se habían transformado en pares.

El cansancio y la exigencia no hicieron mella en el carabinero, y menos en Bambi, que seguía alcanzando grandes alturas una y otra vez. Llegaron al final igualados con el francés Jacques D’Oriola, y eso obligó a un recorrido de desempate.

Recién ahí el dúo chileno cometió un error, al derribar una valla. Fue suficiente para que el galo, con el caballo Alí Babá, se quedaran con el oro. No obstante, lo de Cristi fue excepcional. Dos platas en dos días.

El viaje de vuelta hacia Chile fue igual de duro que el de ida. Duró tanto como aquel. Pero para los jinetes chilenos fue casi un paseo.

La alegría que los invadía era más fuerte que cualquier turbulencia de alta mar.