BARCELONA -- La herida de Anfield sigue abierta en el Barcelona y el frío recibimiento que dispensó la afición del Camp Nou a sus jugadores fue la mejor demostración de ello.
Poco público en las gradas para despedir el curso y una tímida pitada a la salida del equipo entre el pasillo que le dedicaron los futbolistas del Getafe llamaron tanto la atención como los silbidos, más evidentes, que se repitieron poco después.
Ni la pretendida grada de animación cumplió con el que se supondría debería ser su cometido, puesto que la zona que ocupan sus integrantes en la parte baja del gol norte del estadio permaneció semivacía, tal y como muchas partes del graderío, cuya hinchada convirtió los primeros minutos del encuentro frente al Getafe en una suerte de juicio a los jugadores.
Coutinho lideró, sin discusión, el grupo de los rechazados. Si pasó desapercibido en el arranque, cuando intervino por primera vez a los siete minutos la pitada del Camp Nou fue monumental, lo que se repitió seguidamente cada vez que tocó el balón. Si Messi exigió a la grada en su día que no pitase al brasileño, su solicitud no tuvo ningún efecto.
El capitán y Cillessen, de hecho, fueron los únicos que escaparon al silencio de la afición, que ni reaccionó ante ningún jugador más allá de un tímido aplauso a Malcom y aplaudió con ganas tanto a Leo como al portero holandés, quien podría este domingo jugar su último encuentro como azulgrana en el Camp Nou.