<
>

Abel Sánchez, de púgil frustrado a estratega de GGG

MÉXICO -- La historia de Abel Sánchez podría ser digna de un guión de película.

Nacido en la colonia Libertad de la fronteriza Tijuana el 8 de noviembre de 1955, el hoy entrenador de la estrella del boxeo, Gennady Golovkin, tuvo que pasar una buena cantidad de vaivenes en su vida antes de encontrarse como el mayor éxito de su carrera deportiva.

Cuando Abel tenía seis años, su madre, Alma Judith, lo llevó a él y a sus hermanos Antonio, Dora Luz y Manuel a Los Ángeles, California, en busca de hacer válido el sueño americano y fue ahí donde se familiarizó con el negocio de la construcción gracias a su padre, Benjamín Sánchez.

Muy cerca de tocar los 20 años de edad, fue cuando le dio a Abel por el kickboxing. Comenzó a entrenar y de hecho hasta logró un récord de 15-0 en sus enfrentamientos, pero cuando conoció el boxeo, su vida cambió.

Bajo la tutela de Ben Lira, combatió sólo en seis ocasiones como amateur y perdió la mitad. Pero ahí conoció a un hombre con el que después de reencontraría, Lupe Aquino.

"Yo boxeaba en el gimnasio con Lupe Aquino, pero me retiré por 1980 o 1981, le estaba dedicando demasiado tiempo al boxeo y el negocio de la construcción estaba sufriendo, y fue mejorando poco a poco, hasta que en 1986 le llamé a Lupe Aquino y cuál era mi sorpresa que ya estaba retirado porque se había arreglado con unos promotores de San Diego y al no estar contento optó por el retiro.

"Le pregunté que si quería seguir boxeando y me dijo que sí, así que le propuse que viniera a donde yo vivía, le iba a ofrecer un apartamento y una bicicleta para que se moviera. Yo iba a entrenarlo, y así debuté como entrenador en 1986, le conseguí unas peleas con Top Rank, tenía aún el problema con los promotores pero hizo tres peleas y a los tres los noqueó, hasta que le conseguimos la pelea titular contra Duane Thomas y se hizo campeón Superwelter del Consejo Mundial de Boxeo", recordó Abel.

Después de Lupe Aquino le llevaron a su gimnasio a Terry Norris y Orlin Norris, convirtiédolos en campeones del mundo a ambos.

"Mis primeros tres peleadores fueron campeones mundiales", dijo orgulloso el tijuanense.

Pero no todo lo que brilla es oro y en 1992 se retiró del boxeo porque no le gustó que le querían imponer unas cláusulas ridículas para seguir entrenando a Terry.

"Querían que lo entrenara por la mitad del dinero y que no entrenara a nadie más", confesó.

Sin embargo, en 1994 llegó a trabajar como ejecutivo con el exitoso promotor Don King y con él estuvo hasta 1996, pues regresó a entrenar a peleadores como Miguel Ángel González y Francois Botha.

"Pero siempre era pelear, Miguel Ángel batallaba para el peso siempre y Botha iba a entrenar cuando quería, así que me retiré en 2001", compartió.

Volvió a Abel al negocio de la construcción. Compraba terrenos cerca de Big Bear, California, construía casas y las vendía. Ahí comenzó a construir su gimnasio en 2007 y para 2008 tuvo que abrirlo porque la economía se vino abajo, el negocio familiar no prosperaba pensó que el boxeo era una buena oportunidad.

"En 2010 llegaron y me ofrecieron entrenar a Gennady Golovkin, yo no sabía ni quién era, pero cuando investigué, me di cuenta de su talento y dos meses después de esa plática llegó con una mochila al hombro, molesto porque en Alemania donde estaba peleando no le daban las oportunidades que quería", apuntó Abel. "En ese momento tenía varios peleadores, pero ni uno como Golovkin. Supe que buscaron a Freddie Roach y a Robert García, pero que les había gustado más mi gimnasio, su quietud, y también que yo le iba a dedicar el tiempo a Golovkin, él quería atención y o se la iba a dar", reconoció el tijuanense.

Comenzó a trabajar con Golovkin y de la mano conocieron la gloria.

Conquistó su primer campeonato, su segundo y su tercero entre los Medianos hasta asumirse como uno de los mejores libra por libra del mundo, lo cual le valió a Abel el premio al entrenador del año.

Con ese pasado lleno de alegrías y una que otra decepción, Abel espera consagrarse este sábado 16 de septiembre con una victoria de GGG sobre Canelo Álvarez, cumpliendo así el sueño que alguna vez tuvo cuando era boxeador, de tocar las estrellas con las propias manos, aunque ahora desde la esquina.