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Abundan los actos de bondad en unos Juegos Olímpicos extraordinarios

Los deportistas más competitivos del planeta han sido captados mostrando su gentileza y cariño: celebrando, alentando y enjugando las lágrimas de decepción de otros

TOKIO -- Un surfista que interviene para traducir las palabras del rival que acaba de vencerlo. Amigos en salto de altura que acceden a compartir una medalla de oro en lugar de disputar un desempate. Dos corredores que tropiezan y se ayudan a cruzar la meta.

En unos Juegos Olímpicos extraordinarios en los que la salud mental ha acaparado reflectores, es posible encontrar actos de bondad en todas partes. Los deportistas más competitivos del planeta han sido captados mostrando su gentileza y cariño: celebrando, alentando y enjugando las lágrimas de decepción de otros.

El surfista japonés Kanoa Igarashi estaba decepcionado por caer ante el brasileño Ítalo Ferreira en el debut de su disciplina en el programa olímpico.

No solo desperdició su oportunidad de ganar un oro en la playa en la que creció surfeando, sino que también era el blanco de las burlas de los trolls brasileños en redes sociales.

Podría haberse callado, pero utilizó su conocimiento del portugués para ayudar a traducir una pregunta en la conferencia de prensa de Ferreira.

Los asistentes no podían creer la traducción del rival y un directivo dio las gracias al medallista de plata por su ayuda.

“Sí, gracias Kanoa”, dijo un sonriente Ferreira.

Días después, en el Estadio Olímpico, el italiano Gianmarco Tamberi y el qatarí Mutaz Barshim se encontraron en una situación de la que habían hablado pero que jamás habían experimentado: estaban empatados.

Los dos atletas saltaron 2,37 metros en la final de este domingo sin cometer un solo fallo y una vez que ambos derribaron tres veces en 2,39, en lugar de desempatar mediante nuevos saltos, acordaron no disputar el desempate y recibir una medalla de oro cada uno.Podrían haber ido al desempate, pero decidieron compartir el oro.

"¿Podemos tener dos oros?", preguntaron al juez después de hablarlo entre ellos. El oficial asintió e inmediatamente los dos dieron saltos de alegría.

“Estoy seguro de que, por mi actuación, merecía el oro. Él hizo lo mismo, así que sé que también lo merecía”, dijo Barshim. “Esto va más allá del deporte. Este es un mensaje para las nuevas generaciones”.

Después de su decisión, Tamberi estrechó la mano de Barshim y saltó en sus brazos.

“Compartir con un amigo es aún más bonito”, dijo Tamberi. “Fue algo mágico”.

Un día después, durante la ceremonia de entrega de medallas han multiplicado sus gestos de amistad, abrazándose y elevando al cielo el brazo del otro en señal de reconocimiento mutuo, en presencia del bielorruso Maksim Nedasekau, medallista de bronce.

Minutos antes, en esa misma pista, el estadounidense Isaiah Jewett y Nijel Amos, de Botswana, se tropezaron el uno con el otro y cayeron durante las semifinales de los 800 metros. En lugar de molestarse, se ayudaron a levantarse, se pasaron el brazo por encima del otro y terminaron juntos.

Muchos de los mejores deportistas se conocen personalmente durante las competencias, que pueden ser solitarias, largas e intensas, marcadas por momentos deportivos que pueden ser los mejores o los peores de sus vidas.

Esas sensaciones se han amplificado en unos Juegos Olímpicos aplazados por la pandemia, en donde existe una inequívoca añoranza por la normalidad y, tal vez, un renovado aprecio por los rostros conocidos.

Para la estadounidense Carissa Moore, la pandemia y sus restricciones, la acercaron a otras surfistas.

La campeona mundial vigente dice que por lo general viaja a las competencias con su esposo y su padre. Pero sin aficionados en las sedes olímpicas este año, Moore admitió que pasó problemas sin su presencia en los primeros días de la justa.

Moore voló a Japón con la delegación estadounidense 10 días antes de la primera prueba, y pronto se acostumbró a compartir techo con otras surfistas, incluyendo a Caroline Marks, a quien consideraba la rival a vencer.

Moore dijo que no conocía bien a Marks antes de Tokio, pero en la noche en la que fue coronada como ganadora y Marks quedó cuarta, su rival fue la primera en felicitarla.

“Tener al equipo de surf de Estados Unidos conmigo ha sido una hermosa experiencia para poder acercarme a ellas”, dijo Moore. “Siento que en las últimas dos semanas gané otra familia”.

Después del agotador triatlón femenino de la semana pasada en Tokio, la noruega Lotte Miller, quien finalizó en el puesto N° 24, se tomó un momento para alentar a la belga Claire Michel, quien estaba tendida en el suelo y con un llanto inconsolable.

Michel llegó última, 15 minutos después de la ganadora, Flora Duffy, de Bermuda, pero al menos finalizó. Un total de 54 deportistas iniciaron la prueba, pero 20 fueron superadas por al menos una vuelta o se retiraron.

“Eres una maldita luchadora”, le dijo Miller a Michel.