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ESPNDavid Faitelson

Jugadores buenos, dotados de grandes condiciones técnicas y físicas, siempre han existido en el futbol mexicano. Lo que no hemos llegado a atestiguar plenamente es la combinación de ese talento con una fortaleza mental. Santiago Giménez (Feyenoord/Eridivisie) y Marcelo Flores (Real Oviedo/segunda división de España) parecen poseer un legado indestructible: la formación de casa, el sólido vínculo familiar que no se compra en ninguna parte ni se estudia en alguna universidad. México sigue buscando un equipo, un grupo de jugadores que transforme su historia competitiva internacional. Para ello, necesita, no solo de buenos futbolistas, también de jugadores de otra clase de fortaleza mental...

CIUDAD DE MÉXICO.- Cuando uno cierra los ojos e imagina la delantera mexicana del 2026 con Santiago Giménez y Marcelo Flores, la ilusión renace. Luego, cuando recuerdas que ya antes se habían fincado esperanzas en futbolistas que prometían llevar a México al siguiente nivel de competencia, el desencanto vuelve.

Y ellos nos lleva a la misma conclusión de siempre: México no debe esperar un Messi, un Cristiano Ronaldo, un Maradona o un Pelé. Lo que realmente le debe interesar al futbol mexicano es encontrar un equipo, un funcionamiento, una idea clara de su juego, de lo que quiere y de cómo lograrlo. Claro, esa labor será mucho más sencilla si cuentas con futbolistas de alto nivel, de calidad e incluiría y destacaría de una poderosa mentalidad.

Giménez y Flores se parecen en muchas cosas y son diferentes en otras, pero lo que les une es que son "futbolistas de familia" y ahí es donde puede forjarse la diferencia con respecto a otros jugadores mexicanos en la historia. Veo en Santiago y en Marcelo un sólido vínculo familiar, con el padre, la madre y los hermanos como parte de su desarrollo, primero como ser humano y luego como futbolista. Proceden, además, de escenarios que no son comunes en el futbolista mexicano. Son chicos que han forjado su esencia competitiva sin tener, quizá, el hambre y las carencias de la generalidad de jugadores, pero que lo han transformado -el "hambre"- como motivación, con los ejemplos y la educación que han recibido en casa. No son, definitivamente, Santiago Giménez y Marcelo Flores, el clásico futbolista mexicano que nace en el barrio, en la ranchería, en un mundo donde las carencias y la fragilidad del círculo familiar provoca contextos que tarde que temprano saldrán a relucir en su carrera dentro de la cancha y fuera de ella.

EFESantiago Giménez festeja tocando el escudo de Cruz Azul

Hay que celebrar totalmente el paso que Giménez y su familia han decidido dar para tratar de jugar en un mayor nivel de juego, aunque ello signifique, con el Mundial tan cerca, un riesgo. También hay que ponderar que Flores y su padre hayan optado por dejar -aunque sea momentáneamente- la grandeza y la seguridad del Arsenal para aceptar el reto de jugar en la siempre compleja segunda división de España. Ambos, crecerán más como jugadores y como personas y terminarán escalando al nivel de su talento futbolístico.

El futbol mexicano sigue buscando el "eslabón perdido". Es evidente, que lo tendrá que hacer basado en un grupo de jugadores, en un equipo, no en una individualidad. Y futbolistas buenos, llenos de cualidades técnicas y físicas, siempre han existido. Lo que no hemos tenido, generalmente, es esa combinación de talento y fortaleza mental. Santiago Giménez y Marcelo Flores lo tienen, son "futbolistas de familia".

@Faitelson_ESPN

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Joserra: 'Se fue el sueño de la medalla'

Lo que realmente trasciende es la capacidad de competir por ellas. Y en eso está enfocado desde hace muchos años el futbol mexicano. En lograr que sus equipos puedan pelear al más alto nivel, como esta selección lo hizo el martes ante Brasil y como lo hará, seguramente, el viernes ante Japón. De nada sirvió ganar el oro olímpico en Londres si no elevas tu estatus competitivo. Y esta selección ha mostrado esa cara, lo ha hecho ante una potencia mundial como Brasil, una Brasil que, en el 2018, en el Mundial, le mostró a México el camino de regreso a casa con una escena poco competitiva y digna de nuestro futbol. Gran trabajo de Jaime Lozano y de sus futbolistas. Estar entre los cuatro primeros de los Juegos Olímpicos es ya, un paso soñado, por el futbol mexicano...

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SAN DIEGO, California.- Un tercer lugar en los Juegos Olímpicos no debe ser un premio de consolación ni tampoco un puesto que el futbol mexicano pueda despreciar. Estar entre los 4 semifinalistas ya es un estatus que nuestro futbol debe atesorar.

En ninguno de nuestros pensamientos aparece el término de "fracaso" en el andar olímpico de esta selección. Todo lo contrario. El equipo de Jaime Lozano peleó en el campo de juego con todos sus recursos, virtudes y defectos y aunque Brasil fue mejor en 120 minutos y hasta en los tiros de penaltis, México se las arregló para llevar a una potencia mundial histórica del juego hasta sus límites físicos, técnicos y mentales. Hay un aprendizaje profundo tras la caída ante Brasil. Hay que seguir trabajando para elevar la calidad del futbolista mexicano y como dice el propio Lozano, darles un seguimiento y apoyo a estos futbolistas para que alcancen su máximo nivel de desarrollo.

Lo importante para el futbol mexicano no fue ganar el oro olímpico en Londres 2012, sino darle una certeza de que siempre encuentre los caminos para competir entre los mejores. Esa capacidad mantendrá al futbol mexicano permanentemente en la posibilidad de competir y ganar las medallas. A final, creo que ese es el objetivo de nuestro futbol en todos sus niveles. Alcanzar la capacidad de competir ante las grandes potencias, justamente lo que ese equipo logró el martes por la madrugada (en el continente americano) en Kashima y cosa que no hizo la selección mayor, por ejemplo, en el ultimo Mundial, en Rusia, cuando fue eliminada por la propia selección brasileña en los octavos de final.

Lo que siempre hemos ponderado en nuestro futbol: las formas, las maneras, el estilo de ganar, perder o empatar. Aunque suene a un cliché, la selección mexicana perdió con "la cara al sol" ante una Brasil que terminó siendo mejor en el campo de juego.

Getty ImagesJaime Lozano habla con los jugadores previo a los penales contra Brasil

Hay muchas cosas que se deben aprovechar de esta selección olímpica. Primero, la capacidad grupal e individual de sus protagonistas. El equipo encontró orden y personalidad en el plano colectivo, mérito de los futbolistas y del entrenador. Y en el renglón individual, hay varios nombres que le quitan el sueño al futbol mexicano: Sebastián Córdova, Luis Romo y Alexis Vega han cumplido con un destacado desempeño olímpico que debe significarles un "pasaporte" para tratar de jugar en un nivel mayor al de la Liga MX. Veremos ahora, sin el enmarañado camino de exportación de futbolistas en México, se los permite. Y en cuanto al entrenador, me parece una magnífica oportunidad para hacer, por primera vez, las cosas de una manera distinta y ordenada. Lozano es un buen director técnico. Hay que seguir alimentando en él esa capacidad para que, algún día, sea el entrenador de la selección mayor. Es el momento de ponerle más cerca de Gerardo Martino -quiera o no el entrenador argentino- para que se cultive más en su posición y sea, a futuro, cercano o lejano, el sucesor del argentino. Pero, por favor, que no le pase lo que ocurrió con Jesús Ramírez y con Raúl Gutiérrez, que después de ser campeones mundiales sub-17, vieron como su carrera tomaba un rumbo diferente.

México debe estar orgulloso del papel de su selección en el Mundial de futbol. Para nosotros, hay algo más importante que ganar medallas. Mantenernos en un estatus que nos permita siempre competir y aspirar a ellas.

@Faitelson_ESPN

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