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Vóley: se retiró Mimi Sosa, polifacética, creció en una comunidad wichí, quiso ser futbolista y fue figura de Las Panteras

Puede suceder, por supuesto. Y sucede. Tan polifacética es Emilce “Mimi” Sosa, una de las figuras históricas de Las Panteras, que uno puede pasarse más de la mitad de la entrevista sin hablar de vóley. Es miércoles 24 de abril y acaba de llegar a su Formosa natal, después de manejar 1.200 kilómetros, en compañía de su mamá. Hizo todo ese trayecto después de haber cumplido uno de sus últimos sueños deportivos: retirarse con una coronación de película, ir a los saltitos como Lionel Messi y levantar, delante de sus compañeras, la copa de campeonas de la Liga Argentina Femenina de Vóleibol.

Acaba de retirarse y acaba de llegar a Formosa, está dicho, pero también acaba de empezar su nueva vida.

A los 36 años, como si fuese una matrioshka de la que van a apareciendo una muñequita tras otra –una vida dentro de tantas vidas–, esta pibita que creció en una comunidad wichí en Lote Uno, Formosa, vive el día después del retiro sin ningún trauma. Sabe que está impecable físicamente. Y hasta quizás se anime a jugar “en serio” al fútbol, ese deporte que la subyuga, pero también sabe que no hay respiro: tiene un salón de belleza y administra una cancha de fútbol, en la capital formoseña, y un complejo de cabañas, en una localidad cercana. No piensa tirarse a descansar.

Mimi Sosa es la misma que dejó el vóley y volvió para jugar en la poderosa Súper Liga de Brasil. La que dejó la Selección y regresó para disputar el histórico Mundial 2022. La que, después de aquel parate, fue campeona de la Liga Argentina primero con San Lorenzo y después con el CEF N° 5 de La Rioja.

La misma mujer inquieta que lee y estudia todo lo que tiene a mano –sobre todo si se trata de finanzas-, la que asesora a otros deportistas en el plano económico y la que publicó un libro.

“Es verdad, me retiré. Fue mi último partido”, dice en la apertura de la videollamada con ESPN. Inquieta y sonriente, gira la cámara. “Mirá, te voy a mostrar: con mi hermano tenemos este salón de belleza. Pero también tengo y administro una cancha de fútbol, así que ahora a las 7 de la tarde tengo que ir para allá. Y tengo un complejo de cabañas, en Herradura, una ciudad turística a 30 minutos de la capital. ¡Tengo mucho trabajo, como verás!”, dice. Y se ríe. Siempre se ríe.

–Ya me rompiste la cabeza. Tenía muchos otros temas fuera del vóley para charlar con vos, pero ahora les sumaste el salón de belleza, la cancha de fútbol y las cabañas a días de haberte retirado. Ja.

–Y voy a empezar a jugar al fútbol, que es lo que me apasiona, lo que me gusta.

–¡Esperá, Mimi! En 2018, en una entrevista dijiste que quizás cuando te retiraras del vóley se diera lo del fútbol. ¿Lo vas a hacer?

–Voy a jugar, seguro. Si tengo una cancha de fútbol, ¿cómo no voy a estar ahí entrenando o practicando un par de días a la semana? Unas amigas de acá, de Formosa, ya me invitaron a jugar en un equipo que juega uno de los torneos de AFA. Me dijeron: “Te anotamos en la lista de buena fe, eh”. Y yo les dije que no, que tengo que empezar de cero. “No pasa nada, vení a entrenar tranqui, y después vemos”.

–¿En qué categoría de AFA?

–No sé, ni llegué a preguntar. Recién llego a Formosa. Todavía no hablé con ellas. Lo tiraron así nomás. Pero voy a jugar, de alguna forma voy a jugar al fútbol.

–Leí una entrevista en la que usás un término clave: cuando te tuviste que decidir entre los dos deportes, el fútbol femenino estaba “más escondido”. Cuando ves hoy a lo que llegó el fútbol femenino, con la Selección y los torneos de AFA, ¿qué te pasa?

–¡Me encanta, me encanta! Aparte, lo vivo desde adentro con mi hermana (Yanina, exarquera de la Selección Argentina), que ahora está jugando en Brasil. Vivo sus entrenamientos, sobre todo acá en Argentina, cuando volvió a jugar a Belgrano de Córdoba, su gran amor. ¡Y lo lindo que es ver a Belgrano por dentro! Cuando yo fui, en 2004, era otra cosa. Si en este momento me tocara empezar a jugar al fútbol, no lo cambiaba por el vóley.

–No le hubieras dado “bola” a tu mamá con eso de que el vóley era un entorno más apropiado para una chica de tu edad.

–¡Ahora no! Claro que no. Ahora le diría: “Mami, quiero llegar a la Selección Argentina de fútbol”. Ni lo dudaría.

–El crecimiento que tuvo el fútbol femenino en Argentina, es casi increíble. ¿Te imaginabas algo así?

–No, no. Simplemente “no” si tengo que pensar lo que era yo cuando tenía 16 años y veía a las referentes de Belgrano o de otros equipos, que por ahí tenían 30 o 35 años y se quedaban ahí, no salían, no iban a otros clubes. Hoy ves una cantidad enorme de chicas jugando en el exterior y ves, también, cómo apuestan por el femenino los clubes de Argentina. Es totalmente diferente. Además, yo soy de seguir a todas las selecciones argentinas, pero más si es la de fútbol. ¡Me levanto a las 3 de la mañana a ver los partidos y despierto a quien sea gritando los goles de las chicas!

–¿Hay jugadoras de la selección femenina de fútbol a las que sigas como “fan” en sus carreras inclusive de clubes?

–A Estefanía Banini, obviamente la sigo. Con Mariana Larroquette tengo contacto, porque fue a ver unos partidos de vóley a Rosario y ahí le dije que le admiraba un montón. Ella me dijo que era mutuo. Nos seguimos en redes y ya nos habíamos comunicado cuando estábamos en el CENARD. Yo soy muy fanática de Marta, la brasileña, que está en Estados Unidos. Y yo le decía a Larroquette: “¿Contame cómo es entrenar con Marta?”.

–Cuando jugaste y viviste en Brasil, ¿pudiste ir a ver a su selección femenina de fútbol?

–No, no pude, pero sí me crucé con jugadoras de fútbol de Brasil. Antes de que se retire Formiga, una leyenda del fútbol brasileño, me saqué una foto con ella. Formiga y Marta son referentes muy fuertes del fútbol brasileño, pero lamentablemente no las pude ver en la cancha, porque teníamos mucha competencia y mucho viaje.

–¿Seguís a otras futbolistas además de las argentinas y las brasileñas?

–También sigo a la selección de Estados Unidos. Y a Alex Morgan, una de las figuras. ¡Me encanta cómo juega! Ahora estoy viendo un documental sobre esa selección. Me encanta verlas, conocerlas de cerca, ver ese deseo que compartimos los deportistas de darle a tu país lo más anhelado. Justo hace un ratito hablaba con mi hermano sobre cómo se identifica la gente cuando un deportista no solo sube fotos entrenando o jugando, sino sobre otras cosas de su vida. ¡No somos robots! Si ven nuestro costado más humano se identifican mucho más.

–Y en ese costado humano, si tuvieras que explicar quién sos o cómo sos, ¿cómo lo harías?

–Soy una persona que lee mucho, una persona bastante solitaria, porque me tocó ir a jugar a otras ciudades e inclusive a otros países. Hasta adaptarme y aprender el idioma, aprendí a estar sola. Empecé a leer, a estudiar: me gusta mucho estudiar, hago cursos, siempre me estoy capacitando, buscando información para las cosas que me gustan, sobre todo de negocios. También me gusta tocar la guitarra. En La Rioja tengo un amigo que me dejó su guitarra y se la devolví el día previo a venirme a Formosa. Esa guitarra fue mi compañera. También disfruto de charlar con mis amigas, y tomar mates con ellas, pero creo que me acostumbré más a estar en soledad. Y disfruto de estar conmigo misma.

–De aquella niña sonriente que jugaba descalza con otros niños y niñas en la comunidad wichí en la que trabajaban tus papás y esta mujer que se retiró del vóley como campeona, ¿qué cosa se mantuvo inalterable?

–La sonrisa. También, lo soñadora que fui cuando era chiquita. Y lo perseverante que fui toda mi vida. Lo tengo muy presente, porque lo reviví al charlar con mucha gente cercana para poder hacer los primeros capítulos de mi libro. Soy la que siempre está viendo el lado positivo de la vida. Y la que siempre está sonriente.

Sin etiquetas y con orgullo

–En algún momento hablaste bastante en público sobre tu orientación sexual y entiendo que debés haberte sentido muy expuesta, porque bajaste el perfil en ese tema.

–No es que no hablo de mí. Ojo. Lo que me incomodó fue hablar de mis parejas, de mis relaciones. Yo ando por el mundo sin etiquetas: soy yo, Mimi, una persona que ama, que le gusta compartir sus cosas con la persona que quiere. Intenté no exponerme tanto para cuidar a mis parejas. Pero no me molesta para nada hablar sobre mí. Vivo mi vida en libertad y hago o digo lo que quiero, sin faltarle el respeto a nadie, por supuesto. Soy muy transparente. Justo hoy (miércoles 24) publiqué un posteo de mi pareja: un video que ella me hizo y me gustó mucho. Pero lo comparto y listo. No es algo que tengo que pensar.

–En otras entrevistas contaste que seguías las marchas del orgullo pero que, por entrenamientos o competencias, no habías tenido oportunidad de ir a alguna. ¿Te sentís “embanderada” con el tema?

–La verdad, no tanto. Siempre fui una persona de meterme más para adentro. Viví muchos años sola, en ciudades o países muy lejos de casa, y me quedó eso. En el deporte, cuando recién empezaba, advertí rápido que había cosas de las que no había que hablar. Eso cambió, afortunadamente. Pero me enfoqué mucho en competir. En mi familia, luchamos por esa igualdad, por esa libertad para ser quienes somos, y mis hermanos van a las marchas del orgullo. Pero yo particularmente no estoy tan involucrada.

–Claro. No sos, por cierto, una activista del tema, como sí lo son, por ejemplo, jugadoras de la selección de fútbol de Estados Unidos a las que contaste que admirás.

–No, claro que no. Yo no quiero etiquetas. No quiero encasillarme. Y no estoy encasillada en que tengo que andar diciendo que soy lesbiana, mostrando la bandera del orgullo todo el tiempo. No. Amo a la persona que está conmigo, sin etiquetas, y chau. Soy feliz y quiero ser feliz.

–Hace tiempo dijiste que querías ser mamá. Ahora que te retiraste de la alta competencia, ¿es justo el momento?

–Los objetivos van cambiando. A aquello lo dije en otra situación, con otra pareja, y en otro momento: me había tomado un año sabático en el deporte y pensé que quizás era hora. Pero en este momento lo veo con mucha más tranquilidad. Si se da, lo buscaré. Me encantaría ser madre, claro, pero no sé si es ahora el momento justo.

–Recién lo mencionaste: en algún momento te tomaste un año sabático y empezaste a asesorar a otros deportistas. Pero volviste a jugar, en clubes y en la Selección, y hasta publicaste un libro. ¿Cómo “encastrás” todo eso?

–Todo eso se articula naturalmente. Las finanzas fueron una nueva pasión que encontré. Y me encanta poder ayudar a otros deportistas. Porque yo no tenía a esa persona que me guíe, que me dijera que me guardara algo para cuando terminara mi carrera. A mí me tocó estudiar esto en Brasil, en un instituto privado, y otro de los alumnos era un exjugador de vóley que se fue a la quiebra luego de su retiro. Y esa historia me tocó mucho. Yo había leído e investigado sobre jugadores de la NBA o de fútbol americano, que son casos típicos, pero no había encontrado casos en el vóley.

–¿Cuán impactante fue ese caso para vos?

–Estábamos estudiando y tuvimos una charla, y él me contó toda su historia. En esa época yo tenía un blog que se llamaba “El atleta inteligente”. Y a él le llamó la atención. Me contó mucho sobre su vida, sobre su quiebra total. Y yo quería ayudar a los deportistas, para que no lleguen a ese punto. No soy una jugadora que ganó millones, ni soy una número uno, pero sí tuve siempre en claro que tenía que tener una reserva para mi retiro. Pude ir creando esa reserva durante toda mi carrera. Y ayudando a otros.

–Además, eso hace que tu retiro no sea tan traumático. El domingo fuiste campeona de la Liga y ahora estás metida en un montón de ocupaciones en Formosa. En algún momento extrañarás la adrenalina de la alta competencia, pero tenés un abanico bien grande de otros intereses.

–Por supuesto que voy a querer seguir haciendo deporte. Jugar al fútbol, seguro: me encanta. Para junio me invitaron a Bariloche a jugar un torneo de vóley de “Leyendas”. También voy a hacer clínicas, cursos, eso también me gusta mucho. Y en algún momento extrañaré la adrenalina de la alta competencia, pero sé que eso es normal. Pero el resto ya está encaminado, porque les estoy poniendo mucha pasión a otros proyectos. La misma pasión que tenía en el deporte. Y espero que, como en el vóley, todo eso funcione.

–En ese marco, ¿cómo surgió la idea de publicar un libro? (se llama “Mis raíces – Mi historia”, lo editó la editorial cordobesa Recovecos y se publicó en 2021).

–Lo del libro es algo que me hace feliz. En 2016, cuando clasificamos para los Juegos Olímpicos de Río, yo tenía la idea de hacer un diario, con mis memorias, para dejárselo a mis hijos y ellos pudieran ver el paso a paso, cómo fue todo desde la clasificación. ¡Tenía muchísimas cosas escritas! Muchas, de verdad, ja. Y en 2021 leí un libro de Maxi Cabanne, que es coach, y me ayudó mucho. Le escribí y le dije que leyendo su libro me habían dado ganas de escribir el mío.

–Y Maxi se prendió “de una”.

–Le dije que quería que fuese un libro chico, fácil de leer. Y él me dijo que sí, que me ayudaba, que lo íbamos a hacer. En cinco meses juntamos la información. Pero además yo tuve que reunirme con mis papás para que escribieran algo y me contaran parte de mi infancia. También estuve en contacto con mis entrenadores. Todos esos meses fueron de un proceso lindo, increíble. Y cuando salió el libro, ¡guau! Me llegó impreso y no lo podía creer. Yo había dicho que imprimiéramos 100, pero me dijeron que íbamos a hacer 500. ¡Y no quedaron más! Así que ahora pienso que 500 personas lo leyeron y saben mi historia. Y eso es muy, muy lindo.