BARCELONA -- Joan Laporta, presidente del Barcelona entre 2003 y 2010, vivirá una segunda etapa al frente del club azulgrana, un hecho que no sucedía desde que en 1943 Enrique Piñeyro Queralt, impuesto por el general Franco tras la Guerra Civil, dimitiera en el que era su segundo mandato. Solo el referido Piñeyro, Joan Coma Sarasols, Gaspar Rosés (que lo fue tres veces) y el fundador Hans Gamper (hasta en cinco ocasiones entre 1908 y 1925) dirigieron el Barça en más de mandato, sin bien el regreso de Laporta tiene una consideración especial respecto al pasado: es el primero que lo hace a través de unas elecciones abiertas a todos los socios del club.
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Nacido el 29 de junio de 1962, cumplirá 59 años, Laporta acabó haciendo bueno el lema con el que despidió su derrota de 2015. "No surrender" proclamó, aludiendo a la canción de Bruce Springsteen y dando por hecho un regreso ante lo que entonces pronosticó una etapa nefasta para el club bajo la presidencia de Josep Maria Bartomeu. No se equivocó en sus presagios y el 30 de noviembre de 2020, tras varias semanas de conjeturas, anunció oficialmente la presentación de su candidatura... Momento a partir del cual todas las apuestas que daban por vencedor a Víctor Font desaparecieron.
Considerado por muchos el candidato de la melancolía, Laporta supo trasladar un mensaje de entusiasmo que caló entre los socios con más fuerza que el funcionarial de Font, su máximo oponente y que antes de su entrada en la batalla electoral era considerado el gran favorito... Sin oposición.
Laporta no solo fue el presidente que catapultó a Guardiola cuando pocos creían en él. Fue, ya antes, el presidente del Barça que acabó con los Galácticos y, en buena medida, el responsable de la dimisión de Florentino Pérez en febrero de 2006. Con sus luces y sus sombras recuperó la sonrisa, el orgullo, ánimo y ambición de un club derrumbado a su llegada en 2003 y que a su marcha, en 2010, era la envidia de todo el mundo.
Esa imagen, ese recuerdo, ha sido el combustible principal que le ha conducido a regresar por la puerta grande para volver a convertirse en el salvador de un Barça en situación crítica y al que deberá resucitar en todos los órdenes. "Si lo hizo en 2003, podrá volver a hacerlo", se escuchó en el Camp Nou más de una y diez veces en voz de socios entregados. Contra todo ello era imposible que pudiera luchar Font e impensable que lo hiciera Toni Freixa.
Es por ello que, conociendo la amenaza que suponía para sus aspiraciones presidenciales, Font intentó sumarle a su proyecto pero se encontró, ya varios meses atrás, con una negativa concluyente. Laporta hace muchos años, más de veinte, que dejó de ser un segunda espada para convertirse en un líder y cuando Font le preguntó por qué no quería ir con él simplemente le respondió: "porque mi proyecto es mejor".
Difícil de calificar y probablemente incierta, esta frase escondía la realidad: su carisma es imbatible en el universo azulgrana. Y más en la situación crítica actual, tan parecida a la de 2003 que necesita de un chute de optimismo, el que irradia la sonrisa socarrona, facilidad de palabra y proximidad que siempre le ha acompañado.
Laporta tenía clara la necesidad de apartar del plano su lado guerrero y ha llevado a cabo una campaña de bajo perfil. Ha evitado el cuerpo a cuerpo, no ha caído en provocaciones, ha medido sus palabras, ha espaciado sus apariciones ante los medios, ha limitado su presencia a lo imprescindible en los debates (tres) y no ha necesitado de grandes nombres para fortalecer su posición.
De hecho, fueron Xavi y Jordi Cruyff, presentados con gran fasto por Víctor Font en su organigrama deportivo, quienes de manera involuntaria dieron un empujón al expresidente, desmarcándose de las elecciones y obligando al candidato a la fin perdedor a presentarlos como 'un activo del barcelonismo'. De hecho, si el futuro (inmediato) azulgrana de Xavi hoy está en el aire el regreso de Jordi con el ganador de las elecciones se contempla muy probable.
La victoria, cantada, de Laporta es la victoria del entusiasmo y de la fe. A Laporta no se le ha votado por un programa porque, aún teniéndolo, no podía competir con la preparación exahustiva que mostró desde el minuto cero Font, ocupando además el espacio desenfadado y directo de Freixa... Pero derrotándolo sin discusión.
Derrotando a todos los que se pusieron por delante y demostrándose que el Barcelona sigue siendo un club único, en el que el corazón suele ganarle la partida a la cabeza en las decisiones de sus socios, que se decantaron por amplia mayoría por confiar el futuro de la entidad en la ilusión que irradia el carisma arrasador de Joan Laporta frente a la solvencia empresarial de Víctor Font.