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Hugo Sánchez llamaría al Chicharito si mañana comenzara el mundial
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LOS ÁNGELES -- Javier Hernández ha marcado de nuevo. De a dos, ante Portland. Y la Guerra Civil de las legiones itinerantes de amor y de odio se recrudece. Chicharito sembró vientos negros en la prosperidad, hoy cosecha tormentas negras en su intento de redención. La resurrección, al tercer día, es sólo un anecdotario de las Sagradas Escrituras.

Marca, nuevamente, a su estilo: el acecho, la sorpresa, la repentización, el amague. Y, claro, esa letalidad que había perdido, durante 2019 y 2020, entre la adiposidad obscena de unos kilos de más, la negligencia atlética, y el herrumbre espiritual y ético del que entrena menos de lo que cobra.

Ya no es el Chaplin del Gol. Javier Hernández ya no empuja el balón con la accidentalidad de la mollera, el cogote, la nalga, o con el músculo estapedio del oído derecho. Hoy lo hace como un goleador educado. Por años, fue un anotador silvestre, rústico, con algunos chiripazos de 30 metros, de esos que el futbol concede hasta a los más burdos de sus más pujantes y limitados feligreses, como una ocasional bonificación a su transpiración. Medallas con el brillo efímero de 90 minutos.

Bob Levey/Getty ImagesEl mexicano recibió su primera distinción de la temporada 2022 de la MLS.

Chicharito maquilaba goles a punterazos o con el esternón. Lo suyo no era la elegancia. Él cobraba en el marcador con la gracia de un polichinela, y había un doble motivo para festejar: la anotación por sí misma, y la actuación de ese Pierrot en contubernio con el marcador. Porque hacían tanta gracia sus goles de saltimbanqui que él era feliz, sin preocuparse por ser, algún día, futbolista.

Un día, todo se colapsó. Microsismos y macrosismos trepidatorios, lo dejaron solo, entre sus ruinas. Su esposa huyó con sus hijos; su tótem espiritual, su abuelo Tomás Balcázar, se quedó sólo en el relicario eterno de sus afectos. El LA Galaxy estaba decepcionado. La MLS preparaba un altar y al final mandó pedir una mortaja. Javier Hernández, sin querer aceptarlo, era sólo escombros, un jugador anquilosado. Ruina entre las ruinas.

En noviembre de 2020, finalmente pudo verse ante el espejo. Dorian Grey había huido de ahí. En términos de Sabina, su “caballo volvió solo a casa, ¿qué fue de John Wayne?”. Y empezó la reconstrucción. Fue doloroso, penoso. Había que pagar la factura de años de negligencia profesional. Lo confesaría a Los Angeles Times: “Toqué fondo. Viví cosas que normalmente se viven en cinco, 10 años. No es una excusa. Es la realidad. Y la realidad es que no asumí la responsabilidad. No pude manejar todo eso”.

Se rodeó de especialistas. Mientras el resto de la MLS descansaba, él empezaba a limpiar el cascote, las ruinas de su carrera. Nutriólogo, kinesiólogo, preparador físico, reumatólogos, traumatólogo, reflexólogo, y todas las vertientes relacionados con el afán de convertir esa maquinaria oxidada en un atleta dedicado al futbol. Entendió que había besado la cima con el Manchester United y estaba revolcándose en la sima con el Galaxy.

Como si buscara desesperadamente un confesionario público, empezó a relatar su calvario en historias de Instagram. Sí, irónico, pero, finalmente, aprendió sobre su aparato locomotriz y psicomotor. Aprendió a pegarle al balón, desde el punto de apoyo, hasta la flexión del pie de golpeo. Insisto: fue un jugador que creció a lo silvestre. Si hacía goles, para qué educarlo, pensaron en Chivas. Empezó, literalmente, a saber cómo usar músculos que ni sabía que existían.

Pero, ya había atiborrado el camposanto con todos sus errores. Habían sido demasiados. Demasiados y condenatorios. Su hogar, lleno de bulla infantil, dejó de serlo, para convertirse en una casona silente, apagada, sombría. La Selección Mexicana le había cerrado sus puertas. El Galaxy lo miraba con recelo. Sus escándalos rebasaban sus buenas intenciones. Su apodo, legado paterno, dejó de ser asociado con el gol, para enfangarse en el aquelarre del chismorreo.

La soledad es un purgatorio del que sólo se escapa al Cielo o al Infierno. Y Javier Hernández vive aún esa condena. Recluido en Las Siete Gradas del Purgatorio de Dante (soberbia, envidia, pereza, gula, etcétera), intentó en 2021 escapar a través del único salvoconducto que le ofrece el futbol: la cancha y el gol. No fue fácil. De hecho, en la desesperación por expiar sus pecados, las lesiones truncaron el camino. Recurrió a una de sus frases favoritas, para no rendirse: “Dios le da sus peores batallas a sus mejores guerreros”. Pero ya no era cuestión de teología, sino de autenticidad.

Este 2022, Javier Hernández ha encontrado su mejor manifestación como futbolista. En 2021 terminaba los juegos con calambres y sofocado. Hoy, los termina fresco, pujante. Los goles que ha marcado este año y el anterior, le habría sido imposible anotarlos en 2019 y 2020, cuando su cuerpo ya no respondía a las proezas que pretendía ejecutar en la cancha. Hoy remata con más potencia y su forma física le permite elegir el remate correcto. Es, guardando las abismales distancias, como Tom Brady dando el movimiento entero a su brazo, o Rafael Nadal alargando la raqueta desde su cuerpo, para que el impacto ocurra con la fuerza y precisión necesarias.

Hoy es mejor futbolista. Ya no es sólo un cazador furtivo, ingenioso, pertinaz, ávido de balones en el área contraria. Desde 2021 descubrió otros terrenos. Es solidario en la marca, genera, alarga su rendimiento en la cancha. Recupera y organiza, colabora. En la reconstrucción ha mejorado su técnica, el golpeo, y mantiene la visión certera que le significaba adivinar opciones de juego, pero que ahora extendió a otras zonas del campo.

Cierto, juega en una Liga de menor exigencia en defensa. En la MLS se privilegian y se ponderan los grandes rematadores y se desestima a los grandes defensores. Los goles generan boletaje, los defensas lo ahuyentan. Aun así, a Chicharito han aprendido a complicarle la ruta al gol. No sólo con el dos a uno, sino abortando la línea de abastecimiento de balones al área.

Sin embargo, ante las urgencias de gol que tiene la Selección Mexicana, se encuentra en mejor momento que un Raúl Jiménez que arrastra las secuelas del brutal choque de cabezas con David Luiz. Y sí, es innegable que rebasa, con mucho, el momento de la sequía de Rogelio Funes Mori y de Henry Martín. Hoy, más allá de la desestimación hacia la MLS, Chicharito es mejor que los tres.

Pero su expediente está en el archivo oscuro del futbol mexicano. Sus pecados, insisto, rebasan sus buenas intenciones. Gerardo Martino le ofreció el ministerio del liderazgo en el Tri. Se comprometió, pero, lo traicionó. Una sola jornada de concupiscencia y libertinaje, acabó con todo. Aquel septiembre de 2019, en un brunch en Nueva York, CH14 comenzó el naufragio de la traición a su propia carrera.

Él lideró la excursión. Nunca se imaginó que ahí, en esas seis horas, dentro de un tugurio en Manhattan, comenzaría la peor de sus pesadillas. Conocieron a unas botineras. La mexicana Keyla Caputo y la argentina María del Mar Molar terminaron siendo damas de compañía del Tri con rumbo a San Antonio, Texas. Pero, en el traslado, Chicharito multiplicó el engaño, el chantaje, la traición.

Andrés Mateos, empleado de logística de la FMF, subió a las señoritas en cuestión al vuelo del Tri, dejando en tierras neoyorquinas a personas muy allegadas a Yon de Luisa. Keyla Caputo y María del Mar Molar fueron hospedadas en el mismo hotel de la selección en San Antonio. La FMF investigó. Javier pudo rescatar a Mateos, pero lo abandonó. El empleado le pidió que aclarara los hechos, pero fue desoído. Sería despedido.

Martino, De Luisa, jugadores, empleados, se sintieron traicionados. Javier Hernández había abusado de ese escasísimo poder condicionado que le habían otorgado. Hasta hoy, él se lava las manos, pero su nombre sigue ensuciado en la mente y las entrañas de todos los afectados.

Recuérdese que tras el zafarrancho organizado en el seno del Tri durante el Mundial de Rusia, en aquella rebelión de las “Divas Rubias”, advenedizas, tras el triunfo sobre Alemania, Chicharito había recibido un asterisco condenatorio, No debería regresar al Tri. Era la metáfora de la manzana podrida. Martino quiso arrancar con hojas en blanco. Creyó que podría apoyarse en Javier, al interceder por él.

¿Se ha redimido totalmente? En la cancha, sin duda. Pero, aún, hay derecho al escepticismo, el resquemor, la desconfianza. Cuando anota, festeja, pero, casi de inmediato, invoca a una celebración colectiva, especialmente felicitando al tipo que genera el pase para el gol. ¿Es genuino o es actuado? No se olvide que, cuando había medios presentes, Chicharito era el primero en acercarse a aficionados con capacidades especiales, en silla de ruedas, a tomarse la foto y firmar autógrafos. ¿No había medios que atestiguaran su generosidad? Ni volteaba a ver a los ansiosos seguidores.

¿Cómo saber si ha cambiado y hasta dónde ha cambiado? Él tiene su versión. "Estoy tratando de hacerlo de la mejor manera como me enseñó mi abuelo y mi padre para poder ser elegible, para hacerlo de la mejor manera”, dijo después del juego ante Portland Timbers.

Hay una sola posibilidad. En la Liga de las Naciones, el sorteo sospechoso de Concacaf, puso a México ante una Jamaica en reconstrucción y frente a Surinam. Parece el momento adecuado. Gerardo Martino, si continúa en el cargo, podría dar un poderoso golpe mediático y de autoridad. Citar a Javier Hernández. Encerrarlo con el cuerpo técnico, directivos y los líderes del grupo. Y charlar. Y confrontarlo. Y observarlo. Y ponerlo a prueba. Y hurgar en sus verdaderas intenciones. Y si hace goles en esos dos juegos, pero aún hay incertidumbre sobre lo genuino que pudieran ser sus comportamientos, entonces, ya nadie podrá recriminar al Tata que lo segregue de la Selección Mexicana.

Hoy, la Selección Mexicana necesita del futbolista, de la nueva versión del futbolista. Sin embargo, hoy, no puede darse el lujo de convocar a la vieja versión del ser humano.

Es simple: las nuevas virtudes de Chicharito serán bienvenidas, pero los viejos vicios de Javier Hernández deben mantenerse en el destierro.

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LOS ÁNGELES — México compró un circo para Qatar 2022. Pero, le crecieron los enanos y la mujer barbuda sufre de alopecia. Así el infortunio de su fortuna en el Sorteo de la Copa del Mundo este viernes.

Y en el circo mediático de las blancas niñas regordetas, que guardan en su vientre el fatalismo, México encontró el desamparo. Las pelotitas blancas, con intenciones negras. Tardó más el Tri en sufrir pagando abonitos de sufrimiento para llegar a Qatar, que el Mundial en mostrarle la puerta de salida. ¡Ah, Dios!, y adiós.

No sólo se trata de sus tres adversarios (Argentina, Polonia y Arabia Saudita), sino también de su momento futbolístico, que en año y medio ha empeorado. Su presunto trinche europeo, quedó claro, es menos peligroso que una cucharita para el té. Y la lista de vetados de Gerardo Martino cada vez engorda más. El rencor es un lastre que asesina primero al que lo carga.

¿Que Gerardo Martino tiene por delante hasta ocho meses de embarazosa y embarazada gestación, y al menos ocho partidos de preparación antes de la primera encerrona en el Grupo C ante la Polonia de Robert Lewandowski? Es muy cierto. Pero, si en año y medio el Tri-tanic se dedicó a zozobrar, quién garantiza que, de aquí al 22 de noviembre, lo lleve al puerto invisible del Quinto Partido.

¿Son tan temibles sus adversarios de grupo? Le aguarda La Bestia, uno de los favoritos, Argentina con la última gran oportunidad para Lionel Messi. Le acecha un depredador como Robert Lewandowski con Polonia (22 de noviembre). Y, al final, desde el Bombo 4, un equipo en resurrección absoluta como Arabia Saudita.

Para Gerardo Martino habrá una sensación especial al enfrentar a Argentina (26 de noviembre) en la Copa del Mundo. El rompimiento dirigiendo a la albiceleste se dio con divorcios en varias plataformas: en el vestidor con Lionel Messi, en diferencia de ideas con los directivos, y directamente con los aficionados. Una nueva revancha colectiva, para el Tri y su entrenador.

La siguiente aduana, de sobrevivir a la fase de grupos, es menos generosa. Podría medirse al campeón del mundo vigente, Francia. O la otra posibilidad sería Dinamarca, éste, un equipo con una fortaleza emocional y física, con un Cid Campeador resucitado y disponible, como Christian Erikssen. La historia del entrenador, Kasper Hjulmand es otra referencia, y la forma en que amenazaron a Inglaterra en las semifinales de la Euro, hasta que un penalti al minuto 103, lleno de dudas, bendijo misteriosamente, con la indiferencia del VAR, a los súbditos de la Reina.

Que quede claro. No es este el Grupo de la Muerte, pero México exuda ese tufo de ser el muerto de su grupo. Reitero, no sólo por sus adversarios, sino por el nivel paupérrimo que arrastró en el Octagonal de Concacaf. ¿Igualó en puntos a Canadá y superó a Estados Unidos? Sin duda. Pero, lo que no muestra la generosidad facinerosa de la Tabla, es que en sus enfrentamientos directos el Tri fue menos que sus dos vecinos norteamericanos.

Además, Gerardo Martino ha entrado en una cuarentena. Una cirugía láser el jueves, la tercera en siete meses, le sanó el desprendimiento de la retina derecha. Los médicos le recomiendan que no viaje a Orlando, Florida, donde el 27 de marzo, debe enfrentar a Guatemala en amistoso, y mucho menos a Europa, con una más prolongada permanencia expuesto a la presurización del avión. Además, le han recomendado que abandone la Ciudad de México en su rehabilitación, debido a su altitud de 2,250 metros.

De momento, Yon de Luisa, debe empezar a dar muestras de su habilidad como negociador. Contempla al menos ocho partidos antes del Mundial. Ha exigido a SUM adversarios poderosos. Argentina está apalabrada para septiembre, pero, por reglamento, debería suspenderse este partido al ser adversarios directos en Qatar 2022, pero, siempre hay recovecos y fugas en las normatividades de FIFA.

Además, contemplan un campamento en Europa con los seleccionados en ese continente, y cierra la lista un pedido de al menos dos partidos en escenarios qataríes, que ya la avanzada mexicana al sorteo, debieron de cerrar. ¿Se puede confiar en Gerardo Torrado?

Por lo pronto, horas de juego y apoyo logístico tendrá Gerardo Martino, quien ha sido respaldado por Yon de Luisa, sí, y solo sí, quede claro, su salud lo permite. Y ese margen tan amplio sobre la salud del Tata, ojo, no depende sólo del médico ni del directivo, ni del entrenador, sino también de esos innegables y oscuros intereses que hay entre la FMF y sus patrocinadores.

Por lo pronto, la realidad es esa: México compró un circo para Qatar 2022, pero, le crecieron los enanos y la mujer barbuda sufre de alopecia.

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LOS ÁNGELES —  El Salvador arrojó la toalla, antes siquiera del primer campanazo, antes incluso de subir al ring. Y México se cebó sobre la víctima propiciatoria. No tuvo clemencia del adversario arrodillado competitivamente, ante un Estadio Azteca semivacío por abandono, por desprecio.

México clasifica a Qatar 2022 como segundo en el Octagonal. Pero, en sensaciones, en promesas, en ofrendas de futbol, muy lejos del líder Canadá, e incluso del tercero, Estados Unidos, que en cuatro ocasiones fue siempre superior al Tri en futbol. Los conformistas se ampararán en la parlanchinería de la aritmética, pero los realistas sopesarán la miseria futbolística.

El Tri, al final, ganó, gustó, pero, no goleó: 2-0 a los descafeinados y destetados cuscatlecos, dando un dedazo de atole espurio y reconciliador a esa eterna y abnegada Penélope Tricolor: su afición, lista ya para que luego de cuatro años de tejer fantasías, en sólo cuatro partidos desteja a jirones de frustración sus utopías ante el umbral del Quinto Partido.

Ampararse comodinamente en el marcador llevaría a disparates en lugar de elogios. Enfrente, México tuvo a un equipo que había claudicado al pasar migración en el aeropuerto. Lejos, muy lejos de aquella versión de El Salvador que en el segundo tiempo en la Copa Oro, puso al Tri a encender veladoras y a acelerar los cronómetros.

En semejante y anticipada rendición, quien mejor aprovechó la prebenda y las bondades fue Uriel Antuna. En el primer tiempo encara, desborda, genera y marca, además, el 1-0, en un rechace de un estoico y casi heroico arquero Mario González, quien realizó al menos cuatro atajadas circenses. El mismo Brujo, ante las complacencias de la visita, provocó el penalti que firmó Raúl Jiménez.

El Tri se acercó de manera insistente, aprovechando las avenidas organizadas por los mismos salvadoreños. Pero falló y falló. Erraron Raúl Jiménez, Charly Rodriguez, Alexis Vega, Uriel Antuna, Henry Martin, Edson Álvarez, y lo peor, que los pocos rezongos de El Salvador se dieron por equivocaciones en la salida… como ayer, como hoy y como siempre. Los cuscatlecos no hicieron un solo disparo a portería en todo el juego.

¿Fue ésta la mejor versión de México en el Octagonal Final de la Concacaf? Ciertamente, pero no se pueden soslayar las condiciones del partido. El Salvador aceptaba su sacrificio, pero sólo suplicaba para que fuera lo menos indecoroso y menos ultrajante posible.

Se puede entender la decisión del técnico Hugo Pérez. Inicia una nueva gestión pensando en 2026 y lo que menos convenía era encerrarse en la jaula de un tigre desdentado, pero desesperado por arrancar, por primera vez en esta eliminatoria, aplausos en la tribuna. Pérez evitó, pues, un trauma brutal a una generación en gestación, más allá de los veteranos que tocan a las puertas del asilo.

Aquellos bobalicones que pretendan dibujar, gestionar, inventar, recrear un modelo de juego de México ante El Salvador, sólo hará el ridículo, queriendo engatusar a su auditorio. De nuevo, el Tri jugó a lo que puede, porque saber, queda claro, sabe muy poco.

Quede claro, esta vez el Tri no enfrentó una marca asfixiante. Ni sufrió de la rudeza, ni de los choques atléticos, en los cuales fue superado por Estados Unidos y Canadá. No le mordieron los tobillos como sus otros rivales. El Salvador ni siquiera puso un candado al cancel de su trinchera. Se defendió bajo la frugalidad y pobreza del amontonamiento de jugadores.

Rudimentario, burdo, temeroso, El Salvador terminó implorando clemencia de la manera más digna, persiguiendo a los adversarios, barriendo balones divididos, y de vez en cuando, por inercia, más que por deseo y convicción, se encontró con la inesperada oportunidad y obligación de irse al ataque, sin intención de atacar. Ya se dijo: Guillermo Ochoa ni siquiera ensució los guanteletes.

Con esta victoria, con semejante dedazo de atole, tosco, rústico, amargo, la Penélope Tricolor ya se siente en la fiesta mundialista. Como la mitológica reina griega, esta Penélope tan autóctonamente mexicana, se dedica a tejer durante cuatro años, con la frágil madeja de los sueños mundialistas, a sabiendas, claro, que cuando llegue el certamen, las palpitaciones de cuatro años tendrán su catarsis suprema en sólo cuatro partidos, a lo sumo, como consolación.

Pero, esta misma Penélope, esta misma afición mexicana, adicta a la felicidad frágil del autoengaño, sabe que este Octagonal, lejos de avivarle esperanzas, le apagó sus expectativas. El nivel de México hasta el momento inspira más funerales que carnavales.

Ha sido una clasificación calamitosa, raspada, agobiante, llena de lamentos. Y, además, reiterativa, en la incapacidad de Gerardo Martino para encontrar una ruta de escape hacia la mejoría. El Tata no levanta puentes, construye socavones.

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LOS ÁNGELES — Este miércoles, México cierra la puerta del Octagonal y abre la puerta de la incertidumbre hacia Catar 2022. Sale del Purgatorio Conkakafkiano y entra al Infierno del desasosiego. De la mano del Dante.

Saliendo a la cancha del Estadio Azteca como favorito ante El Salvador, México se instala en un viejo escenario, cíclico, repetido, repetitivo. Ahí, entre la Utopía por el Quinto Partido y la distopía por una nueva decepción. El desamparo aguarda en el Sorteo Mundialista de Catar el próximo viernes.

Con Gerardo Martino haciendo casting para su propio funeral, y en un escenario en el que México puede terminar segundo, tercero o ir de excursión ante Nueva Zelanda en juego único en Cataren junio, el Tri arrastra la vacilación sobre su futuro: juega tan poco, tan feo y tan mal. Las musas de la esperanza han sido engullidas por cuervos de su propia crianza.

A los hacendosos alcahuetes de la selección mexicana, eficientes en su prostitución, ciertamente no les desencantaría ir al Repechaje. Una limosnita más de sus patrocinadores siempre es bienvenida en el cepo voraz de las televisoras.

Pero, este miércoles, aún cuando su fortaleza histórica, el Azteca, pasó de leyenda soberana a mito de barriada, y cuando el extraño enemigo profana con su planta su suelo con tanta frecuencia, es de suponerse que Gerardo Martino, metafóricamente, eche un ojo al gato europeo y otro ojo al garabato de la Liga Mx.

Insisto, hoy a Gerardo Martino le sobran camisetas y le faltan hombres para llenarlas.

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EPA-EFELa Selección Mexicana solo necesita sumar un punto en el Estadio Azteca ante El Salvador para sellar su boleto a Qatar 2022.

Más allá del adictivo y mezquino oficio de la FMF para culipandearse, para recular, y aseverar que el Tata ya cumple con creces si arrastra a México a Catar 2022, la afición no olvida la promesa inicial hecha el 7 de enero de 2019 con Yon de Luisa.

“Su experiencia (de Martino) en clubes y como seleccionador nacional nos da garantía del funcionamiento en equipo que buscamos para la selección de México para el reto Catar 2022. México ha sido consistente dentro de las mejores 16 selecciones en los mundiales y esperamos superar eso en este proceso”, dijo el presidente de la FMF, que en este momento ya se encuentra en Catar para el sorteo mundialista. Claro, de ser Repechaje el destino del Tri, su viaje habrá sido inútil.

De hecho, en su presentación, Martino no prometió llegar al Quinto Partido. Sólo garantizó pisar el eterno cementerio mundialista del Tri: el cuarto juego, tras pasar la fase de grupos, es decir los Octavos de Final.

“Sé cuál es la inquietud del pueblo respecto a dónde debería llegar, pero no quiero dejar de mencionar, porque me ha pasado en otros lugares, de no valorar el jugar finales, y acá no podemos dejar de valorar el jugar sistemáticamente los Octavos de Final, más allá de que lo que todos queremos es jugar el famoso Quinto Partido”, dijo entonces El Tata en una cátedra de conformismo.

Aquello de trascender. De sorprender. De hazañas. Épicas. Historia. Milagros. Cumplir quimeras. No, de eso, nada. Gerardo Martino no prometió lo improbable, mucho menos lo imposible. Prometió tan poco, aunque hoy, su equipo, el Tri, ofrece menos que eso.

1.- Cierto. Sus alfiles europeos, terminaron siendo peones de la decepción. Sus “rockstars” europeos amenizan cada juego como banda de pueblo. Héctor Herrera, Tecatito Corona, Raúl Jiménez, Chucky Lozano y Edson Álvarez flotan, pero no gravitan.

2.- Gerardo Martino no reacciona, no aprende, no mejora, no madura. Lo basureó Estados Unidos tres veces en 2021 en partidos oficiales. Y no entendió nada, no asimiló nada. Enfrenta una vez más, una cuarta vez a EEUU, ahora en el Estadio Azteca, y vuelve a equivocarse, vuelve

a jugarle de la misma manera, con los mismos hombres. No perdió sólo porque Guillermo Ochoa se sublimó… de nuevo.

3.- El Tata, como abuelo bonachón que refleja su apodo, sigue siendo consentidor con sus convocados. Se ha quejado y se ha justificado reiteradamente con el tema de “la intensidad”. No miente. Esta selección mexicana difiere de otras, por su actitud apocada, pusilánime, timorata. Son eunucos jugando a un deporte en el que las gónadas no pueden quedarse en el casillero, sino que hay que llevarlas a la cancha. ¿Falta intensidad? Martino es el principal responsable.

4.- Y entre las listas de vetados, ninguneados y marginados, el mismo Martino reduce sus opciones. Tiene poco de donde elegir. Apenas se atrevió a dar oportunidades a Johan Vásquez y Gerardo Arteaga, y ambos cumplieron. No fue su decisión, fue una orden tajante que recibió.

En noviembre les hablábamos del #PlanB. Hoy, como hace cuatro meses, sigue siendo el único salvavidas que tiene a la mano Yon de Luisa. Se le había advertido que se mantuviera ecuánime, prudente, pero a Miguel Herrera lo rebasa su alter ego, El Piojo. El personaje arrabalero se traga al tipo vestido de Ermenegildo Zenga, y de exitoso trabajo como entrenador. Burlarse, hacer apología de la enfermedad de Martino (desprendimiento de la retina derecha) en declaraciones a ESPN, y pedirle públicamente su renuncia, poco ayudó a su causa.

Ya se sabe que los grupos opositores quieren tener el control de la selección a través de sus entrenadores. Por eso, Grupo Pachuca unta manos y conciencias, sugiriendo a través de sus vocingleros que se tome en cuenta a Guillermo Almada, y desde TV Azteca apuestan por Nicolás Larcamón.

Pero, mientras ellos juegan a la guerrilla, Emilio Azcárraga Jean dispone de armas nucleares. ¿Quién estuvo detrás del #TuzoGate, y no sólo tiene lista la segunda parte, sino también el #PanzaVerdeGate? ¿Quién filtró detalles de algunas situaciones financieras y fiscales de Salinas Pliego? Recuérdese que en el Salón Oval de Emilio, y antes con su padre y su abuelo, se han impuesto presidentes.

Mientras tanto, Gerardo Martino ahora sí se acerca a su Último Tango en el Estadio Azteca. Podría ganar, gustar y golear, pero su destino está en otras manos, en otras cabezas, y en otros intereses. Recuérdese que él no aceptó promocionar mundiales con un perico en el hombro, y para dirigir al Tri, a veces, también se necesitan bufones, excelentes técnicos, sin duda, pero también bufones.

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LOS ÁNGELES — Dos futbolistas. Dos estampas. Dos catarsis. Dos contrastes. Dos vivencias. Dos actitudes. Dos extremos. Dos momentos. Antípodas. Antagónicos. Alphonso Davies y Javier Hernández.

Uno de ellos, explota en un video. Se derrumba. Grita. Se contorsiona en el piso. Gimotea. Llora. Se mesa los cabellos. Se levanta. Se consterna. Se confunde. Histeria. No sabe cómo hacer que haga erupción la dicha que borbotea, que bulle, dentro de sí; que amenaza con estallarle a través de los sentidos y los sentimientos. Canadá va al Mundial, pero sin él. No importa. Alphonso Davies tiene miocarditis, y el corazón bombea irregularmente sangre. Pero, ¿pasión y amor?, esos clímax por el futbol, ningún electrocardiograma puede medirlos en el cuerpo de la estrella del Bayern Múnich al ver a su selección en la lista de Qatar 2022.

Otro, embarra de sangre a borbotones su horizonte. Plasma rojo en el plasma de última generación. Busca, se agazapa, dispara, acribilla, aniquila. Y ríe, vocifera, maldice, profana, celebra. Mientras México vive una calamidad ante EEUU, al mismo tiempo Chicharito juega y se promociona a través de Twitch. Y él decide ignorar a la selección nacional. Allá, sus colegas y compatriotas, mueren de nada en un 0-0, mientras simultáneamente él lucha a muerte en un juego de video. Seguidores de sus viciadas obsesiones bélicas, denuncian: “A quienes le preguntaban por el juego de México, o porqué no lo estaba viendo, nos bloqueaba. Y amenazó que al que siguiera preguntándole, lo bloquearía”.

Sí, Alphonso Davies y Javier Hernández, universos distintos, universos opuestos, universos paralelos. Multiversos.

¿Serán sus orígenes tan antagónicos? ¿Vientre de anemia y vientre de plenitud? ¿Cuna del hambre y cuna de oro? Uno es hijo de la guerra; el otro, modosito hijastro de los mimos.

Huyendo de la Segunda Guerra Civil en Liberia, los padres se asientan en un campo de refugiados en Ghana, junto a casi medio millón de compatriotas. Ahí nace Alphonso Davies. En 2005, a los cinco años, la familia emigra a Canadá. Ahí comienza la historia. Es considerado uno de los mejores defensas del mundo. El 14 de enero de 2022, le detectan miocarditis. Es enviado a reposo y a observación. Cero futbol. Él dice que está listo para volver. Los médicos alemanes son cautelosos.

¿Llegará al Mundial de Qatar 2022? Nadie tiene una respuesta definitiva. Sólo buenos deseos. Davies asegura que sí. El entrenador de Canadá, John Herdman desea que sí. El técnico del Bayern Múnich, Julian Nagelsman, espera que sí. Los médicos aún aguardan, mientras el liberiano-canadiense, empieza a forzar la marcha. Su corazón es un kamikaze.

El video de Davies subyuga, seduce, conmueve. El Mundial es suyo pero no es para él. Quiere estar ahí. Nació, creció y desarrolló para estar ahí. Todo, su cuerpo, su mente, su fervor, su pasión, dicen que sí, pero el músculo que lo gobierna, aún dice que no.

En tanto, Javier Hernández firma públicamente el divorcio de un matrimonio que estaba ya roto, dañado, demolido, ruinoso, oxidado. Mientras México padecía ante EEUU, él pulverizaba trúhanes y malosos. ¿Cómo interpretar que un confeso, ruidoso, incisivo, anhelante y deseoso de regresar a la selección mexicana, que asegura que en el plantel de hoy, tiene muchos y grandes amigos, desdeñe a “su Tri”, y elija, mejor, segar vidas algorítmicas ante una consola de juegos? ¿Inmadurez? ¿Rencor? ¿Berrinche? ¿Dignidad? ¿Hipocresía? ¿Todo lo anterior?

Sin duda, el jugador, en sus ocios, puede elegir dedicarse a lo que se le pegue en gana. Tiene la libertad absoluta del ser humano. Especialmente si sabe que es objeto y sujeto –que no víctima--, de la mala sangre de Gerardo Martino y Yon de Luisa, pero también de sus pecados.

Pero, entonces, en el caso de Chicharito, aquello de: “Si no quisiera estar en la selección ya me hubiera retirado. Como jugador de futbol estoy haciendo lo que me enseñó mi abuelo, mi padre, todos: si quieres ser jugador de selección tienes que sobresalir en tu equipo y de toda la gente de tu país para poder ser llamado y considerado, así me enseñaron mi abuelo, que en paz descanse, mi padre, y eso lo que estoy haciendo, y es lo que está en mi mente”.

Contrastes pues. Mundos antagónicos. Pasiones extremas. Uno, Davies, ofrenda y suplica, con el corazón aún cicatrizando, para que Canadá le reserve una plaza mundialista. Otro, Chicharito, ha mandado al Tri a la “friendzone”, donde van los pañuelos y los pañales desechados por pasiones pasajeras o por desprecios eternos. Uno es hijo de la guerra, como todo guerrero; el otro, es hijo de sus apasionamientos, más que de sus pasiones.

Cierto, sin duda Javier Hernández trata de purgar todos sus pecados. Está en su mejor forma en los últimos cuatro años. Tiene el derecho a un llamado. Es el gol que necesita México y que Martino busca con un lazarillo y no con objetividad. Sin embargo, tal vez esa contrición y arrepentimiento verbales, se desmoronan cuando juega “su” selección y él selecciona, en cambio, exterminar frustraciones, en la fantasía de un videojuego.

Así, Alphonso Davies y Javier Hernández, mellizos de la contradicción. Uno que quiere tanto, y otro que ha empezado a querer tan poco.

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LOS ÁNGELES -- “Y sin embargo, se mueve”. La frase de Galileo Galilei, convalidando su espectacular teoría de una Tierra danzarina, hoy es aplicable, a la Selección Mexicana.

Aquello de Galileo fue un testimonio universal; lo de México, es la justificación para no extenderle un acta de defunción. Sí, parece que está muerto el Tri, “y, sin embargo, se mueve”, y lo hace, por cierto, hacia el Mundial de Catar 2022.

Venció en Honduras. 1-0. El pescuezo de la traición: el catracho Lacayo, y su autogol, salvan al derrocado Rey Tuerto de la Concacaf. Al menos, en el sentimiento ratonero de una fracción, el Repechaje ya es suyo.

No hizo el futbol necesario para merecer la victoria; acaso, sometió y arrinconó a una Honduras, que por histeria técnica de Hernán Darío Gómez, jugó arrinconado en su propia casa. El Bolillo no quería que le sacarán el migajón. 1-0 y con un autogol, no necesita más excusas.

Los estertores previos, esas convulsiones mostradas ante la Selección B de Estados Unidos (0-0), fueron un espejismo. México volvió a pujar y empujar, pero, poco orden, poca idea, poca ambición. Poquitero, como en todo el Octagonal Final de Concacaf.

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Imago7La defensa mexicana suma cuatro juegos sin recibir gol.

A los ojos facilistas de muchos, México tuvo portentos en la cancha. Vaya, si el adversario te cede el campo de batalla y la pelota, hasta este equipo desarticulado, desmembrado tácticamente, puede permitirse engatusar con Héctor Herrera, Edson Álvarez o Jorge Sánchez. Patadas de ahogado. Ser los mejores, significa despuntar entre los buenos; lo de ellos fue, ser autóctona y estrictamente, “los menos piores”.

Los hondureños mismos pueden sentirse decepcionados de su equipo y de su entrenador. Fue tan poco lo que quisieron. Queda claro que ya no disponen de aquellas generaciones de futbolistas catrachos que en cada pelota libraban un Apocalipsis, especialmente ante México. Este domingo cometieron 21 faltas, que no habrían sido ni pecado venial en la Liga de El Vaticano.

Mientras Canadá desfilaba por la pasarela honorable de los invitados a Catar 2022, y Estados Unidos despedazaba a Panamá (5-1), México mantenía su calvario premundialista: jugando mal, pero de buenas. La Ley del Chiripazo.

Uno entiende que el rival cuenta, aunque Honduras haya hecho tan poco para que se le tomara en cuenta, pero lo de México sigue siendo de una anemia futbolística y hormonal, que realmente es para preguntarse qué tan en serio se toman los entrenamientos en la semana.

De lejos, parece imposible que Gerardo Martino elabore en el día a día una forma tan obscena y analfabeta de concebir el futbol. Ya se sabe que el técnico argentino se atraganta comiendo con cubiertos de plata (Barcelona y Argentina), pero al menos con los trinches de bisutería ha conseguido mejores resultados, como en Paraguay y Atlanta United. ¿Será que en el Tri, sólo hay palillos chinos y él tiene artritis?

Es de creerse que con su recorrido, él trace líneas rectas, y entonces sólo queda interpretar que estos jugadores suyos, sean, como el libro de Torcuato Luca de Tena, “Los Renglones Torcidos de Dios”.

Este domingo, Honduras, traicionando su historia, le concedió todas las libertades y montó su trinchera con todos sus miedos. Pero, las excusas, son las mismas, las enuncie Martino o las repita servilmente Jorge Theiler.

1.- “Nos sigue faltando contundencia”.

2.- “El equipo va perdiendo intensidad”.

3.- “Nos desconcentramos en la última jugada”.

Ahora enfrentará a El Salvador en el Estadio Azteca. Los cuscatlecos llegan mostrando mejoría, aunque en este último duelo, sólo les queda el estribillo de su viejo vals del consuelo: “Al Mundial no vamos, pero a México, le ganamos”.

Para que México no vaya al Mundial de Catar de manera directa, tendrían que ocurrir dos desastres: que Costa Rica (+3 en diferencia de goleo) goleara a Estados Unidos “B” (+13), y que El Salvador goleara a México (+7).

Más imposible que improbable, pero…

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¡Caó-Tri-co...!

FECHA
25/03
2022
por Rafael Ramos Villagrana

LOS ÁNGELES -- Caos, el sello de la casa, el sello del futbol mexicano. Caótico o caó-Tri-co. Así la Selección Mexicana y su entorno. Así, la tribuna del Estadio Azteca. Así el 0-0 con Estados Unidos. Así #ElGrito. Así el #FueraTata. Así, las brillantes ideas de Yon de Luisa. Así.

1.- Caos en la cancha. México jugó su mejor partido en el Octagonal Final de Concacaf. Pero su mejor versión fue insuficiente para vencer a una representación parchada de Estados Unidos. En su noche de mayor brillantez, fue una oscuridad ante Estados Unidos. Su momento de gala futbolero, fue una muestra pordiosera de futbol. Diagnóstico confirmado: en Catar será un pelele mundialista.

2.- Se marchitan. Y caos en la cancha. Sus hombres clave se desmoronan. Héctor Herrera, entrega bien los pases cortos y mal los profundos. Además pierde tres balones en salida con tufo a suicidio. Edson Álvarez, el puritano futbolero del Ajax Amsterdam, cayó de nuevo en el juego barriobajero. ¿Tecatito Corona? El Sevilla jamás habría firmado la versión vista en el Estadio Azteca.

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Imago7Giovani Reyna y Edson Álvarez, dos protagonistas en el partido entre México y Estados Unidos en eliminatoria rumbo a Catar 2022.

3.- Anarquía. Y caos en la cancha. El principal exponente fue Chucky Lozano. En un afán noble de salvar la causa, traicionó al conjunto. Se salió de su zona, desertó al esquema de Gerardo Martino. Lozano renunció al colectivo. Se entiende, el corazón le ganó a la razón, no quería ser protagonista de otro fracaso. Intentó disparos desde fuera del área. Enceguecido y con la pólvora mojada, falló. Jugó su propio partido y el Tri intentó jugar otro. El egoísmo y el naufragio. Fracasaron ambos.

4.- Retardo. Y caos en la cancha. Gerardo Martino reacciona tarde. Estados Unidos ya jalaba aire por la boca como pescado con asma. Chucky, Tecatito, Jiménez, habían claudicado. El tridente de las puntas rotas, decepcionaba de nuevo. Y Martino, impávido. Piernas frescas y corazones ansiosos en la banca. Pusilanimidad pura en su cabecita. Cierto, sin duda esa maldita agresión que sufre en su ojo derecho debe preocuparle más al Tata que la miopía y casi ceguera que muestra a la ofensiva su equipo.

5.- ¡Agárrenlo! Y caos en la cancha. Minuto 60. Gio Reyna entra a la Capilla Sixtina. Y el artista trazó lienzos y también grafiti. Jugadas de alto octanaje neuronal y de barrio. Toma la pelota, la pisa, gira, amaga, recorta, traslada, elude, regatea. Los esqueletos de al menos seis mexicanos rechinan en esa sola jugada en que Reyna hizo reinar el preciosismo arrabalero del futbol. Le entrega un balón, medio gol, a Pefok, era graduación de gol, y la pifia.

6.- El Mesías de siempre. Y caos en la cancha. Estados Unidos penetra por donde se le pega la gana, pero gusta de hacerle las cortesías al contraído futbolero que es Jorge Sánchez, una avenida. Pero su acompañamiento simultáneo por las bandas y carriles interiores, le colocaba en ventaja numérica, emocional e intelectual, en sus embestidas. Pero, ahí estaba Guillermo Ochoa. Ataja dos obuses con el sello de George Lucas, y se revuelca con otros dos. De nuevo, el héroe. México resuella en la eliminatoria gracias a él.

7.- Y caos en la tribuna. #ElGrito, en su primera elongación sonora, aparece al minuto 44. Al final del juego, aparecería tres veces más. El sonido local, a toda su potencia (59 altavoces CAL-AVB y 10 subwofers de tecnología digital Meyer Sound), se desgañita para apagar el alarido rebelde: “Méééééééeéxiiicoooo”. Pero, aún así, gorgoreaba el bramido. Después, hay libertad total para que el #FueraTata se cante a arrebato, con más vehemencia y furor que con el que alguna vez se cantó el Cielito Lindo en ese escenario.

8.- Y caos en el palco principal del Estadio Azteca. Orden puntual: en los reportes del árbitro guatemalteco Mario Escobar y del comisario de Concacaf y FIFA: ¡no se deben mencionar la presencia de #ElGrito! El ruido que nunca ocurrió. El bufido que nadie escuchó. Claro, muy al estilo delincuencial de la FMF: #NoPasóNadaEnQuerétaro o el Pacto de Caballero que nunca existió, pero que aún se impone.

9.- Y caos en Honduras. Gerardo Martino insinúa que no podrá viajar a San Pedro Sula. Su ojo derecho, ése que fue intervenido en septiembre, recae. Trasciende de manera irrefutable, que la tensión y el estrés de esta crisis en el Tri, ha golpeado la parte más fragilizada de su organismo. En Canadá no pudo presentarse en el entarimado de la conferencia de prensa. El médico le explica: estrago también del estrés. ¿Quedará el destino en manos de Jorge Theiler, el tipo más aborrecido por los jugadores mexicanos?

10.- Y caos antes del juego. La “BURROCRACIA”. Densas, desesperadas, desordenadas filas de gente para entrar al estadio. Minutos que se transformaron en horas. El #FanID y el sofisticado #QR se fueron a la basura. Otro proyecto fallido, otro fracaso, de Yon de Luisa. Al final, el grueso de la gente entró sólo mostrando el costosísimo boleto cuando el partido había ya comenzado. Dicho estaba: si no saben manejar el VAR; no saben contabilizar damnificados en Querétaro, y cada vez pierden más autoridad en la #YuntaDeDueños (dixit Sven-Göran Eriksson), ¿por qué creer que aquí iban a acertar? Y ¿estarán ya los datos confidenciales de los aficionados en los archivos de mercadotecnia de Banorte y Visa, patrocinadores del Tri?

11.- Y caos en la Tabla. Si México, sin el Tata, pero con el padrastro Theiler, no saca una victoria en Honduras, y Costa Rica vence en El Salvador, igualaría al Tri, y si Panamá vence a un desmantelado Estados Unidos, se pondría un punto abajo, de cara al desenlace del Octagonal, en el cual México recibe a El Salvador. Tras la derrota ante Costa Rica, matemáticamente, ni Canadá está clasificado de manera directa.

Hay un lamentable acertijo papaloteando en los tendederos del morbo. ¿Usarán esta recaída en la salud del Tata Martino, para negociar una saludable separación del Tri? Porque aun con el dudosísimo huesero y sobador Theiler, aquí, no hay médico visible, sólo dos enfermos, sólo hay dos pacientes, Martino y el Tri, y todo indica que lo mejor para ambos es curarse por separado, muy separaditos, mientras más separaditos, mejor.

¿Lo único mercenariamente sano? Primero, la taquilla. Cerca de 3.5 millones de dólares. Segundo, los ratings, que se dispararon en México y Estados Unidos.

Cierto: al final, Yon de Luisa cumplió con su patrón, pero no con el futbol, ni con los aficionados, ni con sus promesas. Pero, al que está bien con el Diablo, qué le importan los curas y los monaguillos.

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LOS ÁNGELES -- #ElGrito encontró su mejor padrino, su mejor mecenas, su mejor alcahuete: Yon de Luisa.

Sí, el hombre que debía exterminar el alarido que FIFA considera homofóbico, terminó patrocinándolo, prohijándolo, alentándolo. El condenado a muerte, #ElGrito, se bajó del patíbulo y trepó en su lugar, ahí, a De Luisa. La víctima se convirtió en verdugo y el verdugo se convirtió en víctima.

La doble moral de Yon de Luisa y del futbol mexicano terminó detonando la amenaza de #ElGrito. Cuando indultó a Querétaro, tras la orgía de violencia en La Corregidora, luego de haber condenado antes y sin miramientos, plazas como Veracruz y Morelia, el presidente de la Federación desató la ira de la turba.

El 5 de marzo, cuando las imágenes dantescas pulularon por el mundo, desatando el horror universal, en las redes sociales, en los medios, se exigía una sanción drástica, radical, contra Querétaro, como plaza, como equipo. Que nunca jamás rodara un balón en ese cadalso.

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Imago7Liceaga acusó a De Luisa por obstaculizar las reformas contra las barras.

“Habrá un castigo ejemplar”, prometió Mikel Arriola, el hombre que ejerce --aunque no manda--, como presidente de la Liga MX. Él tiene la oficina, pero es otro quien tiene el poder. Sin embargo, su promesa fue ridiculizada. Terminaron protegiendo los intereses del Grupo Caliente, que, curiosamente, patrocina a la Liga, con todo el “sospechosismo” que genera una alianza con una casa de apuestas.

Ese mismo 8 de marzo, tras un indecoroso homenaje a la impunidad, Querétaro, como club y como plaza, recibe sólo unos suaves golpecitos en las manos ensangrentadas. Y la reacción fue viral y virulenta. La factura, el ultimátum, poco noble, ciertamente, pero entendible por parte de la afición, quedó instaurado, casi constitucionalizado: #GritaPuto.

Para colmo, como si fuera una edecán con banderas a cuadros, en una carrera clandestina y callejera, impetuosa, incongruente y poco inteligente, Yon de Luisa desafía, increpa, amenaza, a los rebeldes en declaraciones a W Deportes.

“Ya vi algunos tuits de eso (#ElGrito). Hemos recibido amenazas, no es la primera ni la última. Si alguien quiere llegar y gritar puto, se le va a sacar, así como en Selección. ¿Quieren gritar? ¡Perfecto, que se olviden de ir a un estadio!”, retó Yon de Luisa, como diría el legendario Ángel Fernández, “sacando sus fierros, como queriendo pelear”.

La afición mexicana percibe y amenaza al Talón de Aquiles de la FMF: sí, #ElGrito. Y el fatalismo presenta una cita mayúscula y propicia para el momento de la retaliación, de la represalia: México recibe este jueves a Estados Unidos.

Por eso, el Estadio Azteca, el dos veces mundialista, el paraninfo legendario, donde se consagraron los dos más grandes futbolistas, como Pelé y Maradona, puede ser el coliseo de algunas desgracias. Mire usted los contrastes de los condenados a muerte, ateridos, trémulos de miedo.

1.- En el vestidor de México tiritan de pánico, porque enfrentan a su Némesis, al que les humilló tres veces consecutivas en juegos oficiales durante 2021.

2.- En el banquillo de México tirita de pánico el entrenador. Gerardo Martino sabe que una derrota sería una cruz sobre su sepulcro, más ominosa y vergonzosa que las que carga a cuestas tras los fracasos con Barcelona y Argentina. Porque este fracaso es en la Tierra de los Ciegos y menesterosos de la Concacaf, y él tenía, de su lado, al Rey Tuerto.

3.- Y en las lujosas oficinas en Toluca, De Luisa tirita de pánico, porque tras fracasos recurrentes desde el escritorio, uno más en la cancha, y un cuarto ante Estados Unidos lo podría relegar en la FMF, especialmente porque Emilio Azcárraga lo ha mandado ya a la #FriendZone y ya no lo sigue ni en Tínder.

Ya estaba dicho, si #ElGrito aparece en el Azteca, Martino desaparece del Azteca. Pero, como en toda Caja de Pandora, en esta, entre todas las calamidades, aún regurgita una esperanza.

Todos estos mencionados candidatos al patíbulo, pueden alterar esta escenografía, este presunto aquelarre. #ElGrito, la única arma punitiva, vindicativa, de la cual dispone el aficionado, puede ser sofocada, sometida, pero sólo de una manera: venciendo a EEUU. No se trata de gustar y golear, sino sólo de ganar.

Eso lo sabe Yon de Luisa. El Frankenstein que él mismo liberó y amamantó, #ElGrito, puede ser sofocado en el marcador. Por eso, según versiones de gente allegada al Tri, habrá una encerrona del dirigente con los futbolistas. Pretende restregarles en la cara, la importancia de ganar este jueves.

¿Puede ser un momento oportuno para que los jugadores extorsionen a los dirigentes con el mismo pliego petitorio de Javier Hernández --y su corte de “Divas Rubias”-- en pleno Mundial de Rusia tras vencer a Alemania? Sin duda. Pero, sería un acto de desfachatez. Aunque, también, ¿merece nobleza la innoble FMF?

Toda vez que Gerardo Martino lamenta que sus jugadores pierdan intensidad en los partidos, y que reconoce su incapacidad para alebrestar la testosterona de sus futbolistas, Yon de Luisa entiende que el pescuezo del Tri, y el suyo también, dependen de una jornada épica este jueves, y que la única manera de rescatar el boleto mundialista es una victoria.

Recuérdese que con la complacencia y la insistencia de Víctor Montagliani, que preside sin mandar en la Concacaf, FIFA estará atenta a los murmullos y a los alaridos de la tribuna. De explotar #ElGrito, difícilmente habría una sanción para el inmediato juego del Tri en el Azteca, ante El Salvador, y, entonces, ¿cuáles son las opciones?

1.- Castigar a México restándole tres puntos, lo cual podría enviarlo a la repesca, posiblemente con Nueva Zelanda, y ya con el #PlanB (Miguel Herrera, como se adelantó en noviembre pasado) al frente del equipo.

2.- La otra opción para FIFA sería castigar a México en sus juegos como local. Pero, ¿Cuándo vuelve a jugar México en casa un partido oficial, si es sede, tentativamente, del Mundial 2026? ¿Le cerrarían el Azteca para esa Copa del Mundo? ¿O le arrebatarían esa posibilidad de ser una sede miserable que le limosneó a EEUU?

3.- Ya se ha advertido desde hace meses que Canadá disfrutaría de un castigo brutal a México, como quitarle la sede compartida de 2026. Montagliani sueña con que sean sólo dos sedes: Estados Unidos y Canadá. Recuérdese que este mismo directivo es quien ha azuzado a FIFA contra México.

Como puede verse, el cataclismo que puede desatar #ElGrito puede ser de proporciones demoledoras para la FMF y el futbol mexicano.

Antes de la #YuntaDeDueños (dixit Sven-Göran Eriksson), se advirtió que habría un grupo de dirigentes, que aconsejaría a Yon de Luisa que tuviera clemencia con Querétaro, rescatando al equipo, a decenas de empleados, a la Liga MX, y al negocio mismo de las televisoras, que perderían un partido por semana con sus respectivos beneficios económicos. Y así ocurrió.

Ese mismo grupo de directivos que chamaqueó a Yon de Luisa, es el que vería con buenos ojos la eliminación de México, para tomar el control de la FMF y del futbol mexicano, y de paso desquitarse de los tragos amargos, por ejemplo, del #TuzoGate.

El filósofo alemán Hermann Keyserling aseguraba que “la muchedumbre, por sí sola, nunca llegara a nada, si no tiene un líder que la guíe”.

Lamentablemente, #ElGrito encontró un caudillo involuntario, pero el mejor posible: Yon de Luisa.

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LOS ÁNGELES — La bestia, ¡su bestia!, estará en casa: Estados Unidos. Y Gerardo Martino sabe que está más solo que nunca.

Hoy, incluso desconfía ya de su legión, especialmente de la que llega de Europa, que cosecha elogios en tierras de semidioses del futbol, pero sucumbe en la pagana mediocridad de la Concacaf.

Hace un par de semanas, muy curiosamente, salió una embajada tricolor –trémula e histérica--, a Europa. No iba en ella Gerardo Martino.

Para hablar con algunos jugadores mexicanos, viajaron Gerardo Torrado, Carlos Pecanha (kinesiólogo) y Yon de Luisa, quien apenas pudo desempacar sus sales de baño, antes de regresar presurosamente tras la tragedia –¡que nunca ocurrió!, según él y el gobierno del estado de Querétaro--, en La Corregidora.

¿Por qué sólo ellos y nadie del cuerpo técnico de Tata Martino? ¿Por qué no Jorge Theiler que goza de todas las antipatías de los jugadores por sus desplantes de dictadorcillo? ¿Por qué sólo la preocupada facción mexicana y no la indiferente facción argentina del Tri? Misterios.

Pero, el jueves, Gerardo Martino dimensionará finalmente la rivalidad entre México y Estados Unidos, una animadversión centrífuga, que viene a concentrarse en la cancha, tras desarrollarse en terrenos ajenos, ásperos, sociales, migratorios, financieros, históricos. Eso el Tata no lo asimila aún.

Alguien debió tenderle un paralelismo, simple y complejo a la vez, a Gerardo Martino. Hacerle saber que es como cuando Argentina se enfrenta a Inglaterra, y la bandera albiceleste a media asta suspira y resopla de rabia por Las Malvinas. Claro, Argentina tuvo al Diego (Maradona). Así.

Pero, lo que sí entiende Martino es que tres derrotas consecutivas en partidos oficiales, ante Estados Unidos, dos de ellas finales de la menesterosa Concacaf, eso, lo palpita, lo coloca en la inmediatez del patíbulo. Eso sí lo sabe: una cuarta derrota consecutiva ante EEUU, lo pondría en el primer vuelo a Argentina, con su matera y su liquidación cuantiosa, a ser cubierta en abonitos fáciles. Una vez más, “volver con las frente marchita”…

Después de la derrota en Cincinnati, Martino quiso amortiguar el daño. Sólo ratificó que no sabe dónde está parado: con un pie en la guillotina y el otro en la raya de cal. Esa noche, numerosos aficionados le increparon y lo invitaron, con florido lenguaje tepiteño, a renunciar.

“Estamos jugando una eliminatoria, no es un enfrentamiento personal contra Estados Unidos. Entiendo la importancia por ser un clásico, tener tres derrotas, contra un rival al que todos los mexicanos siempre le quieren ganar”, repeló.

Tal vez para esta cita lúgubre en el Azteca, Martino ya entienda que sí debe ser un enfrentamiento personal con EEUU, y que no sólo los mexicanos, sino también él, por orgullo personal y por millonario salario, debe quererle ganar. ¿O será que la sangre se le coaguló de resignación?

Tras el tercer descalabro ante Estados Unidos, el presidente de la FMF, Yon de Luisa, sacó el cuchillo, de palo, cierto, sin filo, cierto, pero al menos se puso un poquito de cicuta en la lengua antes de emplazar a Martino.

“Estamos dolidos con estas tres derrotas contra Estados Unidos, en México esto no puede suceder, tres derrotas seguidas es algo que no está planteado”, dijo De Luisa, con ese tufo a ultimátum.

El clan de personas y personajes que vive, sobrevive, convive, pervive y se desvive en el entorno de la selección mexicana, coincide en algo: si el Tri empata o gana a Estados Unidos, aún bajo el estandarte del chiripazo, la continuidad de Martino estará supeditada a lo que ocurra, y cómo ocurra, ante Honduras y El Salvador; pero, si pierde, no lo salva ni la Virgen de Luján ni las profanidades de su valet Theiler.

Ha quedado claro que la responsabilidad no es absoluta de Gerardo Martino, pero su índice de culpabilidad es irrefutable.

1.- No tiene la mejor generación de futbolistas. La forma perniciosa en la que pululan jugadores extranjeros de medio pelo, bloqueando la salida de jugadores jóvenes mexicanos, le da pocas herramientas de dónde elegir.

2.- Su lista de vetados, confeccionada bajo el padrinazgo de Yon de Luisa, es una aberración de sus entrañas sensibleras. Alan Mozo, Carlos Acevedo, Javier Hernández, Carlos Salcedo, Erik Lira, y la terquedad de ningunear a jugadores con mucha regularidad en Europa como Johan Vásquez, Erick Gutiérrez y Gerardo Arteaga, pero se encapricha con Rodolfo Pizarro y Jesús Gallardo, y claro, con Funes Mori, aunque estará ausente estos juegos por lesión, dicen, más psicológica que física.

3.- Charlar con Matías Almeyda le sentaría bien, pero ya se sabe, la fatuidad y soberbia de los entrenadores, impide esos acercamientos. El Pelado, en frases dolorosas, pero innegables, dejó en claro que tenía que “trabajar el triple y explicar las cosas tres veces”, para que le entendieran los mexicanos en Chivas. Martino trabaja poco, cuando es claro que el futbolista de la tierra, necesita ser prácticamente hostigado.

4.- Una queja recurrente de Martino, es la falta de intensidad. Grave fue que lo detectó en el primer tiempo ante EEUU en Cincinnati, pero más grave que no supo solucionarlo para la segunda mitad. Y días después, ante Canadá, murió de lo mismo. Sabe qué le duele a su equipo, pero, queda claro, no tiene la cura, ni él, ni su mayordomo Thelier.

Y hay un personaje agazapado. Puede ser el gran aliado o el gran Judas; puede ser su cómplice o su enemigo. La afición regresa al Estadio Azteca. Parte de ella. No estarán los dos mil paleros y patiños reclutados ante Costa Rica y Panamá por Yon de Luisa, que al final, modositos, reprimidos y todo, terminaron pidiendo la renuncia de Martino.

La futurología de la obviedad lo anuncia. Si México no tiene claridad de futbol y de ideas, y EEUU toma el control, la histeria se desatará en el palco de honor y de horror en Santa Úrsula. Sí, #ElGrito aparecerá y reverberará implacable en la tribuna. Por eso le recomiendan a Yon de Luisa, que lo juegue a puerta cerrada. Más vale perder dinero que ganarse una sanción inédita, brutal, implacable de FIFA.

Y, queda claro, si aparece #ElGrito en el Azteca, desaparece el Tata del Azteca y de México.

Y, como ya se adelantó hace más de seis meses, el #PlanB existe y cosecha éxitos dirigiendo a Tigres, y si bien viste sus modales piojosos con Ermenegildo Zegna, Miguel Herrera ya sabe que es el elegido si llega la Noche Triste ante Estados Unidos.

Irónico, porque en noviembre de 2020, se adelantó aquí, la oferta puntual hecha por la FMF al Tata para permanecer hasta 2026. Hoy, ni el borrador de aquel escrito sobrevive.

¿Habrá aprendido Martino, por otra parte, la lección del efecto de la altura en el jugador mexicano que llega de Europa? Justo, según expertos, al cuarto o quinto día, comienza el período crítico de adaptación. ¿Sabrá finalmente trabajarlos y alimentarlos para que su organismo recupere la memoria biológica o reacomode su organismo?

Pero, futbolísticamente, ¿puede México vencer a este EEUU, con ausencias como Weston McKennie y Sergiño Dest? Indudablemente. Jugadores con calidad y recorrido tiene, aunque falta el gran detonante, ese discurso fuerte, esa arenga genuina, de su propia raza. ¿Recuerdan quién dio la arenga final antes del México 1-0 Alemania en Rusia 2018? Lamentablemente, no hay un Rafa Márquez en este contingente descoloridamente Tricolor.

El Tri es tercero en la clasificación del Octagonal Final. Tiene los mismos 21 puntos que Estados Unidos y está a cuatro de distancia de Canadá. Además, está también cuatro unidades encima de Panamá. El boleto directo está cerca, pero la amenaza del repechaje no está tan lejos.

Después de Estados Unidos, México se mete al infierno de San Pedro Sula, y recibe en el Estadio Azteca a El Salvador. Ambas selecciones centroamericanas están eliminadas, pero ambas hacen suyo el antiguo estribillo de “al Mundial no vamos, pero a México le ganamos”.

Días vienen, pues, de tensión y atención. Si #ElGrito se materializa en el Estadio Azteca, Martino se evapora ahí mismo, y Miguel Herrera plancha sus talla 42 con rumbo a Honduras.

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LOS ÁNGELES -- Entiéndase: a falta de potros pura sangre, Gerardo Martino tiene que llamar hasta asnos que sólo jalan carretas. Más parecida a una recua que a un hipódromo, la convocatoria del Tri está lista para la tarea suprema de ganar, gustar y golear a Estados Unidos y a El Salvador en el Estadio Azteca, y a Honduras en San Pedro Sula.

EPALa esperanza de Martino en esta lista es el buen momento de los mexicanos que militan en Europa.

¿O qué pues, ya no es el gigante de la Concacaf, según los corifeos de este esperpento de Selección Mexicana? Si es el Gulliver de la región que aplaste a los liliputienses del Tercer Mundo del Futbol, como la llamaba Sepp Blatter.

Por otro lado, el mismo Tata no se ayuda. En su lista negra de vetados, parece tener incluido al portero Carlos Acevedo y al defensa Alan Mozo, pero insiste en Jonathan Orozco, desechado hasta el cansancio en anteriores procesos.

Más para aliviar su conciencia que por convicción, aunque en una decisión acertada, deja fuera a Rogelio Funes Mori, toda vez que médicamente podría estar listo para jugar ante Honduras y El Salvador. Pero, queda claro que hasta su padrinazgo hacia el errático Mellizo, ya caducó. El beneficiado es el Chaquito Giménez.

Acierta El Tata en citar a Israel Reyes, del Puebla, pero, como tiene órdenes de ningunear al Pachuca de Jesús Martínez, ni siquiera atisba a lo que hacen Erick Sánchez y Luis Chávez con el equipo que mejor juega al futbol en la Liga MX en este momento. Y lo que hoy ofrecen Daniel Aceves y Kevin Álvarez con los Tuzos, está por encima de Jorge Sánchez y Jesús Gallardo.

Por eso, insisto, si tiene tan poco de donde elegir, porque El Tata decide equivocarse, o porqué lo obligan a equivocarse al elegir. En el arcano diccionario popular mexicano hay un dicho que, lejos de ser ofensivo hacia alguien, desparrama sabiduría: “El que por su gusto es buey, hasta la coyunda lame”.

Ya debió servirle de experiencia que en la anterior convocatoria fue obligado a citar, aunque los ninguneó y despreció, a Johan Vásquez, figura en el Genoa, además de los casos de los cumplidores Erick Gutiérrez y Gerardo Arteaga.

En cambio, insiste en Rodolfo Pizarro, que en Monterrey sigue sin que lo localice el 911, y considerado por Inter Miami como la peor inversión de su bisoña historia. Y claro, inútil hacer escala en Sánchez y Gallardo que parecen un fetichismo más que una elección futbolísticamente razonada.

Más allá de que generalmente parece muy poco lista, la lista de selecciones mexicanas, ésta, de nuevo, confirma haber sido confeccionada por muchas manos, algunas de uñas mugrientas, pero hecha con muy poquitas neuronas.

Sin duda, Martino sabe que Estados Unidos llegará al Azteca con bajas importantes, como las de los lesionados Weston McKennie y Sergiño Dest, y tal vez por eso está convencido de satisfacer esa rabiosa exigencia de la afición mexicana de humillar a USA, especialmente después de que fue el Némesis que lo pisoteó en tres ocasiones, en apenas unos meses, en tres partidos oficiales, ciertamente, todos jugados como visitante.

Su esperanza es el buen momento de los mexicanos que militan en Europa, aunque todos ellos lo han decepcionado. Pero, si Raúl Jiménez, Héctor Herrera, Edson Álvarez y Tecatito Corona no evitan el naufragio de este Tri-tanic, deberá atracar en Oceanía, cuyo desenlace en la eliminatoria se jugará a marchas forzadas a partir de este viernes y hasta el 30 de marzo.

Pero, la convocatoria es ya oficial. Con esta mezcla bizarra de jugadores, desdeñando a otros, ignorando a otros más y con su larga lista de vetados, junto con Yon de Luisa, insisto, Gerardo Martino debe hacer valer esa jerarquía de un futbol que alguna vez llamó, al tomar el cargo, el más poderoso del área.

Y si no, pues adaptando, sin intención de denostar, habrá que agregar al glosario de refranes mexicanos ese de que el que por su gusto es Martino, hasta el repechaje le sabe.

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