El mundo NBA tiene a Jimmy Butler bajo la mira. Si jugará en los Warriors, en los Rockets, en los Grizzlies... Muy bien: tenemos un tema para hablar y debatir.
Lo que también tenemos, quizás, es el foco equivocado del asunto.
La liga, gracias a los convenios colectivos de trabajo, incluyendo el último que rige desde el 1° de julio de 2023 por espacio de siete temporadas, les ha dado un poder increíble a los jugadores. No, esta vez no hablaremos de límites salariales, niveles del impuesto al lujo y afines, sino que nos centraremos en una persona muy importante en la historia: Pat Riley.
El Godfather de la NBA. El hombre que le dio como entrenador el primer título de su historia a Miami Heat en 2006 con Dwyane Wade y Shaquille O'Neal como estrellas. El genio que luego, como presidente de la franquicia, convenció a LeBron James de dejar Cleveland, conformó un Big Three con Wade y Chris Bosh, y confió en un jovencito llamado Erik Spoelstra en el puesto de entrenador. Dos campeonatos y cuatro Finales después, el tiempo le dio la razón a Riley, impulsor máximo de la mítica Cultura Heat.
¿Qué es la Cultura Heat? Una manera de hacer las cosas. Formar parte de La Familia. Incluirte es aceptarte. Nadie, absolutamente nadie, está por encima del equipo. Udonis Haslem ha sido el profeta preferido de Riley, pero son muchos los jugadores que se refieren a un sistema de reglas, valores y premios que se desprenden del sacrificio. Algo así como un camino de virtud para poder pertenecer.
Cuando Butler llegó a Miami, era una oveja descarriada. Venía de dos pasos complejos, primero en Minnesota Timberwolves y luego en Philadelphia 76ers, donde ya había demandado un traspaso. El Heat pasó a ser el Oasis de Butler. Parecían ser el uno para el otro. Una historia de amor abrazada a carreras de playoffs inolvidables, con Jimmy Buckets, ese joven de infancia complicada en Chicago, encontrando el hogar deportivo perfecto. Un cuento de hadas que no necesitaba un campeonato para ser para siempre. Palabras más, palabras menos, la carrera de Jimmy estaba terminada cuando Miami le dio lo que parecía ser su última gran chance de ser un jugador elite. Y vaya si la aprovechó.
El inicio del conflicto entre Butler y el Heat
La demanda de traspaso de Butler es un puñal en el pecho para Riley. No empezó con esa dolorosa conferencia de prensa tras perder ante Indiana Pacers, cuando Jimmy dijo: "Quiero recuperar mi alegría". Tampoco fue la suspensión de siete partidos, el castigo impuesto por la franquicia por lo hecho dentro y fuera de la cancha.
Todo esto inició con los rumores de traspaso. Riley sabe muy bien como funciona este mundo. Estamos hablando de una persona que convivió con los dos mercados más grandes que tiene la NBA: Los Angeles y New York. Y fue exitoso en ambos. Las operaciones de agentes y mercaderes de la comunicación para instalar un tema fue evidente. Y en ese camino, Butler no negó jamás nada. Dejó que el fuego consumiera la pólvora hasta provocar la explosión.
Riley, entonces, utilizó el departamento de comunicaciones del Heat para enviar un mensaje en el que negaba un traspaso de Jimmy Buckets. Y eso obligó al jugador a hacer lo que hizo. Dicho de otra manera, Riley movió una pieza para que las intenciones de Butler quedaran en evidencia.
Cultura Heat: nadie, absolutamente nadie, está por encima del equipo.
Riley puso sobre la mesa de la NBA un tema que se habla entre sombras pero nadie está dispuesto a pagar con el cuerpo. Nadie menos él. "Los jugadores, con los acuerdos firmados, tienen demasiado poder". ¿De quién es la NBA entonces? ¿De los dueños? ¿De los jugadores? Los contratos firmados son estratosféricos. Los jugadores se levantan con el pie izquierdo, piden un intercambio, y los dueños, para proteger el negocio, deben obedecer. Lo vemos con Butler. Lo vimos con James Harden. Con Kawhi Leonard. La lista es infinita: lo vemos todos los años y si seguimos esta línea será cada vez más.
Eso sí: las estrellas nunca tuvieron tanto poder como ahora.
Ante los caprichos de turno, la ingeniería financiera dentro de las gerencias diagrama planos y ejes de acción a máxima velocidad. Riley, cansado, abatido, eligió otro camino: defender la cultura de franquicia e ir a la guerra, incluso con el dolor que le provoca tener que hacerlo con un hijo deportivo como fue Butler. Quizás este sea el último mensaje del Godfather a Jimmy: no aprendiste absolutamente nada de lo que te enseñamos.
Riley, hecho a la vieja escuela, edificado con el poder de la palabra que no requiere más firmas que un apretón de manos, explica que las grandes enseñanzas requieren muchas veces de dolor. Las cicatrices funcionan como recordatorios de lo que ocurrió. De lo que fuimos. Y de lo que pudimos ser.
Una vez más: nadie, absolutamente nadie, está por encima del equipo. Ni siquiera Jimmy Butler.