Tigres y Rayados se enfrentan y dignifican el valor del trofeo de la Concacaf. También, el duelo promete cambiar parte de la mentalidad de los clubes mexicanos. Hoy, para los dos, inobjetablemente, es más importante el título regional que el de la Liga MX, siendo que ambos serán grandes favoritos en mayo, cuando comience la Liguilla. Tigres y Rayados, sus grandes inversiones, sus fantásticas plantillas, dos excelentes entrenadores, un estadio pasional y legendario, otro, fastuoso y moderno. Todo está en su lugar para que seamos testigos de una batalla histórica y sí, por la Concacaf…

Rayados, Tigres
Imago 7Rayados y Tigres previo al Clásico Regio.
 

SAN DIEGO, California.- “La madre de todas las batallas”. Y es que la Final Regia dignifica, enaltece y le da un valor diferente al título de la Concacaf.

Puede que estemos, por primera vez en la historia, ante un escenario donde los clubes mexicanos se vean más obligados a obtener un torneo internacional que la competencia doméstica. Para Tigres y para Rayados, grandes favoritos para ganar la lLiguilla de mayo, la final que comienza este martes en el Estadio Universitario, promete dejar una huella imborrable en ambos equipos.

El futbol mexicano siempre ha sido un futbol de carácter local, incluso cuando se competía en la Libertadores, parecía que había siempre mayores pretensiones y reconocimientos con el torneo doméstico. ¿Se le valora como se le tiene que valorar al título que consiguió el Pachuca en la Copa Sudamericana del 2006? La realidad es que no. El club mexicano cuenta tanto por los cetros que ha ganado en su propia tierra.

Pero el Monterrey-Tigres está para ambos clubes, por encima del trofeo de la Liga MX. Ellos le dan otra dimensión al juego, al resultado, a la batalla, a la pasión, la polarización de la ciudad y al entendido de que hay algo más que un partido de futbol entre estos dos.

Tigres y Rayados han cambiado de alguna forma, las prácticas y costumbres del futbol mexicano. Las grandes inversiones, la necesidad de reforzarse por la competencia interna que ejerce el rival, la batalla particular entre ambos por ser mejor ha propiciado que la Liga MX sea mejor. Ahora, ambos trasladan esa competitividad a un torneo internacional, que hace algunos años, no valía para nada o para muy poco y que hoy, ante la desaparición del Mundial de Clubes, tampoco tiene un premio muy definido y ambicioso, pero que, en este caso, se satisface con ganar un Clásico al odiado rival deportivo. Le han dado otro valor a la Concacaf y puede que, a partir de aquí, la historia se transforme para siempre en el futbol mexicano.

Tenemos dos cuadros muy completos, con grandes figuras -Funes Mori, Gignac, Layún, Salcedo, Nahuel, Barovero, Pizarro y Avilés- y dos entrenadores de alta capacidad -Ricardo Ferreti y Diego Alonso-. La final comienza en un estadio 'caliente' como el Universitario y concluye en uno precioso como el de Rayados. No falta nada, solo recordarles a ambos, que están jugándose un trofeo de la Concacaf que, por muchos años, había sido una recompensan poco apetecible y reconocida para los equipos mexicanos.

@Faitelson_ESPN

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En tiempos distintos, en territorios distintos, con destinos distintos, el futbolista mexicano consumó este miércoles una doble conquista.

1.- El Pacto de Caballeros ha sido exorcizado por los bandoleros que lo crearon. Ha sido roto uno de los eslabones del grillete -de oro, cierto-- del futbolista en México.

2.- Chivas se corona campeón de la Concacaf, en ese reducto rebelde que es el último zócalo de reivindicación del futbolista mexicano.

Y el Guadalajara se corona, precisamente, en ese hoyo negro de rostro blanco que se tragaba vivos a los jugadores mexicanos: el manchón de penalti, ese fascinante Salomón donde la justicia encuentra un santuario inapelable.

Primero, en Toluca, en una mesa de negociaciones agreste, en la boca apestosa del lobo que regentea contratos y pactos esclavizantes, los futbolistas mexicanos obligaron a que el fantasmagórico Pacto de Caballeros, sin rostro ni forma, quedara, finalmente, sepultado en ese cementerio torvo y abusivo de la FMF.

Y después, en la cancha, con sólo jugadores mexicanos, esos que los otros 17 Herodes del futbol mexicano, se empeñan en extirpar, en segregar de sus nóminas, así, con sólo nativos, Chivas se corona campeón de la Concacaf venciendo en penaltis a Toronto.

A su estilo bajo la doctrina de Matías Almeyda, bajo los espesos humos de la angustia, de los microsismos en los corazones desfallecientes, y hasta evidentes errores arbitrales, el Guadalajara consuma un triunfo en el escenario dramático de la definición desde el manchón de las sentencias.

Hay similitudes en los dos escenarios. Parecía que los dueños de equipos lograrían revocar las apelaciones de los futbolistas en la mesa de negociaciones, pero, al final, la solidaridad del gremio hizo temblar a los dirigentes: la Fecha 17 se paraba, y con ella la Liguilla.

Los propietarios del futbol mexicano pueden poner en riesgo sus reglamentos, pero no sus ganancias. Salvaron los dineros, aunque perdieran a sus esclavos.

Y Chivas vivió bajo el estupor, la ansiedad, el drama, esa angustia veleidosa, pendulante, entre la gloria y el riesgo de la derrota, por la apuesta suicida por la victoria. Incluso en los estertores del juego, Jonathan Osorio dejó vivir al Guadalajara, cuando tuvo el gol para aniquilar el juego, pero perdonó.

En una exhibición generosa por parte de ambos equipos, llevando el trámite hasta el desfallecimiento físico, pero en la algidez moral y espiritual, en el cobro de los penaltis, irónico, erró de nuevo Osorio, tal vez arrastrando el trauma de minutos antes.

Y el suicidio para Toronto se consumó cuando el que algunos bobalicones consideraban el nuevo Landon Donovan, pero Michael Bradley ratificó como con la selección de EEUU, que los grandes retos le empequeñecen el alma. Y la voló...

Una jornada llena de brillo nuevamente para Rodolfo Pizarro, galardonado como el mariscal del torneo, pero que por traumas arraigados, el seleccionador mexicano, Juan Carlos Osorio, lo sigue viendo lejos del Mundial de Rusia. La miopía del colombiano la envenena aún más por el hecho de negarse a reconocer que él y su auxiliar Pompi (AKA Luis Pompilio Páez) se han equivocado.

Doble jornada histórica para el futbolista mexicano. De esas que suelen ser, que deben ser, un punto de quiebra, un punto de rompimiento. Un revulsivo.

Despedazó, en la mesa, en Toluca, apenas una de las cadenas -de oro, cierto--, de su esclavitud, pero abrió un campo de batalla para forzar las otras.

Y por otro lado, en la pureza de la cancha, Chivas dejó el mensaje a una Federación Mexicana de Futbol, y a los engendros de sus engendros, Decio de María y Enrique Bonilla, que el futbolista mexicano debe ser el protagonista legítimo de su propio torneo, y no víctima de la voracidad y corrupción entre dirigentes y promotores.

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LOS ÁNGELES -- Chivas quiso, supo y pudo. América quiso, pero ni supo ni pudo.

La batalla concluyente es entre México y Canadá. EE.UU. no va al Mundial y ni siquiera a la Final de la Concachampions: Guadalajara contra Toronto. Un plantel sólo con mexicanos, contra un combinado de ocho nacionalidades.

Chivas vivió un calvario. Rodolfo Cota fue la figura. Él y una jornada en la que todos los sortilegios y chamanes se acurrucaron de su lado.

Jugando con diez, porque el Bruce Willis de copete hitleriano (AKA Alan Pulido), fue el mejor recuperador de balones para RedBulls, Chivas montó su trinchera, resistió el vendaval de los neoyorquinos, que por instinto embestían con su sello, como toros enloquecidos, y no les alcanzó.

En un frontón humano, los rojiblancos terminaron con migraña y cita para urgentes encefalogramas: 27 cabezazos en el área para alejar el peligro, a sabiendas incluso que Cota era el hombre clave para evitar el naufragio.

RedBulls ensayó con el ordinario y primitivo repertorio del pelotazo al área. Una frase de Jesús Bracamontes es digna del epitafio neoyorquino: "Van tanto al pelotazo que se olvidan de jugar al futbol". Impecable síntesis.

Y en esa resistencia extrema, Chivas mantuvo de pie su Muro de Jericó, resistiendo nueve remates a la portería y un buscapiés que se arrastró paralelo a la línea de gol, sin que dos atacantes emeleseros llegaran a la cita por la eternidad de una milésima de segundo.

Cierto: Chivas deberá mejorar muchísimo para poder confrontar a Toronto. Sufrir enconchado nuevamente en la Final, ante un adversario más poderoso, sería un suicidio.

Por lo pronto pierde a dos jugadores para el Juego de Ida en Toronto: un Jair Pereira, a quien no se extrañará, pero sí a un heroico Rodolfo Cota.

¿América? Quiso. Quiso siempre. Pero más allá de que Alex Bono tuvo también su noche afortunada, jugó con ansiedad, con nervios, con desesperación.

Pero, encima se encuentra con una descolgada, desatención en el fondo y Jonathan Osorio desplumó las ilusiones en El Nido. El 0-1 se convertía en un escandaloso 4-1 que tranquilizaba a Toronto, que sufría desde el minuto cinco la ausencia por lesión de Jozzy Altidore.

Con Michael Bradley como genuino líder, clavado en ocasiones como otro defensa central, resistieron el oleaje desordenado de las Águilas.

Y así, Oribe Peralta, Andrés Ibargüen, Mateus Uribe, Renato Ibarra y Paul Aguilar, entre otros, terminaron reverenciando a Bono, mientras que Henry Martin confirmó que tuvo su noche de Cenicienta ante unos Lobos BUAP con diez hombres, y luego volvió a la calabaza del Nunca Jamás.

Un regalo arbitral hace más patética la eliminación americanista, con el cobro de Uribe. 1-1 en el Azteca. Inútil... el resultado.

¿Fracasotototote americanista, según la elocuencia de Manuel Lapuente? Sin duda. Ahora, Miguel Herrera lo sabe: ganar el título de la Liga MX es absoluta obligación.

Ahora Chivas, concretamente con Paco Gabriel De Anda como responsable, deberá tomar la chequera del patrón, Jorge Vergara, para saldar las cuentas millonarias que adeuda a los futbolistas, que, necesario decirlo, demostraron que no los consume ni los agobia el adeudo.

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LOS ÁNGELES -- En la cima del oficio. En la sima de la ansiedad. Así deberán ejercer Chivas y América en el cierre de Semifinales de la Concacaf.

Malherido, con tres heridas en el pecho, América tiene la ventaja de emboscar en El Nido a un Toronto reposado y con una médula espinal de oficio, sin Mundial, cierto, pero con oficio, y un bajito con los focos encendidos como Giovinco.

El 3-1 oscila en esa fascinación anunciada, innegable, entre la tragedia y la hazaña. El águila obligada al rol enigmático del Ave Fénix.

Getty Images

Chivas, en tanto, consiguió un reintegro apenas del pase a la Final. El 1-0 del miércoles por la noche tiene ese saborcito de insuficiencia. Matías Almeyda fue inteligente: "Estamos 0-0". Ni más ni menos.

Como sea, la victoria contrasta. En Guadalajara hay una sonrisa nerviosa, pero en El Nido hay un falleciente y desfallecido en terapia intensiva.

Con la única ganzúa que tiene, Rodolfo Pizarro, Chivas colapsó la caja de caudales que le montó Red Bulls en su estadio, que lejos del trapío de su mote, parecían los Toros Rojos más lívidos, pálidos, mojigatos prófugos del arado, sembrando surcos en la cancha del Akron.

Mientras Rodolfo Cota sólo una vez desquitó el sueldo, ante la paranoia vacuna por no perder, Pizarro se convirtió de nuevo en la figura de Chivas. Le sentó bien la Fecha FIFA porque le quedó claro que tiene que ser más y hacer más que el convaleciente Giovani y el resucitado Marco Fabián, si quiere ir a comprar matrioskas.

Pizarro repitió la faena del viernes ante Morelia: robó, enfiló, pero esta vez sirvió a Brizuela, que dejó de ser un patético conejito de Pascua, y evolucionó en Roger Rabbit, para definir de manera compleja, pero eficiente, a la salida del arquero.

A sabiendas que Pompi (por Luis Pompílio Päez, auxiliar del Tri), entregó notas reprobatorias en la Copa Oro, Pizarro ha decidido conseguir lo que nadie ha podido: que Juan Carlos Osorio esté en sus cabales, y lo convoque. No será fácil.

Sin embargo, cabe la pregunta: ¿Si Osorio tan impacientemente paciente, tan intolerablemente tolerable para tratar de encontrar ese Sergio Busquets que Diego Reyes no lleva dentro, no podría dedicar un poco de terquedad a Pizarro?

Porque si Osorio dijo en Nación ESPN que "Diego Reyes es el jugador con mejor salida" en la selección mexicana, podría tal vez, total, ya en esa doctrina del autoengaño, de la alucinación, ver en Pizarro dotes de Mbappé. Digo, si de alucinar se trata.

Por lo pronto, Pizarro tiene en sus manos su visado a Rusia. Si el tándem colombiano, que fue capaz de forzar las salidas de Santiago Baños y Raúl Gutiérrez, no lo quiere, ahí estarán, en ese estricto orden, Dennis Te Kloese, Gerardo Torrado y Memo Cantú, para abogar por él.

Reasumiendo y resumiendo del tema original, Chivas y América tienen ese oficio en situaciones de alta tensión que no tienen Red Bulls ni Toronto, aunque éste último tiene cartas ocultas.

En la vuelta, Toronto jugará con la desesperación americanista y seguramente levantará ese muro fronterizo, deportivamente hablando, ante las embestidas americanistas.

Con Red Bulls será distinto. Incluso no sería extraño que el estadio se poblara de rojo y blanco, pero no tanto por la pasión local, sino por la migración mexicana con pasión por Chivas.

Claro, al final, todo se resuelve con futbol. Y, por supuesto, por las debilidades de los árbitros y las debilidades avariciosas de la Concacaf, porque recordemos que en sus entrañas, se piensa, se habla y se elucubra, no en inglés, sino en estadounidense.

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Hizo la gran Juan Carlos Osorio. Fue esclavo de sus palabras. El colombiano ninguneó al equipo B de Croacia y... Miguel Herrera había ninguneado a la MLS "no es un parámetro para la Liga MX".

Efecto bumerang: Toronto 3-1 América. El Piojo los trató de piojoso y le empiojaron la altanería. Los ninguneados 3. La arrogancia 1. Y pudieron ser más. Varios más.

En El Nido, las Águilas deben revertir la historia... y la histeria. La Espada de Damocles oscila ansiosa de sangre.

Más amargo será para el americanismo si Chivas hace la faena a los Red Bulls de Nueva York esta noche. Hiere más el éxito ajeno que el penar propio.

Giovinco, Bradley y Altidore se apoderaron del juego. En especial el italiano, que dejó enredados como spaghetti recocido los nervios, ligamentos y coyunturas cervicales de la zaga americanista.

Del penalti que irritó al americanismo y cobró Giovinco, el América tuvo un momento de respiro, cuando Ibargüen se tragó el Messi del videojuego y sembró de cadáveres al área rival con el 1-1.

Fue un espejismo mexicano. Sólido, ordenado, pertrechado, desesperado en su trinchera, pero astuto en despliegues, Toronto terminó por arruinar las intentonas del América, incluso cuando en la desesperación táctica, Miguel Herrera empezó a hacer cambios como coleccionista de Panini. Pero igual, casi le llenan de goles el álbum de Marchesín.

En la apuesta, en un tiroteo mutuo, ambos equipos recrearon una zacapela dramática en la cancha. América azuzaba, pero en verdad Giovinco y Altidore perdonaban en posición y con posesión de gol.

En el ajedrez de la angustia, con sus peones enloquecidos, Henry Martin entró de cambio para vivir una noche trágica: tres entregas en el área, dos de ellas en posición de fusilamiento, perdonó, como antes lo había hecho el resto del pelotón.

Lamentable para el América, porque mientras Toronto mantenía el aplomo defensivo y las venenosas descolgadas como opción, se precipitaba en la entrega del balón, en disparos desafortunados y además, en elecciones equivocadas en la jugada final.

En la banca, la histeria absoluta de Miguel Herrera poco ayudaba, cuando en su frenetismo era evidente el desencanto furioso con todos sus jugadores.

William da Silva, el "Marcelo americanista", fue una avenida y un pésimo alfil del ataque, mientras que Cecilio Domínguez, nuevamente, entre esa indefinición de abulia, de apatía, o de pánico, intentaba con recelo cada regate.

¿Puede América revertir la situación en el Estadio Azteca? Nada es imposible. El clima será más benigno, y el arbitraje cambiará de óptica.

Pero el pie veterano de Toronto, y ese desdoble fulminante de Giovinco, pueden ser el detonante de una peligrosa emboscada.

Por lo pronto, Miguel Herrera deberá encender veladoras para salvar el pellejo en la Concachampions: una de ellas para que no gane Chivas este miércoles, y la otra para que las ánimas en pena que fueron sus jugadores este martes en la noche, regresen a sus cuerpo con menos nerviosismo.

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LOS ÁNGELES -- En una zona tercermundista, según las consideraciones cuestionables de la FIFA, tener un plantel con jugadores pertenecientes a selecciones nacionales campeonas de América, campeonas de Concacaf, subcampeonas de Europa, futbolistas de roce europeo, perder una Final no puede considerarse de otra forma más que fracaso, un bochornoso fracaso.

Y el Tigres de Gignac, de Vargas, de Aquino, de Damm, de Pizarro, de Nahuel, de Advíncula, de Sosa, de Dueñas, fracasó en la urgencia, en la necesidad, en la obligación de ir a un Mundial de Clubes y de ganar su primer torneo internacional, aunque fuera de la rascuache -según FIFA- zona de Concacaf.

Imago7

Pachuca se coronó. Nuevamente. ¿Alguna garantía de que no continúe con su propia secuela de decepciones y fracasos en un Mundial de Clubes, y con la propia secuela de vergüenzas de equipos mexicanos en esa competencia? Tal vez la organización de los pachucos haya aprendido algo.

Pero, sin duda, quien aún no demuestra estatura para ganar este tipo de torneos es Ricardo Ferretti. Parecía que el ridículo en la Copa Libertadores lo debía haber amaestrado sobre su incompetencia en momentos críticos. Pero, en su omnipotencia, en sus egomaniacos comportamientos, él está convencido que no tiene nada que aprender.

Ante River Plate la lección fue brutal. Un equipo argentino desvencijado, desarmado por lesiones y traspasos, en una de las más pobres ediciones de la Copa Libertadores, Tigres no pudo porque, nuevamente, Tuca no supo.

Pavonearse, menearse con el plumaje artificioso del finalista ya no le sienta bien al plantel más caro y de mayor roce internacional del futbol mexicano y, evidentemente, de la Concacaf y de muchos países de América.

Es, sin duda, de mediocres frotarse ungüentos de resignación y consuelo porque se es finalista. La reincidencia en el fracaso no debe ser un aliciente, sino un castigo, y no debe ser una exaltación, sino una deshonra, excepto, claro, para directivos simpaticones y pizpiretos como el Inge Rodríguez, quien asevera complaciente y en complicidad que "no quiero un técnico que gane, sino que trabaje duro".

Debería saber que hay obreros clandestinos en Siberia que trabajan más y cobran mucho menos que el Tuca.

¿Pachuca? Deberá apurarse a decidir, sin altanería, sin soberbia, sin menosprecio, a dedicarse de lleno a la Liga MX o a comprometerse con el Mundial de Clubes.

Eso de que "podemos competir en las dos", se ha convertido en un agobiante, hipócrita, altivo y suicida epitafio de los clubes mexicanos que creen que pueden cargar con el peso de dos torneos.

Pachuca aún puede incluso rescatar este torneo y meterse a la Liguilla, pero el siguiente, el Apertura 2017, deberá manejarlo con la mayor inteligencia, si la tienen, y si les es posible.

Tigres, tras el fracaso redundante y aplastante, se perfila para quedar fuera de la Liguilla, especialmente después del fracaso de este miércoles por la noche ante Pachuca. Fue el tiro de gracia.

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Caciques de la CONCACAF

FECHA
05/08
2016
por ESPN Stats & Information

 

Los caciques de CONCACAFESPN DatosLos equipos mexicanos han arrasado en la CONCACAF Liga de Campeones.

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¿Este es...? ¿En serio? Jugando así, con ese estilo, con esas condiciones, con ese temor... Algunas hipótesis de la temporada se han ratificado: cuando el América actúa sin la responsabilidad del juego, cuando se agazapa y apuesta por el contragolpe, encuentra su mejor forma. Pero es un equipo alejado de sus principios básicos del buen juego, del futbol espectacular y avasallador.

LOS ÁNGELES -- ¿Es este el gran América del Centenario que propone Ricardo Peláez?

A la mañana siguiente, el América parece más cerca de Japón. Pero mucho más lejos de un estilo que identifique y dignifique su historia y sus colores.

Un equipo que salió el miércoles al Universitario de San Nicolás de los Garza para afrontar una final de la Concacaf completamente replegado, más preocupado por defenderse que por atacar. Un América que sin apostar por ello, sin buscarlo, y aprovechando la fragilidad del rival (lo de Tigres es una historia aparte) se llevó un resultado convincente y casi definitivo. ¿Este es el América que hoy presumen sus aficionados?

Algunas hipótesis de la temporada se han ratificado: cuando el América actúa sin la responsabilidad del juego, cuando se agazapa y apuesta por el contragolpe, encuentra su mejor forma.

America
Mexsport
El pretexto perfecto, de acuerdo con algunos analistas --y otros porristas, por no llamarle 'jilgueros' que siempre le sobran al América-- afirman que afrontó el juego con ocho ausencias titulares. A mí me parece una exageración decir que le faltaron tantos futbolistas y entendería que la alineación titular del juego de ida de la Final de Concacaf estaba conformada, mayormente, por jugadores que actúan con regularidad en la Liga y en la Copa.

Pero en el desarrollo mismo del partido, hay algunas pruebas contundentes de que lo que Ambriz y el América hicieron: con 20 minutos por jugarse y con el marcador aún 1-0, Ambriz saca del campo al número '9', Darío Benedetto, y mete al '4', Erik Pimentel. El América fue a Monterrey a defenderse. Se escondió, disimuló, especuló y al final, se llevó un triunfo contundente que si no fuese por un error arbitral hubiese sido definitivo.

¿Inteligencia? ¿Astucia? ¿Entrega? ¿Sacrificio? El América de otras épocas tenía eso y además contaba con clase, con personalidad, con valentía y con un futbol profundo. Este América nos miente.

Y estoy de acuerdo que a algunos equipos parecen quedarles a la medida este futbol. Hoy mismo, vivimos impresionados por la intensidad con la que el Atlético de Madrid, en España y en Europa, le imprime al juego, hecho que le permite competir sin tener los presupuestos, las nóminas y los nombres de los 'grandes', pero cada equipo tiene su propia historia, su propio estilo, su filosofía y necesidades. El América jamás ha sido un equipo que apueste por una imagen defensiva para ganar. El ganar como sea no está o no estaba incluido en el diccionario americanista.

A mí me parece el camino equivocado. Los clubes tienen prohibido pisotear su pasado, su ideología, su pensamiento. Hacerlo es como engañarse y engañar a los aficionados. El América siempre ha sido un equipo de futbol que propone un juego abierto, claro, espectacular. A veces lo logra, en otras se queda en el intento, pero siempre apuesta por ello. Hace no mucho tiempo, Ricardo Peláez se 'dio el lujo' de echar a un entrenador, aun con la champagne fría por el título obtenido, supuestamente porque no reunía las características que el club demandaba. Hoy, la necesidad de ganar está por encima de los ideales.

El América se engaña y nos engaña.

@Faitelson_ESPN

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América en ConcachampionsESPN DatosAmérica jugará su novena semifinal en torneo de CONCACAF, solo ha perdido una en la historia.

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America vs Seattle Sounders
Mexsport

LOS ÁNGELES -- América deambula sin palabra de honor. Humillar y ser humillado. Vencer y ser vencido. Jurar y perjurar. Hipocresía en la cancha.

Primero, petulante, arrogante, perdonavidas este miércoles en el Estadio Azteca. Y después, se toma en serio, por sólo unos momentos, apenas los necesarios, en el partido ante Seattle Sounders y esfuma, cuando quiere y cuanto quiere, al adversario, para meterse a semifinales de la Concachampions.

Son, América y su plantel, una bala perdida. Suman tres partidos en Liga sin ganar, con ocho goles recibidos, recolecta expulsiones. Y de repente creen que con una limosna ante Seattle en la Concachampions la afición les perdonará.

Ante los Sounders, debieron cargar con el marcador adverso de 0-1, para tomar conciencia de que están sumergidos en una crisis y que un poco de ungüento era urgente al menos en el torneo de Concacaf.

Y en cuanto le urgió, en cuanto se lo propuso, en cuanto recuperó el terror o la vergüenza, con unos minutos, unos trazos y definiciones impecables de Quintero, Oribe y hasta el oxidado 'Riflecito' Andrade, sentenció el juego.

Esto lleva a reflexiones extremas, obligadas, necesarias, imprescindibles, en un equipo de las pretensiones del América, especialmente de cara a que el 12 de octubre debe festejar con el mayor lustre posible sus 100 años de vida.

Insisto, quieren ese centenario poner a desfilar trofeos y carnavales, pero con lo mostrado en la Liga en los tres últimos juegos apenas podrá montar un cortejo fúnebre, este América de lengua bífida.

1.- LO BUENO...

Ante Seattle, el América demuestra que cuando Sambueza quiere, el América sabe, quiere y puede. Pero si el argentino veleidoso, voluble, arrogante, prefiere jugar al malandrín, al final, termina por ser desertor y traidor.

El América de momentos, de instantes, de minutos, ese América tacaño ante Seattle, puede volverse protagonista del torneo, pero no por sus slogans caprichosos de Ódiame Más, sino por las condiciones de sus futbolistas.

¿Será que ese es ya el único aliciente, el único detonante, el único motivador de las Águilas, ese miedo al fracaso? ¿No existe ya el orgullo de la camiseta, la notoriedad de ser parte de El Nido? ¿Necesitan vivir en el drama de premio o castigo?

2.- LO MALO...

Son, entonces, Águilas sin honor. Cuatro expulsados en dos juegos, aspavientos entre jugadores, errores en la defensa, indolencia de otros y un cuerpo técnico y una directiva que son apapachadores a final de cuentas.

Lo malo es que en sus tres últimos encuentros, el América ha cargado con vergonzosos trámites y desenlaces. Más allá de las expulsiones ante Veracruz, Cruz Azul y Tigres ha recibido ocho goles y sacado dos de nueve puntos.

Ante Veracruz no supo manejar la ventaja, y lo mismo ocurrió ante La Máquina al desvanecerse el 3-1 a favor. ¿Con Tigres? Las Águilas se fueron al frente y luego las desplumaron a pisotones humillantes.

¿Se conforma la afición con esta versión casi de parodia de su equipo? ¿Le nutre, le satisface que venza a un Seattle Sounders saliendo de pretemporada?

Se viene Morelia. Y encara con castigados y lesionados, además de la obligación de darle 30 minutos de juego en partido de homenaje a Cuauhtémoc Blanco, quien, seguramente, le va a entregar más compromiso, pundonor, dignidad, vehemencia y profesionalismo que el resto de mercenarios que cobran tanto, pero devuelven tan poco.

Sería penoso, aunque aleccionador, que un jugador que sale de su enésimo retiro a los 43 años, termine siendo la inyección de testosterona entre el grupo de comodinos y aburguesados castrados.

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