El brasileño fue clave para la victoria de Real Madrid sobre Osasuna en la Final de la Copa del Rey
Fue de categoría cinco, destructivo. Causó estragos por la banda derecha del reducto defensivo del Osasuna en la Final de la Copa del Rey. No podría entenderse el triunfo del Real Madrid sin el huracán Vini, convertido tal vez en el futbolista más desequilibrante del mundo.
Solo un equipo ha tenido el antídoto para contenerlo, ha sido el Barcelona moviendo a Ronald Araujo al lateral derecho. Pero no todos los equipos tienen un marcador de esas condiciones. Habrá que verlo contra Kyle Walker del Manchester City el martes.
Osasuna puso a Moncayola y a Rubén Peña por ese flanco para encargarse de él. En la primera comparecencia de Vinicius, al minuto dos, los hizo pedazos para el 1-0 del Madrid. Al minuto 20 Moncayola estaba ya amonestado y condicionado para el resto del juego ante su incapacidad para marcar al brasileño. El segundo gol fue una calca del primero, todo esto sin mencionar las múltiples ocasiones generadas por ese sector.
Vinicius Júnior fue comprado por 45 millones de euros al Flamengo, hoy su valor se ha triplicado. Ha pasado de ser un jugador que producía burlas, a uno que impone respeto de sus rivales, que los obliga a alterar formaciones y planteamientos por su sola presencia.
Hay un problema. El huracán Vinicius también puede ser autodestructivo. Es el día en que no logra contener sus impulsos. Es muy fácil que caiga en provocaciones, los rivales lo saben y le buscan por ese lado. Una vez más fue amonestado, en el inicio del partido evitó saludar al árbitro Sánchez Martínez, y al medio tiempo camino al vestidor tuvo un conato con el 'Chimi' Ávila.
Este factor en cualquier momento le puede explotar en las manos al Real Madrid en un juego decisivo. Mucha atención con eso.