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Carlos Monzón, 80 años

El 7 de agosto de 1942 nacía Carlos Monzón, referente del boxeo argentino. Getty Images

Nació el 7 de agosto de 1942 en Santa Fe y se convirtió en uno de los más grandes campeones de la división de los medianos.

Nació en un piso de tierra, por la noche, en el barrio La Flecha de San Javier, Santa Fe. En esa misma tierra santafecina en donde lo encontró la muerte un 8 de enero de 1995, cuando tenía 52 años.

Su vida fue una novela.

De aquel piso de tierra, a los castillos europeos. Del rancho construido con barro amasado por sus propias manos y las de Mercedes Beatriz García, “Pelusa”, su esposa, a los grandes hoteles.

De vender diarios en la calle a ser protagonista en los principales titulares del mundo. El oro y el barro, como tituló su libro el colega colombiano Alberto Salcedo Ramos, refiriéndose al gran Kid Pambelé. La gloria y el drama, los más delicados perfumes franceses y la ranchada en la cárcel. El que paseó su prestancia en los rings de París, Montecarlo, Nueva York o Roma y el que fue insultado cuando salió de la alcaidía de los Tribunales de Mar del Plata. Sin embargo, mientras un grupo le gritaba “Dale campeón”, otro le decía “Asesino”, ambos con el mismo énfasis.

Carlos Roque Monzón fue campeón argentino y sudamericano y luego mundial de los pesos medianos. El amigo de sus amigos. El que sobre el ring fue una máquina de destrucción implacable.“Lo admiré muchísimo, era casi perfecto”, nos confesó alguna vez Mike Tyson.Uno de los boxeadores más prácticos que vi en mi vida”, aseguró Angelo Dundee, el histórico técnico de Muhammad Ali. “Me hubiera gustado pelear con Monzón, porque así sabría si yo era realmente tan bueno”, nos dijo Bernard Hopkins, que logró superar el histórico record de Carlos de 14 defensas exitosas de su corona mundial. “No me entristece haber perdido mi corona ante Carlos, porque me venció un grande”, confesó Nino Benvenuti.

Carlos Monzón, el que nunca llenó el Luna Park, salvo en sus peleas de campeón mundial, pero que tuvo a París rendida a sus pies. El hombre que motivó a Leonardo Favio o a Pier Paolo Pasolini a ponerse frente a sus cámaras –aunque este último no lo logró. En cambio, con Favio rodó “Soñar, soñar” una de las grandes producciones del director mendocino. Su romance con Susana Giménez –nacido apasionadamente durante pleno rodaje de “La Mary”- provocó mayor revuelo que su gran victoria ante “Mantequilla” Nápoles en París, organizada por su amigo Alain Delon. Victoria que despertó en el gran Julio Cortázar la necesidad de escribir un cuento titulado “La noche de Mantequilla”.

Monzón, al que el gran periodista santafecino Julio Juan Cantero, que lo acompañó tantas veces incluyendo actuaciones de árbitro de su pelea, lo bautizó “Escopeta”.

Monzón, el que afirmaba que, para él, sus rivales eran enemigos que querían robarle el pan a sus hijos. Cuando se retiró, totalizaba 100 peleas, con 87 ganadas (59 KO), 3 perdidas, 9 empates y una sin decisión.

No hubiera sido Monzón, el campeón admirado por todos, sin el apoyo, las enseñanzas y las lecciones de quien fue su segundo padre, Don Amilcar Brusa. Juntos transitaron casi todo el recorrido: desde las peleas marginales en pueblos olvidados hasta los combates millonarios. Viajaron en trenes de segunda con asientos de madera, en ómnibus destartalados y aviones de primera clase. Guía, amigo, técnico y consejero, el mismo que supo escabullir algunas de sus andanzas, el mismo que jamás lo tuteó.

No hubiera sido Monzón, el gran campeón del mundo, sin el apoyo de Juan Carlos “Tito” Lectoure, el promotor del estadio Luna Park, que supo creer en él. Invirtió cuidadosamente en rivales norteamericanos para que pudiera ir creciendo en los rankings internacionales. Y, cuando llegó el momento revolvió cielo y tierra hasta que le consiguió la chance mundialista ante Nino Benvenuti, el 7 de noviembre de 1970 en Roma.

Los tres –Monzón, Lectoure y Brusa- formaron un núcleo de hierro casi hasta el final. En su última pelea –frente a Rocky Valdez, en julio de 1977- Lectoure no estuvo en el rincón, aunque si en el ring side. Estaban separados profesionalmente, pero Carlos lo llamó a Lectoure al ring, apenas terminado el combate, para decirle al oído. “Ahora sí, Tito, no peleo más”.

Monzón hubiese cumplido este 7 de agosto, Día de San Cayetano, el Patrono del Trabajo, 80 años.No me imagino a un Monzón jubilado y de pantuflas, sin hacer nada”, dijo una vez Jean Claude Bouttier, uno de sus grandes rivales. Tenía razón.

Murió cuando estaba muy cerca de cumplir con su sentencia –le restaban 14 meses-, tras haber matado a su mujer, Alicia Muñiz. Fue en la trágica madrugada del 14 de febrero (¡Justo en el Dia de los Enamorados!) de 1988 en Mar del Plata. Lo condenaron a 11 años de prisión en julio de ese mismo año, tras un juicio que paralizó al país.

En 1995, cuando ya tenía salidas transitorias en la cárcel de Las Flores, Santa Fe, y entrenaba a boxeadores, halló la muerte. El automóvil en el que regresaba a la cárcel dio 7 vuelcos. Terminó tendido sobre su amada tierra santafecina, de cara al cielo.

Carlos Monzón. De la miseria a los palacios, de las sombras de humildes gimnasios al saludo con presidentes y reyes, de levantar los brazos al cielo en sus victorias a tener las manos esposadas camino a la cárcel.

Monzón, el que nació hace 80 años en un piso de tierra, al que preferimos recordarlo en sus momentos de esplendor, cuando era campeón, cuando sentía que el mundo estaba a sus pies.