MÉXICO -- Una fuente cercana a la organización rojinegra me ha confirmado que el sábado por la mañana se firmará el contrato que ligará a Gustavo Matosas nuevamente con el futbol mexicano, en este caso, con el Atlas de Guadalajara.
Finalmente no fue Cruz Azul, sino la escuadra tapatía la que se arregló con el técnico argentino de nacimiento.
Los abogados del Club Atlas se están trasladando este viernes a Uruguay, donde Matosas tiene su residencia, para que signe el contrato que podría ligarlo por varas campañas con los 'Zorros'.
Gustavo Matosas llega a una institución que ahora tiene el respaldo del Grupo Salinas, situación que ha saneado sus finanzas y donde el timonel seguramente podrá pedir los refuerzos que desee, contrario a lo que pasó en América, donde le dieron a la gente que el club eligió y tuvo una corta estancia.
Los invito a seguirme en @espnsutcliffe.
LOS ÁNGELES -- Decepción. Desilusión. Una Guerra Civil de espíritus huidizos, acobardados. Tras aquel Clásico Tapatío de la fase regular, con un vibrante banquete de emociones, garra y atrevimiento, este jueves las fierras se contrajeron en su madriguera.
Cero absoluto. El marcador, en esa alegoría de bostezo compartido del 0-0, es la afirmación inconfundible de la negación de futbol que ocurrió en la cancha.
Pocas intenciones, pocas aproximaciones, pocas osadías, pocos alaridos, pocos sobresaltos. Chivas tenía la obligación, pero tras insistir en el primer tiempo ocasionalmente, en el segundo, renunció.
La obligación de ser local es un mecanismo retráctil conforme las conveniencias del momento. La decepción en la tribuna, para cada entrenador, es secundaria, si no hay decepción en el marcador. Y el 0-0 sonríe a los alternados patrones pusilánimes de ambos equipos.
Chivas intentó y no pudo porque su mejor atrevimiento estaba en Marco Fabián, que hizo del rococó populachero su mejor argumento. Sin un rematador implacable, o al menos de medio pelo, en el área, los balonazos eran rutina para el Atlas, en especial porque De Nigris estaba recluido en la banca.
Atlas se dio cuenta pronto de que podía tomar por asalto el Omnilife y administrar ventaja para el juego de vuelta. Pero para entonces, Chivas había sobrepoblado la media cancha y montado una zaga desesperada. Si los rojinegros merodeaban el área, entre su precipitación y el estoicismo del rival, el marcador era un eco de la tribuna, donde los bostezos sustituían al fervor generoso del arranque del juego.
Un gol anulado, una atajada sobresaliente de Vilar, un intento de Marco Fabián, un remate del Chatón Enríquez y centros desesperados fueron la mejor forma de inquietar a la defensa del Atlas, que, al final, encontró en la resistencia sin precipitaciones, la mejor trinchera.
Para Luis Michel el trabajo fue menos complejo. Atlas fue una amenaza sitiando la zona, pero en la velocidad de toques cortos y elaborados pagó con imprecisión. Y las mejores arremetidas murieron apenas en una zaga rojiblanca que se batió, y hasta terminó haciendo tiempo a pesar de ser local.
Lo mejor del encuentro se puede comprimir en segundos. Ambas aficiones fueron engañadas y ambas aficiones quedaron expuestas a un nuevo desengaño, no sólo respecto al trámite de vuelta, sino al mismo desenlace final.
Ninguno pudo ser mejor porque ninguno supo ser mejor, porque ninguno quiso ser mejor. No hubo aventureros en la cancha, solo almas angustiadas por el temor de perder, más que alentadas por la esperanza de ganar.
Al final, con la pobreza evidente de ambos, queda claro que el respeto fue excesivo. Ni Chivas mereció la histeria táctica de los Zorros, ni el Atlas mereció la excesiva precaución del Guadalajara.
Ambos, al final, terminaron asustándose con fantasmas que no existen. Por eso al 0-0 solo le sobrevive el suspenso porque memorias de este juego no quedaron ningunas. Y ese, debe ser el primer bochorno, la primera vergüenza para un Clásico Tapatío.
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En la lista de El Piojo para Concacaf aparecerán Guillermo Ochoa, Paul Aguilar, Héctor Moreno, Maza Rodríguez, Diego Reyes, Miguel Layún, Andrés Guardado, Héctor Herrera, Jonathan dos Santos, Gallito Vázquez, Giovani dos Santos, Chicharito Hernández, Tecatito Corona, Carlos Vela, Oribe Peralta, Jonathan Orozco, Moisés Muñoz, y otros más que garanticen el medio boleto para ese duelo extra ante EEUU. Hay pocos misterios ya.
Se había comentado que México enviaría a sus mejores suplentes como base a la Copa América. La banca del Tri en la Copa Oro será una mezcla de selección B y C.
¿A qué se aspira en Copa América? Recordemos antecedentes. A la pasada edición de esta competencia, llegaron a semifinales tres equipos que no fueron al Mundial 2014 (Perú, Venezuela y Paraguay), y el cuarto, el campeón Uruguay, sólo se arrimó a Brasil gracias a la infamia arbitral en la repesca ¡y ante Jordania!
Argumentan, desean, anhelan, que en esta edición, Argentina con Messi, Brasil con Neymar, y el anfitrión Chile con Alexis, además de Colombia con James y Ecuador con Valencia, se conviertan en genuinos protagonistas, y que estos cinco no sean de paso efímero como en la edición de 2011. En la teoría, así debe ser.
La lista de México puede ser despreciada, pero no es despreciable.
Subrayemos algo: carente de figuras mundiales, carente de superdotados, el Tri debe aspirar, debe forzar, debe convencerse que con testosterona, resistencia, devoción y juego de conjunto, sólo así, será capaz de equilibrar ante las constelaciones de desequilibrantes.
Ojo: en el uno a uno, en el jugador por jugador, en el comparativo, en la balanza de futbolista a futbolista, México pierde desde la convocatoria. Y queda eliminado desde el sorteo. Y desde antes del silbatazo, hay que empezar a entonar el Cielito Lindo.
Pero, insisto, con los valores agregados mencionados, fue capaz de sobrevivir a Brasil, de someter a Croacia, y de quedarse --como siempre--, ante Holanda, en el catálogo eterno de ya merito.
Más allá de los pasajes de nandrolona y clembuterol, y otras yerbas en selecciones nacionales, la auténtica droga que sublima al jugador mexicano es la camiseta, el Himno, y, por supuesto, esa hambre acumulada e insatisfecha por una conquista suprema entre los torneos adultos, como Copa América, de la cual ha sido dos veces finalista, y claro, más allá de su mayor satisfacción que ha sido el oro en los Juegos Olímpicos de Londres.
Como siempre, la convocatoria de seleccionados es cuestionable y cuestionada. En un país con 130 millones de técnicos, el entrenador en turno, en este caso El Piojo Herrera, siempre será tratado como el más ignorante, con un conocimiento de futbol por debajo de los 129,999,999 estrategas restantes en México. El técnico del Tri, según el juicio popular, siempre es el más burro de la clase.
¿Qué hace Vuoso? ¿Cinco goles y tres asistencias con Jaguares? Siempre he pensado que un país debe ganar lo que merezca con lo que su raza, su suelo, su sangre, su mestizaje, su idiosincrasia, sean capaces de entregarle. El extranjero y el naturalizado serán bienvenidos en todas las demás áreas importantes, porque hay genios en las artes y en las ciencias, pero esto es futbol, es un pasatiempo, un apasionamiento, una herencia lúdica entre ganar y perder en 90 minutos.
Aclarado pues, el porqué del rechazo a Vuoso, lo justifico, entendiendo a El Piojo: es un jugador que en el ocaso empieza a pagar deudas de todo lo que debió ser en otros pasajes. Es más lucha, más liderazgo, más astucia y fuerza bien dirigida. A final de cuentas no desplaza ni a Eduardo Herrera ni al Paleta Esqueda. ¿Opciones? Omar Bravo y Aldo de Nigris, en especial el primero, a mi juicio, ojo, no el mejor futbolista del torneo, pero sí el mejor jugador de futbol del torneo, entendiendo las diferencias entre los dos especímenes.
¿Le desagrada, le decepciona esta formación? Corona, Flores o Aquino (no se sorprenda), Salcedo, Márquez, Ayala, Domínguez, Güemez, Medina, Montes, Tecatito Corona y Raúl Jiménez o Paleta Esqueda. ¿Se sorprendería viendo a Marco Fabián en lugar de Domínguez? Lo permitiría una media cancha muy sólida como la mencionada de Güemez, Medina y Montes.
Recuerde que en primera fase, México sólo necesita una victoria que le coloque como uno de los dos mejores terceros lugares. Bolivia puede ser esa piedra de apoyo. Chile y Ecuador tienen sin duda jugadores con mayor calidad.
El problema empieza en los Cuartos de Final. Ahí, si avanza como mejor tercero iría contra el mejor del Grupo B: ¿Argentina o Uruguay? Ya para entonces Messi estará recuperado del ajetreo con el Barcelona, y Tévez y Agüero están intratables.
La inevitable realidad es el choque de intereses. Y, lo habíamos comentado, el Tri, Miguel Herrera, la FMF, los dueños de la selección, deciden irse de Copas con la más rica y rentable, la Copa Oro, aunque la más deseable, voluptuosa y seductora, sea la Copa América.
Dice un popular refrán colombiano, cortesía del decano del periodismo cafetero, Óscar Restrepo: "El que no tiene para más, con su mujer se acuesta". Y la mujer del Tri, infiel, perjura, ingrata y voluble a veces, sigue siendo la Concacaf.
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Las cifras no mienten sino que certifican. Cuando tres clasificados cargan con seis derrotas, entre ellos el líder general Tigres, y uno más suma siete es evidente la epidemia de medianía.
Calcule: entre los ocho mejores del torneo totalizaron 41 derrotas, sólo tres menos que otro torneo memorablemente para el olvido, como el Clausura 2014, con 44 tropiezos entre los ocho primeros y que como reflejo de su pobreza ostentó a Cruz Azul como líder del torneo, que fue rápidamente eliminado por el campeón al final, un León que clasificó tras inexplicable carambola.
Revisemos estadísticas de otras competencias para entender que los poderosos no eran tan débiles como para fortalecer a los débiles.
Así, en el apertura 2013, los ocho primeros perdieron apenas 28 juegos entre todos. Lo mismo ocurrió en el Clausura 2013. En el Apertura 2014, las derrotas de los ocho clasificados totalizaron 34.
Por eso cuando se habla de medianía debe entenderse que ese eventual equilibrio competitivo, ocurre en planos de una mediocridad que se hace más evidente con la cascada de errores arbitrales, al grado de que los diferentes analistas especializados no logran precisar si se dejaron de marcar 29, 30 o 31 penaltis, muy legítimos, y todo gracias a la incompetencia o dolo de los silbantes en este Clausura 2015.
Y si quiere agravarlo, considere la pobre participación de los equipos mexicanos en competencias como Concachampions, donde el América rescata el orgullo, mientras que en la Libertadores sólo hacen una digna representación los Tigres. ¿La Copa Mx? La gana un equipo que se salvó del descenso por la incompetencia del Santos en los últimos minutos de la jornada 17.
Y como ya pasó en el Clausura 2014, cuando el polizonte de la Liguilla, el León, echó fuera al pomposo Cruz Azul, el mismo riesgo rige para Tigres ante Santos, aunque no tiene compromisos en la Libertadores que se estorben con los Cuartos de Final de la Liguilla.
EL PANORAMA... Unas Chivas con cuatro juegos de Liga sin ganar, dos derrotas al hilo, y tras perder la Final de la Copa MX enfrentan a un Atlas, que ve truncada ante el América su racha de cinco juegos sin perder, en el duelo atrayente de la Liguilla, especialmente por la guerra civil que significa.
El líder general Tigres reedita su rivalidad norteña ante Santos, que clasifica gracias a la apatía del Toluca y que con una irregularidad impresionante se mete a la Liguilla gracia a un empate lastimoso ante el Puebla, que termina salvándolos a ambos.
El América, campeón vigente, reflejo también de la inconsistencia en el torneo, deberá medirse a un Pachuca que abusa de la indolencia de los Tiburones para colocarse como el séptimo mejor del torneo, pese a comenzar la justa con sólo cuatro puntos de 15 posibles.
La Liguilla cita al Veracruz, el equipo más agradable del torneo, dominante gran parte con el eliminado Xolos, para enfrentar ante el resucitado del Clausura 2015 desde la llegada de Vucetich, el Querétaro, que hasta logró darle un segundo aire al fiestero y desahuciado Ronaldinho.
A esperar pues los duelos en los que las debilidades evidentes de los poderosos debilitados dejan abiertos los imponderables para los débiles fortalecidos.
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El amague del rojinegro es perfecto. Michel se despega de su línea antes de que Ponchito dispare la sentencia desde el machón. El arquero aterriza sabiendo que ha sido embaucado. Ponchito lanza el balón en esa parábola perezosa, mágica, hipnotizante, burlona. La pincelada es magistral... pero, unos milímetros fuera de la línea de flotación ideal. Y Michel está caído, pero no vencido. Ha masticado el engaño, pero no lo ha tragado.
Y mientras la historia de 90 minutos encuentra en segundos su epílogo, hay un vuelco grotesco, brutal, dramático en la tribuna del Estadio Jalisco. La afición del Atlas bufaba el gol sin haber gol, y la afición de Chivas callaba la sangre frustrada, sin recibir el gol. Y en esa milésima de segundo, en esa eternidad en la que se precipitan los milagros en el futbol, los gritos rojinegros de gol mueren en la afonía de la incredulidad, y el luto rojiblanco anticipado, hace erupción de alivio: el empate tiene el sabor de la victoria, como el condenado a muerte cuando el indulto divino revienta la cuerda. Porque en ese brevísimo espacio, Michel recompone la figura y estira el brazo derecho, casi - sólo casi -- como la estampa preciosista de Adán hecho carne por Dios, de Miguel Ángel en La Creación de la Capilla Sixtina. Y detiene el balón. Y lo acurruca. Y el Panenka rojinegro queda como utilería anecdótica de entrenamiento. Y el calamitoso Michel monta la pira de leña verde para quemar a todas las brujas de sus desventuras. Casi 36 años soñando con esa ovación y ocho años en Chivas tratando de merecerla. Y el Atlas empata a lo Atlas. No es culpa de Ponchito. Es el acta adoptiva del Atlas. El principio de lo inesperado: cuando todo marcha bien, algo debe arruinarlo. Hablábamos de Michel, el aciago, el desafortunado, el paria. Porque llega a Chivas cuando la figura de Oswaldo Sánchez se agigantaba. Ya la banca, era un premio para él. Y en 2008, ante Atlante, en la SuperLiga, sufre fractura de cúbito y radio. Pierde la temporada, una oportunidad en la selección mexicana, y la creciente admiración en el Rebaño. Después, en medio de la crisis del Guadalajara, para el club era necesario recrear y crucificar a sus propios Judas. Michel sería enviado al Saprissa de Costa Rica bajo cargos fuertes: problemas graves en el vestidor con el resto del grupo, que parecía cerrar filas contra él. Pero, oh, adversidad, Saprissa no lo retiene. Regresa a Chivas, que a regañadientes lo conserva, para que sirva, estrictamente, como relevo, apoyo e incentivo de Toño Rodríguez. Llega 'Chepo' de la Torre y en medio de controversias, de cuestionamientos generalizados, incluyendo este espacio, reinstala a Michel, que en los primeros juegos del Clausura 2015, perpetra algunos errores severos, dada su experiencia. La misma afición rojiblanca candidateaba a Rodríguez, y recriminaba la tozudez del 'Chepo'. Pero el sábado, en el Clásico, en el minuto 93, con el 1-1 en el marcador, y con la relativa infalibilidad del penalti, el conjurado Michel trastocó todos los destinos, excepto, claro, el del Atlas, que sigue encontrando su fatalidad a lo Atlas. Sólo alguien mucho más desafortunado puede quitarle los maleficios a un desafortunado. Y Michel tuvo la fortuna de encontrar al suyo. Desde 2007, esperando el clamor de su apellida en la tribuna. Ocurrió. En el alarido, lo pronunciaron mal, sonaba extraño: "Mí-chel, Mí-chel" y no Michel. ¿A quién le importa? Que sonara, por fin, era lo importante.Comentarios
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LOS ÁNGELES -- "El miércoles sabré si me equivoqué", dijo Tomás Boy el sábado tras la derrota ante Veracruz.
Hoy ya lo sabe: se equivocó. Perdió en la Liga ante Veracruz y perdió en la Copa Libertadores ante Colo Colo. Y además perdió jugadores clave para su siguiente desafío: Castillo y Kannemann suspendidos ante el mismo Cacique en el Jalisco.
¿Hasta dónde Boy muere víctima de su osadía? ¿Hasta dónde los jugadores son aún más responsables que el entrenador?
El técnico del Atlas, en esos altibajos de su carrera, de sus equipos y de sus decisiones, se reconcilió tras las victorias sobre Santos y sobre Mineiro, ambas de visitante. Y encontró un momento propicio para arriesgar.
Tomás Boy quiso encontrar un método para sufragar esa incapacidad evidente de los equipos mexicanos para sortear dos torneos simultáneos, y dejó a ocho titulares en Sudamérica.
Además, el mismo Boy sabe que en la volubilidad del sistema del torneo mexicano podría empeñar el resultado ante Veracruz y con un par de resultados favorables, mantenerse en zona de Liguilla.
Hay una gran diferencia entre tomar decisiones demenciales y tomar decisiones arriesgadas. La de Boy es más arriesgada que demencial. Él pagará el precio de su audacia.
Por otro lado, la estrategia tuvo frutos 45 minutos. ¿Keno?, ¿Millar?, ¿Caballero?, ¿Castillo? Sus errores pesaron en el marcador. La pusilanimidad del brasileño, la indolencia del chileno y la falta de contundencia del paraguayo, en el primer tiempo, terminaron encontrando errores letales en las desatenciones de Castillo.
Es evidente que Boy organizó la mejor forma de encarar a Colo Colo, por eso su equipo disfrutó de control y oportunidades en gran parte del primer tiempo.
Pero, siempre el pero, sí era lamentable ver a Keno jugar hasta con temor y sus ensayos de disparos fallidos de larga distancia eran reflejo de su renuncia asustadiza a atreverse a más. La única vez que necesitó ir sobre Beausejour puso en evidencia sus piernas cansadas.
Cuando Aldo Leao entró a la cancha, en una decisión tardía, total responsabilidad de Boy, para el colombiano era cuesta arriba, con el marcador en contray pronto con un hombre menos en la cancha.
Es decir, el recurso de Boy dio a sus jugadores elementos para ganar el juego, pero cómo anticiparía él que Keno desperdició dos posibilidades de entregar en solitario el balón a Ponchito González y a Caballero en lugar de arruinar con egoísmo sus jugadas.
Ahora Atlas vuelve a estar en condiciones inestables en ambos torneos. La Liga puede recuperarse con rivales inmediatos en crisis como Cruz Azul, Querétaro y Monterrey, pero en la Libertadores jugará bajo tolerancia cero.
En el mundo promiscuo de los hubiera, ese pantano fascinante de las especulaciones, es imposible saber si con el plantel completo Atlas habría vencido a Veracruz, y si con el rodaje de trabajo colectivo y no con ocho en el limbo, el rendimiento hubiera sido mejor ante Colo Colo. Enredarse en suposiciones son calenturas ociosas.
La mejor lección para Boy es entender su plantel. Saber que está corto su arsenal. Corto de calidad y de combatividad. Y que deberá empezar ya a escuchar las sugerencias -u órdenes- sobre si a sus directivos les interesa más la Liga o la Copa.
Merece un aplauso su atrevimiento de ensayar una fórmula que no funcionó al final, pero ya le queda poco margen para equivocarse.
Pronto llegará el momento de empeñar una de las competencias o empeñar y empañar la estabilidad de su cabeza.
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LOS ÁNGELES -- El Atlas es, ha sido y será un misterio. Es un equipo sin palabra de honor, pero honorablemente bajo juramento. Lo lleva en la sangre. Definirlo es muy fácil, pero explicarlo, es muy complejo.
La tribuna diagnostica en un ceremonial místico, o simplista, los designios del equipo. Si gana, "gana a lo Atlas". Si pierde, "pierde a lo Atlas". Si empata, "empata a lo Atlas". Está todo dicho: el drama está en el ADN de este equipo.
Y da pruebas de ello. Pierde con Independiente de Santa Fe en la Libertadores y con el Pachuca en la Liga, ambos en su casa, ambos encuentros ganables, desde cualquier lógica, ese fascinante sentido común que pierde lo más común de sus sentidos cuando se habla del Atlas.
Porque unos días después, se mete al TSM de Santos y visita al Mineiro en Belo Horizonte, y con la estrechez del 0-1 saca victorias dramáticas y merecidas, que lo revitalizan en Liga y en Libertadores.
En los colores lleva la fascinación de los extremos en los que vive, y sobrevive además a una maldición de 64 años sin ganar un título de Liga. Rojo sangre y negro luto. La apología cromática del sufrimiento.
Hace unos días, Tomás Boy se quejaba de la afición del Atlas. "No me tienen paciencia", dijo. Y un equipo que lleva 64 años momificándose de ansiedad y angustia, lo que más tiene, evidentemente, es paciencia.
Hace unos días, la afición del Atlas reclamaba trepar al cadalso a Tomás Boy, a sus jugadores y a los directivos para sacrificarlos a todos y, seguramente después, zambullirse ellos mismos en la pira del auto holocausto.
Ahora, dramáticamente, el rojo es de furia y el negro es de luto ajeno. La victoria es la madre de todas las reconciliaciones. El triunfo en el Atlas es como acudir al confesionario vacío a expiar sus culpas.
No en balde, Ney Blanco de Oliveira, brasileño, ex de Santos, santificó el sufrimiento de venerar al Atlas, ataviado con su jorongo rojinegro, con la frase magnífica: "le voy al Atlas hasta cuando gana".
Como tal, la sentencia incluye poéticamente la beatificación del martirio. La Fiel, como se bautiza la afición, ha entendido que la euforia es un acto de aceptación de que, nacidos para perder, siempre tendrán el indulto del triunfo.
En esa hermandad glorificada por las ánimas en pena es un pacto de sangre recitar así la profesión de fe eterna: "Le voy al Atlas hasta cuando gana". Sólo así se puede ser atlista. Porque para esta cofradía el estado de gracia no es el triunfo sino la incertidumbre.
Queda claro. Después de años de cubrir puntualmente al Atlas en el Estadio Jalisco, pude entender que el atlista es más atlista cuando se acerca el minuto 90. El apostolado rojinegro exige ser protagonista abnegado de un Juicio Final para que en la última jugada se entere de su destino.
Enrique Aceves, gerente del Atlas, caía en histeria con la confesión estadística: "Van más aficionados al Jalisco cuando el equipo está en riesgo de descender que cuando puede clasificar". El sufrimiento es una epidemia de sanación colectiva.
Lo explicaba el legendario Pistache Torres: "Si a los juegos del Atlas le quitaran el minuto 90, todos terminaríamos locos", y se carcajeaba mientras narraba como, siendo futbolista, perdiendo o ganando su equipo, él cargaba dos cántaros de pulque y al día siguiente empezaba a jugar su siguiente calvario de siete días y 90 minutos.
Y este Atlas de Tomás Boy debe ser entendido de esa manera. Y entender es amar porque el sufrimiento como rojinegro es la expiación del placer.
Fernando Quirarte, después del Mundial de 1986 y de ser campeón con Chivas un año después, es obligado prácticamente a salir del equipo, por conflictos con Marcelino García Paniagua y termina en el Atlas. Si hoy lo del Maza Rodríguez yendo al América es un acto imperdonable, en aquel entonces, Quirarte pudo ser casi trepado al patíbulo.
En ese entonces hizo una confidencia a este reportero: "No lo publiques", pidió en 1987, "pero es algo inexplicable lo que pasa dentro del Atlas. Todos damos todo, pero nada funciona". Y abandonó la madriguera sin resolver el misterio.
Y este Atlas que hoy envía, ociosamente, al cuerpo de limpieza a poner pulcra la esmirriada sala de trofeos, sabe que ahora recibiendo a Veracruz y visitando a Colo Colo deberá esperar hasta el minuto 90 de cada juego para entenderse y descubrirse a sí mismo.
Si gana, "gana a lo Atlas". Si pierde, "pierde a lo Atlas". Si empata, "empata a lo Atlas". Pero es un apostolado seguir a este equipo.
Dicen que después de confesar su mayor pecado, su idolatría rojinegra, ya en su lecho de muerte, Ramón Cano, el prototipo del atlista, renunció al cielo, ratificando su fe en su dios futbolero y pagano, musitando "mil veces arriba el Atlas".
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Los primeros esbozos de la liguilla mexicana muestran demasiadas previsiones, reservas y precauciones en la cancha. Todos -América, Pumas, Tigres y Pachuca- parecían tener miedo de dar un paso equivocado. Tras un campeonato regular mediocre y poco espectacular en lo futbolístico, lo menos que podemos permitir es una liguilla por el titulo jugada con mesuras. No podemos correr el riesgo de encontrarnos con un equipo que levante el trofeo "temblando" de miedo...
LOS ANGELES, CA.- Miedo, reservas, precauciones... Esas son las condiciones con las que ha comenzado la liguilla por el título del futbol mexicano.
Y el mensaje tiene que ser otro. Tiene que ser contundente, radical, intachable: Aquel equipo que se guarde algo, que especule en el campo, que arriesgue poco, no llegará a otra orilla. No puede el futbol mexicano darse el lujo, tras un torneo de tonos y de aromas mediocres, encontrarse de pronto como un campeón miedoso. Y el balón comenzó a rodar.En Pachuca, Tigres fue otra vez un monumento a la mezquindad, a la avaricia futbolística. Teniendo a los jugadores adecuados, las condiciones en el campo y un entrenador de gran experiencia decide conservar el 1-0 cuando podría haber liquidado la jornada de una vez y para siempre. Tigres postergó su pase a las semifinales dándole "oxígeno y vida" al peligroso Pachuca. Cuidado, porque habría que hurgar en el baúl de los recuerdos para darse cuenta de cómo Pachuca siempre encontró maneras y condiciones para jugarle a tope y hacerle daño a Tigres en su propio estadio.
Y en el otro frente con que comenzó la batalla por el título, también hubo espacios poco agradables de futbol y sí, en cambio, muchas reservas. El América salió a conservar un marcador y a tratar de apaciguar la idea de que terminó el campeonato regular en crisis. Mohamed llenó el medio campo de jugadores de contención, se guardó a Rubens Sambueza para la vuelta y solo intentó arriesgar un poco en la parte final del juego cuando envió al argentino Gonzalo Díaz y al colombiano Luis Gabriel Rey a la cancha.Y no es que Pumas haya sido un ejemplo de compromiso en temas ofensivos, pero Guillermo Vázquez leyó bien el partido y cuando la noche pintaba para un cero-cero, envió al campo al argentino Daniel Ludueña y éste, con un pase exacto, le puso el balón para un remate sensacional de cabeza de Eduardo Herrera. Pumas recibió un premio que buscó y mereció.
La moraleja: el que tome más riesgos en la cancha podría encontrar los mejores dividendos. Lo que está claro es que el futbol no fue un espectáculo rotundo en el inicio de la liguilla. Fue más bien otro paraje de incertidumbre futbolística como ha sido la característica del campeonato. Falta que esta noche salgan a escena los otros cuatro finalistas: Toluca, Jaguares, Atlas y Monterrey. La advertencia esta ahí. Jugar con miedo y reservas no es el mensaje que deben enviar los ochos invitados a esta que debe ser, según los antecedentes, "una fiesta" del futbol mexicano. No podemos darnos el lujo de contar con un campeón miedoso.@Faitelson_ESPN
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