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Adiós, Roquiño: murió Horacio Accavallo

Decidió retirarse antes de una pelea de campeonato mundial, “porque no doy el peso y no quiero perder mi título, quiero ser campeón para siempre", le dijo a Lectoure AP

Payaso. Faquir. Actor. Futbolista. Ciruja. Botellero. Nacido en Villa Diamante, Lanús el 14 de octubre de 1934, producto de aquellas familias italianas que venían a “Hacer la América” en base a trabajo y más trabajo. Encontró un camino en el boxeo.

“Jugando al fútbol de 10, me cansé de hacer goles, pero no dejaba ser uno más en un equipo, en cambio en el boxeo era yo solo y era barato, porque para empezar con un pantaloncito y zapatillas podías meterte en un gimnasio”, decía. Y asi empezó a formar una escuela y un estilo.

“A un zurdo inteligente boxeando no le gana nadie, porque camina al revés y te confunde. En el circo, para fin de fiesta, yo desafiaba a quien me quisiera pelear. Como era chiquito, porque pesaba 50 kilos, se me animaba cualquiera y terminaba dándole un baile bárbaro”, reía. Era pícaro, producto de la Universidad de la Calle, Graduado en la Licenciatura del Trabajo y recibido con Honores en la Escuela del culto a los amigos. Lo de “Roquiño” le quedó como diminuto de Roque, su padre; fue un fanático del Racing Club de Avellaneda.

Anduvo haciendo campaña en Italia, “en el Luna Park no querían mucho a los zurdos como yo, decían que no dábamos espectáculo, pero cuando llegó Tito (por Juan Carlos Lectoure) la cosa cambió y me abrió el camino”, recordaba.

Formaron una dupla ganadora y vivieron una gran amistad hasta los últimos días. Si Accavallo murió en el Día del Boxeador, Lectoure falleció un 1ro de marzo, la fecha en que “Roquiño” se consagró campeón mundial.

Fue, por cierto, el primer campeón mundial de la Era Lectoure. Llenaba el Luna Park, daba espectáculo, libraba tremendas batallas contra quien fuera y lentamente llegó a su posición a retador del campeonato mundial de la categoría de los moscas.

Entre sus vencidos para llegar a semejante posición fueron quedando Salvatore Burruni (que fue también su primer vencedor, en 1959 en Italia), Salvatore Manca, Demetrio Carabajal, Carlos Rodríguez, Júpiter Mansilla, Chucho Castillo o Eugenio Hurtado. Fue campeón argentino y sudamericano y en el reinado mundial fue el segundo de la historia del boxeo argentino, siguiendo los pasos de Pascual Pérez, consagrado campeón mosca, también en Tokio, en 1954, ante Yoshio Shirai.

Su campaña totalizó 83 peleas de las que ganó 75 (34 por la vía categórica), perdió solamente 2 –ninguna en Argentina- y empató 6. Sus derrotas fueron la ya mencionada ante Burruni en Italia y otra ante Kiyoshi Tanabe en Japón, 1967, en donde no expuso su corona.

Tras obtener la corona vacante ante Katsuyoshi Takayama en Tokio, defendió dos veces ante Hiroyuki Ebihara y también ante el mexicano Efrén “Alacrán” Torres, diciembre de 1966. Por puntos, 15 rounds. Quedó tan lastimado que tuvieron que cubrirle el rostro con una toalla por las heridas. Había caído, pero igual terminò ganando por puntos, demostrando que tenía un corazón tan grande como el propio Luna Park.

Tras vencer a Hiroyuki Ebihara el 12 de agosto de 1967, se retiró. Fue su última pelea y en el Luna Park, imponiéndose por puntos.

Accavallo es el símbolo de una época, aquella de los 60, cuando Piazzolla le puso su música a Buenos Aires y en la que Troilo dirigía “un coro de silbidos allá en la esquina”. El Luna lleno, las tribunas embravecidas, la aparición de un genio semi calvo como Nicolino y el desparpajo de un pelilargo como Ringo. Todavía no aparecían ni Monzón ni Galíndez, la tele era en blanco y negro y Horacio se daba cachetadas con Pepe Biondi en cámara, para hacer reír a todos.

La vida le pegó muy fuerte con la muerte de su hija, con los robos sufridos en su cadena de artículos deportivos, pero igual mantuvo la guardia alta. El mal de Alzheimer lo fue minando, pero siempre tuvo a su lado a su familia, con Horacio Junior cuidándolo y manteniendo viva su figura.

Decidió retirarse antes de una pelea de campeonato mundial, “porque no doy el peso y no quiero perder mi título, quiero ser campeón para siempre”, le explicó a Lectoure. Y, efectivamente, así se retiró.

Hoy ya no está con nosotros, pero El Campeón sigue vivo, un ejemplo de vida arriba y abajo del ring.

Se fue “Roquiño” y para quienes peinamos canas, se ha ido también una parte importante y cálida de nuestras vidas. Cuando éramos felices y no nos dábamos cuenta.