BERLÍN (Enviado especial) -- Espectáculos musicales, juegos, fútbol recreativo, comida, bebida y mucha diversión. Eso es lo que se puede ver en el Champions Festival a pocas horas de la gran final de la Liga de Campeones entre Barcelona y Juventus. Es cierto que la gran mayoría de los hinchas todavía no llegó a Berlín, pero también lo es que el partido más importante del fútbol europeo ya se transformó en el atractivo más importante de una de las ciudades más hermosas del mundo. Hoy, la Champions supera a todo en la capital alemana.

Por una vez, los turistas que visitan la Puerta de Brandeburgo y la Pariser Platz no sólo se pueden sacar fotos con la cuadriga ornamental que se ve en las alturas, sino que también tienen la oportunidad de disfrutar de varias actividades relacionadas con el gran partido del sábado. Y lo aprovechan.

En medio de la plaza, del lado oriental de la puerta, se levanta una mega tienda con los artículos oficiales de la Champions. Centenas de personas por hora pasan por el local, algunos sólo para ver y otros -la mayoría- para llevarse un recuerdo: una camiseta, una bufanda, un banderín y hasta un reloj de 200 euros. A pocos metros se encuentra el sitio donde se exhibe el trofeo. La Orejona es, sin duda, la máxima atracción del festival. La larga fila que espera para fotografiarse junto a la copa nunca se achica y está compuesta por hinchas de todas las edades.

Hacia el lado occidental se abre una gran feria de atracciones que comienza con lo mejor de todos: el un verde luminoso de una canchita de fútbol reducido. Allí juegan niños y niñas como si ellos estuvieran definiendo al mejor de Europa. Este viernes participarán de un partido viejas glorias del campeonato europeo. Hombres que alguna vez sintieron la gloria que este sábado sentirán los hombres de Barcelona o los de Juventus.

Luego, los patrocinadores de UEFA tienen su sitio en el Festival. Empresas automotrices, de alimentos y de tecnología se suceden en la recorrida. Hay juegos que siempre llaman la atención. Un arco en el que hay que hacer un gol al ángulo, una red para practicar pases al estilo Xavi-Iniesta, un metegol y otras atracciones que generan el interés de grandes y chicos. Además, hay firma de autógrafos de figuras como Christian Karembeu y también está el espacio para disfrutar de una gran variedad de comidas.

En el medio, muñecos de Carlos Tevez y Gianluigi Buffon saludan, promotoras ofrecen a la gente pintarse la cara con los colores de los equipos y una banda de vientos toca el himno de la Champions. Hasta horas antes del partido quienes pasearán por el festival serán, en su mayoría, turistas que están en Berlín y de paso pueden disfrutar de esta final. Porque los simpatizantes llegarán muy sobre la hora, teniendo en cuenta las crisis que se viven tanto en Italia como en España.

Una zona que en hasta hace poco más de dos décadas estaba desierta y era presa de la división, hoy es el escenario de una fiesta del fútbol. Eso solo es algo para celebrar. Gane quien gane.r este sueño cumplido. A la vida y a la pelota.

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BERLÍN (Enviado especial) -- A tres días de la gran final de la UEFA Champions League, Berlín continúa su vida cotidiana sin darle demasiada trascendencia al partido del año. Como si el gran duelo entre Barcelona y Juventus se disputara en otro lugar. la capital alemana aún no registra una actividad futbolera superior a la normal, que por lo general no es demasiada en un sitio que no tiene representantes exitosos en la Bundesliga ni una tradición como la de Munich, Dortmund o Hamburgo.

Caminar por Berlín hoy no tiene diferencias con cualquier otro día. La ciudad mantiene su tranquilidad acostumbrada, esa previsibilidad característica. En Berlín no hay ruidos muy fuertes y alejarse unos metros de las grandes avenidas alcanza para sumergirse en un silencio casi zen. Lo que hace décadas fue un caos por la guerra, el hambre y la destrucción, hoy es todo lo contrario. Y esa serenidad no se ve tocada por la Champions. Aún.

Sólo se puede sentir la presencia de la final en algunas plazas (o platz), que ya esperan adornadas con banderines alusivos o con la clásica pelota de estrellas. Algunos turistas se sacan fotos y expresan su emoción, pero los alemanes pasan indiferentes. El hecho de no tener un representante nacional seguramente pesa para ellos, tan acostumbrados a jugar las finales.

Hay dos puntos estratégicos donde la Champions ya está instalada, pero tiene que ver más con la organización que con el sentimiento popular. En el estadio Olímpico y en la Puerta de Brandemburgo todo nos habla de Barcelona y Juventus. Aunque la calma de los espacios verdes que lo roden sigue intacta, el escenario de la final ya está vestido para la ocasión. La cancha que recibió la final de la Copa del Mundo 2006 es el sitio que cualquier amante del fútbol quiere visitar hoy en Berlín. A las imágenes de Hertha y la Selección alemana se suman los logos de la UEFA y los escudos de Barça y Juve. Además, cientos de periodistas llegan para realizar así los trámites previos al encuentro.

Por otro lado, en la Puerta de Brandemburgo se llevará a cabo el "Festival de la Champions League", que comenzará el jueves 4 de junio. Los preparativos están en su última etapa y el centro de la ciudad todavía mira aquello que altera el paisaje con un poco de recelo. Pero cuando comiencen las actividades, todos disfrutarán. Hasta el domingo 7, habrá partidos entre antiguas glorias, firma de autógrafos de ídolos como Michael Ballack, torneos de Playstation y recitales musicales.

La capital de la mayor economía del mundo ganará 39 millones de dólares gracias a esta gran final. Crecerán los ingresos por turismo, recuerdos, hospedaje, transporte y comidas. Eso es un incentivo para los comerciantes berlineses. Los partidos de Champions son muy importantes para los empresarios de las ciudades sede, porque han generado 261 millones de dólares durante esta temporada. La final hace crecer aún más ese número.

Los hinchas de Barcelona y Juventus llegarán casi como los planteles: sobre la hora del partido. Por eso aún no se ven por las calles de Berlín camisetas blaugranas ni bianconeras. La reventa de tickets todavía no llegó a su pico máximo y por ahora cotiza a unos dos mil euros. En cuanto empiecen a llegar los simpatizantes, el valor de la entrada crecerá en el mercado negro. Hoy, hay más hinchas de Fenerbahce que de los protagonistas de esta final en la ciudad.

Berlín alterará su tranquilidad habitual para recibir al partido más importante del año. Lo hará a su manera, sin cambios muy bruscos y de forma organizada. Todavía, la capital alemana vive a espaldas de la final de la Champions, pero en cuanto más se acerque la final, más difícil será permanecer al margen de la gran fiesta del fútbol. por este sueño cumplido. A la vida y a la pelota.

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AmericaMexsport

En Pachuca, en el primer lance de la liguilla, el América, como un boxeador herido, se refugió en las cuerdas y no quiso saber más nada de la pelea. Se guardó porque sabía que tendría una revancha dentro de 48 horas. El Pachuca de corte juvenil, el Pachuca de los Gutiérrez, Lozano, Herrera y Damm terminó evidenciando las carencias del equipo de Matosas, pero lo principal no fueron los errores defensivos o muchas veces la incapacidad de generar futbol o de correr al ritmo que proponía el partido. Lo principal fue un gesto que nada tiene que ver con la historia del América y el estilo de su entrenador: el miedo.

LOS ANGELES, CA.- En Pachuca, en el primer lance de la liguilla, el América, como un boxeador herido, se refugió en las cuerdas y no quiso saber más nada de la pelea. Se guardó porque sabía que tendría una revancha dentro de 48 horas. El Pachuca de corte juvenil, el Pachuca de los Gutiérrez, Lozano, Herrera y Damm terminó evidenciando las carencias del equipo de Matosas, pero lo principal no fueron los errores defensivos o muchas veces la incapacidad de generar futbol o de correr al ritmo que proponía el partido. Lo principal fue un gesto que nada tiene que ver con la historia del América y el estilo de su entrenador: el miedo.

El América mostró anoche, en Pachuca, un síntoma que no es nada conveniente para afrontar una liguilla: el miedo. Un síntoma que, además, está lejos de su camiseta y de su historia.

El América fue superado por el ímpetu juvenil de un Pachuca que es como toda una "bocanada" de aire fresco para el futbol mexicano. El Pachuca de Erick Gutiérrez, de Lozano, de Herrera, de Damm, termino dándole un ritmo distinto al partido que maniato a su rival. El Pachuca tenía que haber ganado con más autoridad en el marcador. Un costoso error de Ayovi le ofreció la oportunidad al América de salir con esperanza del Estadio Hidalgo.

Pero una primera prueba de lo que podría ser la liguilla quedó asentada sobre la cancha. El América sigue siendo un equipo vulnerable en temas defensivos y poco claro, muchas veces, en la manera en la cual ataca. Cuando se vio acosado también se vio desesperado, y cuando tenía que reaccionar y tirarse con todo para buscar el empate, reculó, acumuló futbolistas en medio campo, y prácticamente firmó el 2-3 en Pachuca.

La serie está lejos de definirse. El América tendrá que ser otro jugando en su estadio y el Pachuca tratará, basado en la velocidad de sus jóvenes, de abrir la inmensa cancha del Azteca.

El detalle más importante de la noche llegó desde la banca del América, cuando Gustavo Matosas, fiel a su estilo y a su fama, se pudo haber decidido por salir a buscar el juego, pero decidió tomar otro camino: con más de 20 por jugarse, retiro del campo al goleador Benedetto y le dio entrada al mediocampista Pellerano. El mensaje interno -acumular más jugadores en el medio campo- lo conocerán mejor Matosas y sus futbolistas. El mensaje externo, el que nos llegó a todos, es que el América estaba satisfecho y quería salir lo menos lastimado posible del Estadio Hidalgo.

No creo que el resultado de los primeros 90 minutos en los cuartos de final haya sido del todo positivo para el América. No solo está en desventaja en el marcador, también, por momentos, un equipo que mezcla jugadores jóvenes de cantera con veteranos de largo recorrido en el futbol mexicano -el caso del portero Oscar Pérez, del defensa Aquivaldo Mosquera, del argentino Nahuelpan- lo dejó en clara evidencia. A esta eliminatoria le queda mucha cuerda por delante, sobre todo, luego de que en los primeros lances, en el primer round, el América retrocedió, adolorido, sin tirar más golpes, pidiendo el tiempo, firmando "pactos" y mostrando algo que no tiene ver con su camiseta ni con su historia de liguillas: miedo.

@Faitelson_ESPN

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Messi apareció, Cristiano desapareció. El Barcelona llegó a la final de la Champions y el Madrid se quedó en el camino. Había una cita para los dos más desarrollados y espectaculares futbolistas de la época. El argentino está en el mejor de sus niveles y acompañado por dos futbolistas que la mayor parte del tiempo hablan su idioma futbolístico. El portugués se fue enfriando mientras el Madrid perdía condiciones. El Barça dependió de Messi para vencer al Bayern. Y el Madrid esperó durante largos y angustiosos minutos la aparición de un Cristiano que jamás llegó.

LOS ANGELES, CA.- Había un espacio para los dos en los restos aún de pie del Muro de Berlín. Había una cita para el 6 de junio de dos genios de las cancha. Uno decidió salir, tomar el protagonismo que le corresponde, ponerse sobre los hombros a su equipo y ganar. El otro se quedó "atorado", a un gol de darle vida, con un rendimiento por debajo de su nivel habitual.

A mí me parece muy sencillo de resumir: Messi, sí...Cristiano, no.

El futbol más desarrollado del mundo buscó los mejores argumentos en sus mejores exponentes en las últimas 48 horas. El mejor futbolista de la época está en tono, en forma, en tamaño. El Balón de Oro del 2015 no estuvo en su producción acostumbrada, en su sitio, en su rendimiento.

El Barcelona arribó a Berlín de la mano, de las ideas y de las genialidades que Messi es capaz de entregar en un campo de juego. El argentino está como en sus mejores días y no solo eso, está ahora acompañado por otros dos futbolistas --Neymar y Suárez-- que, sin estar dentro de su dimensión, logran acercarse al nivel que 'El Genio' propone.

Y Cristiano ha ido perdiendo condiciones en las últimas semanas mientras el Madrid trataba de sacar la cabeza para no ahogarse en todas las competiciones en las que aspiraba a contender. Hubo carencias en muchas partes de la cancha: el equipo nunca encontró la forma de suplir al croata Modric, el aparato defensivo se desmoronó cuando fue presionado, hubo lesiones, bajas de juego, y el Madrid empezó a sentir los síntomas de un cansancio, físico y mental, más evidente hoy cuando con casi media hora por jugarse, con el aliento de su público, no fue capaz de hacerle un gol a una Juventus decidida a no tomar más riegos. Ahí, cuando todos esperábamos la aparición del "otro genio", el de los números implacables, el de las apariciones portentosas, el todo poderoso de los últimos metros, El 'Genio' Cristiano no apareció.

Y el futbol es así. Tiene momentos, situaciones, circunstancias, estados de ánimo, caprichos, imprevistos, y al final es justo, porque tan mezquino fue el futbol de la Juventus como pobre el ataque del Real Madrid. Tan real fue la propuesta del Bayern Munich como la respuesta del mejor jugador de nuestros tiempos y de un 'Tridente inferna'", capaz de jugar en otra velocidad, en otra intuición, en otra revolución.

Berlín solo tuvo espacio para un 'Genio'. El otro se quedó dentro de la lámpara, esperando algún otro momento para aparecer.

@Faitelson_ESPN

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MADRID -- Pocos entrenadores europeos han cosechado 22 títulos. Cinco, para ser precisos. Un legado para la mayoría de ellos. No para José Mourinho, "The special one" va a la mitad del camino.

El portugués se proclamó campeón de la Premier League al mando del Chelsea por tercera ocasión el pasado 3 de mayo gracias a la victoria de su equipo por 1-0 sobre el Crystal Palace. Ahora, se pone a un trofeo de empatar el palmarés de Giovanni Trapattoni, quien contando la Copa de Naciones que conquistó con Irlanda, su último título, suma 23.

A ese nivel vuela ya el entrenador que si no ha llegado a empatar los 48 títulos de Sir Alex Ferguson es porque apenas tiene 52 años y poco más de una década de carrera.

En el momento que se hizo oficial la conquista del quinto trofeo en la liga inglesa para el cuadro londinense, cuarto de la Premier, comenzó a circular el rumor de que el magnate Román Abramovich, propietario del equipo, ofrecería una renovación hasta 2019 con el objetivo de conquistar el título que tanto lo ha eludido al mando de los Blues: la Champions League.

De lograrlo, de acuerdo con el Daily Star inglés, el técnico se embolsaría una prima de siete millones de euros.

Y para eso se ha dedicado a construir a su equipo desde que volvió a Londres en 2013. A diferencia de su primera etapa con el cuadro inglés, Abramovic le ha dado esta vez campo abierto para confeccionar el equipo a su gusto.

Reclutó, casi minuciosamente, a los jugadores con mayor potencial en Europa (que no a los de mayor jale publicitario). Cesc Fàbregas y Diego Costa, dos españoles que, quien lo diría hace dos años, se han vuelto los socios más letales en la cancha.

Llevó de vuelta a Didier Drogba luego de dos años fuera del club. Reclamó la presencia de Thibaut Courtois, que había pasado tres años haciéndose mayor en el Atlético de Madrid. Fiel a la estampa del técnico, el equipo tardó poco más de un año en convertirse en una máquina de cosechar triunfos.

Jose Mourinho
Nick Potts/PA

La amargura de caer eliminados por el PSG en la Champions League -y con la intervención de un jugador desechado por Mourinho, ni más ni menos- casi se compensó con su impresionante racha en la Premier League. Casi, pues no quita el ojo del premio mayor.

Pero la satisfacción de mostrar, de nuevo, que es uno de los entrenadores más exitosos del planeta, provocando irritación en un sector no menos prominente del mundo del futbol, esa no se la quita nadie.

A Mourinho, irreverente a propósito y con propósito, le encanta torear a prensa, rivales y cuanto contrincante dialéctico se le ponga enfrente, sea quien sea. Y rara vez pierde la batalla.

"Arrogante", para algunos; "impresentable", para otros; "enemigo del futbol", según el exárbitro Volker Roth. Un "técnico negativo que solo se preocupa por el resultado", según Johan Cruyff.

Pero para la mayoría de jugadores y entrenadores profesionales, uno de los mejores. Incluido Josep Guardiola, quien llegó a decir que "probablemente sea el mejor técnico del mundo". También el más exitoso, actualmente.

Para muestra dos récords que habrá que esperar décadas para ser igualados: la racha más larga en la historia del futbol ganando como local, 150 partidos entre 2002 y 2011, y la racha más larga de conquista de títulos, nueve años entre 2003 y 2012 proclamándose campeón al menos una vez.

Mourinho prácticamente cuenta un título por temporada, pero su temperamento hace que también cuente con una polémica por campaña. La última, una batalla con Arsene Wegner, técnico del Arsenal, de la que invariablemente salió como campeón.

La rencilla empezó hace ya 10 años, en la primera etapa de Mou en el Chelsea, cuando insultó a Wegner llamándolo "voyerista", en alusión a su "extraña obsesión" con los de Stamford Bridge.

El francés, fuera de sí, amenazó con demandar y el portugués se tuvo que disculpar. Pero la animosidad quedó en el aire y apenas regresó a Londres retomaron la ofensiva. "Perdedor", le dijo Mou en febrero del año pasado. Wegner respondió: "algunos estúpidos nunca aprenden".

Jose Mourinho and Arsene Wenger
PA / Getty

En octubre, Chelsea venció al Arsenal por 2-0. Un partido que no habría tenido nada de particular tan temprano en la campaña más allá de un duelo entre férreos rivales de la misma ciudad si no es porque los técnicos estuvieron a punto de llegar a las manos.

Para la segunda vuelta, el Chelsea visitó al Arsenal a cuatro jornadas del final de la Premier y a un paso del título después de mantenerse prácticamente todo el torneo en la cima (sólo en la jornada dos abandonó momentáneamente del primer lugar).

En Inglaterra, sin embargo, le llovían críticas pues la mayoría de sus victorias se contaban con marcadores por 1-0. Y eso que solo perdió dos veces en la campaña (la última, en enero) y no cedió en casa ni una vez. Por cierto, Mou ya va en el partido 45 sin conocer la derrota como local, lo que significa que es la segunda racha con más victorias en casa, la primera también está en sus manos.

El partido en el Emirates acabó con un empate 0-0 mientras la grada cantaba "Boring Chelsea".

Mourinho, como si no pasara nada, solo espetó que "el equipo aburrido es el segundo con más goles marcados de la Premier y el mejor en la diferencia de goles". La diferencia era, entonces, de 39 tantos, con 65 marcados y 26 recibidos. Dicho eso, lanzó un dardo: "Lo aburrido es no ganar una Premier en 10 años". Y tan a gusto se quedó.

Más satisfecho quedó, si se puede, cuando dijo apenas proclamarse campeón: "La Premier es la liga más complicada del mundo y lo sabía cuando decidí regresar a ella. Aquí es imposible ganar por 8-0".

Su declaración fue en alusión al último equipo que había dirigido y donde pasó más pena que gloria, Real Madrid, que recientemente ganó un partido por 9-1.

Y como esas, un costal. Tan creativo es que sus declaraciones muchas veces terminan convirtiéndose en frases hechas.

Mourinho disfruta con su notoriedad, pero más aún, con su autoridad. De hecho, exige que se le respete el poder de decisión dentro del equipo. De ahí que, sorpresivamente, abandonó el Chelsea en septiembre de 2007, cuando el propietario nombró a Avram Grant como Director Deportivo del Club. Dicha decisión impedía que el portugués hiciera lo que mejor le pareciera con su equipo: trabajar a sus anchas, que es lo que le gusta, que le reconozcan los resultados y no le pidan que juegue bonito.

"La gente habla de estilo y elegancia, ¿pero qué es eso? Parece que para algunos es más importante tener el balón que marcar goles. Tal vez cuando mis nietos jueguen al futbol iremos al estadio a disfrutar como los jugadores se pasan el balón", señaló recientemente.

Mourinho es un entrenador de futbol tan carismático y peculiar, que tuvo todo el sentido del mundo que fuera nombrado 'Rockstar del año' por Rolling Stone España en 2011. Especial, pues.

"Uno especial, no el especial", corrigió el técnico portugués a la prensa inglesa, un poco en broma, un poco en serio, recientemente.

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LOS ÁNGELES -- Lionel Messi se despojó de todos sus despojos. Y evolucionando, evolucionó y revolucionó al Barcelona.

Las pistas llegan a retazos. Porque hace un año, en el año del Mundial, Messi era una paradoja de sí mismo. No oculto la mano que arrojó la piedra: creía entonces que el Leo que deambulaba era el obituario de sí mismo. Afirmaba entonces, como otros, que era protagonista de su propia decadencia. Se hablaba ya más de sus vómitos que de su magia.

Hoy, consuma el mejor Messi de la historia sin que esto signifique que no pueda llegar a consumar un mejor Messi que ese que, en una tarde de fascinación, deja herido de muerte al poderoso Bayern Munich. Dos goles y una asistencia a Neymar pusieron en terapia intensiva a los alemanes.

En la brevísima epopeya de tres minutos, con sus dos horadaciones, Messi aromatizó de gloria a Barcelona y de luto a Munich. Al 90' le cedió a Neymar la concesión de revancha ante la embajada alemana, base de aquel ejército que humilló a Brasil 7-1 en su propio Mundial.

Su primer gol incluía un acertijo. Neuer llegó una milésima tarde a su poste, el izquierdo. Lo incrimina la obviedad del disparo, pero lo indulta la potencia y colocación que consiguió Messi.

La segunda mutilación al Bayern lleva su código de barras. Al contacto con la pelota, las musas de Messi habían ya inspirado la fantasía. Lo dijo él mismo alguna vez: "No sé qué voy a hacer con el balón, sino hasta que lo tengo". Así debe ser. Seguramente.

Ese es el dilema de encarar al argentino. Nadie puede precisar si es un asesino con sangre de reptil, que conoce todas las formas de liquidar contrarios, o si es un ungido de la inspiración y la improvisación, y elige la travesura con los pies antes que con la cabeza.

Como sea, al ramplón Boateng le tiró un jeroglífico. El zaguero del Bayern, azorado, descubrió que las piernas le estorbaban para resolver el trabalenguas que le extendieron. Porque Messi repentiza e inspira un ballet en un espacio más angosto que su sombra.

Y Leo es un péndulo. Hacia la izquierda, primero, después hacia la derecha y Boateng enredó las piernas como trenza de colegiala. Los neurólogos necesitarían un simposium para explicar que en el lóbulo parietal del alemán, en el cortex somatosensorial, donde el cerebro gobierna las piernas, ocurrió un cortocircuito y algunas neuronas murieron fundidas. Leo lo ilustró en una ráfaga. La pierna derecha de Boateng quiso ir hacia la izquierda, y la izquierda hacia la derecha. Un pulpo, con ese amague, se habría ahorcado a sí mismo. Y Messi dejó un tipo con la médula espinal confundida y con nudos ciegos.

El resto de ese 2-0 fue más simple. La complicidad estaba pactada. En el servidor robótico que tiene Messi implantado en la cabeza, o en la delicadeza de la inspiración, de la iluminación vertiginosa, en ese soplo de lo impensado, el argentino sentencia en milésimas de segundo. El balón es un noveno planeta del sistema solar en un cuento de ciencia ficción. Flota indefenso pero letal, hasta que se escurre, sobre Neuer y sus mastines, para, más que caer, deslizarse en una larga caricia sobre la red.

Irónico: Pep Guardiola, que vivió bajo el amparo mágico de Messi, no podía saborear la bayoneta clavada por su exdiscípulo y termina culpando a sus zagueros. El arma que depuró y purificó él mismo, le había dado el tiro de gracia. ¿Cómo aplaudir a su propio asesino por muy elegante y amado que sea?

Messi reinventado y recargado. Las versiones en España se multiplican sobre su reconstrucción. Un nuevo nutriólogo, un nuevo preparador físico y una concesión de su entrenador en el contrato matrimonial entre ambos: el Barsa juega como Messi quiere para que el Barsa rinda como Luis Enrique quiere.

Messi ya no vomita porque ya no hay abusos gástricos, sino que se nutre sin las licenciosas comidas familiares. Y Messi juega mejor porque con menos potencia de despegue es más veloz, más flexible, más soberano de sus cambios de ritmo.

Y esa es una lección aparte. Una lección de independencia. Se liberó de sus hábitos, de sus consejeros empíricos y errados y de la larga expiación y contrición de autojustificaciones.

Relata la prensa en España que él eligió su propia metamorfosis. Él indagó y eligió a quienes podrían restablecer un organismo acorde con sus necesidades. "Messi se dio cuenta que cuando intentaba esas jugadas que lo hacen superior, el cuerpo no respondía. Este Messi no habría fallado las dos posibilidades de gol que falló ante Alemania en la Final", aseguran en Cataluña en versiones que atribuyen a allegados a Messi.

Sí, el mejor Messi de la historia, pero tal vez no el mejor Messi de toda la historia. Y recojo la piedra, pero sin esconder la mano.

Y afortunadamente veremos a este Messi en pugna con el mejor Cristiano Ronaldo de la historia. Los dos compiten por una supremacía innecesaria. El mundo y el balón sonríen complacidos.

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BARCELONA -- En la búsqueda de recuperar las esencias, el FC Barcelona contrató a Luis Enrique sin caer en la cuenta que el entrenador asturiano es un personaje alejado de todos los estereotipos que el club pudiera imaginar. Firmó por dos años y a seis semanas de que se acabe la temporada mantiene la duda de su continuidad. Su futuro, advierte, no va más allá del siguiente partido.

De momento cumplió 50 partidos ante el PSG y los números son la mejor carta de presentación que deberían dar por hecha su permanencia en el banquillo el próximo curso. Supera en triunfos a Guardiola y al número uno, Helenio Herrera. Ha colocado al equipo en la final de Copa, en las semifinales de Champions y en lo alto de una Liga que lidera a falta de seis jornadas para su conclusión.

A estas alturas, a los defensores de las esencias puede presentarles la primera parte frente al PSG o la exhibición en Manchester, a los resultadistas esas 42 victorias en 50 partidos y a los exigentes del cambio, partidos como el de Copa en el Calderón. Para todos hay en el libreto de Luis Enrique porque es el entrenador que mayor controversia y mejor rendimiento ha provocado.

Está, como proclamaba el trascendental Johan Cruyff, en la carrera por ganarlo todo en pleno mes de abril... Y sin embargo se blinda en el silencio. Así es Luis Enrique, capaz de cambiar la opinión de todo el entorno del club y ganar adeptos en base a decisiones que hoy son aplaudidas (las rotaciones), pero que en su momento se le echaron en cara. Y, en la cuadratura del círculo, mantener la compostura y la calma a pesar de su evidente enemistad con la estrella del vestuario.

Hace cerca de cuatro meses, al comenzar el año, su enfrentamiento con Leo Messi le condenó a ojos de todo el mundo y las especulaciones, que vuelan en el entorno del Camp Nou, siguen dando por hecho que si el argentino no puede verle, él tampoco le soporta.

Pero, más aún, su distanciamiento con la junta de Bartomeu a partir del despido de Zubizarreta es una realidad que nunca se ha preocupado en disimular. Al contrario. De hecho, la nueva comisión técnica encabezada por Ariedo Braida y Carles Rexach no ha sido ni tenida en cuenta por el entrenador.

Porque Luis Enrique, capaz de provocar tantas dudas en los despachos como en el vestuario y el entorno, vive a la suya sin preocuparse del qué dirán, qué escribirán o qué pensarán más allá de su propio caparazón. Es por ello que no hay rueda de prensa sin un enfrentamiento, una indirecta, una mala contestación y una polémica. Un día tras otro, sin que se adivine el final.

Más próximo a Van Gaal que a Guardiola, el asturiano personaliza un capítulo que ya vivió en su día cuando era jugador. Sucedió en el banquillo a Gerardo Martino como en 1997 Van Gaal ocupó el puesto de Bobby Robson. El inglés aguantó un año convulso y con un entorno tan enrarecido como lo soportó el Tata y Van Gaal, con un carácter de hierro, nunca dudó a la hora de enfrentarse a quien fuera (desde Rivaldo hasta los periodistas) como hace ahora Luis Enrique.

Pocos entrenadores, o ninguno, se adivinan capaces de vivir en conflicto permanente con todo el mundo como hace el asturiano, que ha sabido adaptar su ideario futbolístico a las necesidades y exigencias de la plantilla sin dar sensación de debilidad a ese entorno incendiario del Barcelona.

Y que para redondear el asunto falta por asomar la contienda electoral, en que su figura, de forma invariable, estará en el escenario. Acaso esa sea otra de las razones por las que se mantiene invariablemente mudo al hablar de su futuro, consciente de que, quizá, el nuevo presidente, o el propio Bartomeu si gana la contienda, no le tenga en cuenta... Dependiendo de los diez partidos que restan para acabar la temporada.

Luis Enrique es lo que se conoce en España como 'un alma libre' que no se siente atado a nadie en este Barça y pudiera ser el primer entrenador que abandona el club después de ganarlo todo. Está, al menos en ese camino. El de ganarlo todo. O no.

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LOS ÁNGELES -- La grandeza se confirma siendo más grandes que el resto de los grandes rivales. Pero la fortuna, o los tahúres perversos de la UEFA, se ensañaron con el Real Madrid. Se reedita la Final de la anterior Champions, y a los Merengues los lanzaron al Circo Romano ante su Bestia Negra: Atlético de Madrid, en los Cuartos de Final.

El sorteo, de existir pura, prístina e inmaculadamente como tal -algo improbable-, dejó los dados envenenados en los dedos sadomasoquistas de la fatalidad, y más allá de que la Guerra Civil en Madrid necesitará de asistencias médicas extra, en otros escenarios, no serán menos cruentas las batallas.

Más allá de que ni el Real ni el Atlético son en este momento la mejor versión de sí mismos, la rabia emponzoñada, infectada, histórica, entre ambos, es garantía de la inquina con que se jugará cada pelota en el campo por al supremacía de un reino compartido en un vecindario infectado de desprecio.

Pero ni el Barcelona puede sentirse a salvo totalmente ante el París Saint Germain, ni la Juventus respirará tranquila ante el Mónaco, aunque el Bayern Munich parece haber encontrado, por los estilos de ambos, las condiciones propicias para seguir adelante, con ese estandarte de favorito obligado, para que Pep Guardiola cumpla con la prioridad no escrita, pero implícita en su contrato: ganar la Champions... o irse.

Mientras que los catalanes controlan España y ante el Manchester City dieron muestras de que Europa puede caer de nuevo bajo su mando, con el poderío de su ataque con Messi al frente, y Neymar y Luis Suárez como escoltas de estirpe especial, el PSG lanzó una proclama mundial de su intrepidez y coraje al tomar por asalto Stanford Bridge, aunque en el arranque de la llave, no contará con Zlatan Ibrahimovich, expulsado ante el Chelsea.

Jugarretas de esta ruleta de Champions: David Luiz y Thiago Silva, héroes que derrumbaron los muros de José Mourinho, ahora desafiados ante la horda barcelonista, pero también con la advertencia de que ellos pueden aprovechar la fragilidad azulgrana en jugadas a balón parado.

Con el Porto, aparece el mexicano Héctor Herrera, quien ha solidarizado su liderazgo futbolístico con el competitivo, al recibir eventualmente la cinta de capitán, y aunque en Champions, la palabra imposible es una ociosidad, lo cierto es que el Bayern Munich sólo espera recuperar a Arjen Robben y a Frank Ribery, para cimentar aún más sus condiciones de favorito.

Porque en Alemania ya no queda duda para nadie: Pep Guardiola está a punto de robarse la Liga, por eso, su torneo doméstico ya sólo debe servir para un inquietante ensayo de lo que en verdad es el Everest para el catalán y su plantilla de estrellas: ganar la Champions.

La Juve, añorando la constancia de Andrea Pirlo, lastimado por la lesión de Pogba, esperanzado en Morata y Tévez, pero con la necesidad de que Massimiliano Allegri encuentre con Roberto Pereyra la fórmula ante el Mónaco, que entró a la fase de Cuartos de Final con estertores y calenturas, tras sufrir la derrota ante el Arsenal, pero con las bendiciones del marcador global y el reglamento.

Y en medio de la seguridad de que serán batallas intensas, la Guerra Civil madrileña será el manjar más apetitoso, más cargado de adrenalina, más allá de las dudas sobre la exquisitez de su sabor.

El Real Madrid hace cargo de conciencia y prevalece su momento veleidoso e inconstante, y sabe que el Cholo Simeone ha encontrado la fórmula para cambiar la investidura de protagonismo: cinco victorias, tres derrotas y tres empates, es su saldo ante el Real Madrid.

Aunque, queda claro, el Rey de Europa sigue presidiendo su territorio desde la Casa Blanca, pero la fortuna pudo ser un poco menos arpía con los merengues.

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Arsene WengerGetty Images
MÉXICO -- La eliminación del Arsenal a manos del Mónaco volverá a levantar las voces que piden la partida de Arsene Wenger. No es la primera vez que ocurre en la actual campaña, y ahora hay razones que se acumulan.

Por quinta ocasión consecutiva se han quedado eliminados en octavos de final de la Champions. Las cuatro anteriores ante Bayern Munich dos veces, Milan y FC Barcelona. Ahora fue ante el Mónaco, cuarto lugar en la Liga Francesa y que no tiene un plantel que se acerque a las individualidades del Arsenal. Sin ir más lejos, el Mónaco no tiene un Alexis Sánchez o un generador de futbol como Mezut Ozil, por los que Arsenal pagó más de 80 millones de euros.

Wenger llegó en 1996 al Arsenal. Se coronó invicto en la temporada 2003-04 (primer equipo en lograrlo en la Liga desde el Preston North End de 1889), llegó a la final de la UEFA Champions League 2006 que perdió ante el Barcelona, y conquistó cinco veces la FA Cup, la más reciente en 2014 que cortó una sequía de 9 años sin un título. Es eso, la segunda mitad de su gestión, lo que le genera más críticas.

Su partido número mil al frente del Arsenal no fue motivo de celebración. Aquel 22 de marzo del 2014 el Chelsea de José Mourinho, uno de sus grandes rivales, lo demolió por 6 goles a 0. Aun así, el contrato de Wenger fue renovado hasta 2017.

Siendo honestos, le ha dado a ganar más millones de euros al Arsenal que títulos. Emanuel Petit costó 6 mde y lo revendieron en 14 al Barcelona; Emanuel Adebayor costó 10 mde procedente del Mónaco y lo vendieron por 28 al Manchester City; Cesc Fábregas llegó gratis, lo formaron en el club, y se fue por 35 mde al Barcelona; Nicolás Anelka costó 760 mil euros con el París Saint Germain, y lo vendieron en 35 mde al Real Madrid. La lista sigue y sigue. Sin embargo, los aficionados Gunners lo que quieren son títulos, no ventas millonarias.

Wenger perdió una gran oportunidad en el doble partido ante Mónaco. Le tocó uno de los rivales más accesibles, lejos de ser una potencia europea, y lo estropeó en gran medida por los 90 minutos en Londres. En medio de esta crisis que está a punto de dejar al futbol inglés sin representantes en la Champions, todo lo que le queda es la Liga Premier, donde marchan en 3er lugar a 7 puntos del Chelsea... al que también la Premier es todo lo que le queda. Se agota el tiempo para Wenger, se agotan los argumentos.

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LOS ÁNGELES - Fascina el futbol porque rebasa la fantasía. Sus leyendas superan a los mitos. Las epopeyas son almas mellizas de las tragedias.

Y en el drama, con la fatalidad consumada, hasta el que sufre, hasta el que sucumbe, agradece ser el coprotagonista de historias que alquilan asientos de perpetuidad en la memoria. Y ocurre que hasta los héroes quedan en deuda con los villanos.

Y aunque la nación celeste del Chelsea se llena de desencantos sin FA Cup y sin Champions y le duelen las promesas petulantes e incumplidas de José Mourinho, en el fondo, el fracaso secuencial les redime por ser actores de una épica sublime en este 2-2 (3-3), que por el gol de visitante unge al París Saint Germain de eterna vida efímera para los cuartos de final.

Pero las formas importan. Hay maneras de ganar y maneras de perder. El PSG había sido arrojado a la fosa común al minuto 31: su figura, Zlatan Ibrahimovich, fue encarcelado con la roja. La misión improbable se convertía en misión imposible. Pero el arcano silencioso demostraría que 10 pueden ser más que 11.

Para entonces, confiados y serenos, los apostadores en Las Vegas habían cerrado las ventanillas. La obviedad, parecía entonces, se había consumado.

Porque encima, el dueño de supermercados y salones de belleza puso como mercancía en oferta las patadas para que el Chelsea despeinara a los franceses. El holandés Björn Kuipers iría perdiendo control del juego y su aberración mayor fue ir perdonando exabruptos de Neanderthal a un futbolista que solía ser notable, como Diego Costa.

Y Mourinho es un verdugo que no lleva prisa. Menos cuando parece que el patíbulo está montado y que la ejecución puede consumarse cuando sea necesaria, tronchando el pescuezo de la víctima con crueldad extrema.

Cómodo, porque el 0-0 era salvoconducto a la pista de baile exclusiva para los ochos grandes aspirantes a la Orejona, fue urgiendo de paciencia a un esquema nominalmente agresivo, letal: Fábregas, Ramires, Diego Costa, Óscar y Hazard, el alfil belga vigoroso y notable de la partida lanzada por Mourinho.

Pero el PSG solo estaba herido porque aún tenía estertores y convicciones de hazaña. Y tras la ventaja de Cahill, llegaría la furia de un desdeñado por Mou: David Luiz regresó al reino de sus proezas, pero esta vez con ropaje francés y encumbraría el 1-1 (2-2) al manicomio del marcador y las especulaciones, resorteando desde el alma con tantas revanchas acumuladas.

El agónico, con un miembro amputado, por la roja a Zlatan, amenazaba. Los apostadores en Las Vegas, pusieron de nuevo en el mercado de valores de la avaricia las especulaciones. PSG inquietaba, azuzaba nervioso a Mourinho, quien hasta sonreía, entre el escepticismo y el agnosticismo. Porque el portugués ha dado órdenes estrictas para que los milagros no entren a Stanford Bridge.

¿Suficiente fantasía? ¿Suficiente ficción? No, porque se venía el largometraje hasta sumar 120 minutos. El drama no acepta secuelas, sino secuencias porque es la Champions y no un cortometraje vulgar.

Thiago Silva elige ser villano. Una mano demasiado inmoral y tonta para un duelo de Champions. La pelota al punto penalti y Hazard canjea suavecito, por el centro, mientras que Sirigu se lanza a la izquierda buscando fantasmas de su precipitación. Y Mourinho ya no caminaba, se pavoneaba. Miró el reloj y concluyó que estaba a 24 minutos de los cuartos de final.

Chelsea seguía defendiéndose y conteniendo con 11 los ímpetus de 10, y el peinador con hobby de árbitro se asociaba con la disparidad de fuerzas. Hasta que al minuto 113, el mismo hombre que se había vestido con la Piel de Judas hizo el truco e hizo el trueque para vestirse de redentor.

Todos fueron a perseguir a la amenaza brasileña con una maleza en la cabeza. David Luiz forcejeaba con medio Chelsea. Cuando el citatorio de Thiago Motta descendía en el área apareció Thiago Silva. Cabezazo letal que le cortó a Courtois y a la nación de Chelsea la respiración. 2-2 (3-3).

La justicia en la cancha encontraba la desigualdad en el reglamento. La desigualdad en la cancha encontró justicia en el reglamento.

Y los apostadores de Las Vegas se fueron a la bancarrota.

Stanford Bridge era el rostro del holocausto. Los gritos festivos terminaron en sollozos dolientes. Los milagros son bien vistos sobre cadáveres ajenos. Los dos sorbos de miel que les ofrecieron Cahill y Hazard terminaron atragantándolos de hiel. Y mientras, el universo del futbol, sobrepoblado de antimourinhismo, se unía a la fiesta francesa.

Y Alejandro González Iñárritu preguntó de quién era semejante argumento insano, demencial que rayaba la incredulidad. Vio el potencial de otro Óscar con semejante rodaje alucinante en los octavos de final de la Champions. Del Birdman lunático a los dos bureles voladores asesinos del Chelsea: David Luiz y Thiago Silva. Y que Donald Trump vomite de rabia.

Por eso, las formas sí importan. La pasión heroica del PSG merecía la recompensa ante la pasión insana del Chelsea. Los ingleses querían consumar una historia prevista. Los franceses querían resucitar de entre sus propios muertos.

Y para que Francia prevalezca en esta revisión, Moliére apostilló una frase para Mourinho hace 345 años: "Il n'y a pas de prise de conscience sans douleur (No hay toma de conciencia sin dolor)".

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