Para Jalen Brunson todo parece sencillo. Recibe la pelota en su campo, la traslada con tranquilidad, utiliza un par de cambios de dirección o un titubeo como engaño y va hacia el aro. Sirve el doble en bandeja y vuelve a defender. A la jugada siguiente, cambia de fórmula y cuando le cierran el camino hacia el canasto, se detiene y toma un tiro de media distancia. Convierte y va hacia atrás para cuidar lo que acaba de conseguir. Si la defensa de Philadelphia 76ers le impide el paso, el base de New York Knicks encuentra a un compañero libre y le anotan una asistencia en su planilla. Y todo vuelve a empezar.
Para Jalen Brunson todo parece sencillo. Pero no lo es. Los dirigidos por Nick Nurse conocen a la perfección los movimientos del astro rival. Sin embargo, el dueño de la camiseta número 11 del conjunto de New York, esa azul oscura con detalles naranjas, se encarga de ejecutar su plan. Así, una y otra vez hasta llegar a los 47 puntos, la marca máxima en la historia para un jugador de los Knicks en los playoffs de la NBA.
Con esa enorme capacidad anotadora basada en talento, potencia y coraje para meterse en la zona pintada con su escaso 1,85 metro de estatura, Brunson guio a los Knicks a un triunfo fundamental por 97-92 como visitantes para colocar la serie 3-1 a su favor.
Con esa mano izquierda que hace simbiosis con la pelota para controlar el partido, Brunson no solo superó el récord histórico de puntos de los Knicks en un encuentro de postemporada que estaba en poder de Bernard King, quien había convertido 46 puntos dos veces frente a Detroit Pistons en 1984. También entregó 10 asistencias, con lo que generó el 72% de los puntos de su equipo, 70 de los 97.
Para Jalen Brunson todo parece sencillo. Pero no lo es. Su fortaleza física y mental lo hacen participar de 43:32 minutos del partido. Y en cada momento como protagonista del juego, tanto en defensa como en ataque. Prácticamente no descansa. Cuando no está, su equipo sufre esa ausencia. Mientras el conductor estuvo en la cancha, los Knicks sacaron una ventaja de 10 puntos y en sus breves lapsos en el banco les recuperaron 5 tantos.
Tal es el control que tiene del balón que apenas pierde una pelota en todo el partido. Solo otros dos jugadores en la historia de la NBA tuvieron actuaciones de 45 puntos, 10 asistencias y una o ninguna pérdida de pelota: Kevin Johnson para Phoenix Suns en 1995 frente a Houston Rockets y Damian Lillard para Portland Trail Blazers en 2021 contra Denver Nuggets.
Parece todo tan sencillo para Jalen Brunson que no sorprende la sangre fría con la que ejecuta en los momentos más calientes del juego. Convierte los últimos 5 puntos de su equipo que sentencian la historia de una noche consagratoria.
La disputa por el premio al MVP de la temporada regular se redujo a tres jugadores: Nikola Jokic, Shai Gilgeous-Alexander y Luka Doncic. Una terna prácticamente indiscutible, pero si alguien podía discutir a este power trío, ese es Brunson, quien tiró del carro de los Knicks en una campaña con lesiones importantes de sus compañeros y sin grandes figuras a su alrededor.
Cuando ninguna estrella de la NBA quería firmar contrato con los Knicks, Brunson, tras cuatro temporadas en Dallas Mavericks, dio un paso al frente. Confió en que podía asumir el rol de líder de la histórica franquicia de New York. Y le salió bien. La presencia de su padre Rick como asistente de Tom Thibodeau, a quien conocía desde que era chico cuando el entrenador era parte del cuerpo técnico de los Knicks y su papá era jugador, fue determinante para aquella decisión.
En su segunda temporada en el equipo, Brunson está a un triunfo de llevar a los Knicks nuevamente a las semifinales de la Conferencia Este como ya hizo en la campaña pasada. Con su convicción y talento, parece que puede llevarlo aún más lejos.
Para Jalen Brunson todo parece sencillo. No lo es, pero se esfuerza para hacernos creer que sí.