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Claro, eventualmente aparecerán, porque sus cromosomas de atacante están inoculados de ello, de esa fascinación súbita, emergente, explosiva, para anotar como un genuino Chaplin del Gol.
Sin embargo, sus recientes anotaciones certifican madurez y calma. Elige y define con sobriedad, con seriedad, con esa sensatez del que ha errado tantos y marcado tantos. Hoy, queda claro, ya no se asusta si falla, ni se sorprende si anota. Es más dueño emocional de sus recursos. 'Chicharito', es evidente, ya sabe cómo, aunque eso no significa que siempre pueda hacerlo, porque la pelota, en su perfección física, provoca imperfecciones en los jugadores. ¿Está condenado a equipos tipo Bayer Leverkusen, que nunca ha ganado nada importante en sus 111 años de vida? Tras el marasmo maratónico de su aparición en Europa, Javier Hernández fue visto como un afortunado, anecdótico y oportuno aventurero. Ningún mexicano había brincado de la arrabalera Liga MX a la nobleza europea del Manchester United y con 130 millones de mexicanos fragmentados entre quienes anhelaban verlo triunfar y quienes anhelaban verlo fracasar. Hugo Sánchez debió confrontar tormentas de racismo en el Atlético de Madrid, antes de convertirse en leyenda con el Real Madrid. Y en México, tenía la bendición absoluta. Y para que Rafa Márquez siga siendo parte de los de ensueño en el Barcelona, debió irse becado al Mónaco. Y en México, tenía a bendición absoluta. 'Chicharito' hizo su transición como alguno de sus goles, tal vez incluso como aquel como benjamín en Inglaterra, ante el Chelsea, rematando con la trompa un violento pase suministrado por él mismo en un bizarro, extraño, jocoso, disparatado y despatarrado disparo. En esa carrera que confronta, entre su juventud y su formación con el Bayer, de mejorar, insisto, no sólo la cuota, sino la forma fría, sobria, para definir, seguramente Javier Hernández encontrará una nueva oportunidad en equipos con más pretensiones que un Leverkusen que parece haber hecho de su afán de dama de compañía, su propósito de meterse a las fiestas europeas.Y a quien mejor le sienta esto es a la selección mexicana. Ya no llegará a las concentraciones un Javier Hernández con incertidumbres, sino con el aval irrestricto de sus goles.
Hoy, queda claro, 'Chicharito' llega a las urgencias del Tri, más ante Honduras que ante El Salvador, con más crédito y credibilidad de área que Oribe Peralta, Carlos Vela o Giovani dos Santos. Y ese impacto al interior del Tri, trasciende. Los rivales en la eliminatoria mundialista no verán más al trashumante y desesperado cazador de minutos en el Madrid o en el MUFC, sino a uno de los futbolistas más redituables en la Champions. Pero, seguro, 'Chicharito', seguirá anotando y seguirá fallando, pero seguirá estando ahí nomás, en ese vecindario indescifrable, ilocalizable, donde el balón aparecerá para una nueva oportunidad de gol, para que defina él o como Javier Hernández o como el Chaplin del Gol. Eso, el cómo, al final, poco importa. El gol es como el oro: sin importar su kilataje, igual compra la felicidad del gol.
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- 1.- Desafía sus fantasmas. Confronta sus propios pánicos. Pide la pelota para ridiculizarse o inmortalizarse desde el punto penal. Amaga tanto su disparo, descompone tanto la figura, que el portero ya no sabe si es bluff o verdad, tanto disparate en la forma de cobrarlo. Era engaño y era verdad. Y fue gol. 1-0.
- 2.- Yerra para magnificar su acierto. Y acierta para magnificar su error. Muere para resucitar. Resucitar para justificar su muerte.
Veloz, impredecible, astuto, 'Chicharito' amaga a la derecha y se materializa a la izquierda. Marty McFly del segundero. Visto así, confunde la marca. Y aparece solo. Oh, fortuna, con la pelota al pie. Oh, desgracia, con el portero al frente. Y le pega bien, pero el portero se tira mal. Y la compasiva hada madrina del área le regresa el balón. Esta vez Javier le pega mal, y el portero se tira bien. Obvio: 2-0.
Es la vida de Chicharito: se le atraviesa un gato negro y camina bajo la escalera, y se saca el premio mayor de la lotería. O compra el circo y le crecen los enanos, se depila la mujer barbuda, el león se traga al domador y el tragasables enferma de amigdalitis.
- 3.- 4-4. Marcador de histeria. Tiempo para hacer historia. Y Chicharito hace lo inesperado. Auxilia fuera del área, toma la pelota, confronta, amaga, elude, se acomoda.
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Hoy no hizo gol. Hoy no tuvo fantasías. Hoy no dio asistencias -aunque es suyo el disparo que rechaza Buffon-. Hoy Messi no existe en las estadísticas fulgurantes de la Final de la Liga de Campeones de Europa. Hoy nadie dirá que Messi hizo campeón al Barcelona, pero nadie puede negar que Messi hoy hizo ganar al Barcelona, que no es lo mismo.
Hoy Lionel jugó en las penumbras. Hoy fue el mejor jugador para el equipo sin pretender ser el mejor jugador del equipo, pero al final, por eso mismo terminó siendo el mejor jugador de su equipo. Y en un sutil anonimato porque siempre vive en la pasarela de la ansiedad universal.
Hoy, este sábado de gloria barcelonista, Messi huyó de los reflectores para no huir de sus responsabilidades. Peleó balones, estorbó, robó, luchó contra el músculo y contra la clase. No siempre ganó, pero siempre ayudó. Y claro, porque lo lleva en los genes, atacó cuando Rakitic se olvidaba de su nueva asignación.
Y después del Messi de hoy, millones en Argentina sonríen ilusionados. Y después del Messi de hoy, Di María y Mascherano ya saben que el líder que aguardaron en Brasil 2014, finalmente, apareció.
Sí, el Messi-as que ansía la albiceleste, responsable de sus obligaciones reales y periféricas, apareció el día del Juicio Final de la Champions. Y a sólo unos días de la Copa América.
Se fue de año sabático en 2014. Se reconstruyó de entre sus frustraciones acumuladas, como errar dos goles clarísimos ante Alemania en la Final mundialista, e incluyendo, claro, ver que el Balón de Oro no llegó a su colección.
Ante Juventus, Messi -o Luis Enrique, nunca se sabrá- empujó a Rakitic a que por momentos jugara delante de él. Inesperadamente, la Juve se fracturaba tratando de encontrar al argentino, que empezó a transitar libremente desde zonas insospechadas.
El gol de Rakitic, el 1-0, se origina con Messi, pero el balón fue tan sobado al aceitar la jugada, entre Neymar e Iniesta, que desapareció la huella de Lio de la monografía del gol.
Incluso, en los momentos de anestesiar la pelota, de narcotizar a la Juve sin permitirle posesión del balón, Messi reclamaba la entrega y la entretenía, y la protegía, y desesperaba.
Más pendular que nunca, con recorridos más largos que nunca, más encimoso que nunca, al final Leo terminó siendo el colaborador más activo para desactivar a los italianos, dentro de ese grupo que parece tener como única consigna ejecutar al adversario.
Cierto, a la Juve le roban un penalti, en la falta de Alves sobre Pogba, e incluso hay una asustadiza tolerancia arbitral sobre los excesos de Dani Alves, quien bien pudo irse expulsado por los insultos al silbante, pero todo pudo contrarrestarlo la Vecchia Signora si Tévez hubiera habilitado su espíritu asesino, o si Pirlo hubiera estado milímetros más exacto en los venenosos servicios. Pero, ya se sabe, el hubiera es ese limbo donde se instala el Muro de los Lamentos para quienes fracasan.
Cada vez menos guardiolista, cada vez menos exquisito, al Barcelona lo hacen superlativo las habilidades sobrenaturales de sus tres atacantes, más allá de que, lamentablemente, Neymar y Luis Suárez mantengan haciendo de los lloriqueos uno de sus recursos. En ese sentido, podrían aprender de Messi. Hoy chilla menos y juega mucho más.
Con el triplete en su caudal del año, redondearán con SuperCopas y con el Mundial de Clubes, mientras sus víctimas empezarán a preguntarse cómo destruir esa alianza que parece capaz de sobrevivir sin Xavi y sin Iniesta.
Al final, ya se ha dicho en este espacio para molestia y escepticismo de algunos: para enfrentar al vulgo de la Liga de España, le basta con ocho obreros y tres sobrenaturales. Y para el resto de Europa, en este Juicio Final de la UCL, la demostró que tiene ocho obreros, dos sobrenaturales y uno que aprendió que los artistas no están reñidos con el overol.
Messi no sólo empujó por el triplete. Mandó además una epístola cifrada, encriptada, en clave, de que Argentina sí puede ilusionarse con la Copa América. Porque Leo, finalmente, ya sabe de qué se trata...
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