Los directivos de Wimbledon han vuelto a revisar sus sistemas de vigilancia, constantemente alterados, porque están alarmados tras la incursión del australiano Sean Piper en la zona privada de los tenistas, sin que ninguno de los miembros del personal de seguridad solicitase su acreditación o un permiso de acceso.

"Nadie me dijo una sola palabra. Todo el mundo llevaba algún tipo de acreditación alrededor del cuello, excepto yo. Creo que no me dijeron nada, porque iba vestido como un jugador", afirmó Piper.

El aficionado australiano, que ante su buena suerte exclamó que "no se lo podía creer", explicó que ataviado con unos pantalones cortos, un polo de tenista y con una bolsa de deporte en la mano, se introdujo en el área de descanso, en donde pudo charlar durante un rato y fotografiarse con Kournikova, que se prestó a firmarle el ansiado autógrafo.

El incidente es el segundo percance que se registra en el club, desde que comenzase el torneo, después de que la pasada semana, dos espontáneos saltasen a la pista central, en la que durante unos 20 segundos jugaron una serie de intercambios, sin que nadie hiciese nada por impedírselo.

La visita de Piper a la jugadora rusa disparó la alarma, debido a los cuidados extremos que se han puesto este año en la seguridad, como precaución ante la amenaza de posibles ataques terroristas y tras la tragedia del 11 de septiembre.