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Los Juegos y la esperanza

Cuenta la historia que en el año 776 Antes de Cristo, Grecia ardía por las guerras y su población estaba ahogada por la peste. Ante la desesperación, el rey Ipithos de Elis acudió a consultar al oráculo de Delfos, de donde salió con una respuesta: la única forma de terminar con la maldición, le reveló el intermedio de los dioses, era con la institución de unos juegos atléticos en la ciudad de Olympia, 60 kilómetros al Este. El rey tomó en cuenta las recomendaciones, inauguró las competencias y las enfermedades repentinamente se curaron. Los Juegos Olímpicos habían comenzado por instrucción divina.

Así lo cuenta Tony Perrotet en Los Olímpicos desnudos, el libro en el que documenta la historia Antigua de los Juegos. A diferencia de aquella anécdota, en la que la humanidad empezó a encontrar un bálsamo en los Olímpicos, hoy una pandemia la lleva en sentido contrario: a la primera postergación de los Juegos en la historia moderna.

Hace unos días el fuego olímpico fue encendido en Olympia, el lugar sagrado del deporte desde hace 2 mil 800 años y empezó su recorrido con una última esperanza, hasta que el Covid-19 llevó las cosas a un límite que ahogó temporalmente la organización que Tokio había cumplido en tiempo y forma desde hace siete años.

Antes de llegar a la postergación, el Comité Olímpico Internacional empezó a exhibir que había diferencias en su cúpula.

El domingo, el presidente Thomas Bach envió una carta a los atletas en la que les pedía esperar sin ansiedad la determinación final. Hablaba de los desafíos para reorganizar un calendario de 33 deportes, las dificultades de cancelar millones de habitaciones de hotel y de rehacer una logística milimétrica. Dejaba fuera de la agenda la posibilidad de una cancelación de los Juegos, pero empezaba a hablar de la posibilidad de posponerlos.

Pero pocas horas después, el vicepresidente Dick Pound dinamitó el llamado a la calma y dijo al USA Today que “El Comité Olímpico Internacional ya había decidido posponer los Juegos”. Entonces ya no hubo salida. Hoy el anuncio es oficial y sólo falta esperar la fecha para un nuevo inicio. El mundo vive una incertidumbre sin precedente para las últimas generaciones y necesita imágenes que le den esperanza.

Como el mismo Bach lo dijo al final de su carta: “Ojalá que la llama olímpica sea la luz al final del túnel”.

Ya lo ha sido y puede serlo otra vez. Aunque, por el momento, nadie sepa cuándo.