El futbol mexicano se probó en el escenario internacional y lo hizo en un Mundial de Clubes que termina siendo un termómetro injusto, porqué pretende mezclar y hacer competir al Campeón europeo con los demás representantes. La diferencia llega a ser abismal. Tigres, en gran parte, logró reducirlo, aunque a entender de algunos, el mío, en lo personal, le faltó tomar un poco más de riesgos que hubiesen arrojado sensaciones diferentes de su caída en la final ante el poderoso Bayern de Munich. Pero el resto de su trabajo en el Golfo Pérsico fue, en verdad, positivo y remarcable. Le ganó al Campeón asiático y al de Libertadores y mostró que el futbol de México no es tan malo como dicen algunos ni tan bueno como lo aseguran otros. Tigres hizo, hasta cierto punto, lo que debía hacer en Qatar. Nosotros, mientras tanto, seguimos buscando el punto de equilibrio adecuado para medir nuestro juego...

Vivimos o sobrevivimos bajo el mismo enigma de siempre. Aún después del “exitoso”, y si quieren quitarle las comillas, estaré de acuerdo, viaje de Tigres al Golfo Pérsico, el futbol mexicano sigue preguntándose lo mismo: ¿Dónde está? ¿A qué lugar pertenece? ¿Tiene un sitio entre las 10 mejores ligas del mundo? ¿Está en el mismo nivel que Argentina y Brasil? ¿Qué tanto lejos esta del Campeón europeo?

Getty ImagesTigres logró el subcampeonato en su primer Mundial de Clubes.

Los más optimistas y benévolos, por así llamarles, hacen las cuentas fáciles. Tigres le ganó al Campeón de Asia, al Campeón de la Libertadores y perdió por la mínima diferencia y, con un gol que debió haber sido invalidado, ante el mejor club del futbol del mundo, el Bayern de Múnich. Lo más rigurosos y pesimistas, por así llamarnos, creemos que tres juegos definen poco y que al club mexicano le falto tomar más riesgos en la final del evento. Cualquiera de las dos posturas es bienvenida, pero lo esencial, como casi siempre ocurre, es encontrar un punto de equilibrio, un punto medio que realmente ubique nuestra realidad como futbol en el mundo.

Lo que vemos cada fin de semana ayuda poco. El futbol mexicano parece sumergido, hoy más que nunca, en el abismo de un nivel que ha empeorado a raíz de la lucha de los equipos y de los futbolistas contra el Covid-19. No existe la regularidad y la mayor parte de los juegos generan pocas emociones y muchos bostezos. Siendo realistas, lo que atestiguamos ahora en nuestras canchas no ayuda para medir el verdadero nivel en el juego del futbol mexicano.

A decir verdad, Tigres no iba a Qatar a medirse con el Bayern de Munich. Tigres iba a Qatar a medirse contra su propio nivel. Es ahí donde las sensaciones, más allá del resultado que era el esperado, perder ante el club alemán, no parecen las adecuadas. Pero el equipo del “Tuca” Ferretti pudo haber mostrado en los dos primeros juegos las condiciones reales de nuestro futbol, un futbol que puede competir ante rivales asiáticos y ganarles, está por encima de ellos, y un futbol que también puede hacer frente a los rivales sudamericanos, pero que sigue requiriendo de ese roce, fogueo e intensidad que le permita seguir creciendo.

El Mundial de Clubes es un termómetro injusto, inequitativo. El campeón europeo, el que gane la Champions, juega un deporte que también llaman futbol, pero, que, por grandes momentos, es muy diferente que se practica en el resto del mundo. Podemos, entonces, dividir el evento de clubes que realiza la FIFA en dos segmentos muy distintos y en el que le corresponde, Tjgres cumplió y cumplió con creces. Pretender que haya sido un poco más osado o atrevido en el nivel máximo del juego, cuando jugo ante el Bayern de Munich, es, o puede ser, un error o una interpretación errónea de nuestra pasión y sueños por jugar en la mayor escala del futbol.

Por eso, antes y después del juego ante el Bayern de Munich, yo hablaba de sensaciones y no de resultados. La forma en que íbamos a medir al futbol mexicano y la manera en la cual el mundo nos vería tras ese juego sería a través de la capacidad de resistencia, de competitividad y hasta de personalidad que mostrara Tigres. Para mí, en ese sentido, quedo a deber.

Ahí está el futbol mexicano, debatiéndose semana a semana entre lo que ve y no ve en sus canchas, pero consciente de que no es tan malo, como muchos piensan, ni tan bueno y extraordinario, como otros apuntan. Busquemos el equilibrio.

@Faitelson_ESPN

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“Se compitió”, “fue digno”, “perdió con un gol polémico”. La realidad es que Tigres no tuvo los suficientes argumentos futbolísticos para ponerse al nivel del Bayern de Múnich, y la otra verdad es que Tigres decidió tomar un camino donde estaba o se sentía más seguro y protegido y no tomó en la cancha todos los riesgos que quizá pudo haber tomado. Sea como sea, Tigres perdió decorosamente y también, como tradicionalmente lo hacen los equipos y las selecciones que proceden del futbol mexicano: bajo el sentimiento de que se quedó sin dar ese paso al frente, el paso de calidad que tanto anhela y suspira el aficionado mexicano del futbol… Tigres, luego de mucho escándalo, fue “pan con lo mismo…”.

SAN DIEGO, California.-Al final del día, con Tigres pasó lo mismo que ha pasado con el futbol mexicano en los últimos 40 años: cuando hay que dar ese paso al frente, cuando hay que atreverse, cuando hay que tomar riesgos, cuando hay que dar el paso de calidad que tanto anhela este futbol, se impone una postura cautelosa, amedrentada, dubitativa. Y la crítica suele envolverse en la bandera, y en lugar de generar un reproche que pueda, de alguna u otra forma, generar un progreso, a través de una crítica constructiva o destructiva, se dedica a consentir, a apapachar, a tolerar. Desde que sonó el silbatazo del árbitro uruguayo en el Estadio de Doha, he escuchado frases que se apegan a la justificación: ”Se compitió”, “fue digno”, “perdió con un gol polémico”.

La realidad es que Tigres no tuvo los suficientes argumentos para ponerse al nivel del Bayern de Múnich. Sufrió, aguantó y encontró, como premio, un marcador “decoroso”. Podríamos decir que, dentro de sus limitaciones, hizo lo que pudo, pero un equipo incapaz de llegar a la portería contraria, no merecía más que de lo obtuvo. A Tigres le quitaron lo más preciado que tiene su futbol: el balón. Y sin el balón, Tigres poco a poco, se fue diluyendo, rezagando, echando hacia atrás y cayendo en el endemoniado ritmo, como bien lo había advertido el portero Neuer del Bayern de Múnich. La cadencia, la velocidad, la precisión, la verticalidad y la forma en que el equipo rojo ejercía una presión alta, prácticamente en el área del club mexicano, fueron algunos de los argumentos que presentó el campeón europeo.

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Getty ImagesTigres fue derrotado en la final del Mundial de Clubes ante el Bayern

Entiendo, perfectamente a quién enfrentaba Tigres, pero, si la pregunta es: ¿Esperaba más de Tigres? Sí, puede ser, quizá que jugara un poco más adelante y que tomara otro tipo de riesgos, pero es muy fácil decirlo desde el sofá de mi casa y frente a la televisión. Quizá si hubiesen adoptado esa postura, el Bayern les habría podido meter tres, cuatro o cinco goles.

Si quieren que yo diga que Tigres fue “competitivo”, pues diré, secamente, que lo fue. ¿Con cuántos disparos a gol? ¿Con cuántas llegadas sobre la portería de Manuel Neuer? ¿Eso es competir?

Si quieren que yo diga que lo de Tigres fue “digno”, pues entonces diré que es “digno”. Perder 1-0 ante un equipo de los tamaños del Bayern Múnich debe ser, para los resultadistas, una muestra inobjetable de “poder”. Para mí seguía tratándose de sensaciones, de formas, de maneras y Tigres ha vuelto a perder con más miedo que mostrando sus virtudes.

Y si quiere que yo diga que el gol debió haberse anulado, lo diré, hubo una mano clara o no clara que el VAR debió apreciar de Lewandowski y sin embargo, me parecería ridículo decir que Tigresperdió por un gol que debió ser anulado.

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Getty ImagesHubo polémica en el gol del Bayern por una mano en el área de Lewandowski.

Tigres perdió porque el Bayern de Múnich fue mucho mejor en la cancha. Pareciera que algunos ya encontraron un pretexto del cual sujetarse. Que el Bayern de Múnichsólo pudo vencer a Tigres con un gol ilegítimo. ¿Vamos a creernos nuestras propias mentiras?

Lo de Tigres en Qatar puede ser, también, un recordatorio de lo poco que ha avanzado este futbol en casi 80 años de profesionalismo. Y sucede que la mayor parte de los ex futbolistas que pululan hoy por las mesas de opinión y análisis del futbol son parte de la misma mediocridad y conformismo que por años ha tenido el futbol de México. Ellos fueron mediocres y conformes. Hoy, lejos de la cancha, no saben más que defender justamente eso.

Salvo dos mundiales infantiles y el oro olímpico de Londres 2012, por lo demás, el futbol mexicano siempre ha suspirado, anhelado, por dar un paso diferente cuando tiene un escenario que le significa enfrentar la más alta competencia. Y sucede que el futbol mexicano es lo que es…Ni más ni menos. Claro, siempre podría ser mejor y quisiéramos que fuese mejor… Para ser mejor, debe tomar más riesgos…No estoy seguro de que Tigres los haya tomado hoy…

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Será un partido difícil para Tigres, pero también el conjunto de Ferretti se la pondrá difícil al Bayern Munich

Señoras y señores… En la mal llamada Copa Mundial de Clubes, el Bayern Munich apenas aterrizó a la cancha a jugar contra un equipo egipcio que le dio un poco de guerra, le peleó a los alemanes que jugaron como siempre juegan los europeos en este torneo, a medio gas.

El Bayern no apretó ante el Al-Ahly egipcio porque sabe que le viene un calendario muy complicado después de esto ,ya que tiene que prepararse para pelear por la Champions League y para defender su título en la Liga Alemana.

Ahora les tocará enfrentar a Tigres, equipo que derrotó bien, con un penalti, al equipo campeón de la Copa Libertadores, el Palmeiras.

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Getty ImagesBayern enfrentará a Tigres este jueves por la final del Mundial de Clubes.

Un equipo brasileño de los más flojos que yo he visto, es más, no parecía ni brasileño, pero bueno, a final de cuentas ganó la Libertadores y eso habla de la sensibles bajas que han tenido los equipos en brasileños, argentinos, colombianos y uruguayos por la sangría que han sufrido de parte del futbol europeo llevándose a la mayoría de sus grandes figuras.

Palmeiras no tenía un jugador reconocido a nivel internacional, ni uno solo, en esta misma situación está el Santos de Brasil, Botafogo, Corinthians, etc… No tienen jugadores relevantes, se han ido todos a Europa.

Y Tigres se aprovechó, jugó mejor, creó oportunidades y terminó ganando 1-0 con un penalti marcado por Gignac. Ahora enfrentarán a un equipo diferente, más acoplado, más adaptado al cambio de horario con Catar, el Bayern Munich, campeón de Europa, ganador del torneo de la UEFA y uno de los equipos más sólidos de la Bundesliga.

Campeón de los últimos años que ha arrasado con todos los títulos de la Bundesliga, es un buen equipo con un gran goleador como Lewandowski, un gran portero como Neuer, tiene a Kimmich , a David Alaba, en fin, con muy buenos jugadores el Bayern.

Será un partido difícil para Tigres, pero también el conjunto de Ferretti se la pondrá difícil al Bayern Munich.

Esperemos que gane el mejor, que gane el favorito, que normalmente son los europeos, pero Tigres puede pelear, tiene buen equipo, ha gastado mucho en formar este equipo competitivo y por lo tanto le dará más pelea de la que dieron los egipcios al Bayern Munich.

Por supuesto que el favorito es el Bayern, por lógica, nivel, por la liga en donde juega y por el título que tiene como campeón de Europa, un campeonato brillantemente conseguido.

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El partido es entre el Sevilla y el Bayern Munich, un encuentro que vale la pena seguir por ser los dos ganadores de los máximos títulos en Europa

Señoras y señores… Se viene un partido interesante en Budapest, un encuentro de categoría por la Supercopa de Europa entre el ganador de la Champions y la Europa League. Esta semana veremos al Bayern Munich y el Sevilla pelear por otro trofeo.

Tenemos enfrente un partido importante del Sevilla, dirigido por Julen Lopetegui; un equipo que terminó en cuarto lugar la pasada temporada de LaLiga de España, un conjunto peleador que juega bien ante los equipos grandes y que derrotó al Inter de Milán para sumar sexta Europa League en el palmarés.

Getty Images

El Sevilla cuenta con buenos jugadores para enfrentar el partido de este jueves, un buen plantel a pesar de las bajas que vieron este mercado. Está la salida de Varela y también la de Sergio Reguilón, un buen lateral izquierdo que la pasada campaña estuvo cedido con los andaluces, pero que el Real Madrid decidió vender al Tottenham esta ventana de transferencias, una compra con la opción de regresar al equipo merengue si así se decide.

Pero además de esas bajas, el Sevilla también cuenta con el regreso de Iván Rakitic este verano luego de su paso por el Barcelona y Marcos Acuña procedente del Sporting de Portugal. Un equipo campeón que se enfrenta a el gran ganador de la Champions League 2020.

El Bayern Munich es un equipo completo y fuerte, que también sufrió bajas este mercado como la de Thiago Alcántara hacia el Liverpool de Jürgen Klopp en la Premier League. Pero esas salidas no le quitan la calidad y solidez al conjunto alemán que todavía cuenta con grandes jugadores como Robert Lewandowski, Joshua Kimmich, Alphonso Davies, Kingsley Coman y Manuel Neuer.

Sin duda será un partido interesante y muy atractivo con el ganador de Europa en la Champions, aunque a veces los equipos de Europa League dan buenos resultados en la Supercopa de Europa, son equipos que no tienen mucho que perder pero sí mucho que ganar, saben pelear, se entregan al duelo.

Este encuentro en Budapest posiblemente vea algo de público en las gradas, algo que podrá hacerlo más interesante. Será un partido que llega poco después del inicio de las ligas en Europa y al que le seguirán las Supercopas de cada país.

LaLiga de España ya empezó y ayer pudimos ver al Real Madrid, actual campeón, con un empate a ceros ante la Real Sociedad; la próxima semana ya veremos cómo inicia el Barcelona esta temporada ante el Villarreal.

Pero bueno… Este partido es el Sevilla contra el Bayern Munich, un encuentro que vale la pena seguir por ser los dos ganadores de los máximos títulos en Europa, la Champions y la Europa League.

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LOS ÁNGELES -- No pudo, no quiso, no supo, romper las cadenas. Lionel Messi se queda… exactamente por las mismas razones que debió haberse ido.

El drama, que llegó a tintes de comedia, termina en drama: Messi se queda. La revelación más brutal es esa: “sufrí mucho dentro de los entrenamientos, en los partidos y en el vestuario”, en las confesiones a Goal.com.

Debió ser un año traumático para Lionel. Ser infeliz y estar urgido, estar obligado a generar felicidad ajena. Fue infeliz, en el paraíso de esa felicidad infinita de jugar al futbol.

Un año que lo hizo sufrir la cancha. Y la competencia. Y la convivencia. Y sus compañeros. Y el fracaso anunciado. Y la incertidumbre. Y la impotencia. Quien no sepa leer este lamento entre líneas, necesita un lazarillo para sus neuronas.

La pregunta es penosamente implacable: entonces, ¿Messi se queda en Barcelona a sufrir otro año? Eso es irrefutable. Porque nada ha cambiado. ¿Alguien cree que Koeman, Coutinho, Trincao y demás etcéteras harán feliz a Messi?

Insisto, Leo se queda por los motivos que debió irse. ¿Se queda porque sufrió, para sufrir aún más? Un escenario de sadomasoquismo, porque ahora sabiendo que sufre, hará del sufrimiento una calamidad compartida.

En la entrevista con Goal.com, hay resignación, abnegación, desesperanza. Es una voz apagada de fe, pero encendida de claudicación y de renuncia. El multimillonario no puede escapar al yugo de 700 millones de euros.

Aclara que no querellará contra el Barcelona, su incubadora futbolística, y que no patea la cuna que le arrulló por 20 años. La gratitud es una colosal virtud, pero, la esclavitud por gratitud es la peor esclavitud.

En esa charla, asegura Messi que quería atreverse a nuevos horizontes. Se hartó de veranos sin Champions y de inviernos sin el Balón de Oro. El fracaso de Narciso duele más que el fracaso colectivo.

En una confusión absoluta. Messi se hastió de amar al Barcelona y de ser amado por Barcelona. Síndrome de infidelidad absoluta. Sabina lo recopiló perfectamente: “Porque el amor, cuando no muere, mata; porque amores que matan nunca mueren”. El Romeo argentino y la Julieta catalana, vulgarizados por el futbol.

¿Qué viene ahora? Tiempos difíciles. Lionel Messi puso ante el paredón a sus compañeros. Los irrespetó. La lectura es obvia. Él siente que no ganó nada, porque luchó solo, a solas. Hasta los tiburones necesitan de las rémoras, y hasta los leones necesitan de las hienas.

Afirma que hace un año le pidió ser liberado al presidente (Josep María Bartomeu) del Barcelona, porque sabía que el cataclismo aguardaba, aunque sin prever la fiereza y voracidad de un 8-2 ante el Bayern Múnich.

En la entrevista ejecuta públicamente a Bartomeu. Nunca lo cita por su apellido, sólo lo desprecia, lo repudia, al referirse a él con el apelativo administrativo: “el presidente que nunca me dio bola”. Lo crucifica por todos sus pecados capitales: le asesinó sus sueños, le robó sus ilusiones, le mintió cara a cara, y le arrebató su escape a la libertad.

Koeman ya ha sido advertido. Debe curar la infelicidad y el sufrimiento de un hombre que ha elegido ser infeliz y sufrir nuevamente. El holandés no sólo debe armar un equipo competitivo, sino que debe consumar un milagro futbolístico.

Koeman mismo debe preguntarse: ¿cuenta o no con Lionel Messi? El holandés ha perdido autoridad, y tiene entre sus manos a la sombra incierta del mejor futbolista de la actualidad. Si el argentino ya no rinde al nivel esperado, el técnico aparecerá como un inútil. Si el argentino rinde, queda claro, será, en el juicio público, a pesar de Koeman.

Los compañeros de Messi deben preguntarse: ¿se queda en realidad a ser el protagonista, el caudillo de este Barcelona, o se ha ido ya al limbo de la indiferencia? El mensaje de Lionel en esa entrevista es una epístola inconfundible de renuncia, de deserción.


Escucha el Blog de Rafa

¿Y la afición? Messi la reconforta en esta charla con Rubén Uría. Al menos en el ritual inofensivo de las promesas obligadas.

“Voy a dar el máximo, daremos el máximo para luchar por todos los objetivos y ojalá se dé, y se pueda dedicar a la gente que lo ha pasado mal. Yo lo pasé mal en el año, pero es hipócrita decir eso si lo comparas con la gente que lo ha pasado mal de verdad con el virus, con la gente que ha perdido familiares y que ha perdido muchas cosas. Ojalá poder dar lo mejor y dedicar victorias a toda esa gente que nos acompaña desde arriba y a sus familiares”, declaró a Goal.com.

Ciertamente, Lionel Messi comienza una nueva cruzada. Será su año del adiós. El hasta nunca. El hijo pródigo de casas ajenas. Cada partido, cada plaza, cada visita a los coliseos de sus numerosas víctimas, será, sin duda, una prodigiosa despedida, un magnífico adiós.

Podemos estar seguros que incluso, en el Santiago Bernabéu, cuando posiblemente ya pueda regresar la gente a los estadios españoles, resplandecerán los pañuelos blancos. Así ocurre en la lealtad del futbol, hay verdugos que se visten de gala para los sepelios de sus víctimas.

Pero, todo puede pasar. En marzo se irá Bartomeu, posiblemente llegue un hombre de la égida de Joan Laporta, y con un nuevo horizonte, nuevas promesas, y una mayúscula oferta contractual hasta 2023, podría cambiar la historia y comenzar un nuevo idilio desde la silla suprema de Barcelona con Lionel Messi.

Ya después de eso, podrá emigrar feliz a la MLS, como se han comprometido Messi y Cristiano Ronaldo a David Beckham, para jugar en Miami a partir del 2023.

Pero, el final del drama tiene ese sello de preocupación, de desaliento, de incertidumbre, porque Messi se queda estrictamente en el Barcelona por los mismos motivos por los que debió irse.

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Lionel Messi, ¿dispuesto a estar 1 año sin jugar?

LOS ÁNGELES -- En momentos en que se han derrumbado estruendosa y estrambóticamente, como pinos bamboleantes de boliche, cerca de 993 versiones --más cercanas de la elucubración y del chisme que de la verdad--, sobre el éxodo de Lionel Messi, surge una más, apadrinada por esa lengua viperina del rumor, pero, aparentemente amparada desde Argentina y España: este miércoles Jorge Horacio Messi confronta a Josep María Bartomeu.

De ser caballeros ambos, diríamos que este versus, Messi padre frente a Bartomeu, sería un duelo de floretes, pero está más cerca de un duelo a puñal limpio y con marrullerías licenciadas. En medio, inerme, inerte, claro, el futbolista.

Hoy, el Barcelona, La Liga de España, y subrepticia y sigilosamente, la UEFA y la FIFA, tensan el sólido yugo de oro puro sobre el esclavo más caro en la historia del futbol. Bartomeu lo ve así, a Lionel Messi como un prisionero de guerra que quiere huir del campo de concentración azulgrana.

Con semejantes alianzas a sus espaldas, de esos organismos a los que amamantó opíparamente, Messi ha pasado de ser el amo del universo del futbol, a un esclavo de los caprichos más viscerales y siniestros de Bartomeu.

Mientras sus oponentes se apuran a reunir 16,520 firmas (15 por ciento del total de 110,132 socios) para interponer un voto de censura contra Bartomeu, éste ya consiguió el respaldo de la Junta Directiva del Barcelona, el espaldarazo de La Liga y la solidaridad, silenciosa pero efectiva, de la UEFA y de la FIFA. Messi, hasta este lunes, seguía siendo rehén del futbol organizado.

Insisto, en el #MessiGate, la justicia aparecerá sólo en la fe de erratas del Barcelona, La Liga, UEFA y FIFA. Para ellos, lo legal no necesita ni siquiera emparentar con lo justo.


Escucha el blog de Rafa Ramos

La Liga ha advertido que no cederá el pase internacional de Messi a ningún equipo si el Barcelona no recibe 700 millones de euros y centavitos más. Y el club catalán ha advertido que el equipo que quiera forzar la salida de Messi, tanto él, como el jugador, confrontarán una desgastante, implacable, larga y multimillonariamente costosa querella, en ambos tribunales, deportivos y laborales, especialmente contra el jugador por incumplimiento de contrato.

Y claro, para cuando todos esos litigios se resuelvan, si se resuelven, ya Lionel bailará el vals de los 15 años, con la menor de sus nietas.

Entonces, empoderado desde las esferas de la oligarquía y el contubernio, Bartomeu se guarda los ases al sentarse este miércoles ante el padre de Lionel. Barcelona está convencido de que no hay manera de perder este pleito ante el Clan Messi. Vamos, ni Ricardo La Volpe perdería esta partida, como saboteó aquel casi inevitable título de Boca Juniors.

El peor escenario para el Barcelona es, por supuesto, congelar al futbolista, en un daño terrible al jugador al obligarlo a parar, incluída la selección argentina, hasta julio de 2021. El que dice ser “más que un club”, y que se comporta como si fuera “menos que un club”, perdería todo usufructo sobre el jugador. Messi, arrinconado 10 meses en su estudio en la mansión ubicada en Bellamar de Castelldefels, vale menos que la camiseta perforada de Piqué tras el 8-2, aún con la firma de Lewandowski.

Ciertamente, Ronald Koeman ha perdido injerencia en el tema. Aseguran en España que todavía el jueves pasado pidió a Bartomeu rescatar la permanencia del jugador. El holandés pidió a su presidente que convenciera a Messi de que le diera la oportunidad de reportarse a entrenar y conocer el proyecto que tiene para el equipo.

Este lunes, al reanudarse los entrenamientos del Barcelona, Koeman entendió que esta semana, y a futuro, será más fácil volver a ver a Messi jugando en YouTube que en la cancha de la Ciudad Deportiva Joan Gampert.

Jorge Horacio Messi cree que los mismos abogados del Barcelona que le han asesorado, pertenecientes a la firma Cuatrecasas, y que han sido despedidos de los quehaceres jurídicos del club por Bartomeu, han encontrado las rendijas legales en el contrato como para ganar esta batalla. Ningún contrato es perfecto ante la justicia imperfecta, no sólo de las leyes, sino de su riesgo de manipulación.

Rafael Alonso, abogado deportivo, dijo en la Cadena SER que tras revisar el comunicado emitido por La Liga: "Si Messi fuera a otro equipo español, tendría sentido el comunicado". Ignora que detrás de La Liga hay el hostigamiento de patrocinadores, socios comerciales, televisoras y por supuesto la UEFA.

Sin embargo, insistimos, la batalla será como lo ha advertido Bartomeu: larga y desgastante. Tras el respaldo de La Liga, el Barcelona llevaría cualquier inconformidad de orden judicial, primero ante la Cámara de Resolución de Disputas de la UEFA, posteriormente ante comisiones de FIFA, y finalmente al Tribunal de Arbitraje Deportivo en Suiza. Es decir, una emboscada tras otra para Messi.

Además, en lo que parece ser un Pacto de Caballeros versión Europa, súbitamente, el tan manoseado interés de Manchester City, París Saint Germain, Inter de Milán y hasta los Aguacateros de Uruapan han bajado la guardia ante la advertencia de sus respectivos bufetes de la azarosa tormenta legal que sobrevendría.

Y con menos aliados que la capacidad de reacción del Barcelona ante el Bayern Múnich, Messi y sus asesores entenderán que, a pesar de entregarle una victoria parcial a Bartomeu, el escenario más favorable es pedir el burofax, masticarlo, tragarlo sin agua, y regresar a Lionel a la cancha. Sólo diez meses lo separan de una libertad sin rencores, sin mala sangre, sin rezongos, sin reproches, y en los que el jugador viviría la más fascinante campaña de despedida que cualquier futbolista podría imaginar.

Y habrá justicia, claro. Ya el resto de los enemigos de Bartomeu, el virus más aborrecido en el mundo después del COVID-19, se encargará de cobrarle despiadadamente cada segundo en que ha puesto entre la histeria y el desmayo a los genuinos aficionados, y, claro, también, a los villamelones advenedizos.

Porque, para todos ellos la estampa ésa es imborrable. Deslealmente, Bartomeu logró la canallada suprema de rebajar al amo del universo del futbol, Lionel Messi, a esclavo de sus fechorías.

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LOS ÁNGELES -- Lionel Messi ha dado un paso implacable, definitivo, autoritario y sin licencias para recular este domingo. Es, este 30 de agosto, el principio del fin y el fin del principio en el ajado matrimonio Messi-Barcelona. El jugador no se ha presentado a exámenes médicos obligatorios.

Se interpreta como un acto de rebeldía en el Barcelona. En tanto, Messi monta su trinchera para defender sus derechos. La servilleta en la que Lionel firmó su primer contrato, y el burofax del adiós, son reliquias de un hola y un adiós.

La ‘Luna de Miel’ que parecía eterna acabó. Y después de tanto amor, llegan los carniceros disfrazados de abogados buscando carne fresca para el cadalso público. Los delitos de amor, se purgan con odio. Escribió Alvite, gallego, que “En los matrimonios pobres se pelean los cónyuges; en los matrimonios ricos se pelean sus abogados”.

Reportan desde Cataluña que este domingo, afuera de las instalaciones azulgranas, aficionados oraban a San Jorge (y no Jorge Horacio Messi, el padre), porque apareciera Lionel. Caravana de medios palomeaba la lista de presentes. El cuerpo médico cerró la puerta y con ella las esperanzas. Lionel, proveniente del francés, Leonellus, y que significa “leoncito”, había mostrado las garras.

Los jueces llegan cuando los juiciosos se ausentan. La mesa de negociaciones ha sido levantada. Reportes insisten en que Messi quiere irse de Barcelona con lágrimas, pero sin tormentos. A Bartomeu no le importan sus lágrimas, pero quiere eludir el tormento de ser el presidente que exilió a Leo de su propia casa.

La última estrofa de la canción Pare (Padre), de Serrat, del disco en catalán Per el Meu Amic (Para mi amigo), encaja perfectamente: “Padre, dejad de llorar, que nos han declarado la guerra”. El Camp Nou está en estado de sitio. Entendamos, con esa sonrisa larga, de felicidad inocente y angelical, el Bayern Múnich erosionó más profundamente que el ignominioso 8-2 a esa nación dentro de otra nación, que es Cataluña.

Tras cuatro años de feliz infelicidad, Lionel Messi entendió otra reflexión de Alvite: “El matrimonio, a la larga, solo sirve para tener un testigo de que vives solo”. La incapacidad de Rosell y Bartomeu le confirmaron a Messi que su confinamiento había comenzado antes de la pandemia por COVID-19.

Ahora todo queda entre abogados, esos especialistas en la insidia de tergiversar y desnudar la verdad detrás de la mentira, y sastres tramposos en vestir de gala a la calumnia detrás de la verdad.

Barcelona ha sumado un aliado: La Liga envió un comunicado este mismo domingo. Avala al club y coloca a Messi en el banquillo de los acusados. Las bayonetas caladas han cambiado de rumbo. Ahora, apuntan al corazón del jugador.

Obvio: La Liga protege al Barcelona porque protege sus intereses. Sabe que se desgajaría en el anonimato si el jugador emigra. Sus ratings se derrumbaron al irse Cristiano Ronaldo. Si ahora se va Messi, La Liga tendría que ser cerrada por reparación. En el limbo sólo juegan almas en pena.

Medios reportan en España que los carroñeros azuzan al Barcelona y a La Liga. Patrocinadores, televisoras, socios comerciales, les exigen que retengan a Messi. Vamos, los mismos rivales quieren que se quede. Prefieren éstos las humillaciones en los marcadores que la lúgubre tranquilidad de su ausencia.

Lo habíamos advertido. Sosteníamos en este espacio, con menos lectores que camarones en una sopa de fideos en vasito, que así como La Liga iba a proteger al club, lo harían la FIFA y el TAS. Alí Babá y sus 40 ladrones traicionan al futbol. La mafia cierra los ojos, pero no duerme.

Había quien insistía en que Lionel Messi dejaría de jugar hasta junio de 2021 para liberarse del yugo de Bartomeu. Quien lo firme y quien lo crea, debe ser experto en cocina o plomería. El argentino moriría sin jugar al futbol. Además, mientras esté en rebeldía, Barcelona puede bloquear sus citatorios con la selección argentina.

Insisto, ya es querella entre filibusteros de cuello blanco, con portafolios en lugar de cimitarras, pero igual de peligrosos, y se les conoce como abogados. Un juzgado deberá decidir si el coronavirus, su pandemia y el confinamiento obligado, con la pausa de juego, avala los argumentos de Messi para irse, por la puerta de atrás del club, pero por la puerta del frente en la idolatría de millones.

La Liga puntualizó que deben pagarse 700 millones de euros para llevarse a Messi. Los abogados de Lionel arguyen que las fechas debieron moverse con la crisis mundial de la pandemia, y además, aseguran que la cláusula de rescisión no fue renovada.

Insisto, en manos de abogados, Jesucristo habría cursado cadena perpetua y después de resucitar al tercer día, habría sido enviado al calvario. Los leguleyos saben que el circo les enriquece más que las leyes y la verdad.

Ronald Koeman inicia este lunes los entrenamientos. Tendrá que trabajar por dos vertientes: una sin Messi, es decir, con una mesa con tres patas; y otra estrategia con Messi, pero sin Messi en la cancha de prácticas. Tan a gusto y cómodo que estaba dirigiendo a Holanda. No todo lo que brilla es oro, a veces es cobre bien pulido.

Además, Koeman deberá efectuar una trepanación, y sacar de la materia gris de sus jugadores, varias arpías enquistadas. Deberá convencerlos que él no echó a Messi; que él no es enemigo del plantel, por ser empleado de Bartomeu, y que es un mago capaz de, en tres semanas, reconstruir a un equipo bajo una nueva idea de futbol, capaz de en la próxima Champions hacerle ocho al Bayern Munich. Necesitará de Demóstenes o de Cantiflas.

Este domingo, se hizo oficial, pues: Barcelona y Messi duermen en camas separadas, de habitaciones separadas, en casas separadas, y pronto, tal vez, en ligas separadas. Y el divorcio, en este caso, dejará dos almas infelices, pero millones enlutadas.

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LOS ÁNGELES -- Lionel Messi aún no se va. Tal vez nunca lo haga. Hay, sin embargo, dos facciones antagonistas, antípodas, entre el barcelonismo. Unos muy culé… otros menos culé. Quienes satanizan a Messi y quienes lo canonizan. Quienes creen que está en deuda y quienes sienten una gratitud eterna.

Hay quienes linchan a Messi por considerar abyecta, tenebrosa, cruenta, despiadada, su forma de querer irse, entre las ruinas fétidas del 8-2, esa hecatombe eterna del Barcelona. Hay videos con reacciones viscerales, envenenadas, pútridas de rencor, de ese barcelonismo herido por algo que aún no ocurre.

Ciertamente, un futbolista, y especialmente un ser humano, no podría recibir tantas bendiciones si fuera tan pernicioso como para chantajear, boicotear, extorsionar los sentimientos y las generosidades, y no me refiero sólo del Barcelona, sino de un universo cautivado por sus hazañas, ojo, con la camiseta azulgrana.

Sin embargo, algunos barcelonistas --y muchos madridistas--, están convencidos de que la cabeza maquiavélicamente maestra que ha urdido esta estratagema, este drama de contubernio, confabulaciones, amenazas, sismos y cismas alrededor del Barcelona, es estrictamente la mente de Messi.

Expuesto esto, vale la pena establecer una referencia, una vivencia. No es un juicio. Ni es un indulto. Ni una justificación. Es una anécdota puntual sobre Lionel Messi. Es más, es una anécdota con Lionel Messi, que ya en su momento retraté detalladamente en las páginas de La Opinión, y en este balcón sin muchas serenatas en las páginas de ESPN.

Se había anunciado el encuentro entre la Selección Estrellas de Sudamérica y el equipo Resto del Mundo para el 4 de julio de 2009 en el Memorial Coliseum de Los Ángeles. Un partido que cautivaba al mundo. Había un referente absoluto: Lionel Messi.

Pero, la FIFA, esa FIFA codiciosa, voraz, mezquina, farisea, arruinó la fiesta. Hizo saber que semejante constelación de astros le pertenecía a perpetuidad, incluyendo el patronímico de ‘Resto del Mundo’. La reflexión mezquina: “mío o de nadie”.

El entonces promotor del partido, Eduardo Ostrogovich, tramitó ante su amigo, Jorge Horacio Messi, la presencia de Lionel ante los medios, para aclarar puntualmente que la cancelación del encuentro no había sido una jugarreta del futbolista o de los organizadores.

La cita ante los medios fue el 7 de julio de 2009 en la explanada olímpica del Memorial Coliseum de Los Ángeles. Ahí estaba, ante una decena de medios y otro tanto de infiltrados, el ‘Clan Messi’, en cuya agenda aparecía una visita ansiada a Disneylandia.

El mismo Ostrogovich negoció una charla directa con Lionel, para efectuarla al concluir la conferencia de prensa, con el entonces reportero de La Opinión, dentro del cabildo del Memorial Coliseum.

Transcurrió la conferencia de prensa, y auxiliares de los organizadores me llevan por una puerta alterna al interior del sobrio y magnífico recinto, para la entrevista concertada. Me encuentro solo en el silencioso aposento.


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Súbitamente, la puerta principal del cabildo se abre. Aparece ese sujeto menudito, de 22 años entonces, a quien lo escolta de fondo una intensa algarabía, un vibrante alboroto, que se sofoca al cerrar el batiente de la sala. En ese momento, quedamos frente a frente.

Supongo que a esa edad debió impactarle encontrarse a solas ante ese tipo con aspecto patibulario, armado ferozmente de una libreta y una grabadora, y en una tierra inhóspita y solitaria, como ese salón, a pesar de sentirse tan confortable cada siete días al salir ante coliseos monumentales con más de 90 mil personas en el graderío. Sí, abrió desmesuradamente los ojos…

-- Hola, Lionel. Tenemos pactada una entrevista…--, le explico.

-- ¿Dónde está mi papá? ¿Dónde están mis hermanos?--, responde Messi, visiblemente inquieto.

-- Me imagino que enseguida llegan, pero ¿podemos adelantar la entrevista?, le sugiero.

-- No, no, no. ¡Mi papá!--, y de inmediato se dirige a la puerta principal. La entreabre y lo zozobra aún más el tremendo estruendo que contempla afuera, ese tumulto de quienes buscaban la entrevista o el autógrafo. Lo que ve por ese resquicio altera aún más al jugador.

-- Están afuera. Enseguida entran, pero podemos platicar de una vez…--, le pido nuevamente.

-- No sé nada de entrevistas, no sé nada, pero ¿dónde está mi familia? ¿Dónde está Eduardo (Ostrogovich)?--, responde ya con enfado y desazón, mirando al reportero con un conjuro de “multiplícate por cero y desaparece”.

Silencioso, Lionel Messi, empieza a dar vueltas en el interior de la sala, mirando hacia el piso. Yo claudico en la entrevista porque veo que él no claudica en su nerviosismo. Levanta la vista hacia la puerta como si su ansiedad pudiera materializar ipso facto a sus familiares. Yo, he salido ya de su órbita.

Y un par de minutos después, irrumpe la Cofradía Messi al cabildo. Con ellos, Eduardo Ostrogovich. Lionel se acerca a su padre. Éste le sonríe y le pasa el brazo por el hombro. No hacían falta palabras. Estaba de nuevo en su burbuja inviolable. Recuperaba la paz el genio que desataba guerras pacifistas en la cancha.

Tras las presentaciones, se sienta para la charla. “Cinco minutos, no más”, me explican. Interrumpe la primera pregunta para dar indicaciones a sus hermanos: “Vayan a comprar unos relojes para todos (sus compañeros del Barcelona), que estén muy bonitos. Él (Eduardo) sabe dónde hay bonitos, de la marca que sean”, requiere ese personaje que no usaba reloj, pero asigna una fortuna en relojes para sus amigos.

La comitiva parte a su encomienda y él se concentra mirando a los ojos al interlocutor. ¿Y el dinero para semejante y cuantioso encargo? En los bolsillos de su ropa deportiva, Messi no guardaba ni llaves, ni billeteras, ni teléfono. No necesita nada de ello. Para entonces, algunos aficionados argentinos habían sido autorizados para ingresar al recinto y aguardaban ansiosos con camisetas, balones, plumones y cámaras.

Ese momento, en aquel entonces, ese 7 de julio de 2009, me explicó muchos momentos de la vida de Lionel Messi y me sobredimensionó sus momentos dentro de la cancha. Un tipo mustio en su hábitat, y un prodigio desenfrenado en el universo verde del futbol.

En aquel momento, describíamos en La Opinión: “No se siente más que los dioses que adora de niño, ni se siente menos que esos dioses que lo adoran siendo aún un ‘niño’. No se siente más que los mortales que lo veneran, como tampoco se siente menos que los inmortales que lo veneran”.

Charlando este jueves con el mismo Eduardo Ostrogovich, sobre aquel pasaje, me explica: “Si hoy te encuentras con él nuevamente, verás que es el mismo, exactamente el mismo, sencillo, callado”. Explica que hace unos meses estuvo en Barcelona junto con Antonio Cué (ex propietario de Chivas USA), de visita en el feudo Messi.

“Lo que yo haría hoy, si fuera el Barcelona, ante todo lo que le ha dado al equipo, sería decirle ‘ve a donde quieras, gracias, por tanto, y el día que quieras, regresa, todas las puertas estarán abiertas siempre para ti’. Eso es lo que yo haría”, comenta Ostrogovich.

Esos momentos de extravío, de aislamiento, de refugio, de confinamiento que vi en Lionel Messi aquel 7 de julio de 2009 en el Cabildo del Memorial Coliseum, mientras él ansiaba que su familia cruzara aquella puerta, volví a verlos en la cancha, en una Final de la Copa América, en la Final de la Copa América Centenario, y en la Final de la Copa del Mundo de Brasil.

Brisa en la intimidad y tifón en la cancha, caudillo en las cimas y huidizo en las simas, queda claro, no es capaz de al menos querer crear una confabulación gigantesca, de decibeles mediáticos incontrolables, como para pretender destruir a un equipo, un club, una institución, que le dio una segunda oportunidad de vida y salud, y una primerísima oportunidad como genio del futbol.

Alguna vez Jorge Valdano hizo una severa reflexión sobre la capacidad de Lionel Messi para sobrevivir en medio del caos fascinante de ser una personalidad de impacto mundial.

“Alcanzar esos niveles de celebridad sin confundirse es imposible, salvo que uno sea un superdotado o un autista. Son dos puntas que te pueden salvar de este estado de efervescencia al que está expuesto un futbolista de esta categoría”.

Agregaría Valdano que “da la sensación de que Messi no se trata a sí mismo de usted todavía, y eso tranquiliza mucho. Da la sensación de que le gusta mucho jugar al futbol”.

“Un superdotado o un autista”, se aventuraba entonces Jorge Valdano a opinar sobre Lionel Messi. Tal vez la primera. Tal vez la segunda. Tal vez ambas circunstancias. O tal vez ninguna de ellas, es lo que lo ha convertido a Lionel en el artista más subyugante de la cancha, después de Pelé y Maradona.

Exonerado entonces Messi de las embestidas de esa facción catalana que pretende subirlo al patíbulo, cuando aún no se ha ido siquiera del Camp Nou, ¿dónde buscar al responsable? Escribió Peter Ustinov que “los padres son los huesos con los que los hijos afilan sus dientes”.

A veces, sin embargo, puede ocurrir al revés…

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LOS ÁNGELES - Amenazar con irse es amenazar con quedarse. Uno no avisa que quiere irse, sino que simplemente avisa que se va o que ya se fue. Entre querer irse e irse, hay más abismos que puentes. Detrás del portazo, ya sólo queda resignación.

Ojo: no es Lionel Messi quien juega al tahúr envilecido o envenenado. Leo debe estar más triste y confundido que furioso. Lo suyo es la cancha, el balón, las filigranas. Las únicas artimañas que conoce, son esas faenas instintivas para descuajaringar osamentas, rivales, partidos y redes. Los recovecos de la intriga y la perfidia, esos, son potestad de su torva familia.

No es Messi quien fanfarronea con irse. No es quien chantajea ni quien extorsiona. El titiritero es Jorge Messi, su padre, y la caterva de asesores que pretenden reventar al truhan supremo, al cáncer del Barcelona, Josep María Bartomeu.

La única víctima, aquí, es el Barcelona. El club se ve vulgarizado en una zacapela descomunal. El presidente más odiado de su historia confronta y desafía a las albaceas del jugador más venerado en la historia del club. Lamentablemente, detrás, sólo hay pasiones negras, de gente mezquina desesperada porque ve la destrucción del antagonista como la única salida de emergencia del conflicto.

Bartomeu ha consumado la bancarrota moral, deportiva y financiera. Ha saqueado las riquezas de la institución, en especial las más sagradas, esas, las intangibles. Y lleva a Ronald Koeman como marioneta y como verdugo. El holandés es el muñeco polichinela de un directivo acorralado.

Del otro lado, Messi, genuinamente, defiende a sus amigos, por encima del bienestar deportivo del club. Si La Masía es ya un mito, el clan La Messía, es una realidad. Hombre de pocos amigos, le quitan al mejor de ellos, Luis Suárez. Leo ha vivido al cobijo del paraíso del Barcelona, que no permite lo despojen del mayor de sus afectos, al colocarlo transferible, negociable, prescindible.

Indiferente a los enredos contractuales, y ajeno, por esa propensión que tiene a aislarse, incluso en la cancha, ante situaciones terminales, Messi ha delegado a sus matones legales y a su padre, el rescate de sus intereses, y el aniquilamiento de quienes aniquilan su entorno. Ha decapitado dos de las tres cabezas rabiosas del cancerbero que le inquieta: Eric Abidal y Quique Setién. Falta la más peligrosa, la de Bartomeu.

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Ha sido un martes de vértigo y de especulaciones arrebatadoras, desde que muy temprano, Messi notificó al Barcelona que quiere irse, es decir, estrictamente que quiere quedarse, pero con la zalea de Bartomeu ondeando ignominiosa en la plaza de la Ciudad Deportiva Joan Gampert.

Sin embargo, Bartomeu, reprobado en inteligencia deportiva, moral, ética y financiera, tiene esa astucia falaz del mercenario. Hay un contrato que termina en junio de 2021, y hubo una cláusula unilateral de divorcio que caducó en junio de 2020. Carne fresca para los leguleyos voraces.

Llevar el pleito a una corte catalana, favorecería al Barcelona, y seguramente, hasta donde puedan meter sus facinerosas narices, la FIFA, la UEFA y el TAS, apoyarían al club por encima del jugador. Lo tiene claro esta mafia disfrazada de modernos salomones: el Barcelona es una marca establecida y eterna, y el futbolista, aun siendo un crack, cada mañana ve en el horizonte el ineludible crepúsculo de su propio ocaso.

Bartomeu puede retener a Messi con un puñado de papeles en la mano. Su contrato caduca con el último día de junio de 2021, y desde hoy hasta entonces, exprimirá cada minuto y cada euro que le pague. Tiempo de sobreexplotar los últimos huevos de oro, de una gallina culeca de enfado.

¿Alguien pagará 700 millones de euros por Messi? Hay muchos que quieren y muy pocos que pueden. No es sólo esa cantidad. Messi tiene contrato por 11 millones de dólares al mes. De ser transferido, querrá cobrar más. Ojo: al jugador, en ese mundo aislado, esa burbuja de ausencia en que vive, poco le importa cuánto recibe, pero para esa rapiña insaciable tiene a su voraz padre. Y querrá más que esos 11 millones de dólares mensuales.


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Habrá víctimas circunstanciales si las hordas de Messi imponen condiciones. Pero, qué es mejor para el Barcelona, una eventual anarquía con un presidente de emergencia, o un caos progresivo, una autodestrucción galopante, de permanecer Bartomeu en el mando.

Por ejemplo, ¿dónde quedaría la autoridad de Koeman en el vestidor si su número diez, su principal socio y referente en la cancha, resulta que es el dueño del balón, y que además es el dueño caprichoso de su propia gorra, de su propio silbato y de la propia pizarra del mismo entrenador holandés? Koeman sería el segundo castrado de mando, después del primero, ese eventual relevo de Bartomeu.

Si el lema del Barcelona, si el enunciado de su grandeza, es “más que un club”, acaso, ¿sería correcto que los caprichos del Clan Messi o de la turba Bartomeu sean más importantes que ese Barcelona que jura y perjura “ser más que un club”? La grandeza no puede tener las manos ensangrentadas.

Encima, ha aparecido un personaje que lanzó una bomba molotov en pleno siniestro. Joan Laporta quiere recuperar el control de la institución. Ha aseverado que hay un contubernio de Bartomeu y sus secuaces, para vender a Messi con la duda siniestra de dónde irán a parar finalmente tantos millones de euros.

Lejos de conciliar, Laporta, marrulleramente, agita, revuelve más el mar, para sacar la mayor ganancia posible del actual conflicto. Cierto, con Laporta volverá un control mejor orientado, deportiva y financieramente hablando, pero estas artimañas tampoco reflejan la semblanza pura y casta que debería enarbolar el club catalán.

Barcelona está, entonces, ante la gran encrucijada: o le cortan la cabeza al bribón (Bartomeu) para salvar los pies de Messi, o le cortan los pies a Messi para rescatar la cabeza del bribón.

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LOS ÁNGELES -- ¿Y súbitamente caducaron? ¿Se volvieron obsoletos? Jürgen Klopp, Pep Guardiola, Zinedine Zidane, Cholo Simeone, Antonio Conte, Mauricio Pochettino, Carlo Ancelotti, ¿son mártires de la caducidad? El son huasteco no miente: “Ayer, maravilla fui, Llorona, ahora ni sombra soy…”.

El técnico uruguayo Luis Garisto empacaba los últimos suvenires del Atlas, arribita apenas, de donde colocara cuidadosamente doblada, la amargura del momento: “¿Sabe?, los técnicos se gastan y se desgastan, como llantas de auto. Y en el futbol cambiamos primero las llantas antes que revisar el auto completo”.

Hoy, Hansi Flick y Thomas Tuchel, se apoderan de la escena. El primero hace campeón al Bayern Múnich, con el pergamino neurálgico de un cuento de hadas. El segundo, tuvo como trono la hielera, desde la que vivió la epopeya inconclusa del PSG.

Sus antecesores han pasado de la moda a la obsolescencia. El técnico de futbol es un bicho que debe mantenerse en el aparador, preferentemente con trofeos. El futbol es un consumidor voraz del entrenador exitoso, exitista y excitante.

Tal vez la definición brutal, cínica e inapelable del francés Frederic Beigbeder, encaja con esa descastada forma de ver al entrenador. “Soy publicista. Mi misión es hacerlos babear (al consumidor). En mi oficio nadie desea su felicidad, porque la gente feliz no consume”.

Los grandes torneos suelen procrear maravillosas Cenicientas, aunque algunas pierdan la zapatilla al redoble de las 12 campanadas del éxito. Hoy todos son los mecenas de Flick y padrastros de Tuchel. La victoria absoluta da el privilegio de perrear con Jennifer López. El resto, se suscribe a videos.

La Final de la Champions redime el oficio de entrenador. Flick cosecha su propia siembra, y Tuchel recoge el bagazo de un inversionista catarí, hijo de un cazador de perlas, tenista de oficio, sospechoso de soborno sobre la sede del Mundial de 2022, ganador de todos los premios de simpatía que le interesaban, pero especialmente amigo íntimo del Sheikh Tamim bin Hamad Al Thani, billonario de sufrimiento.

La exaltación indiscutible del Bayern Múnich puede sintetizarse bajo el rigor de una frase que es de romanticismo argentino, pero con un pragmatismo alemán: “Escuchen bien. Quiero contarles por qué ganaron estos chicos el partido de ayer. Porque jugaron con el corazón de todos ustedes”. La frase es del Cholo Simeone, padre de una disciplina muy alemana, pero lejos de tener el gusto admirable por hacer del futbol una fórmula de ataque constante.

Sí, ya sé… ¿y los obsoletos? Parecería que los milagros los hicieron otros por ellos. Pep Guardiola da tumbos lejos de la gloria suprema sin Xavi, Iniesta, Puyol y Messi. Zidane arrebata una Liga empobrecida, pero sin Cristiano no hay pólvora para más.

Simeone asoma por la escotilla, hunde a Klopp, quien bebe el título de la Premier con la hiel espesa del consuelo. “En el futbol hay herramientas para evitar que las virtudes del rival triunfen”, sostenía el alemán y Simeone le robó la frase, la iniciativa, y tuvo a los virtuosos Oblak y Llorente, entonando las odas por el campeón vigente, pero el Atleti sucumbió ante el Leipzig de otra futura Cenicienta, Julian Nagelsmann.

Y entre los capítulos apasionantes de la Champions eternizada por la pandemia del COVID-19, se consuman las pequeñas proezas y las grandes humillaciones (como ese 8-2 de cicatrices eternas), que confirman que los genios excepcionales sólo consolidan las hazañas colectivas, pero ya se exterminaron las épicas de un semidiós superior a una legión de herejes. Ningún Messi es un mesías en cuarentena.

Al final, pueden prevalecer las palabras de Luis Aragonés. Parecen una obviedad, pero tienen la riqueza de la humildad irascible de El Sabio de Hortaleza: “El entrenador marca las pautas, los jugadores son los que ganan”.

Y Carlos Bilardo respalda la urgencia de sensibilizar al jugador de su responsabilidad: “El himno nacional hay que practicarlo también. Nosotros lo practicábamos cinco veces antes de cada partido... en ese momento del himno, al jugador se le pasa toda su vida por la cabeza"”.

Sin menospreciar a Ruud Gullit: “Un equipo es como un buen reloj: si se pierde una pieza todavía es bonito, pero ya no funciona igual”. Y los entrenadores preparan equipos, sin saber reparar sus propios relojes.

En esa vía crucis inconfundible de todo entrenador, la síntesis de José Mourinho goza de sarcasmo y de dolor: “Las victorias tienen muchos padres y las derrotas solo uno… y soy yo“.

Por eso, el entrenador de futbol se vuelve también un objeto sujeto a la moda. Hansi Flick amaneció este lunes, sin saberlo, cerca de su despido por obsolescencia. Como todo técnico, terminará caducando con, sin y a pesar de la victoria, por muy eterna que sea ésta.

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