Hubo revancha este viernes en Río de Janeiro. Después de un jueves empañado por la violencia, la fiesta popular se llevó a cabo este viernes en las playas de Copacabana, donde Boca Juniors tuvo su banderazo histórico sin incidentes. Ahora sí, todo está listo para jugar la gran final de la CONMEBOL Libertadores ante Fluminense.
Euforia, emoción y, ante todo, ilusión fueron los sentimientos que transmitió este encuentro multitudinario. Miles de personas de todas partes de Argentina (y del mundo) se reunieron con la expectativa de escribir su propia página de lo que puede llegar a ser otro de esos hermosos cuentos de gloria del club. Miles de almas se agruparon en el Puesto 4, frente al Kiosko Buenos Aires, con el objetivo de ser parte de un movimiento popular histórico.
Los hinchas coincidieron en que todo sacrificio valió la pena para estar presentes en este hito del fútbol sudamericano. Dificultades económicas, conflictos laborales y viajes eternos fueron algunas de las experiencias que compartieron los fanáticos. Muchos de ellos están aquí sin siquiera tener una entrada asegurada para poder ingresar a ver el partido.
“Vendí dos camisetas de mi colección, de las que más amo en el mundo. No toqué esas camisetas cuando tuve que construir mi casa, pero para venir acá, ni lo dudé”, compartió un hombre de Jesús María (Córdoba). “Dejé la facultad, hice una rifa, le debo plata a todo el mundo, pero estoy viviendo algo que nunca imaginé”, señaló un joven mendocino, sin remordimientos ni reproches. Los relatos de sacrificio se amontonan sobre la arena carioca.
También hubo tiempo para recordar entre lágrimas a algún ser querido que ya no está, a algún amigo que no pudo viajar y que hubiera soñado acompañar a Boca al Maracaná.
Desde luego que Diego Maradona tuvo su momento homenaje (en realidad fueron varios). Estuvo presente en las banderas, en las canciones, en las plegarias.
También hubo quienes arriesgaron su salud con tal de acompañar a Boca en esta aventura copera. “Mi esposa me dijo que estaba loco por venir porque ya estoy grande. Vinimos en auto y yo manejé hasta la frontera de Brasil. Fueron más de 30 horas de viaje. No tengo entradas pero esto lo vale, a mis 75 años y con dos infartos, es la única oportunidad que tengo. Me decían que era peligroso, pero no me arrepiento. Esto es único y es lo último que me voy a llevar de esta vida”, dijo tocándose el corazón y mirando el cielo un hombre al que su piluso de Boca le cubría el pelo emblanquecido.
Marcando la variedad generacional, otros resaltaron cuánto anhelan poder ver a Boca en vivo hacerse de una Libertadores. “Cuando Román la levantó en 2007 yo todavía iba al colegio, no recuerdo más que la felicidad de mis viejos y las tapas de los diarios. Esperemos que esta vez me toque a mí”, deseó Valentín, que viajó desde Corrientes con su papá y sus primos para vivir este momento en carne propia.
Después de un día de tensión hubo tregua y en Río se vivió una auténtica celebración, que se cerró por la noche con un diluvio que bendijo la vigilia. Debajo de la lluvia torrencial, los hinchas siguieron cantando y posiblemente lo sigan haciendo sin descanso hasta la hora clave. A las 17 horas del sábado será el pitazo inicial de la final de la CONMEBOL Libertadores y Boca intentará hacerse de la Séptima en tierras de Fluminense, con una multitud como testigo.