LOS ÁNGELES -- Fue un cabezazo brutal de Nico Ibáñez, un martillazo seco, con el reloj ya desangrándose en el alargue. El bólido, abajo, a la izquierda, donde sufre todo arquero, donde les rechinan las coyunturas a los guardametas, especialmente, a los que se acercan a los 37 años. Ahí, entre el milagro y el instinto, entre lo felino y lo intuitivo, apareció el manotazo de Guillermo Ochoa. El Estadio Azteca entero debió resoplar, debió bufar con ese sonido confuso del alivio y la supervivencia.

El marcador también resoplaba. 1-1. Así permanecería, trémulo, pero quieto, luego de ocho minutos de compensación. Ochoa, el que provoca escalofríos cuando sale por balones elevados, demostró que como atajador es el número uno. Y por él, el América también resopla.

No hay nada escrito para el Juego de Vuelta. El 1-1 y el reglamento, bendicen a los Tuzos del Pachuca. Sin embargo, el América confirmó que después de su naufragio en la era aciaga de Santiago Solari, no piensa morirse en la orilla.

El veredicto tiene firmas formales de Diego Valdés y del mismo Nico Ibáñez. El chileno tuvo dos oportunidades más de marcar. Una de ellas la acunó Óscar Ustari y la otra terminó en la Calzada de Tlalpan.

América genera oportunidades, pero sigue resignado a que Federico Viñas y Henry Martín desperdicien. Y eso marca diferencia, porque Nico Ibáñez suma 14 goles en el torneo, cinco de ellos en Liguilla. Unos cazan con mastines y otros con gatos.

El trámite resultó agradable. Porque Pachuca no renuncia a esa forma generosa, osada, suicida, casi, de respetar el futbol con su esencia de embellecer el deporte. Y América decidió responderle sin temores, sin escrúpulos, pero sin descuidos.

Las Águilas han llegado a un punto de quiebra. Catorce juegos y sólo una derrota. En un paralelismo, con el #Vocholari del Indiecito, quien en sus últimos catorce partidos alcanzó sólo una victoria. Por eso, en esa brava resurrección, América no sabe lo que es claudicar.

Pachuca tiene un bono extra que debería ser ejemplar en el futbol mexicano. Una fe enorme de Guillermo Almada en el jugador nativo. A su mexicanísimo triángulo equilátero en defensa y media cancha (Álvarez, Tapias, Aceves, Chávez, Guzmán y Sánchez), le agrega sin empacho a dos más en el relevo, que cerraron acordonando y presionando a Las Águilas: Fernando Navarro y Bryan González.

En tanto, al #TanoTesla de Ortiz no le duele absolutamente nada, excepto que sus bayonetas tiene la punta roma: es más peligroso el cuchillo del juego de té de Barbie que Viñas y Henry. Acaso, también, la evidencia de que Pedro Aquino no está en su mejor forma. Acusa imprecisión y llega una milésima de segundo tarde a jugadas de alta precisión en cobertura y disputas uno a uno.

Pero, con un Roger Martínez al que le urge convencer de que le alarguen el contrato, más la devoción de Álvaro Fidalgo, Alejandro Zendejas y el mismo Valdés, el equipo discurre de posibilidades ofensivas, ya con mayor tranquilidad, tras recuperar la zaga orden y seguridad, y, sabiendo que en condiciones extremas, aparecerá Guillermo Ochoa, como lo hizo en tres ocasiones la noche de este jueves.

Para bendición del juego mismo, el trabajo de Jorge Pérez Durán fue, extrañamente, aceptable. Incluso el penalti contra el América fue una decisión quirúrgica junto con el VAR. Era evidente el contacto de Jorge Sánchez con Avilés Hurtado.

Siguen escatimándose, en algunos casos, las tarjetas amarillas para evitar rojas precipitadas. Una decisión sabia, pero que debería prevalecer en la fase regular del torneo y no sólo en la Liguilla. Pero, recuérdese que las recaudaciones a lo largo de la competencia, por amarillas y rojas, es una forma generosa de engordar el cochinito de la Comisión Disciplinaria.

Así, mientras América está obligado a ganar en la Vuelta en el Estadio Hidalgo, el empate colocaría al Pachuca en la Final. Pero, el libro sigue en blanco, aunque el bolígrafo esté en poder de los Tuzos. Lo más sensato y estimulante es que detrás del suspenso para el desenlace del próximo domingo, es que deberá llegar un juego aún más intenso que el de este jueves por la noche.

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Análisis: El trabajo en campo del Atlas, raya en la perfección
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LOS ÁNGELES -- Atlas, literalmente, deshoja las veleidosas Margaritas (el primer sobrenombre del equipo) de su propio destino. No tiene hoy el aroma exquisito y romántico de Los Niños Catedráticos, ni de La Academia, ni de Los Amigos del Balón. Sin embargo, hoy tiene la fragancia de Bicampeón. A veces deslumbra como murales de Orozco, y a veces subyuga como grafiti pueril en la estación Tetlán del Tren Ligero de Guadalajara.

No es ya el Atlas de las taquicardias, ni de los soponcios. No es el Atlas aquel, en el que cada aficionado rojinegro debía llevar a cada partido a su cardiólogo de cabecera, con una jeringa con epinefrina, y un marcapasos. No es aquel que esperaba al minuto 90 para saber si era un día propicio para matar o para morir. No es ya aquel, el de las bolsas de papel de la ignominia propia y el oprobio ajeno.

“A lo Atlas”, ya no. Ese credo que era una moneda en el aire, girando, oscilando, entre la propensión a la desgracia y la fe escuálida en la dicha. Porque ser Rojinegro, implicaba esa desazón del placer indeciso hacia la tragedia o hacia la felicidad. Con todo el sadismo del rojo, y con todo el masoquismo del negro. “Le voy al Atlas hasta cuando gana”, inmortalizó Ney Blanco de Oliveira, un brasileño que bebió mejores aguas en América y Toluca, pero que al final se compró un jorongo rojinegro, se declaró oriundo de Cocula, y renunció a su natalidad en Santos, Brasil, sin perder la intimidad eterna con O’Rei Pelé.

Getty ImagesJulian Quiñones y el Atlas festejan con Tigres

Hoy, el Atlas hace honor a aquello de Zorros. Ha resistido la salida de Jesús Angulo y de Jairo Torres, y eligió el torneo mismo para hacer su pretemporada. Se metió a la Zona VIP de la Liguilla como tercero, y lo hizo untado de vaselina, con 27 puntos de 51 posibles, y apenas por encima de América (26 unidades), además de ser el equipo menos goleado (15) al lado de Pachuca.

Pero, en la Liguilla, volvió a su versión del Apertura 2021. Sin embargo, se planta con mayor solidez que en aquel entonces. Juega al borde del precipicio ante equipos balanceados, pero es capaz de despedazar a los fortachones de rótulas frágiles, como pasó la noche del miércoles en el Estadio Jalisco. Tres, a los tristes Tigres triturados.

Tal vez Miguel Herrera no vio, o no supo ver, los primeros 15 minutos del segundo tiempo ante Chivas, antes de la expulsión de Jeremy Márquez, en el Juego de Vuelta de Cuartos de Final. Habrá sido, sin duda, el lapso más huracanado de los Rojinegros. Aníbal Chalá, Julián Quiñones y Julio Furch, con el sostén de Aldo Rocha, prometían una masacre caprina. La roja de Márquez obligó a regresar a la trinchera original.

Estaba dicho: los Tigres de Miguel Herrera tienen ataques de desorden. Y el resumidero de esos colapsos, es su zona defensiva, endeble, sin líderes y sin personalidad en la zona central, y cuando el único y púnico bastión es Guido Pizarro, es reflejo de que por tapar un hoyo en el fondo abriste otro en media cancha.

Cuando tus presuntos guardianes son Hugo Ayala, Jesús Dueñas e Igor Lichnovsky, volteas a la banca y están el Chaka Rodriguez y J. J. Purata, y bendices que Diego Reyes esté en la enfermería, queda claro que tienes menos defensas que una vacuna AstraZeneca y ya caducada. Sólo te queda avivar veladoras para que Nahuel Guzmán, no haga una “nahueleada”.

Ciertamente, ante un equipo que defiende mal, al ser el más vapuleado de los ocho primeros (20 goles recibidos), sólo detrás de Chivas (21), y que sólo los postes, y las tembleques piernas cruzazulinas le indultaron en los Cuartos de Final, propiciaron el festín para un equipo experto en ganar posiciones y sembrar desconciertos, con tipos como Chala, Furch, Quiñones, y anoche, aún más, con el reacomodo de Luis Reyes, en funciones del ausente Jeremy.

Además, su primera línea de recuperación sólo recupera aliento para tratar de atacar. Poco y nada estorban Jefferson Soteldo, André-Pierre Gignac, y esta vez Luis Quiñones volvió a sumirse en las penumbras de su irregularidad, mientras contemplaba a su paisano y tocayo deleitarse con travesuras. “Tuvimos muchas oportunidades y las desperdiciamos”, dijo Miguel Herrera, como ha dicho tantas veces, y lo dirá otras tantas más, en cualquier equipo en que esté.

¿Están muertos estos Tigres? Se sabe, los equipos de El Piojo tienen el maldito hábito de salirse de la tumba. Cuando se les quiere hacer la autopsia, se levantan y andan.

Sin embargo, esta vez, va ante uno de los clubes que mejor se defienden, con o sin balón. Si lo tiene, lo malabarea, pero no lo desperdicia. Si no lo tiene, es paciente, resiste, y en el fondo tiene además a Camilo Vargas, nuevamente el mejor arquero de la competencia.

Los bravucones del torneo parecen haberle claudicado en Liguilla a Miguel Herrera. Gignac no ha tenido el aporte siempre oportuno, y a veces empiezan a crujirle los efectos de los 36 años. Mientras, Florian Thauvin no está a plenitud, y Carlos González carga con el trauma de ser irremediable suplente. ¿Soteldo y el Diente López? Enriquecen el folclore de la Liga y de la tribuna felina, pero parecen más soluciones de temporada, que de crisis.

Atlas pues, sin curar la nostalgia por aquel futbol de exquisita etiqueta, ha elegido ser espartano, con el overol en rojo y negro. A su afición, ese espécimen que justifica sin justificar su estoicismo, resiliencia pura, bajo un “no lo entenderías lo que es ser del Atlas”, le basta, de momento, con unirse en ese ritual a su equipo: deshojar las Margaritas que tienen la fragancia de un posible Bicampeonato.

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LOS ÁNGELES -- Hay deudas de honor y deudas de amor. Cruz Azul decidió no saldar ninguna de ellas con Juan Reynoso. La nobleza, en La Noria, murió con Guillermo Álvarez Macías.

Juan Reynoso se equivocó dos torneos en la cancha, eso es incuestionable. Pero, la directiva de Cruz Azul se equivocó dos torneos desde la comodina impunidad e inmunidad de la ignorancia, desde su escritorio. El futbol no es física cuántica, pero requiere, al menos, un poquitito de cacumen.

Cruz Azul sumaba 23 años y medio buceando en ese pantano del fracaso, de la corrupción, de las falacias, de los contubernios. Los hermanos Álvarez Cuevas, donde no hay ningún Abel, sino dos Caínes, se esforzaban por boicotear al equipo para no afectar sus intereses. Uno de ellos está prófugo. El otro, amenaza con regresar para darle el tiro de gracia al equipo.

Juan Reynoso terminó con ese cautiverio del fracaso, con esa calamidad repetitiva de ser el hazmerreír de las finales que jugaba y de ponerle facha y colores al infame verbo cruzazulear.

Entiéndase algo: todo mundo está obligado a ser agradecido, pero nadie debe ser esclavo del agradecimiento. Eso se entiende. Cruz Azul deberá encuadernar en oro la gestión del técnico peruano, pero tampoco encadenarse al servilismo del agradecimiento.

Ciertamente, Reynoso se ayudó poco. Tomó decisiones inexplicables, eligió formas de juego confusas y pareció apostar por cartas equivocadas. Hay partidas de póker que se ganan con ases y otras con doses.

Además, perdió la Semifinal de la Concachampions, que era un objetivo que rayaba en el capricho, y fue eliminado en Repechaje en dos partidos en los que su rival, Tigres, jugó con diez hombres por expulsiones. Y no supo resolverlo.

¿Fue toda su culpa? Absolutamente. Perdió a Charly Rodríguez y a Jesús Corona por lesión, pero ya antes había perdido a futbolistas clave por decisiones ambiciosas de los directivos y negociaciones truculentas de los promotores. De golpe, se quedaba sin Yoshimar Yotún y, además, nunca se llenaron dos boquetes: el de Cabecita Rodríguez y Brayan Angulo, ambos en horas bajas en las ligas saudí y brasileña.

¿Merecía la continuidad? Sin duda, pero él mismo entendía que se había resquebrajado esa relación, que al menos debería ser armoniosa, con la directiva. Desde dentro, el equipo era víctima de microsismos. No todos los jugadores que llegaron fueron elegidos por Reynoso, ni todas las posiciones fueron cubiertas correctamente.

La salida de Álvaro Dávila dejó confusión en todo Cruz Azul. Los que se quedaban eran expertos en la Cooperativa, pero lerdos en futbol. Llegó Jaime Ordiales, pero la antipatía fue más que evidente. “No somos amigos, no nos tomaremos un café”, dijo Reynoso.

Imagínese el campo minado que rodea a Cruz Azul. Muertos y heridos vinculados a la Cooperativa y, encima, el mismo día de un juego clave en Liguilla, aparece, perniciosa y perversamente, desde donde se encuentra oculto y prófugo, Billy Álvarez Cuevas, a soltar una perorata sobre su inocencia, obviamente, con la intención de desestabilizar al equipo.

En tanto, Alfredo Álvarez Cuevas, después de entregar y vender a su hermano a cambio de su libertad, ahora amenaza con recuperar ante la FMF y los juzgados, el control de Cruz Azul. Parece poco probable, pero, con la comprobada prostitución de las leyes en México, todo puede ser posible. Insisto, hay dos Caínes y ningún Abel, y ambos dispuestos a convertir en ruinas el imperio que les dejó su padre.

Además, ocurre la detención de Joaquín Velázquez, el auxiliar de Reynoso, quien terminó siendo declarado culpable desde las ratoneras de Cruz Azul, pero fue declarado inocente por las autoridades mexicanas. Eso, arruinó aún más la relación con el técnico peruano, quien pidió ayuda y solidaridad a sus dirigentes, pero se lavaron las manos con el mismo cinismo y pánico de los eternos Poncio Pilato que pululan por el futbol mexicano.

Entre el recambio del plantel, lesiones y ese tipo de terrorismo tan cruzazulino y extra cancha, parecía imposible llevar a La Máquina a mejor puerto, sin soslayar, como ya se dijo, los errores propios de Reynoso, y sin olvidar que el estilo de juego cada vez se volvía más un reflejo de los miedos que de las audacias.

Roto, pues, el proyecto que tenía aún seis meses más de vigencia y en un divorcio más que anunciado, al que sólo le faltaban fecha y monto de la liquidación, el Cruz Azul no puede equivocarse nuevamente.

Sin embargo, todas esas zacapelas burdas, traicioneras e internas, más el regreso de Carlos Hurtado, sobrevolando La Noria, llevan a pensar que La Máquina está retomando el camino para otros 23 años y medio sin celebraciones.

Hoy, hay inestabilidad extra cancha; Jaime Ordiales quedará supeditado a las decisiones de directivos que han demostrado haber consumido y consumado el Principio de Peter: “Cada hombre asciende hasta su propio nivel de incompetencia”. Los jugadores, en tanto, perciben esas condiciones inquietantes en la institución.

Visto así, hoy, sin duda, Cruz Azul está más cerca de otros 23 años de ayuno, que de llevar una décima doncella a su Sala de Trofeos.

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LOS ÁNGELES -- Los japoneses lo llaman “ijirashi”. Es el sentimiento de disfrutar el éxito ajeno, en proporción directa a la adversidad sufrida y al esfuerzo necesario. Ocurre poco en México, y menos en su futbol, de acuerdo con la metáfora de la cubeta y los cangrejos.

Ricardo Cadena fracasó con Chivas. Recuérdese, la palabra fracaso fonéticamente asusta, indigna, consterna. Pero, por definición, el fracaso, es no cumplir un objetivo. Y un fracaso, o muchos, no convierten a nadie en un fracasado.

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Imago7Ricardo Cadena espera continuar como técnico de Chivas.

Pero Cadena fracasó. Irrefutable. Sin embargo, generó esa sensación, esa, la de “ijirashi”. Claro, no ha sido el único. Su interinato y el de Fernando Ortiz generan esa misma percepción. En medio de la desconfianza de todos, han llegado más lejos de lo previsto.

Por lo pronto, Cadena se ha ido a la quietud de unas vacaciones ante el silencio inquietante de Ricardo Peláez y Amaury Vergara respecto a su futuro. Versiones aseguran que buscan técnico por otros horizontes y que ofrecerán al ex interino ser auxiliar de quien llegue. Se habla del uruguayo Diego Aguirre, cuyo promotor es representante también de al menos 11 jugadores rojiblancos. Un arma de doble filo.

Evidentemente, en la larga cadena de fracasos de Peláez y Vergara, con más de 50 millones de dólares invertidos, cuatro entrenadores, muchas promesas incumplidas, y más plegarias y jaculatorias que triunfos, esta vez pretenden no equivocarse.

Tal vez habrá llegado el momento de planear de otra manera. No pretender solucionar hoy los errores de ayer, sin prever los inevitables errores de mañana. Y Cadena puede ser parte de esa solución, pero, sin ser el técnico del equipo.

Chivas tiene un nombre. Tal vez, mediáticamente, no rebasa en planos internacionales al América, pero se le toma como un referente del futbol mexicano. Habría llegado el momento de aprovecharlo.

Acompáñeme en esta fantasía, posible no sólo para Chivas, sino para cualquier club. Por ejemplo, en su momento lo intentó, pero de manera casi pueblereina, el Pachuca con Gabriel Caballero, quien al lado de Chaco Giménez y Gerardo Mascareño ha dado la sorpresa en Mazatlán.

Hoy, seguramente, Chivas está en condiciones de separar a Cadena del equipo, pero no de la institución. Súmese a esta utopía. Si no lo convenzo, igual, un fracaso más en este Blog que tiene menos seguidores que puntos el equipo de Juárez, no va a doler.

Chivas debe ofrecer a Cadena un contrato generoso por tres años. Y enseguida, exiliarlo. Agenda en mano, organizar para el incipiente entrenador un tour de aprendizaje, de desarrollo, de capacitación por un año. Y que para algo sirva esa supuesta habilidad diplomática de la FMF.

Vamos, iniciar en Países Bajos, aprovechando la relación con Hans Westerhof y Dennis te Kloese, y permitir que Cadena observe, en primera fila, los trabajos generales del PSV y del Ajax, muchos de los cuales se instruyen en inglés.

Y después, continuar la gira. Un mes en el City de Guardiola; otro más en el Liverpool de Klopp; otro más en el Brentford de Thomas Frank, y después migrar a España, becado un mes con el Barcelona de Xavi; otro en el Madrid de Ancelotti, en el Villarreal de Unai Emery, y en el Atleti de Simeone. Y de ahí, migrar al Bayern de Nagelsmann, y al Friburgo de Thomas Reis.

Un mes en cada uno de estos clubes, viviendo entrenamientos y juegos, charlas tácticas, reclutamiento de futbolistas, y trabajo de fuerzas básicas. Queda claro que no le van a enseñar a Cadena todo lo que ellos saben, pero también dependerá de él, de su capacidad de absorber, almacenar y catalizar después con el jugador mexicano, las experiencias.

Además, es fácil imaginarse el impacto en la personalidad del entrenador. Diferentes métodos, diferentes disciplinas, diferentes competencias, diferentes exigencias, y hasta diferentes idiomas, hábitos e idiosincrasias. Al cabo de ese año de becado, Chivas tendrá a un entrenador bruñido, formado, fortalecido.

En su segundo año de contrato, Cadena deberá empezar a aplicar en el club y su estructura lo aprendido. Y al arrancar el tercer año de su contrato, entregarle de nuevo al Guadalajara. Y mientras se vive esa metamorfosis, ya Chivas deberá enviar a otro prospecto de entrenador a otra gira de capacitación similar.

Cierto, habría detalles específicos por solucionar, principalmente la familia. Enviar a un tipo de 53 años durante un año a semejante periplo, no será fácil, pero, a final de cuentas, habría que confiar –alguna vez–, en ese supuesto lema de OmniLife: “Gente que cuida gente”.

Obviamente, este proceso implica inversiones millonarias, pero en un equipo que ya ha gastado millones de dólares sin ir más allá de fracasos reincidentes, habría llegado el momento de buscar otra ruta, otro camino de desarrollo.

E insisto, podrían hacerlo varios clubes de la Liga MC con poder económico y con nexos internacionales, como los antagonistas grupos Pachuca y Orlegi, sin descartar a Pumas, Cruz Azul, Tigres y Rayados.

Cierto, habría que ser muy precisos en la elección del o los entrenadores que se sometan a este periplo, que puede parecer un año sabático y turístico, por eso sería necesario elegir a tipos responsables y comprometidos.

¿Y si no funciona con uno? Pues, insistir con otro, y otro más. El fracaso no es un punto final, son puntos suspensivos.

Queda claro, por supuesto, que en un futbol donde impera la inmediatez, la urgencia, las presiones, hay poco tiempo, devoción e inteligencia para la planeación. Por eso, hablaba de este proyecto como una fantasía, como una utopía, que etimológicamente en griego significa “lugar que no existe”.

Y no se preocupe, que, seguramente, así como en su cabeza se gestan cuestionamientos y hasta algún “este tipo está loco”, lo mismo pasará con algunos directivos mexicanos que de carambola se enteren de esta quimérica y obnubilada ocurrencia.

Al final, todos tenemos derecho a ser así de tontos en situaciones asíntotas, es decir en creer que una ilusión y una realidad puedan llegar a juntarse.

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LOS ANGELES -- Tigres, con soponcios y Atlas casi con bostezos, pero ya son semifinalistas y rivales directos. América y Pachuca protagonizan la otra contienda.

Chivas y Cruz Azul comparten epitafio: quisieron, pero no pudieron, porque no supieron. No les faltó intención, pero sí orden, inteligencia, frialdad y recursos estratégicos desde la banca.

Irónicamente, los dos tuvieron un hombre más que sus adversarios. Atlas perdió a Jeremy Márquez y Tigres a Javier Aquino, pero no supieron capitalizarlo ni el Rebaño ni La Máquina, que tuvo todo un segundo tiempo para aprovechar esa ventaja.

El Atlas, que ya no juega a lo Atlas (Academia, Niños Catedráticos, etc.), pero juega a lo campeón, pasó de un primer tiempo cauteloso, ordenado, sin concesiones, a un arranque poderoso e inesperado en el segundo tiempo, con tres bestias incontenibles como Julio Furch, Julián Quiñones y Aníbal Chalá y el poderoso liderazgo de Aldo Rocha hasta que llegó la roja a Márquez y se olvidó del carnaval.

Tigres, en cambio, sufre la expulsión de Aquino y para el segundo tiempo, monta una trinchera que sufrió dos balones en el poste izquierdo de Nahuel Guzmán, pero que nunca arredró ante un Cruz Azul que pasó de amenazador a amenazado por su propia desesperación. De eso podrá estar orgullosa su gente, respetaron su propio lema: un Tigre no deja solo a otro Tigre.

Dos formas muy diferentes de enfrentar la inferioridad numérica. Atlas se pertrechó y sólo permitió el gol de José Juan Macías para hacer más dolorosa la agonía de Chivas. Tigres, en cambio, hizo un par de ajustes y trató de mantener bajo asedio a La Máquina a base de contraataques.

Atlas terminó agobiado, pero sin taquicardias, más bien, casi con bostezos, porque Chivas hilaba e hilaba, pero se enredaba en su propia maraña sin una embestida más allá que esa de Macías. Merodeaba el área rojinegra, pero no lanzaba ni una piedra la puerta de Camilo Vargas.

Tigres sufrió y sufrió bastante, pero menos de lo esperado, porque a Juan Reynoso se le fueron trabando los cambios, por indecisión, por falta de ideas a pesar del plantel tan rico del que dispone.

La mejor muestra del padecimiento de los momentos calamitosos de Tigres fue la estampa final de André Pierre Gignac. De rodillas, con los brazos al cielo, evocando a los dioses de sus antepasados gitanos por haber salvado la zalea felina, mientras se estremecía El Volcán cuando se colapsó el reloj y con él, la angustia, los temores y las ansiedades.

Clasificados ambos, y como rivales, vendrán horas frenéticas de estudio. No hay duda: hoy, hay más orden, oficio, solidez de equipo en el Atlas ante esos momentos de desorden y disipación en los que cae Tigres y que aún Miguel Herrera no logra solucionar.

Además, El Piojo debe preocuparse: en los dos partidos de liguilla ha sufrido expulsiones, la de Nico López y esta vez la de Aquino. Una calamidad de esas ante estos Zorros prácticos, redimidos, sería una fatalidad.

¿Los eliminados? Más habrá que lamentar en Cruz Azul que en Chivas, aunque ninguno supo aprovechar la ventaja numérica.

Entiéndase algo: los dos estaban muertos ya y no tenían nada qué perder. Aún así, tanto Ricardo Cadena como Reynoso demoraron en tomar decisiones dramáticas, suicidas casi, pero eran imprescindibles. Insisto, ya estaban condenados ambos. Ya nada podía ser peor.

Tanto Chivas como Cruz Azul se asoman a la incertidumbre. En unas horas, o días, tomarán decisiones sus directivos. Tiene mejores bonos Cadena que Reynoso, porque, evidentemente, hay una diferencia abismal de inversiones y plantel.

En ambos casos, en Verde Valle y en La Noria, la pregunta obligada y desesperada es si quienes deben tomar decisiones están capacitados para hacerlo, porque en ninguna de las dos directivas ha habido en el último año una lucidez que lo garantice.

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LOS ÁNGELES -- Ya hay dos Semifinalistas. Uno, hijo de la eficiencia, Pachuca; el otro, padre de la polémica, claro, el América. Ojo: los dos con el merecimiento inobjetable, impecable e implacable de la superioridad en la cancha.

Y mientras América hace oficial el nombramiento de Fernando Ortiz como su técnico para el próximo torneo, según TUDN, espera junto con los Tuzos, al rival en Semifinales, que saldrá este domingo de los desenlaces entre Chivas y Atlas, y Tigres y Cruz Azul.

Por otro lado, las Águilas no saben, no quieren, no pueden y no deben vivir de otra manera. A su vida le urge el escándalo y le escalda el aburrimiento. Sembrar vientos y cosechar tormentas es un pasatiempo para que sus detractores derramen bilis y agraven su cirrosis.

1.- ¿Debió ser roja para Alejandro Zendejas? Sin duda, de acuerdo con el criterio arbitral que imperó en el torneo regular, pero, ¡no!, de acuerdo con el criterio ordenado a los silbantes en la Liguilla. “No arruinen el espectáculo”, les espetaron. Recuérdese, Luis Fuentes sufrió una falta similar en el Juego de Ida, y no hubo roja.

2.- ¿Debió repetirse el pénalti? El VAR dijo que sí y Fernando Guerrero cantó lo mismo. Antony Silva da un paso al frente y el pie izquierdo pierde contacto con la línea al momento del disparo. Los diferentes videos confunden. En uno, queda claro que la acción del arquero es ilícita, y en otro, es legítima la atajada. La realidad es que la falta fue mal cobrada por Diego Valdés la primera vez e impecable en la repetición.

Claro, las redes sociales estallaron. Una colisión entre dos coaliciones. Un choque inocuo pero despiadado entre el americanismo y las aficiones de los otros 17 equipos. Matar y morir a tuitazos. Robo arbitral era el delito.

Hay un detalle a tomar en cuenta. América había hecho lo suyo el mismísimo jueves pasado, un día después de haberse sentido asaltado por el arbitraje en el Juego de Ida ante Puebla. Envió su lamento epistolar a la Liga MX y a la Comisión Disciplinaria, contra el silbante Luis Enrique Santander, acusándolo de no marcar una falta sobre Federico Viñas que implicaba tarjeta roja y pénalti, además de esa plancha sobre Fuentes.

Mañas, pues. El Nido de Coapa sabía que con ese reclamo no iba a cambiar el resultado, ni a sanar la herida de seis puntos de sutura de Viñas. Pero, sabía, que mandaba un mensaje descarado para intimidar al cuerpo arbitral de este sábado. ¿Funcionó?

1.- Recuerde Usted: el 14 de febrero pasado, Alan Cervantes, de Santos, le asestó un codazo brutal a Álvaro Fidalgo. No hubo tarjeta roja. ¿El árbitro? Sí, el mismísimo Santander. Santiago Baños envió el 15 de febrero una airada carta de protesta a la Comisión Disciplinaria, a la Liga MX, a la Comisión de Arbitraje y a los Boy Scouts de Coapa.

2.- Pero, ¿qué pasó al siguiente juego después de esta protesta lacrimógena de Baños? El VAR y ¡Jorge Pérez Durán!, expulsan a Jorge Padilla de Mazatlán por falta sobre Salvador Reyes, pero le niegan un pénalti al América en esa misma acción. De haber concedido la pena máxima, América habría empatado, pues sucumbió 2-1 en el Kraken.

Hechos, pues, que lejos de aplacar, amamantan la controversia. Y, ya se sabe, eso, al América, lejos de incomodarle o quitarle el sueño, le ayuda a reposar con una enorme sonrisa. Al #ÓdiameMás sólo lo arrulla ser el ojo del huracán, de otra manera sufre de insomnio.

Por lo demás, este sábado en el Estadio Azteca, América fue superior a Puebla. Hizo el mejor futbol y tuvo mayor intensidad en la cancha. Fue más inteligente que la necia y antediluviana estrategia de la marcación personal a la que recurrió Nicolás Larcamón. Le hizo tres a La Franja, pero pudieron ser más. 3-2, y un global de 4-3.

Los dos goles poblanos fueron patrocinados por errores defensivos de las Águilas, en especial, el primero, en el que se pierde en su propia área Guillermo Ochoa en un balón aéreo, aunque luego termina con un par de atajadas espectaculares.

Por otro lado, luego de un primer tiempo de bostezos y decepción, Pachuca y San Luis ofrecieron otra gratísima exhibición en la segunda mitad. 3-2, también, para un 5-4 en el global.

También, merecida la victoria para Pachuca. San Luis era el obligado y especuló hasta que recibió el primer gol. Después, se vendría una jornada de alaridos. Tanto, que al minuto 93, Abel Hernández igualó 2-2 para los potosinos, y Nicolás Ibáñez firmaría el 3-2 al ’96.

Recuérdese que Pachuca ha hecho el futbol más generoso del torneo, aunque esa obsesión le genera desorden, espacios que a punto estuvo de capitalizar San Luis. Pero, queda claro, Guillermo Almada no va a cambiar.

Así, a la espera de grandes batallas entre Atlas y Chivas, y que Tigres termine de liquidar a Cruz Azul, hay expectación y expectativas, morbosas, claro, por las nuevas triquiñuelas y barbaridades que preparen árbitros y VAR. No crea, siempre serán capaces de sorprendernos.

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LOS ÁNGELES -- Pegan primero y pegan de visitantes. Atlas y Tigres pegan dos veces. Sus víctimas, Chivas y Cruz Azul, recibieron a domicilio los Santos Óleos.

Cierto, hay una diferencia: Cruz Azul eligió la eutanasia, eligió bien morir y morirse de poco, casi de nada, a no ser, claro, de vergüenza. En tanto, Chivas, esas Chivas del segundo tiempo, tienen todavía fuelle emocional y espiritual para confirmar que el Estadio Jalisco puede seguir siendo su casa y revertir el 1-2, aunque para ello necesitará un marcador con dos goles de diferencia.

El Guadalajara murió en su estadio víctima de sus errores. Balones perdidos en salida, errores en la marca, distracciones y dos fastuosas anotaciones de Jeremy Márquez dieron la ventaja definitiva en el Juego de Ida al Atlas.

La versión más floja de Chivas bajo el mando de Ricardo Cadena. Nerviosismo, precipitación, dudas y por momentos, una intensidad mal encauzada. Atlas, en cambio, mantuvo ese orden espartano sin traicionar la trinchera, sin importarle el espectáculo y dedicado, simplemente, a esperar el gran error del adversario.

La equivocación del Guadalajara habría sido esa obsesión de hacer sentir el peso de su estadio, ése que se sabe no existe. El Estadio de Chivas no ha sido ni será nunca su fortaleza. Asumió, con candor, inocentonamente, la obligación de marcar las pautas del juego. Un suicidio ante un equipo que no lleva a cuestas ese apodo de Zorros como simple alegoría zoológica.

Por eso, desbocado, comprometido a ser el protagonista, el Guadalajara despertó cuando tenía el 0-2 en 44 minutos. La segunda mitad fue feudo de Chivas. Su amuleto en Liguilla, el Chicote Calderón pepena un escopetazo para el 1-2 y el resto del tiempo fue una apuesta suicida del Rebaño ante los contragolpes de Julián Quiñones y Julio Furch, pero que sólo quedaron en soponcios.

Insisto, el Guadalajara de la segunda mitad demuestra que el Rebaño no está muerto, aunque en espera de saber si podrá contar con Alexis Vega para el juego de vuelta el domingo en el Estadio Jalisco. Por lo pronto, Diego Cocca se dedicará a embadurnar de chapopote su trinchera y a seguir esperando que las diabluras de Furch y Quiñones aprovechen las urgencias del rival.

ROJA LA CRUZ AZUL

Arrancando, Tigres se hizo cargo del juego. Cruz Azul sólo se hizo cargo de sus miedos en el mismísimo Estadio Azteca y el silbante Fernando Hernández se hizo cargo de estercolar el partido, confirmando el deplorable nivel del arbitraje y del VAR en México. Sí, son tan malos, que ya ni se les puede acusar de perversos.

Y no es que Tigres hiciera una glamorosa apuesta ofensiva, absolutamente, pero Miguel Herrera se encontró con que era más piojosa la postura de renuncia de Cruz Azul y de Juan Reynoso de lo que él llegó a esperar y no perdonó.

Sin embargo, el gol de Tigres es un accidente que raya en el chiripazo. Un gol de esos que derrapan de bobalicones. Jesús Dueñas recupera por derecha, Nacho Rivero lo contempla, Dueñas saca un disparo lejano, retorcido, sin potencia, condenado a morir entre abucheos, pero… Adrián Aldrete y Sebastián Jurado dudan, se paralizan y ninguno va por ese balón retozón, inocentón, pero que termina penetrando pegado al poste derecho. El 0-1 sería el veredicto final.

En tanto, Fernando Hernández no leyó el memorándum. Ése de que había que proteger el espectáculo. Al ’60, una jugada dura, ruda, pero accidental con un punterazo de Diente López que le abre el párpado a Luis Abram y termina en una roja indiscutible a juicio del silbante. Producto de esa jugada, Miguel Herrera increpa al ya atolondrado y confundido juez, quien termina por expulsarlo.

La decisión rigorista no habría pasado de un escándalo de apreciación del árbitro, sin embargo, una chilena de Christian Tabó termina atizándole una patada en la mollera a Juan Pablo Vigón y Fernando Hernández no decepciona sobre el corto circuito en sus escasas neuronas. Sólo saca tarjeta amarilla.

En acciones similares, reacciones distintas. Son los hijos putativos de Arturo Brizio Carter. Nada que sorprenda.

Y La Máquina sólo quiso reaccionar tras la expulsión del Diente López. Quiso, pero no pudo, no supo. Finalmente, tras 60 minutos de desperdicio, Cruz Azul intentó empatar el juego. Demasiado tarde. Hugo Ayala, en uno de sus mejores partidos, y Nahuel Guzmán se encargaron de arruinar los intentos celestes.

Ojo, esos esfuerzos, esos empujones, eran espasmos, eran estertores más que intentos inteligentes, ordenados. Así, Cruz Azul, con tan poco futbol, con tardío ataque de dignidad y compromiso vendió barato, muy barato su pellejo.

Con Tigres, ¿se atreverá Mauricio Culebro a poner un hasta aquí a un Miguel Herrera que sigue sin entender que los grandes tropiezos en su carrera se originan cuando sale lo más piojoso de su temperamento?

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LOS ÁNGELES -- Intensidad. Drama. Rabia. Vehemencia… y dos empates. Así arrancó la Liguilla del Clausura 2022, con Pachuca y América sofocados, pero vivos, y con San Luis y Puebla exudando la sensación herida de haber sido saqueados.

San Luis 2-2 Pachuca. Puebla 1-1 América. Las series quedan abiertas, pero Tuzos y Águilas reparten cartas y eligen fichas; serán locales y tienen la ventaja de su posición en la tabla. Nada está escrito, pero ellos tienen la pluma y el tintero.

Cuidado, sin embargo. Recibieron Pachuca y América una poderosa y escalofriante advertencia: este San Luis ya no es el juguetito piltrafa de otros años y este Puebla, con tanta sangre sudamericana, juega la Liguilla descarnadamente encarnizado, como si fuera una Copa Libertadores.

Dos partidos de cierres espectaculares. Exultados y exaltados por la devoción inquebrantable de los cuatro equipos, pero mancillados de manera grotesca y sospechosa por decisiones arbitrales.

Recuérdese que, desde hace dos liguillas, quedó comprobado que hay una orden tajante para favorecer el espectáculo siendo menos quisquillosos con el reglamento y con las tarjetas rojas. Es decir, no se trata de proteger el futbol sino el negocio.

Desde el Clausura 2021, los réferis tienen órdenes puntualmente claras: no arruinar el circo televisivo, aunque ellos sean el pan envenenado de la fiesta. Carroñeros de su propia carroña.

1.- Oscar Mejía perdona dos rojas que en el torneo regular eran muy baratas. Una para un magnífico jugador como Kevin Álvarez y la otra para un casi fósil como Rubens Sambueza, quien tiene un historial de violencia dolosa en el futbol mexicano.

2.- Luis Enrique Santander tuvo de repente una prudencia que no tiene en el torneo regular. Cuidaba las amarillas que sabía después debería convertir en rojas. ¿Fuera de lugar en el gol del empate del América? En la viciada, torpe, confusa, mezquina y casi delincuencial forma en la que se manipulan los ajustes a la regla, Santander decidió salvar el pellejo y validar el remate incuestionable de Sebastián Cáceres pese a la posición de Bruno Valdez.

Insisto, los árbitros en el futbol mexicano han sido obligados a pasar de jueces a alcahuetes de las urgencias mediáticas y de rating en torno a esta Liguilla y ellos, con tal de seguir en la nómina de los mimados de Arturo Brizio, obedecen ciegamente. Ya no sólo es Alí Babá y sus 40 ladrones sino La Celestina y sus 40 suripantas.

Pero, soslayando esta confabulación contra el reglamento con los árbitros como títeres, los dos encuentros del arranque de Liguilla rebasaron las expectativas.

La pregunta obligada es, ¿por qué demonios esa pasión, esa fogosidad la reservan durante 17 semanas y sólo la ofrendan en Repechaje y Liguilla?

1.- A Pachuca se le levantó el occiso del fondo de la tumba. Esos 15 puntos de diferencia en la tabla respecto a San Luis quedaron, como debía ser, como una anécdota insulsa.

Los potosinos, desde que el hijastro incómodo, Alberto Marrero, dejó de meter las manos en el equipo, éste se ha transformado. Es un plantel virulento, suicida casi. Pachuca sufrió cuando se dio cuenta que no bastaría sólo con ese futbol pulcro, generoso, vertical y agresivo, aunque tuvo dos veces la ventaja, pero al ‘94, Juanma Sanabria hizo el 2-2.

2.- Nicolás Larcamón encontró la cura contra el Alzheimer futbolístico que se había apoderado de sus jugadores. Aprovecharon las licencias arbitrales, porque la lesión a Federico Viñas era roja y penalti y en el VAR, según ha dicho Miguel Herrera, prefirieron “tragar tortas y chelas” antes que aplicar el reglamento. ¿Será por eso que decidieron ni siquiera revisar el gol de la igualada americanista?

Encomiable lo de ambos equipos. Un Puebla a pura testosterona y licencias de futbol ante un América que debió alterar toda su cartografía futbolera con las lesiones de Viñas y de Richard Sánchez.

Por eso, más allá de la mezquindad perversa de la jauría arbitral, los dos encuentros de este miércoles retribuyeron las expectativas y la expectación que desataron.

Insisto, América y Pachuca se columpian en una soga delgada y frágil, como lo es el jugar de locales y la ventaja en la tabla. Hoy, técnicamente estarían clasificados a Semifinales, pero hay un trámite pendiente, esos 90 minutos de la vuelta ante dos equipos que tienen la misma hambre voraz de victoria.

Por eso, lo mejor de los encuentros de este miércoles es que inflamaron el suspenso y el misterio para los partidos de vuelta con, sin, y a pesar del arbitraje.

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LOS ÁNGELES — “Somos de la misma sustancia de los (nuestros) sueños”, escribió William Shakespeare en La Tempestad. Y Los Interinos tienen los suyos también. Porque hoy, Ricardo Cadena y Fernando Ortiz, aún metidos en Liguilla, leen su descripción laboral y su cheque, como eso, como interinos.

Habíamos hablado de la redención de Los Interinos. Ortiz y Cadena habían recibido despojos, fiambres. América y Chivas exudaban formol, más que esperanza. Su horóscopo hablaba de funerales. El #Vocholari y el #Tricileaño estaban desvencijados.

Hoy, insisto, en Liguilla, y con los pabellones de la expectación y las expectativas, ondeando glamorosos, Los Interinos, siguen siendo interinos.

Ricardo Cadena, en charla con Futbol Picante de ESPN, aclara que NO ha recibido una oferta como entrenador definitivo. En el América, también hay un tabú sobre el tema, y Fernando Ortiz, seguramente, sólo mira de reojo a la gerencia, mientras organiza ya la Toma de Puebla.

Hay una sintomatología deliciosa, detrás de todo esto. De los porqués las directivas se muestran cautelosa, y de porqué Los Interinos se muestran cautos ante ese silencio burocrático de sus jefes inmediatos, en este caso Santiago Baños y Ricardo Peláez.

1.- Los Interinos son empleados del club. Ortiz y Cadena tienen un salario administrativo. Y el club observa. Chivas se ha equivocado al elegir técnicos, varios, muchos. América se desplomó de la cima a la sima, por su fervor hacia Solari. Hoy, ambas instituciones, ven la manifestación de lealtad, de compromiso y de ambición (“la sustancia de los sueños”), de sus técnicos, de Los Interinos. Y aguardan.

2.- Cadena y Ortiz desfilan descalzos sobre esa línea de fuego divisoria entre el éxito y el fracaso. En el futbol, esa frontera se angosta al infinitesimal veredicto de 90 minutos. O de 180, como es la Liguilla. Ellos mismos no quiere perturbar, perturbarse ni ser perturbados. Entienden, Los Interinos, que en términos de resultados, su hoy no es ayer, sino mañana.

3.- El interinato, es una zona de alto riesgo. Apesta a parche, a remiendo, a medias suelas. Y lo primero que un interino debe hacer, es hacerse respetar. Cadena y Ortiz lo han conseguido de manera inmediata. También, entiéndase, el jugador, en desgracia y exhibido, busca una alianza inmediata que lo rescate. Los Interinos han bebido de la misma sangre agridulce que sus dirigidos. La lealtad y el compromiso son más importantes, en un vestuario, que cualquier contrato.

Visto así, se multiplica el mérito de Los Interinos. Cierto, aún, en la frágil y despiadada balanza del futbol, aún no han ganado nada, porque, realísticamente, aún pueden ganar todo.

En La Liguilla, lo desproporcionado de los milagros, es que se abaratan en el ajetreo de sólo 180 minutos. Y ambos entrenadores muestran argumentos para seguir con vida en en esta Fiesta Final.

1.- Fernando Ortiz tiene en el América el mejor medio campo de la Liga. El mejor rombo: Diego Valdés, Richard Sánchez, Álvaro Fidalgo y Pedro Aquino. Transformó la autopista del fondo, en una garita fronteriza más intransigente. Cierto, ataca con cuchillito de palo, porque Federico Viñas y Henry Martín son tan peligrosos como el veneno de una lombriz.

2.- Ricardo Cadena ha revalorado a los jugadores. Pierde al ‘Canelo’ Angulo, lastimosamente, pero es el mismo Chicote Calderón del Necaxa; el mejor Alexis Vega, mejor añejado que el vodka con tamarindo; y un Fernando Beltrán que a cada partido ridiculiza al Ex Rey Midas, quien lo segregó de manera cruel y purulenta. Y cuidado con la mosquita muerta del Rebaño: Eduardo Torres, es tan bueno, que no se nota. Sin él, lo que hacen todos los mencionados, no sería posible.

Hay más todavía. Los Interinos han trasformado la tribuna. Sus estadios eran un camposanto. Ir al estadio en este 2022 era exponerse al ridículo, era como un refugio para divorciados sin hijos, o para solteros sin Tínder. Así de patético. Hoy, el Azteca y el Akron, son una coreografía festiva de fe y de esperanza. La afición de América y Chivas gorjea, gorgorea y revolotea, porque han salido del silencio sepulcral, al derecho incontrolable de la felicidad.

Los tres o cuatro asiduos a este espacio, más desolado que la justicia en Querétaro, saben que las Chivas, ni en birria, porque apestan. Sin embargo, en este oficio, he podido cubrir innumerables clásicos tapatíos y nacionales, ya sea en el Estadio Jalisco o en el Estadio Azteca. Entiéndase: sobrecoge sin duda, la afición de Tigres, impone la facción del América, solivianta el gentío del Atlas, pero, particularmente, la atmósfera brutal, explosiva, electrizante que desata el Guadalajara, en sus grandes momentos, rebasa a todos los demás en el futbol mexicano.

Claro, también Chivas tiene una que otra bestia en la tribuna, pero el aficionado genuino cuando hace erupción, genera una ebullición estremecedora. Cuando ese orfeón estalla, hay, en el recinto, algo más que sonidos, es un firmamento poderosísimo que eriza, que acalora, desde dentro, desde muy adentro, la piel del futbolista. Ahí, en el tendido, Ricardo Cadena encuentra el mejor aliado.

Así pues, Los Interinos llegan a su Juicio Final. Ricardo Cadena ante un adversario contra el que conoce el encono heredado: el Atlas. Y Fernando Ortiz, irónicamente, ante quien alguna vez sonó (¿y soñó?), para sentarse en ese sitio: Nicolás Larcamón, con el Puebla.

La expresión completa de Shakespeare, es esta: “Somos de la misma sustancia que los sueños, y nuestra breve vida culmina en un dormir”. Sí, la brevedad de Los Interinos o la eternidad de Los Interinos.

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LOS ÁNGELES -- Sí. Pachuca hace el mejor futbol. Sí. Tigres tiene el mejor ataque. SÍ. Atlas es el campeón vigente. Sí. Cruz Azul tiene deudas y demonios. Sí. Puebla es una emboscada. Sí. San Luis es el marginado rencoroso. Sí a todo ello, pero lo seductor de esta Liguilla son los cierres desbocados, esplendorosos, de esos dos desahuciados que regresaron del infierno: Chivas y América.

El despechado Repechaje fue el coliseo estrujante para depurar la Liguilla. Ya están listos los cruces y los cuatro burgueses que llegaron directo a la Fiesta Final (Pachuca, Tigres, Atlas y América) debieron empezar con estertores y escalofríos. Todo comienza a partir de cero.

Más allá de los méritos innegables de los cuatro sembrados, ninguno puede escapar a ese sesgo de incomodidad, porque, al final, sus adversarios dejaron en claro en el Repechaje que se untaron de la sangre oscura y necesaria para ese conjuro maldito de jugar a matar y morir.

Insisto, la presencia de un América sobrio, sólido, resucitado, que salió por su propio pie de la morgue donde lo colocó El Indiecito Solari, goza de todas las antipatías y simpatías del que se pavonea como aspirante a campeón. Fernando Ortiz ya advirtió: son El Tano y sus espartanos.

Y por supuesto, la redención de Chivas. Las perversiones tácticas y seniles de uno (Víctor Manuel Vucetich) y los engatusamientos verbales de un merolico de alta escuela y poca universidad (Marcelo Michel Leaño) habían dejado al Guadalajara listo para la eutanasia.

Ricardo Cadena hizo cirugías simples en corazones y espíritus. Se convirtió en “médico de cuerpos y almas”, diría Taylor Caldwell. Hoy, todos combaten, perseveran, guerrean, enaltecen. El mejor ejemplo es Fernando Beltrán, a quien el Ex Rey Midas embalsamó de despreció y lo colocó en el limbo.

Como sea, la Fiesta Final tiene ya a sus ocho gladiadores. Entre el primero (Pachuca) y el último (San Luis) hay 15 puntos de diferencia. Así de enorme la distancia, pero en la Liguilla, siempre ocurre lo fortuito, lo insospechado.

1.- PACHUCA vs. SAN LUIS

Los Tuzos deleitan y se agradece a Guillermo Almada que su pirámide de soporte la conformen jugadores mexicanos. A excepción de Chivas, y por obligación, el uruguayo tiene más confianza en el jugador de la tierra que los propios entrenadores mexicanos.

Así de irónico.

Pachuca embelesa, sin duda, pero, en Liguilla, eso aumenta el riesgo. Enfrente acecha uno de esos equipos indeseables e indeseados. Apestan a peligro, a asalto, a mansalva, a premeditación, alevosía y ventaja. San Luis se dedicó en el torneo a asaltar las casas de los poderosos, especialmente desde la llegada del brasileño André Jardine. En la fase regular ganaron los Tuzos 2-0, pero Pablo Guede aún dirigía a los potosinos.

2.- TIGRES vs. CRUZ AZUL

Un duelo de metamorfosis. Prepárese a ver unos Tigres muy distintos. Miguel Herrera fue generoso a lo largo del torneo. Respetó la explosividad de esas bestias cebadas con las que puede atacar, pero El Piojo llega como el técnico más experimentado en liguillas de todos los involucrados. Sabe cómo debe jugarlas para ganar. Ahora será más músculo, intensidad, acecho y una trinchera infranqueable. Cero tolerancias.

La Máquina no disipa las dudas. Ante Necaxa tuvo momentos alentadores, pero debió resolver su pase a la Liguilla con las veladoras encendidas a Sebastián Jurado, sin embargo, su propio estilo de juego, asfixiante, de marca, es la respuesta correcta para los recursos del Piojo. No obstante, no fue capaz de frenar a Pumas en las Semifinales de la Concachampions. Además, Juan Reynoso y su grupo saldrán en medio de un ambiente de patíbulo: levantan la copa o levantan sus cosas y se van.

3.- ATLAS vs. CHIVAS

Es otro Guadalajara, una versión muy distinta, opuesta, antagónica, a la que llegó a enfrentar antes Diego Cocca.

Sobrevivió Chivas, sin duda, a pasajes truculentos, perniciosos con Vucetich y Leaño. Hoy es un equipo con intensa dinámica, concentrado, comprometido y convencido de sus alcances. Cadena ha demostrado que ha sacado y dignificado en sus jugadores la mejor versión emocional, futbolística y de calidad que es posible.

Atlas arañó el tercer puesto con 27 puntos, apenas uno más que el Guadalajara. Los Zorros han cerrado dando tumbos en el Clausura 2022 y ese dique de acero eficiente que mostró el torneo pasado, hoy tiene boquetes, precisamente cuando le juegan con velocidad y fuerzan los duelos personales, una grata y nueva especialidad de Chivas.

En el torneo, terminaron 1-1. Julián Quiñones empató a los 90 y, entonces, estaba Leaño, del que hoy ni cenizas hay en el vestuario.

4.- AMÉRICA vs. PUEBLA

Ocho juegos sin perder, seis victorias, una defensa sólida y menos conservador que con Solari. Con El Tano Ortiz, América ha pasado de menesteroso a candidato al título. Ha recuperado a jugadores fuera de ritmo, desconcentrados o lesionados, principalmente a Richard Sánchez y a Diego Valdés, además de que Pedro Aquino ya está disponible. Con ellos y Fidalgo, puede armar el mejor rombo de la Liga MX.

El Puebla de Nicolás Larcamou ha caído en altibajos. Le duelen, especialmente, los equipos gemelos que juegan bajo cánones similares y eso encontrará precisamente ante el América, que, al final, terminó desplazándolo de la Zona VIP de la Liguilla. La Franja sufrió ante Mazatlán y sólo el peso de oficio y personalidad los clasificó desde el manchón.

En el torneo igualaron 1-1 en partido que marcó a Solari, quien tras un arranque de histeria fue expulsado y de ahí comenzó su declive.

Ese es, pues, el panorama de la Liguilla, la cual, innegablemente, resplandece no sólo con la presencia de los dos equipos más importantes de México sino por los momentos que viven.

Comiencen, pues, en términos del legendario Ángel Fernández, El Juego del Hombre y en términos de Hollywood, Los Juegos del Hambre.

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