Nota del editor: Esta nota se publicó originalmente el 19 de abril de 2019. Este sábado, Popovich será exaltado al Salon de la Fama Naismith del Basqutbol.
"POP QUIERE hablar contigo".
El camarero le informa esto a un hombre llamado Jeremy Threat y a juzgar por el tono de su voz, claramente hay algo que está mal. Threat corre hacia el comedor principal del Spataro Restaurant & Bar, un establecimiento de gastronomía italiana de Sacramento, California, que ha sido contratado por los San Antonio Spurs hasta ocupar la mayoría de su capacidad. Jugadores, entrenadores, gerencia, propietarios. Todos sentados en varias mesas largas y rectangulares. El salón está en total silencio. Unos 40 pares de ojos están fijos sobre Threat, el gerente general y director de enología del lugar, de 29 años. Sentado a la cabeza de una de esas mesas, al lado de una ventana con una vista majestuosa del capitolio del estado de California ubicado del otro lado de la calle, está el entrenador de los Spurs, Gregg Popovich.
"Explícame esto", reclama Popovich a Threat, mostrando la lista de vinos. Threat se queda perplejo.
"¿Cómo hicieron esto?", pregunta Popovich. "Esta lista tiene algunos de mis vinos favoritos. ¿Lo acaban de hacer? Tienen que explicármelo".
Threat se explica. Recuerda cómo, horas antes, cuando se enteró de que los Spurs podían llegar al sitio, recordó haber leído un artículo en la revista Wine Spectator en el cual se mencionaban muchos de los vinos favoritos de Pop. Igualmente, explicó cómo llamó a un amigo cercano que cuenta con una amplia bodega de vinos, como su amigo le cedió aproximadamente 120 botellas valoradas en un total de $50,000, cómo Threat había creado la lista de 54 vinos ahora en manos de Pop: el legendario Chateau d'Yquem cosecha 1990; el aclamado Masseto cosechas de 1996, 1997, 1999 y 2001; los icónicos Ornellaia de 1994 y 1995.
Popovich se mantiene incrédulo. "Tienes que estar bromeando. ¿De verdad?" Procede a ordenar 10 botellas. Y cuando llegan, el entrenador se transforma en un feliz sommelier, sirviendo vino de mesa en mesa, para deguste de todos. "¡Tienes que probarlo!" Al final de la noche, compra otras 10 botellas... para llevar.
A la mañana siguiente, la vida de Threat cambia para siempre. Sólo que él aún no se entera. Todo lo que sabe es que la oficina corporativa del grupo al cual pertenece su restaurante está del otro lado de la línea telefónica. "Creo que hay un error en tu computadora", informa uno de los dueños a Threat. "Muestra que has vendido entre $15,000 y $20,000 en vinos al final de la noche y ni siquiera abriste las botellas. ¿Qué pasó?".
Pocos días después, la estrella de Threat comienza a ascender. Se corre la voz. Es entrevistado por el periódico local. Los comensales comienzan a llenar el restaurante, pidiendo la lista de Popovich. Y en cuestión de un par de años, Threat pasa a trabajar con el aclamado Thomas Keller Restaurant Group. Allí comparte con algunos de los aficionados al vino de mayor renombre del planeta. Sin embargo, nunca olvidará el impacto causado por Popovich. "Tenía tantos conocimientos, si no más, que la mayoría de ellos".
CORRÍA EL VERANO DE 2013, antes de sufrir una derrota en las Finales de la NBA a manos de LeBron James y el Miami Heat, se le pregunta a Popovich con respecto a su legado como entrenador. "¿Cuál es mi legado?", responde. "Comida y vino. Esto es solo un empleo".
Está bromeando, pero no lo está. Si bien Popovich conoce bien el básquetbol, conoce de verdad los ámbitos de la gastronomía y el vino. "No sé si él sabe más sobre vinos que de básquetbol", expresa el ex entrenador asistente de los Spurs, P.J. Carlesimo. Popovich evalúa restaurantes y vino de forma tan obsesiva como lo hace con cualquiera de sus rivales en la cancha. Antes de los encuentros, en su oficina, se le puede conseguir viendo el canal Food Network. Los sommeliers y restauranteurs afirman deber sus carreras a este hombre.
Tan absurdo como parece, uno de los más grandes entrenadores de la historia del baloncesto podría ser más aclamado en el mundo culinario.
Hay un restaurante en San Francisco frecuentado por el alero de los Cavaliers Kevin Love y cuando éste lo visita: "Todos siempre dicen: 'Popovich, Popovich, Popovich'", afirma Love.
Cuando el ex entrenador de la NBA Larry Brown visita a los restaurantes neoyorquinos Sistina o Scalinatella, los trabajadores del sitio le preguntan: 'Oh, ¿ha visto al Entrenador?' Y él sabe exactamente a quién se refieren.
"No puedes decir suficientes cosas sobre él", afirma Rick Minderman, director de Corti Brothers, una tienda de alimentos gourmet y de vinos ubicada en Sacramento, donde los clientes que han llegado allí por recomendación de Popovich entran y preguntan: "¿Qué compra el Entrenador?"
"Nunca me he olvidado de él", expresa Virginia Phillip, master sommelier que atendió a Popovich en los años 90 en el restaurante Ruth's Chris Steak House de San Antonio.
Chris Miller, master sommelier que ha atendido a Popovich en varias ciudades, afirma: "No hay forma posible para mí de expresar el respeto que siento por ese hombre".
En Phoenix, el pizzero Chris Bianco, reconocido con el premio James Beard, quien también ha atendido al técnico, expresa: "Soy gran aficionado de Gregg Popovich".
El Chef Wolfgang Puck se limita a decir: "(Popovich) sabe de vinos".
Durante las décadas recientes, Popovich ha forjado una senda culinaria en todo Estados Unidos: creada en privado, si no en secreto. Ha asistido a los mejores restaurantes, invertido millones de dólares, dejado propinas de cuatro dígitos, convirtiéndose en enófilo de primer orden. Rápidamente, ha estrechado amistades con los mejores gourmands de Estados Unidos. Y todo con un propósito singular. Tal como lo dice una fuente cercana a Popovich: "Es una pasión para él, pero también una herramienta".
En el mundo de la NBA, una cena con Gregg Popovich es el comedor donde ocurre: un retiro itinerante en el cual los Spurs han madurado una cultura como equipo que es la envidia de toda la liga. Sin embargo, para aquellos que hacen vida en la NBA y no han logrado ser invitados, las legendarias cenas con Pop permanecen envueltas en misterio y mucha fascinación.
Y por ello, durante los últimos 18 meses conversamos con docenas de entrenadores a nivel universitario y profesional, jugadores de la NBA pasados y presentes, ejecutivos de equipos, chefs y sommeliers, respondiendo a una misma pregunta: ¿Por qué Popovich (el arquitecto de una dinastía de dos décadas en el mundo del baloncesto) es tan cuidadoso con la cena?
BORIS DIAW CAMINA después de una práctica de los Spurs, armado con una pregunta candente. Se acerca a Steven Koblik, amigo de Popovich desde sus días como entrenador del Pomona-Pitzer College de División III, donde Koblik se desempeñaba como consejero académico del equipo.
"¿El Entrenador siempre ha sido así?", pregunta Diaw.
"Boris", responde Koblik. "Él salió del vientre de su madre siendo así".
El "así" al cual se refiere Diaw y confirmado por Koblik, es lo que podría ser denominado de manera generosa como "la intensidad legendaria" de Popovich y de forma menos generosa como "su legendario desdén explosivo". Lo han visto desatado en recesos mientras afina jugadas con su equipo. Han visto a comentaristas a pie de cancha cubrir su ira en ocasiones anteriores. Sin embargo, durante el tiempo en el cual Koblik ha conocido a Popovich, sabe lo siguiente: Popovich no podría ser un cascarrabias tan famoso a menos que hubiera otro lado de su ser. Un lado expresado, frecuentemente, a través de la gastronomía.
"Es una forma sutil de decir: Éste también soy yo", dice Hank Egan, entrenador de baloncesto de Popovich en la Academia de la Fuerza Aérea.
La forma en la cual Popovich formó ese lado de su personalidad se remonta a cinco décadas atrás, en Napa, California, aproximadamente en 1970, un momento mítico en la enología norteamericana: antes de que el presidente Richard Nixon llevara un vino espumante de Napa a su "Brindis por la Paz" de 1972 con el premier de China; antes de la competencia de cata del Juicio de París de 1976 en el cual, por primera vez, los vinos de California superaron a algunos de los mejores caldos franceses.
En aquél entonces, Napa era un discreto destino turístico lleno de aspirantes a enólogos. Y fue allí donde Popovich quedó atrapado por la afición a los vinos, con la ayuda de Michael Thiessen. Thiessen, un año mayor que Popovich, había jugado básquetbol con Pop en la Academia de la Fuerza Aérea y después migró a la Escuela de Derecho de la Universidad de Stanford. Un año después, Popovich también partió con destino a California, asignado cerca de Sunnyvale, a dos horas al sur de Napa.
Ambos no eran muy cercanos en la Academia, pero eso cambió en California. Popovich se mudó al apartamento de Thiessen, en el cual este último residía con su esposa Nancy. Y en sus tiempos libres, buscando diversión a precios accesibles, visitaban viñedos que en cuestión de años se harían famosos: Stony Hill, Mayacamas, Ridge. Cataban vinos que ahora son considerados entre los mejores producidos en California; en aquél entonces, sus botellas tenían precios muy módicos. Pasaron tiempo en Corti Brothers, considerado la cuna de la revolución de la gastronomía gourmet.
"Fue una época mágica", afirma Thiessen.
Pocos años después, en 1979, el presupuesto de Popovich era modesto cuando éste llegó a Pomona-Pitzer, su primer empleo como entrenador. Sin embargo, sus jugadores conocieron poco después que siempre tendrían una abundante cena esperándoles en el comedor en los días de partidos. Y cuando viajaban a destinos gastronómicos como Nueva Orleans o el Área de la Bahía de San Francisco, al menos disfrutarían de una cena memorable como equipo. "Era importante para él que, obviamente, estuviéramos bien alimentados pero que también contáramos con la oportunidad de comer juntos", afirma Tim Dignan, quien jugó en Pomona bajo las órdenes de Popovich.
Todos irían al apartamento de Popovich (en un dormitorio en el propio campus) para comer y analizar videos de partidos en un VHS. Durante Acción de Gracias y Navidad, Popovich y su esposa Erin, cocinarían para los jugadores que permanecían dentro del campus. "Nos hacían sentir como familia", expresa Aaron Whitham, otro de los exjugadores de Popovich en Pomona.
Popovich quedó "obsesionado", según recuerda Dan Dargan, otro exjugador de Pomona, con la telenovela "Falcon Crest" emitida en los años 80, la cual giraba en torno a conflictos entre familias de la industria vinícola, ambientada en una ficticia región del Valle de Napa. En el dormitorio de Popovich, éste tenía su estante de vinos. En los banquetes de final de temporada, obsequiaba botellas a los miembros de su staff, explicándoles por qué ese vino y sus características se asemejaban a las del recipiente del regalo.
Hoy en día, personas cercanas a Popovich afirman que la oficina del entrenador dentro del complejo de prácticas de los Spurs no es muy diferente a una bodega de vinos: hay botellas por todo el lugar, cajas apiladas en el pasillo. Y dentro de la residencia de Popovich, según cuenta Thiessen, se atesora la primera botella que ambos adquirieron juntos.
ES LA PRIMERA ronda de los playoffs de 2010, y los Spurs están recibiendo una paliza de los Mavericks en el Juego 5 en Dallas. Por lo general, durante la postemporada, los entrenadores de los Spurs se reúnen en la suite del hotel de Popovich después de los juegos -durante una comida, por supuesto- para analizar la película. Pero durante este arranque, Popovich se dirige a un oficial de los Spurs y le dice que llame a The Capital Grille; venía todo el equipo.
"Oye, estamos juntos", Popovich le dice a sus tropas después de la derrota 103-81. "Vamos a comer. Eso es básquetbol ... Volveremos a trabajar mañana".
Los Spurs cerraron la serie en el próximo juego.
Antes del juego 6 de las finales de 2013, Popovich prepara una celebración por el título en un restaurante favorito de Miami, Il Gabbiano. Pero luego el escolta Ray Allen entierra un milagroso triple desde la esquina para enviar el juego a tiempo extra, y los Spurs pierden. "Nunca había visto a nuestro equipo tan destruido", dijo el base de los Spurs, Tony Parker.
"La respuesta de Pop fue: '¡Familia!'", le dijo Brett Brown, entonces un asistente de los Spurs, a ESPN. "'Todos al restaurante. Directo allí'".
Popovich ya está en camino, haciendo una carrera loca en un auto privado al restaurante frente al mar. Las mesas se reorganizan: el equipo se sentará en el centro, los entrenadores estarán cerca y habrá un círculo de familiares a su alrededor. Popovich pide comida. Él ordena el vino. Se sienta a la cabecera de una mesa, toma un sorbo de vino y se relaja. Cuando el autobús del equipo llega, saluda cada uno de los Spurs que pasan por la puerta.
Durante las siguientes horas, Popovich se paseó por el comedor, hablando con los jugadores y frotándose los hombros. "En términos de justamente tratar de conectarlos a todos al soporte vital y resucitarlos a todos, fue el despliegue más sorprendente de liderazgo", dice el ex entrenador asistente de los Spurs, Chad Forcier. Y aunque los Spurs no ganaron esa serie, perdiendo en el Juego 7 ante el Heat, destruirían a Miami el siguiente mes de junio, en cinco juegos.
Algunas inversiones, como los vinos, toman tiempo en madurar.
"Las cenas nos ayudan a comprender mejor a cada persona, lo que nos acerca más a los demás y, en la cancha, nos entendemos mejor", dice el ex escolta de los Spurs, Danny Green. En la carretera, siempre que sea posible, los Spurs tienden a quedarse y volar a la mañana siguiente. "Así podemos pasar ese tiempo juntos", dice el ex pívot de San Antonio, Pau Gasol.
"No he tenido eso en ningún otro lugar. Y los jugadores también saben lo importante que es, y lo importante que es para Pop".
Un ex jugador dijo: "Me hice amigo de todos los compañeros de equipo que tuve (en mi tiempo) con los Spurs. Eso podría sonar descabellado, pero es cierto. Y esas comidas de equipo fueron una de las razones más importantes de eso. Tomar tiempo para bajar revoluciones y realmente cenar con alguien en esta época -estoy hablando de una cena de dos o tres horas-, uno se conecta naturalmente en un nivel diferente al de la cancha o el vestuario. Parece una forma bastante obvia de desarrollar la química del equipo, pero la parte difícil es hacer que todos la compren y realmente quieran ir. Combinas restaurantes increíbles con un grupo interesante de compañeros de diferentes países y el resultado es algunos de los mejores recuerdos que tengo de mi carrera".
LA LLAMADA llega por la tarde: Pop necesita el comedor privado esta noche. "Lo que sea para Pop" es el mandato en Cured, un restaurante en el Pearl District de San Antonio. Tal llamada no es rara, pero incluso después de todas las visitas de Popovich, el propietario y chef de Cured, Steve McHugh, dice que aún le produce sudoración: "¿Sabes que nunca quieres decepcionar a tus padres? Él es alguien a quien no quieres decepcionar ".
En este día, en la primavera de 2015, Popovich está entreteniendo a un grupo de oficiales españoles de básquetbol. Una hora antes de que comience la cena, llega al restaurante, un gastropub en un edificio rústico, centenario, que tiene vinos españoles de su bodega. Popovich se dirige al final del bar de ocho asientos y le pide al gerente general la lista de vinos, buscando refuerzos.
Después de mucha deliberación, selecciona un blanco para combinar con la charcutería y los aperitivos, luego pide que se abran los rojos para que estén listos para los platos principales. De pie detrás de la barra, McHugh, quien sale de la cocina para saludar al entrenador, se maravilla de cómo Popovich organiza cada elemento.
"¿Por qué todo el esfuerzo?", pregunta McHugh.
"Sabes, la NBA nos obliga a hacer este tipo de recorridos", responde Popovich, con un barriga sobre la barra. "Tu equipo típico de la NBA le entrega esta tarea a un asistente de entrenador o a un empleado de la oficina, 'Oye, toma este grupo, haz una foto con el entrenador'".
Popovich, sin embargo, cree en organizar estos asuntos personalmente.
Luego le cuenta a McHugh una historia acerca de cuántos años atrás, tenía un grupo de Argentina y "los sorprendí, y los llevamos a beber vino y a centar. Les dimos oportunidad de tomarnos fotos. Les dimos todo lo que ellos querían". Y años después, cuando un chico llamado Manu Ginóbili apareció en escena, "así es como nos enteramos de Manu, cuando nadie más conocía sobre él".
HAY INGREDIENTES, si así lo desea, para la receta de la cena de Pop, desde cuántos se sientan en su mesa, hasta qué botellas estarán presentes y a qué hora llegarán. Popovich, quien no quiso hacer comentarios para este artículo, triangula su investigación, examinando la lista de vinos y el menú antes de hacer una reserva semanas, si no meses, por adelantado. El ambiente, la iluminación, la música, todos son elementos a tener en cuenta. Y cuando se trata de la elección del restaurante, en la NBA, su palabra tiene tanto peso como las estrellas Michelin.
"Si Pop recomienda un restaurante, acude a él", dice el ex gerente general de los Cavaliers, David Griffin.
Toma, por ejemplo a Seven Hills, un muy pequeño restaurante italiano del barrio de Nob Hill, en San Francisco. Tiene 16 mesas y capacidad para 40 comensales. Cuando los Cavaliers estaban en las Finales de 2015 contra los Warriors, un grupo de empleados de la oficina central quería un lugar para cenar. Un asistente de los Cavs había pasado tres temporadas como coordinador de videos con los Spurs y recomendó Seven Hills, diciendo que Popovich había llevado al equipo allí y le había encantado. Hecho. El personal fue, y le encantó. Un segundo grupo fue más tarde esa semana.
Entonces se corrió la voz. "Se lo contamos a tanta gente en las Finales, se cerró de golpe con la gente de la NBA", dice Griffin. Eso, por supuesto, fue la primera de las cuatro finales consecutivas entre los Cavs y los Warriors. Ahora, Griffin dice: "No puedes obtener (una mesa allí) durante un evento de la NBA".
"Las cenas nos ayudan a comprender mejor a cada persona, nos acercamos más a los demás y, en la cancha, nos entendemos mejor" Danny Green, ex jugador de los Spurs
Pero el trabajo aún no está hecho. Una vez que se elige un establecimiento, se toman decisiones sobre el vino. Popovich prefiere comprar blancos del restaurante y les gustan muy fríos. En cuanto a los rojos, sacará botellas de su bodega y las asignará, individualmente, a sus ayudantes.
"Trae este para la cena esta noche", dirá, dándole una botella a un miembro del personal.
"Este es para cenar en Nueva York", le dirá a otro.
"Este es para D.C.", le dirá a otro.
"Llévale éste a Filadelfia", le dirá a otro.
Es responsabilidad de cada empleado cuidar el biberón como si fuera su propio hijo. No lo pierdas, no lo rompas, no lo guardes indebidamente.
En algún momento de cada noche, se comparten instrucciones sobre la cena, la hora y el lugar. Pero es casi imposible llegar antes de Popovich, quien se presenta con suficiente antelación para asegurarse de que todo esté en orden. Cuando lleguen los empleados, Pop estará en la cabecera de la mesa, con los brazos extendidos, las palmas en el aire, una sonrisa en su rostro, el mismo Padrino.
Normalmente hay otras cinco sillas en la mesa de Popovich, un punto de énfasis, dice el ex Spur Steve Kerr. Pop cree que con seis personas en una mesa se fomenta la diversidad de conversaciones sin que las personas se separen en charlas separadas. No son demasiados, no son pocos, simplemente lo correcto.
Para los miembros de su personal, las invitaciones son un hecho. Para otros, las invitaciones son codiciadas, tal vez las invitaciones para cenas más codiciadas en la NBA. "Cuando me invitan, no pierdo la oportunidad", dice el ex alero de los Spurs, Sean Elliott. Dice el ex ejecutivo de los Spurs y el ex gerente general de Pelicans Dell Demps: "Ya sabes, la gente pagaría por esto".
El valor del boleto de oro es, en muchos sentidos, incalculable: el entrenador de los Nuggets, Mike Malone, dice que le debe toda su carrera de entrenador en la NBA a un viaje de Básquetbol sin Fronteras de 2005, cuando dice que pasó "una semana y media en Argentina bebiendo vino con [Popovich]". Después, Popovich hizo una llamada en nombre de Malone, ayudándole a obtener un puesto de entrenador de la NBA.
¿Inestimable? Sí, pero eso no significa que no haya un precio que pagar: como dice una fuente cercana a Popovich: "A veces, solo quieres conseguir una hamburguesa Shake Shack e ir a la habitación. Pero hay presión de los compañeros. Realmente es su pasión. No es la pasión de todos".
Luego está lo que se conoce en los círculos de los Spurs como la 'doble comida'. Estas noches, algunos dicen, pueden ser un poco demasiado, dos banquetes completos, uno detrás de otro. Dennis Lindsey, un ex ejecutivo de los Spurs y actual gerente general del Jazz, recuerda una de esas veladas cuando él y otro miembro del personal, lleno de la primera comida, planearon omitir sutilmente algunos platos durante la segunda. "No creas que no me di cuenta de que estaban saltando platos", les dijo Popovich más tarde en la noche.
Dice Lindsey: "Creo que hice una comida doble. Fue todo lo que pude manejar".
UNA NOCHE, HACE SIETE AÑOS, en el principal restaurant de Michael Mina en San Francisco -uno que lleva su nombre- el chef reconocido con estrellas Michelin, que supervisa un imperio de restaurantes, observaba a Popovich hablarle a su equipo. Hace ya mucho tiempo que Mina admiraba de lejos a Popovich, admiraba la consistencia de sus Spurs, noche tras noche, año tras año. Y se preguntaba cuál sería su secreto.
"Honestamente, pensaba que él era ese tipo de coach rudo, de romperse la vida, y asi lograba que su equipo fuera exitoso", dice Mina. Ahora, observando a Popovich junto a sus jugadores en el salón de cenar, Mina comprende "cuán gentil es, y cuánto se trata de educación en un sentido muy diferente".
Luego, cuando Mina interrogó a Popovich sobre cómo se construye un equipo, Popovich le dijo que la clave es sacar a las personas de su elemento, hacerlos experimentar cosas nuevas, y aprender juntos de ello. Por ejemplo: una cena en el otoño de 2016, parte de las actividades anuales de los retiros pretemporada de los coaches de Spurs -efectuados, naturalmente, en el Valle de Napa. Durante esos retiros, experimentan largos días observando grabaciones de partidos en cuartos de conferencias. Por la noche se dan banquetes. Y en esta noche de mediados de septiembre, con los días de entrenamiento aun lejos, se dirigen al cercano Yountville, hacia uno de los más prestigiosos restaurantes del mundo.
Las cenas en The French Laundry rutinariamente ascienden a más de $300 por persona. Frecuentemente es necesario reservar con meses de anticipación. Es un destino Tres Estrellas de Michelin, el más alto reconocimiento, solamente concedido a 15 restaurantes en la nación. El fenecido Anthony Bourdain una vez llamó a The French Laundry "el mejor restaurante del mundo, punto". Es también un favorito personal de Popovich. El legendario chef del lugar, Thomas Keller, se ha convertido en su amigo cercano. Y esta noche, en este paraíso de 62 sillas, Popovich y sus colegas son atendidos por un staff que se mueve de manera sincronizada, sirviendo 12 platos americanos, inspirados en la cocina francesa, del menú de degustación del chef. A través de la cena, Popovich -quien suele frecuentar las mesas de los chefs, los espacios privados desde donde los comensales pueden ver hacia la cocina- se muestra efusivo, conversando sobre todo lo que ocurre a su alrededor, expresando su admiración por la precisión y el trabajo de equipo requerido para operar un restaurante de este calibre.
Según Michael Minnillo, gerente general de The French Laundry, Popovich "siempre está enseñando".
El jugador de los Spurs fue directo hacia el aro y no dudó en enterrarla ante los Pistons en la Summer League.
EN ESTE MOMENTO, ya te estarás haciendo preguntas tales como ¿Quién rayos paga por todo esto? ¿Cuánto cuesta? ¿Cómo yo puedo disfrutar de algo semejante?
Si es así, bueno que sepas esto: al cierre de la noche, Popovich paga la cuenta -siempre- incluso para ex miembros de los Spurs que casualmente están en el mismo lugar, incluso si no son parte de este grupo. Es una costumbre generosa, que más de una vez ha creado juegos del gato y el ratón, en el cual ex jugadores Spurs intentan averiguar -mediante el concierge del hotel o amigos en el círculo de Pop - dónde él cenará esa noche. Así, como un reloj, casualmente llegan al mismo restaurante para una cena gratis (dos participantes primarios de este esquema, afirman fuentes, son Kerr y Danny Ferry. Se sabe que Popovich ha intentado sazonar el juego haciendo alusiones a ciertos lugares, pero usualmente lo descubren de todas maneras, para su disfrute).
Y luego viene la propina -un área en la que Popovich es famoso. En 2017, alegadamente dejó una propina de $5,000 por una cuenta de $815.73 en un restaurant en Memphis, Tennessee, pero un propietario de restaurante que ha servido muchas veces a Popovich dice que frecuentemente deja propinas de $10,000 en cenas improvisadas, ordena botellas de vino para los empleados de la cocina y, al salir del restaurante, saca un grueso paquete de dinero en efectivo y pide que se le entregue directamente a empleaos en específico.
"No he tenido eso en ningún otro lugar. Y los jugadores también saben lo importante que es, y lo importante que es para Pop" Pau Gasol, ex jugador de los Spurs
Un oficial de un reconocido restaurante italiano en Manhattan -que ha recibido a muchas celebridades de primer orden- reporta que algunas de sus más exitosas noches han sido cuando Popovich cruza sus puertas. Y mientras los jugadores NBA suelen dar sus boletos de juego a amistades o familiares, Popovich suele dárselas a un mesero o sommelier de algún restaurante que haya visitado la noche anterior. A veces escribe nota a mano a empleados de restaurantes, tal y como hizo tras una cena en Saison, un restaurante con tres estrellas Michelin en San Francisco. Y para rematar, les envía botellas de su vino -sí, su propio vino, de su propia marca privada.
Larry Brown comenta sobre Popovich, quien proviene de Merrillville, una ciudad industrial en Indiana: "él viene de no tener nada, y pienso que sabe cuán bendecido es".
¿Cuánto, en total, gasta Popovich anualmente en cenas y vino? Es difícil precisarlo. Pero se reporta que su salario es de $11 millones al año, el más alto de la liga para un entrenador. Considerando sus ofrecimientos de su propia marca de vino y que tiene miles de botellas en su bodega, organiza docenas de cenas de primer nivel en algunos de los principales restaurantes del país, gasta $20,000 en vino solamente en algunas cenas, y rutinariamente deja propinas exorbitantes, no sería descabellado estimar que Popovich invierte anualmente una cifra de siete dígitos en comida y vino.
"El gasta más en vino y cenas que mi salario completo (en la NBA)", dijo el excoach de la NBA Don Nelson. Pero en San Antonio, donde Popovich ha ganado más con su equipo que cualquier otro coach NBA haya logrado con un mismo equipo en la historia, la inversión, aparentemente, ha valido la pena.
EL MOMENTO ES hace una década, y el coach asistente de los Spurs Chip Engelland entra al cuarto de edición de videos y le anuncia al personal que tienen una nueva tarea. "Oigan todos", dijo. "Esto es importante".
En la cena previa del equipo, luego de varios platos y botellas de vino, alguien en la mesa hizo una propuesta. "Deberíamos hacer algo para recordar estas cenas". Y asi nació la pesadillesca tarea.
Comenzaron a recopilar los menús, las fotos de los presentes y la mayoría de las botellas. Ahora su misión es compilar memorias de esas cenas y ordenarlas de manera cronológica. Para hacerlo, primero deben remover las etiquetas de las botellas sin estropearlas -- ¿alguna vez lo ha intentado? Ahora imagine hacerlo con una botella que cuesta miles de dólares. Y lueg0 imagina que lo está haciendo para Popovich, un hombre de detalles que valora esas cenas tanto, si no más, que el mismo deporte.
"Es una situación de estrés", recuerda el ex coordinador de videos de Spurs Mo Dakhil. Doloroso, lento, cuidadoso. Toma tiempo, digamos, entre sus verdaderas tareas y asignaciones del básquet.
Ocasionalmente, tras un largo viaje por carretera, llega una docena de botellas vacías, y eso puede tomar dos horas, quizás tres, para un equipo de cuatro personas.
También deben llevar récord de cuáles botellas acompañaron qué cena, que había en ese menu y la fecha. Eso, de manera incremental, es entonces enviado a un encuadernador profesional, quien ensambla el material en un libro de cubierta de piel, de varias pulgadas de espesor, con páginas gruesas, costoso (en las cuatro cifras, se asegura), pero, acorde a la franquicia, vale cada centavo invertido en él.
Y cada 28 de enero, en el cumpleaños de Gregg Popovich, otro año de consumo conspicuo va a los libros.
"OIGA, POPOVICH viene esta noche. Y él es un apasionado del vino. Digamos, realmente apasionado. Enfoquen totalmente en eso para esta noche".
Jienna Basaldu mira a su jefe y asiente con un gesto de cabeza. Creció mirando la NBA, especialmente al equipo local Kings, y por supuesto sabe quién es Popovich, pero lo más que conoce -aparte de la noción de que es bueno en su trabajo- es la mirada fría que ha congelado la espina dorsal de más de un reportero en las líneas. Y ahora, ella, como sommelier de 29 años que hace unos meses aprobó el examen para ser reconocida como tal, le corresponde atenderlo.
Está nerviosa, para empezar. Y eso es antes de que Popovich llegue al Ella Dining Room and Bar junto a cinco de sus colaboradores, cual si fuese una escena de 'Reservoir Dogs'. Pero de inmediato él se muesta amable, cortés. Explica que les interesa hacer comparaciones 1-1 de vinos del Viejo Mundo contra vinos del Nuevo Mundo: un Borgoña blanco de Francia frente a un chardonnay de California; un Borgoña tinto francés contra un pinot noir californiano.
A Basaldu le encanta la idea. Es un deleite para alguien entusiasta del vino. Popovich centra su atención en Basaldu, pidiéndole que explique elementos de cada uno: la región, quién lo produce, el viñedo, porqué resulta mejor servirlo en cierto tipo de copa. "Oh, repita eso", dice Popovich mientras gesticula hacia sus ayudantes. "Dígale a todos en esta mesa". Basaldu se siente empoderada. Mucho de lo que él ha ordenado son los mismos vinos que ella estudió para su reciente examen. Entra en ritmo, como el tirador que no falla. Y hacia el final de la cena, Popovich dice, "guarden todas las botellas. Dénlas a mi asistente. Van a sumarlas a los libros. Tenemos que asegurarnos de tenerlas todas".
Mientras Popovich se prepara para marcharse, Basaldu está de pie cerca de la puerta. El se detiene y se voltea hacia ella. "Eres demasiado buena para este lugar", le dijo. "Vas a lograr grandes cosas".
Pop no está menospreciando a Sacramento, ni el restaurante donde ella ha trabajado por dos años y medio -lugar que él ha visitado muchas veces. Está haciendo referencia a su futuro promisorio.
"Eres tan joven, y tan conocedora y te expresas tan bien. Está claro que amas esto. Cuando se ama algo así, te aferras a ello. ¿Me entiendes?
"Si, Sr. Popovich", responde ella.
En sus adentros, ella siempre había soñado con ir a San Francisco, uno de los principales escenarios de su industria, pero el salto desde Sacramento lucía enorme. Se imagina que quizás permanezca por siempre en Sacramento. Pero sus palabras se hicieron sentir: "Te veré de nuevo. Será en otro lugar".
Ser una mujer en una industria dominada por hombres es intimidante. Aun así, se dijo a sí misma, "Gregg Popovich vio algo en mí".
Cuatro años después, cuando Basaldu dio el brinco hacia The Morris, un aclamado restaurante en el vecindario Potrero Flats de San Francisco, ella recordaba aquella noche con Popovich. Y su voz se quiebra al recrear el día en que ese famoso coach, conocido por su rudeza, le dio el impulso que necesitaba: la forma en que entró a su restaurante, reconoció sus cualidades y ayudó a cambiar el curso de su vida.