TAMPA -- Si Lane Kiffin es el genio que Al Davis cree que es, el entrenador novato de Oakland debería llamar por teléfono a Tampa, para pedirle consejos a su madre.
Detrás de toda gran familia de fútbol hay una gran mujer. Durante 34 años de matrimonio con el coordinador defensivo de los Bucs, Monte, Robin Kiffin ha criado a su hija (Heidi) y a sus dos hijos (Lane y Chris, asistente graduado de Ole Miss), y sabe más del deporte que la mayoría de nosotros.
Su vida como esposa de entrenador --y madre-- la ha llevado a Lincoln, Neb.; Fayetteville, Ark.; Raleigh, N.C.; Green Bay, Wis.; Buffalo; Minneapolis; New York; New Orleans; Tampa Bay; Los Angeles, y Oxford, Miss. Por eso le preguntamos a mamá Kiffin cómo planificaba la vida de su familia.
Esta es su receta para las esposas de entrenadores:
1. No pelear contra el fútbol
Los lunes era la mejor noche para los jóvenes Kiffin: Robin los dejaba quedarse dos horas más de su horario de cama habitual, para que pudieran ver con Monte la segunda mitad de Monday Night Football.
"Ella entendía el tiempo y la energía que los entrenadores de fútbol le dedican a sus empleos", dijo Lane. "Algunas veces observas esposas que se ponen celosas por eso, pero ella lo entendía".
2. Tener fe... y buena mano para la cocina
"En todas las ciudades en las que estuvimos, he asistido regularmente a clases de estudio de la Biblia", recordó Robin. "Además, todos los niños del vecindario venían a nuestra casa a jugar, y mi madre siempre cocinaba para todo el mundo".
3. Rescribir el calendario
"En los últimos años, Lane ha estado ocupado con distintos bowls en USC, por lo que no podíamos celebrar la Navidad en diciembre", reveló Robin. "Festejábamos nuestra Navidad a mediados de enero".
4. Evitar la trasnoches en la oficina (cuando sea posible)
Robin nunca le dijo a Monte que no podía dormir en la oficina. Pero durante la mayor parte del matrimonio, no necesitó hacerlo. "Todo era muy distinto cuando nos casamos, allá en Nebraska", dijo ella. "Teníamos un viejo proyector en el sótano, donde él podía ver videos. Llegaba a casa para la hora de la cena. Comíamos a las 18:30, y luego bajaba hasta las 22:30".
Pero en 1995, cuando Monte cambió a los Vikes por los Saints, Chris y Robin se quedaron en Minneapolis para vender la casa. Sólo en New Orleans, Monte se acostumbró a pasar largas noches en la oficina. Cuando se unió a los Bucs en 1996, la cantidad de horas aumentó. No tenía sentido volver a casa después de las 2 a.m., para regresar a las 5 a.m.
Según Robin, la dedicación de Monte "es una adicción".
Layla Kiffin, esposa de Lane, nunca tendrá que discutir con su marido por este asunto. Hija del ex mariscal de la NFL, John Reaves --y hermana del asistente de South Carolina, David Reaves, y del mariscal de Southern Miss, Stephen Reaves--, Layla sabe cuán peligroso puede ser este deporte. Es por eso que le hizo firmar un contrato a Lane, con el compromiso de que nunca dormiría en la oficina.
"Creo que sólo un cierto tipo de mujer puede sobrellevar esta situación", dijo Layla. "Debes ser independiente, porque básicamente somos madres solteras durante la temporada".
5. Aprovechar el acceso
"Mis dos hijos fueron alcanza pelotas durante los campamentos de prácticas, y comían con los jugadores en las mesas de entrenamiento", dijo Robin. "Lane, siendo tan emprendedor como es, hizo algo de dinero lavándole el auto a los jugadores y haciéndoles mandados".
6. Comprar una buena maleta
Las mudanzas son una realidad en el mundo de los entrenadores. Durante un período en los años '80, Heidi debió cambiar tres veces de colegio en tres años. "Mirando hacia atrás", dijo, "aprendes que puedes adaptarte en cualquier lado".
Las mudanzas fueron igualmente duras para las madres. "Cada vez que nos mudábamos", comentó Robin, quien tiene su licencia de vendedora de bienes raíces, "era el peor momento para vender".
7. Superar a tu marido en ingenio, inteligencia y resistencia
Con la cantidad de horas que los entrenadores deben trabajar, lograr unir a la familia al menos por unas horas tiene un significado mayor.
"Ninguna madre quiere cocinar todo el Día de Acción de Gracias para que la mesa se vacíe en 10 minutos", dijo Robin. "Por eso, para mantener a la gente en la mesa, los hacía escribir tres deseos en un pedazo de papel y los ponía en un sombrero. Luego pasábamos el sombrero alrededor de la mesa y había que adivinar quién había deseado qué. Había uno que era siempre el más fácil de adivinar: 'Ir al Super Bowl'. Ese era Monte".