El puertorriqueño Carlos Beltrán tuvo una gran carrera de 20 años en Grandes Ligas, que arrancó con el premio de Novato del Año de la Liga Americana en 1999 con los Kansas City Royals, incluyó nueve visitas a Juegos de Estrellas y terminó con el triunfo en la Serie Mundial del 2017 con los Houston Astros.

A lo largo de 20 campañas, dejó una línea ofensiva de .279 de average, promedio de embasamiento de .350 y slugging de .486, con un OPS de .837.

Disparó 2,725 hits, de ellos 565 dobles, 78 triples y 435 jonrones, con 1,587 carreras impulsadas y 1,582 anotadas, 312 bases robadas y 1,084 boletos.

Números sólidos, que sin llegar a ser extraterrestres, bastaban para armar un caso a su favor para una eventual exaltación al Salón de la Fama de Cooperstown.

Pero donde Beltrán se convertía en un ser de otra galaxia era en las postemporadas, a las que asistió en siete ocasiones distintas, hasta totalizar 15 series en las diferentes instancias de playoffs.

Tuvo 215 turnos en los que pegó 66 cohetes, para average de .307, con 16 bambinazos y 42 impulsadas, con un slugging de .609, OBP de .412 y OPS de 1.021.

Sus estadísticas son similares y en algunos aspectos superiores a las de Andre Dawson, Ron Santo, Barry Larkin y Harold Baines, quienes tienen sus placas ya debídamente atornilladas en el Salón de la Fama.

Tal vez no hubiera sido de esos que a la primera entran a Cooperstown en alfombra roja con bombos y platillos, pero no todos los que hoy están en el Templo de los Inmortales lo hicieron el año en que debutaron en las boletas. Eso es lo de menos.

Pero al menos por ahora, esos sueños se desmoronaron.

Beltrán, al que a su llegada en el 2017 al campo de entrenamientos primaverales de los Astros para su vigésima y última campaña, los jugadores más jóvenes lo trataban de Usted en señal de respeto, enlodó su legado por su papel en el entramado de robo de señales en la postemporada de ese año.

Seleccionado como mánager de los New York Mets para el 2020, no pudo siquiera dirigir su primer juego y aunque los reportes iniciales dijeron que renunció, todo indica que el equipo lo despidió para evitar los problemas de relaciones públicas y distracciones que hubiera implicado tenerlo en el puente de mando.

El escándalo del 'Señas-Gate' le cierra en las narices las puertas del Salón de la Fama, para el cual será elegible por primera vez en el 2022.

En dependencia de qué porcentaje consiga en esa ocasión, tendrá hasta diez años más y quién sabe si en el 2032, los votantes de la Asociación de Escritores de Béisbol de América (BBWAA) habrán olvidado lo sucedido en el 2017 y deciden perdonarle la trampa.

Ahora mismo, las esperanzas del boricua podrían estar centradas en lo que pase con Barry Bonds y Roger Clemens, quienes parece que finalmente conseguirán el 75 por ciento necesario de los votos de la BBWAA para ser inmortalizados.

Si se les abren las puertas a dos de las caras más emblemáticas de la era de los esteroides, siempre existe una posibilidad para Beltrán.

A fin de cuentas, como dice el refrán, la esperanza es lo último que se pierde.
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Noche de debut y despedida es el título de un viejo bolero.

En el caso de Carlos Beltrán, fue una despedida sin debut, tras renunciar a dirigir a los New York Mets por su papel en el escándalo de SeñalesGate.

Cuando Beltrán llegó al campo de entrenamientos de los Houston Astros en el 2017 para la que sería su vigésima y última temporada, los peloteros más jóvenes lo trataban de usted, en señal del respeto que se ganó a lo largo de una carrera que apuntaba a terminar en el Salón de la Fama de Cooperstown.

Fue ese mismo respeto el que llevó a los Mets a contratarlo como mánager para tratar de enderezar una nave que lleva años sin rumbo.

A menos de un mes para que abran los campos de entrenamientos, "el otro equipo de New York" acaba de dar un paso atrás en sus planes de recuperación y ahora la gerencia tendrá que salir a buscar un nuevo timonel.

En el papel, los Mets siempre lucen poderosos, pero por múltiples causas, los resultados en el terreno han dejado mucho que desear.

Hensley Meulens coach (San Francisco Giants)
AP Photo/Orlando Ramírez, FileHensley Meulens podría ser uno de los candidatos al puesto vacante de mánager de los Mets.

Ahora parecían listos para dar ese esperado salto en la muy competitiva división Este de la Liga Nacional, bajo el liderazgo del debutante mánager boricua y luego de blindar su cuerpo de lanzadores, tanto de abridores como de relevistas, con la llegada de los agentes libres Michael Wacha, Rick Porcello y Dellin Betances.

A esta altura del año, ya Beltrán y su staff de asistentes y coaches debían haber avanzado bastante en la planificación del trabajo para la pretemporada y la campaña del 2020.

Ahora todo lo que se había adelantado podría venirse abajo y habría que empezar de cero y contra el reloj.

¿Quién podría reemplazar a Beltrán? ¿Buscarán los Mets a una figura experimentada disponible allá afuera o tratarán de encontrar su nuevo dirigente entre las personas que ya están dentro de la organización?

Inmediatamente han sido mencionados en las redes sociales nombres como Buck Showalter y Dusty Baker, dos viejos conocidos que en sus respectivas carreras no ganaron nada, a pesar de lo cual muchos equipos insisten en reciclarlos y darles una nueva oportunidad de fracasar.

Si yo fuera Brodie Van Wagenen, el gerente general de los Mets, le entregaría las riendas al curazoleño Hensley Meulens, quien desde el 2010 formó parte del cuerpo de dirección de los San Francisco Giants y pasó los dos últimos años como coach de banca de Bruce Bochy.

Al lado de semejante maestro, Meulens debe haber bebido del conocimiento del mánager más exitoso de la última década en las Grandes Ligas y la ocasión parece perfecta para darle la oportunidad de mostrar lo aprendido.

De hecho, se suponía que Meulens sería el sucesor natural de Bochy en los Giants, luego de que el veterano mentor anunciara su retiro después de la pasada contienda.

Pero San Francisco optó por contratar a Gabe Kapler, un hombre que fracasó estrepitosamente en los dos años que estuvo al mando de los Philadelphia Phillies.

El curazoleño fue contratado entonces como coach de banca de Beltrán, de quien fue entrenador de bateo cuando el boricua jugó para los Giants en el 2011.

En ese cargo, Meulens debe haber sido parte esencial de todo el trabajo de planificación de la venidera temporada y ya tiene adelantada parte del camino que, en caso de traer a alguien de afuera, tendría que arrancar de cero.

Además, tiene a su favor además una capacidad comunicativa que difícilmente se encuentre en otra persona en todas las Grandes Ligas, pues tiene la habilidad de hablar cinco idiomas, lo cual facilitará la relación con todos sus jugadores.

Ya comandó a Holanda y llegó hasta las semifinales en el Clásico Mundial de Béisbol del 2017 y sería un acontecimiento histórico si le dan el mando de los Mets, pues se convertiría en el primer nacido en Curazao en dirigir en Grandes Ligas.
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Mike Fiers
AP Photo/Chris O'MearaA menos que tenga un año digno del premio Cy Young, difícilmente otros equipos se animarán a ofrecerle trabajo a Mike Fiers, alguien que luego va por el mundo contando las interioridades de las franquicias para las cuales jugó anteriormente.

Lo que pasa en Las Vegas, se queda en Las Vegas. Y lo que pasa en un clubhouse... debería quedarse en un clubhouse.

Pero en estos tiempos en los que los jugadores cambian de equipo como si fuera ropa interior, es una utopía pretender que los secretos no salgan a la luz.

Mike Fiers fue el hombre que abrió la Caja de Pandora, al revelar la trampa de los Houston Astros con el robo de señas con el uso de tecnología durante la postemporada del 2017.

Fiers, quien lanza ahora para los Oakland Athletics, era parte de los Astros cuando ese año ganaron la Serie Mundial.

El derecho de 34 años entra en el 2020 en la última temporada de su actual contrato con los Atléticos y su futuro, más allá de la campaña que se avecina, luce incierto.

A menos que tenga un año digno del premio Cy Young, difícilmente otros equipos se animarán a ofrecerle trabajo a alguien que luego va por el mundo contando las interioridades de las franquicias para las cuales jugó anteriormente.

Quizás Los Angeles Dodgers, en acto de agradecimiento, si acaso, ya que su delación los reivindicó de alguna manera.

¿Por qué contó lo sucedido en Houston una vez que salió de allá?

Si le remordió la conciencia, fue de manera extemporánea, porque bien que se benefició y recibió su anillo de campeón de la Serie Mundial, aunque no lanzó ni una sola pelota en toda la postemporada.

Él no era un líder dentro del clubhouse, pero si le pareció que robar las señas de la manera en que se hacía estaba mal, debió convocar una reunión interna en el camerino y llamar la atención de las violaciones éticas que ello implicaba.

Si bien habría empezado a ser mirado con recelo por el resto de los jugadores, posiblemente eso hubiera sido suficiente para parar las intenciones tramposas.

¿A que no se llena de valor ahora y devuelve el anillo? Eso es tan improbable que suceda como que le quiten a los Astros el título.

Pago por ver el recibimiento que le darán en el Minute Maid Park cuando Oakland vaya a jugar a Houston el fin de semana del 24 al 26 de abril. Los abucheos harán temblar los cimientos del estadio.

Y ¡ay! si se le escapa un lanzamiento e involuntariamente le pega a un bateador de los Astros. Arderá Troya en el fuego del morbo.

El de Mike Fiers es un caso con muchas aristas, todas complicadas, que depende del ángulo en que se mire.

Más que denunciar lo ocurrido, lo más criticable es el momento que esperó para hacerlo.

Por otro lado, desterrarlo del béisbol sería de cierta manera condonar la trampa de los Astros, que él, con su delación, ayudó a desenmascarar.

Si no, pregúntenle a José Canseco, condenado al ostracismo por destapar todo el entramado del uso de esteroides en las Grandes Ligas, lo cual obligó a regular un fenómeno que crecía como una indetenible avalancha de nieve y que no se sabe a dónde hubiera llegado.

Canseco usó a medio mundo de chivo expiatorio y ello le valió el repudio de la gente, aunque algún día el béisbol tendrá que agradecerle.

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Red Sox despiden a su mánager Alex Cora
Cada vez son más las voces que se alzan para pedirle al comisionado de las Grandes Ligas, Rob Manfred, que le retire a los Houston Astros el título de la Serie Mundial del 2017.

Eso no va a pasar. Olvídense. Quizás en un futuro, la corona de los Astros podría ser acompañada de un asterisco en los libros de récords, como recordatorio de la trampa en que incurrieron a lo largo de esa postemporada, en la que usaron una cámara para robarle las señas a los rivales.

Pero hasta ahí irán las cosas. Ya MLB anunció la suspensión por un año para el gerente general Jeff Luhnow y el manager A.J. Hinch, quienes acto seguido fueron despedidos por el dueño del equipo, Jim Crane.

Adicionalmente, se les impuso una multa de cinco millones de dólares y la franquicia perdió sus selecciones de primera y segunda ronda en los reclutamientos del 2020 y 2021.

El fenómeno tuvo cola y llegó hasta los Boston Red Sox, que un día después anunciaron el fin de la relación laboral (por mutuo acuerdo) con el manager puertorriqueño Alex Cora, quien era coach de banca de Hinch en el controvertido 2017.

Fue una manera delicada de llamar a un despido, con el que Boston se anticipó a las sanciones que le venían encima a Cora y que prometían ser más duras que las recibidas por el manager y el gerente general de Houston.

Pero despojar a los Astros de su título es algo que no tiene precedentes en el deporte profesional de Estados Unidos.

Aunque sí ha ocurrido diez veces en diferentes deportes a nivel colegial, tampoco haría justicia en el sentido más estricto de la palabra.

Sí, hicieron trampa, pero más allá de ello, nadie puede asegurar que Los Angeles Dodgers hubieran ganado el Clásico de Octubre.

No con Dave Roberts al timón. La Serie no sólo la ganó Houston, sino que la perdió Roberts con la cadena de decisiones disparatadas que cometió.

La mejor prueba de ello es que los Astros lograron sólo dos de sus cuatro victorias en su casa del Minute Maid Park, donde tenían instalado todo el entramado tecnológico para sus trampas, pero las otras dos fueron en Dodger Stadium, donde Roberts les entregó el título en bandeja de plata.

Las Grandes Ligas castigan, pero no cambian hechos. Lo que pasó, pasó.

Ryan Braun fue el Jugador Más Valioso de la Liga Nacional en el 2011 con los Milwaukee Brewers y dos semanas después de anunciarse el premio, se supo que había dado positivo en un control antidopaje.

Muchos pidieron que le quitaran el MVP y se lo dieran a Matt Kemp, de los Dodgers, pero las cosas se quedaron tal cual.

Nadie duda de que Barry Bonds haya usado sustancias para mejorar su rendimiento, pero sus 73 jonrones en el 2001 y 762 a lo largo de su carrera están ahí y a nadie se le ha ocurrido borrar sus récords.

Peor aún, Alex Rodríguez se comportó de la manera más baja y deleznable posible -- por llevarlo suave -- a lo largo del escándalo de la clínica Biogénesis de Coral Gables y fue suspendido por una temporada completa, la mayor sanción recibida por un pelotero jamás, pero sus estadísticas siguen en pie.

En el caso de los Astros, aparte de las sanciones y castigos que ya se impusieron, con un asterisco basta.
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Los Boston Red Sox se curaron en salud y este martes anunciaron que de mutuo acuerdo, el equipo y su manager, el puertorriqueño Alex Cora, tomaban caminos separados.

Es una manera elegante de llamarle a un despido, anticipándose a las sanciones que caerían sobre Cora por el papel en el escándalo de robo de señales de los rivales con el uso de una cámara.

Según la investigación de la oficina del comisionado de Grandes Ligas, el boricua, quien era el coach de banca del manager A.J. Hinch con los Houston Astros en el 2017, fue el cerebro detrás de todo este entramado.

Los Red Sox emitieron una declaración en nombre del propietario principal John Henry, el presidente Tom Werner, el CEO Sam Kennedy y el propio Cora, en la que consideran que no sería posible para Alex liderar el club en el futuro.

Por su parte, el despedido mentor agradeció a los dueños, ejecutivos, jugadores y a toda la organización de Boston y reconoció que tomar rumbos distintos era lo mejor para la organización.

"No quiero ser una distracción para los Medias Rojas a medida que avanzan. Mis dos años como manager fueron los mejores de mi vida. Fue un honor dirigir este equipo y ayudar a traer una Serie Mundial a Boston".

El problema es que el equipo también estaba sujeto a una investigación por el robo de señales en la temporada regular del 2018, cuando Boston tuvo registro de 108-54, el mejor de toda su historia.

Si el uso de tecnología para robar las señas no se extendió a la postemporada fue porque las Grandes Ligas colocaron a un oficial en los cuartos de video de cada equipo en las diferentes series de playoffs.

Ron Roenicke, quien ocupaba hasta ahora el puesto de coach de banca, debería encargarse del equipo, al menos de manera interina, si es que la gerencia decide buscar a otra persona para reemplazar al despedido.

Roenicke fue manager por cuatro temporadas de los Milwaukee Brewers entre el 2011 y 2014, pero perdió su trabajo apenas iniciaba la campaña del 2015.

En total dejó balance positivo de 342-331, con una visita a la postemporada en el 2011, cuando perdió la Serie de Campeonato de la Liga Nacional ante los St. Louis Cardinals.

Cora tiró su carrera por la borda y su legado quedará inevitablemente asociado a la palabra tramposo.

Sería un milagro si en un futuro algún equipo vuelve a darle una oportunidad y es una verdadera pena, pues es un hombre con un ADN beisbolero indiscutible, con don de gente para cohesionar las diferentes y complicadas personalidades de un clubhouse y capacidad estratégica y táctica.

Pero el afán por aprovechar la ocasión y hacerlo bien a toda costa puede haberlo llevado a cometer un error con el que deberá cargar el resto de su vida.

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A falta de 73 días para el inicio de la temporada de Grandes Ligas, los Houston Astros ahora deberán buscar un nuevo mánager.

A.J. Hinch y el gerente general Jeff Luhnow fueron suspendidos por un año por las Grandes Ligas, pero el dueño del equipo, Jim Crane, fue más allá y anunció el despido de ambos.

Los castigos al mánager y al gerente general son parte de las sanciones por el robo de señales en que los Astros incurrieron durante la postemporada del 2017, en que terminaron ganando la Serie Mundial por primera vez en la historia de la franquicia, pero que además incluyen una multa de cinco millones de dólares y la pérdida de turnos en las dos primeras rondas del reclutamiento amateur de junio próximo.

De momento, el puertorriqueño Joe Espada, coach de banca de Hinch, asumiría de manera interina la dirección del equipo, aunque Crane dijo que no hay fecha exacta para nombrar oficialmente a quien será el manager en el 2020.

Pero las probabilidades de que Espada cambie su estatus de interino a permanente parecen pocas, pues el cerebro detrás de todo el "SeñasGate" habría sido su compatriota Alex Cora, quien era coach de banca de Hinch en el 2017 y mánager de los Boston Red Sox un año después, cuando ganó la Serie Mundial.

David J. Phillip/Associated Press Alex Cora debe estar preocupado después que AJ Hinch (izquierda) recibió una dura sanción de MLB y fue despedido por los Astros.

El asunto es que los Red Sox están también bajo investigación por reportes de que en el 2018 habrían robado las señas a sus rivales con un método parecido al de los Astros, aunque sólo durante la temporada regular, en que el equipo terminó con récord de 105-54, el mejor en la historia de la franquicia.

Y si no lo hicieron en los playoffs, fue porque entonces siempre hubo un oficial de MLB en los cuartos de video de los clubhouse.

Todos los caminos conducen a Cora, quien no fue incluido en los castigos a los Astros, pero para quien se espera una sanción que puede ser mayor aún, cuando MLB concluya su investigación sobre Boston.

Flaco favor le ha hecho el puertorriqueño a los latinos que reclaman un puesto a niveles ejecutivos en las Grandes Ligas, empezando por el propio Joe Espada.

Lamentablemente, el mundo se guía demasiado por los estereotipos y Cora -si se demuestra que fue el creador de este engendro- le habrá colgado a los hispanos el cartel de tramposos.

Mucho más se la pensarán ahora los dueños a la hora de darle a los latinos la responsabilidad de dirigir un equipo, independientemente de que se conduzcan por la vida con absoluta integridad.

A falta de 73 días para el inicio de la temporada de Grandes Ligas, no sólo los Astros deberán buscar un nuevo mánager. No se extrañen si los Red Sox también.

Una pena. Una vergüenza.
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Desde su nacimiento en 1949 hasta el 2013, la Serie del Caribe fue un evento con cuatro equipos participantes.

En la primera edición disputada en La Habana se midieron los campeones de las ligas profesionales de Cuba, Puerto Rico, Venezuela y Panamá.

Así se mantuvo hasta 1960, cuando el evento tuvo una pausa de diez años tras la salida de Cuba por la eliminación del profesionalismo por el régimen de Fidel Castro.

Cuando en 1970 se reanudó la llamada Pequeña Serie Mundial Latinoamericana, ni Cuba, por las razones antes expuestas, ni Panamá, cuya liga profesional había desaparecido, estuvieron presentes.

Y por única vez el torneo se jugó entre tres equipos. A los Leones de Ponce y los Navegantes de Magallanes, campeones de Puerto Rico y Venezuela, respectivamente, se unieron los Tigres del Licey, monarcas de la República Dominicana.

Un año después el evento regresó a su formato original de cuatro competidores, al sumarse la Liga Mexicana del Pacífico, representada en esa oportunidad por los Naranjeros de Hermosillo.

En el 2014, la Serie del Caribe agonizaba y en un intento por revivir el interés de la afición en el torneo reapareció Cuba, en calidad de invitada, con lo que por primera vez la competencia se amplió a cinco participantes.

Y en el 2019 la cifra subió a seis, cuando Panamá salvó la continuidad del evento y en una semana no sólo lo organizó, sino que lo ganó.

Al coronarse en su casa, los panameños se ganaron el derecho a repetir su presencia en el 2020, también como invitados, mientras que este año se producirá el debut de Colombia, que ocupará el espacio de Cuba, ausente porque sus dirigentes no tramitaron a tiempo las visas estadounidenses.

Las cosas podrían complicarse en la edición de Mazatlán 2021, donde según el comisionado de la Confederación de Béisbol Profesional del Caribe, Juan Francisco Puello Herrera, Cuba tiene las puertas abiertas para regresar y de acuerdo con la prensa colombiana, la invitación a los cafeteros es extensiva por dos años.

Pero ¿qué pasaría si Panamá vuelve a coronarse y nuevamente se gana el derecho a ir a Mazatlán a defender su título?

A juzgar por el nivel parejo que ha mostrado la Serie en los últimos tiempos, un bicampeonato de los panameños no es ni improbable, ni imposible.

Entonces ya serían siete en la fiesta y quedaríamos a las puertas de un torneo con ocho equipos, toda vez que Nicaragua, por tradición y resultados, está reclamando también un espacio.

¿Qué tal una Serie del Caribe con República Dominicana, Puerto Rico, Venezuela, México, Cuba, Panamá, Colombia y Nicaragua?

A mi modo de ver. Sería factible, aunque un poco más costosa, pues se necesitarían ocho días en lugar de los siete que se usan actualmente.

Los equipos se dividirían en dos grupos de cuatro, para una primera etapa a una sola vuelta, una jornada para dos partidos semifinales y el juego decisivo en la octava fecha.

Hagamos el ejercicio. Digamos que en el grupo A estén quisqueyanos, panameños, colombianos y venezolanos y en el B boricuas, cubanos, mexicanos y nicas.

El primer día jugarían RD vs Panamá y PR vs Cuba. Al siguiente la jornada tendría a Colombia vs Venezuela y México vs Nicaragua.

La tercera jornada sería a base de RD vs Colombia y PR vs México.

En la cuarta fecha se enfrentarían Panamá vs Venezuela y Cuba vs Nicaragua.

El penúltimo día de la ronda clasificatoria tendría los choques de RD vs Venezuela y PR vs Nicaragua y la jornada final sería con los partidos de Panamá vs Colombia y Cuba vs México.

Los dos primeros de cada llave se enfrentarían en una doble jornada de semifinales cruzadas en la séptima fecha del torneo, cuyos ganadores se medirían un día después por la corona.

¿Les gustó? Pues no se desesperen, que eso, tarde o temprano, viene.
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Getty ImagesNicaragua, un país eminentemente beisbolero, que por tradición y resultados, merece también un espacio en el clásico caribeño.

La irresponsabilidad ¿deliberada? de Cuba al no tramitar a tiempo las visas para Puerto Rico, le abrió las puertas de la Serie del Caribe a una Colombia que llevaba tiempo levantando la mano en busca de una oportunidad.

Bien por los colombianos, quienes han trabajado muy duro de la mano de los hermanos Edgar y Edinson Rentería por desarrollar su liga profesional.

La excelente impresión que dejó la selección cafetera en su primera incursión en el Clásico Mundial de Béisbol en el 2017 todavía está pagándoles dividendos.

Sin embargo, en toda esta situación hay un gran perdedor y no es precisamente Cuba, que a decir del comisionado de la Confederación de Béisbol Profesional (CBPC), Juan Francisco Puello, tiene las puertas abiertas para regresar en el 2021, cuando la Serie del Caribe se dispute en la ciudad mexicana de Mazatlán.

El más perjudicado es Nicaragua, un país eminentemente beisbolero, que por tradición y resultados, merece también un espacio en el clásico caribeño.

Ya la situación que se dio el año pasado, cuando Panamá tuvo que salir al rescate de la Serie del Caribe, dejó a los nicaragüenses en total desamparo.

Panamá debía organizar en el 2020 la Serie Latinoamericana, un torneo nacido en el 2013 con los campeones de ese país, Nicaragua, Colombia y de la liga veracruzana de México.

El evento tendía a crecer y ya el año pasado se había sumado Argentina, mientras que la Liga de Béisbol Organizado de Chile (LBOC) y la Liga Invernal de Curazao se habían afiliado a la Asociación de Béisbol Profesional Latinoamericana (ABPL), con planes de participar en un futuro no muy lejano.

De las siete ediciones que se celebraron, los nicas ganaron inobjetablemente las últimas cuatro con los Gigantes de Rivas (2016), Tigres de Chinandega (2017 y 2018) y Leones de León (2019).

Al coronarse los panameños en la Serie del Caribe del 2019 y ganarse el derecho a participar en el venidero evento de San Juan, declinaron organizar la Serie Latinoamericana, que fue definitivamente suspendida.

Y ahora con la invitación a Colombia, que según refleja la prensa de ese país, es extensiva hasta el 2021, la Serie Latinoamericana parece condenada a muerte.

De hecho, ya había un acuerdo preliminar entre la CBPC y la ABPL para que el campeón de cada edición de la Serie Latinoamericana participara a partir de este año en el clásico caribeño.

Pero ese acuerdo se rompió por lógica, cuando Panamá no sólo salvó la Serie del Caribe del 2019 organizándola, sino que la ganó.

Entonces era imposible no tener a los panameños en San Juan para defender su título.

Ahora ya no hay un torneo previo en el que Nicaragua pueda ganarse la invitación.

¿Les tocará a los pinoleros ser convidados en el 2021?

Si como se ha anunciado, Colombia y Cuba estarán en Mazatlán, ¿ocuparía Nicaragua el lugar de Panamá?

¿Y qué pasaría si los panameños vuelven a ganar y obligan a la CBPC a incluirlos para defender nuevamente la corona?

¿Tendrían los nicaragüenses que seguir esperando o estamos a las puertas entonces de una Serie del Caribe con ocho equipos participantes?

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Alex Trautwig/Getty Images
En el 2014, la Serie del Caribe agonizaba en la mediocridad y en un intento desesperado por evitar su muerte natural, Cuba fue invitada al evento para reanimarlo.

Seis ediciones después, la Mayor de las Antillas no fue la poderosa fuerza reanimadora que se esperaba y aunque ganó la corona en San Juan 2015 con el equipo de Pinar del Río, su paso por el torneo dejó en sentido general 13 triunfos y 17 derrotas.

Cuando la Serie regresa a la capital puertorriqueña, la Confederación de Béisbol Profesional del Caribe (CBPC) le informó a La Habana que no puede garantizar su participación en tiempo por problemas de visado y en su lugar, también en calidad de invitado, asistirá el campeón de la Liga Profesional de Colombia.

La ausencia de Cuba es lamentable, independientemente de que su actuación haya sido bastante deficiente, pues se trata de un miembro fundador del evento que trajo una bocanada de aire fresco cuando más se necesitaba.

Las razones de su exclusión hay que buscarlas en la política, generadas por el diferendo de más de seis décadas entre La Habana y Washington, pero ahondar en ellas sería arar en el mar.

La duda que deja esta ausencia en San Juan es si se trata de algo temporal y en el 2021, en Mazatlán, volverá el campeón cubano a la competencia o si se trata de un jaque mate al experimento que comenzó en 2014.

A juzgar por la nota de prensa emitida por la Federación Cubana de Béisbol (FCB), esto puede haber dañado severa y quizás permanentemente las relaciones con la CBPC, así que es demasiado prematuro especular sobre un eventual regreso de la isla a la Serie el año próximo, aunque Juan Francisco Puello, titular de la entidad regional, asegure que el campeón de la Serie Nacional sí estará invitado a la cita del 2021.

Pero al mal tiempo, buena cara. Bienvenida, Colombia, después de tantos años pidiendo a gritos una oportunidad.

A diferencia del béisbol cubano, que vive hoy las horas más bajas de su historia, el colombiano ha crecido a su nivel más alto y su participación en San Juan estará rodeada de grandes expectativas.

Según resalta el diario El Universal de Cartagena, la invitación es por dos años, así que la presencia de Colombia estaría garantizada también para el 2021 y a partir de entonces, el país intentará incluirse como miembro pleno de la CBPC.

El equipo que resulte campeón -actualmente se juegan las semifinales de la liga entre Caimanes y Gigantes, por un lado, y Toros y Vaqueros por el otro, probablemente contará con figuras con experiencia en las Mayores, como Harold Ramírez, de los Miami Marlins, o Jhonatan Solano.

Todavía está fresca en la memoria de los fanáticos el papel destacadísimo que dejó la novena cafetera en su primera aparición en el Clásico Mundial de Béisbol del 2017, cuando se batió de tú a tú con las selecciones de República Dominicana y Estados Unidos en la primera ronda disputada en el Marlins Park de Miami.

En la Serie del Caribe no tendría por qué ser distinto, aunque el nivel competitivo de Colombia, ni de sus rivales, esté a la altura del Clásico Munidal de Béisbol.

Los colombianos intentarán mirarse en el espejo de los panameños, invitados de último minuto en el 2019 y que irán a San Juan como flamantes campeones a defender su bien ganada corona.

Ganen o pierdan, les toca a los nuevos convidados dejar la piel sobre el terreno y aprovechar esta oportunidad que soñaron por más de 20 años.

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En los últimos 100 años, el béisbol ha sufrido una serie de cambios que lo han llevado al punto en que nos encontramos en la actualidad.

Algunos han sido trascendentales, otros apenas mínimos, pero todos conforman eslabones de una cadena interminable de modificaciones.

Sin embargo, hay tres hechos a partir de 1920 sin los cuales no podríamos ni hablar de lo que son hoy las Grandes Ligas.

1.- Babe Ruth llega a los Yankees

Foto: Getty.

En 1919, Harry Frazee era el dueño de los Boston Red Sox, aunque su verdadera pasión, más que el béisbol, era el teatro musical.

Babe Ruth era el mejor jugador de las Grandes Ligas, bateador extraordinario y lanzador estelar de los Medias Rojas, que había llevado hasta 29 el récord de jonrones en una temporada.

Frazee estaba necesitado de plata para financiar sus puestas en escena y Boston, campeón de la Serie Mundial el año anterior, había terminado sexto entre ocho equipos de la Liga Americana.

Cinco días antes de que terminara el año, el productor teatral tomó una decisión que cambió para siempre la historia del béisbol y le vendió a los New York Yankees a Babe Ruth por 100 mil dólares, una cifra exorbitante para la época.

En 1920, el poderoso toletero vistió por primera vez el uniforme de rayas de los Yankees, hasta entonces un modesto equipo que desde su nacimiento como los Highlanders en 1903, lo más que había logrado era quedar segundo en tres ocasiones en el joven circuito.

En su nueva novena, Ruth ocupó un puesto de bateador y jardinero a tiempo completo y un año después la llevó a la primera de sus 40 Series Mundiales.

La llegada del Bambino a Nueva York revolucionó el béisbol y convirtió a los Yankees en la franquicia deportiva más famosa del planeta.

La prensa deportiva de la época acuñó el término "bambinazo" para referirse a sus batazos de cuatro esquinas y la suerte de los Yankees cambió para siempre, tornándose en una fuerza imparable que hoy luce en sus vitrinas 27 coronas en clásicos de octubre.

Entretanto, a los Medias Rojas les cayó la 'Maldición del Bambino', que duró 86 años antes de que volvieran a ganar una Serie Mundial.

2.- Jackie Robinson rompe la barrera racial

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Las Grandes Ligas siempre se han vanagloriado desde su nacimiento de tener el mejor béisbol del mundo, pero algo faltaba para que esa afirmación fuera una verdad absoluta.

Los peloteros de raza negra estaban vetados para jugar en las Mayores desde que a finales del siglo XIX, Cap Anson, manager-jugador de los Chicago Cubs y primera estrella genuina que tuvo el béisbol en sus albores, se negara a compartir el terreno con jugadores de piel oscura.

En la década de los años 40 del siglo XX, muchos de los mejores peloteros de las Grandes Ligas se alistaron en el ejército y fueron a combatir en la Segunda Guerra Mundial y el espectáculo decayó por la ausencia de estrellas como Joe DiMaggio y Ted Williams, entre otros.

Los negros tenían su propia liga y los equipos de las Mayores les alquilaban sus estadios los días que no había partidos para que ellos jugaran allí.

Un visionario llamado Branch Rickey, gerente general de los Dodgers de Brooklyn, vio la gran cantidad de público de todas las razas que atraían aquellos encuentros por la indiscutible calidad de los jugadores, en los que vio una mina de oro para llenar el vacío de quienes habían tomado las armas para combatir a la Alemania Nazi en Europa.

Aunque para finales de 1945 la guerra había terminado y las estrellas comenzaban a regresar a casa, Rickey estaba decidido a llevar su revolucionaria idea adelante y el 23 de octubre de ese año escandalizó al entonces conservador mundo del béisbol, al firmar como agente libre a Jackie Robinson, un jugador de cuadro que brillaba en las Ligas Negras con los Kansas City Monarchs.

Tras pasar la temporada de 1946 en AAA, el 15 de abril de 1947, se convirtió en el primer pelotero de raza negra en jugar en Grandes Ligas desde que se estableció la infame barrera racial en el siglo XIX.

Robinson, con un estoicismo a prueba de balas y consciente del papel histórico que le tocó desempeñar, le abrió las puertas de las Mayores a sus hermanos de raza.

Llegaron entonces otros inmortales como Satchel Paige, Frank Robinson o Willie Mays.

A partir de ahí, las Grandes Ligas estuvieron finalmente completas y la afirmación de que se trata del mejor béisbol del mundo se convirtió en una verdad absoluta.

3.- Curt Flood desafía la cláusula de reserva

Curt Flood
AP Photo

Curt Flood fue un buen pelotero, ganador de siete Guantes de Oro, asistente a tres Juegos de Estrellas y ganador dos veces de la Serie Mundial con los St. Louis Cardinals.

Pero su lugar en la historia se lo ganó fuera del terreno, cuando en los convulsos años 60, cuando Estados Unidos estaba inmerso en la lucha por los derechos civiles, desafió al entonces comisionado de las Grandes Ligas, Bowie Kuhn, al rechazar un cambio a los Philadelphia Phillies.

Fue el día de Nochebuena de 1969 cuando Flood envió a Kuhn una carta en la que le notificaba su negativa a aceptar el canje a los Filis.

"Después de doce años en las Grandes Ligas, no siento que sea una propiedad para comprar y vender, independientemente de mis deseos".

"Creo que cualquier sistema que produzca ese resultado viola mis derechos básicos como ciudadano y es incompatible con las leyes de los Estados Unidos y de varios Estados".

"He recibido una propuesta de contrato de Filadelfia, pero creo que tengo derecho a considerar las ofertas de otros clubes antes de tomar cualquier decisión".

Kuhn respondió con otra carta llena de formalismos, en la que le negó la posibilidad de optar por otros equipos y Flood, apoyado por el abogado Marvin Miller, líder del sindicato de jugadores, presentó una demanda en las cortes.

El jardinero central de los Cardenales había destapado la caja de Pandora, al cuestionar la hasta entonces existente cláusula de reserva, que permitía a los equipos disponer a su antojo la suerte de los peloteros.

El caso conocido como Flood vs Kuhn pasó por las diferentes instancias hasta llegar a la Corte Suprema de Justicia durante un proceso legal que demoró dos años y medio.

Flood no jugó en 1970, ni con los Filis ni con cualquier otro equipo, mientras que apenas participó en 13 partidos en 1971 con los Senadores de Washington, con lo que puso fin a su carrera.

Aunque la Corte Suprema confirmó, por un margen de 5 a 3, la exención antimonopolio otorgada a las Grandes Ligas en 1922, admitió que los fundamentos originales de esa exención eran frágiles.

Esa admisión puso en marcha entonces una serie de eventos que finalmente condujeron a la anulación de la cláusula de reserva y abrió las puertas al surgimiento de la agencia libre en el béisbol, que luego se hizo extensiva a otros deportes.

Sin aquella aparentemente inocente carta de Flood al comisionado Kuhn, los deportistas profesionales de Estados Unidos (no sólo los beisbolistas) no ganarían los salarios estratosféricos de hoy, de acuerdo con lo que dicta el mercado, en lugar de quedar a merced del capricho de los dueños de equipos.
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