LOS ÁNGELES - Son hijos de la guerra. Y sobrevivientes de todas las arpías de la guerra. Una Guerra Civil en los Balcanes, los balcones del genocidio.

Son combatientes con cicatrices profundas, internas, eternas, invisibles, indivisibles. Infancias de trinchera y barricadas.

No hay un ser humano de Croacia que no tenga un cirio encendido: por un amigo, por un familiar... y hasta por él mismo. Cada escapulario en el altar familiar es un obituario. La muerte es parte del reparto genealógico.

Y parecerá sacrílego, hasta profano y por supuesto inapropiado citar al dictador sanguinario Josip Broz Tito, para explicar las membranas menos exquisitamente futbolísticas y más poderosamente humanas, de la hazaña de Croacia en esta Copa del Mundo. Y en Rusia. Y en este 2018.

"La voluntad de un pueblo es mucho más poderosa que la fuerza de un ejército. No me interesa cuán grande sea usted, mientras mi voluntad de hierro siga en pie, yo le venceré", vociferaba el Mariscal Tito, mientras desafiaba la veintena de asesinatos orquestados por Stalin.

Sobrevivientes a 240 minutos de fragor, más compensaciones, este miércoles, Croacia desplegó la estrategia básica de la victoria, el heptagrama del triunfo: disciplina, concentración, orden, paciencia, devoción, compromiso y futbol.

Y completada la travesía (2-1) casi monástica de otros 120 minutos, dejaron fuera a Inglaterra, que desde el fortín frágil del 1-0, decidió administrar sus ilusiones de ser finalista de la Copa del Mundo Rusia 2018.

Innegable es que el futbol se gana con sus obviedades. Y con sus misterios. Y con sus inspiraciones. Y sobre sus imponderables. Y con el poder inalienable del individuo. Y con el poder supremo del colectivo.

Pero, claro, el futbol, en la retórica inigualable de Perogrullo, se gana con futbol. Y eso hizo Croacia, pero además, lejos de ceder al peso de la historia, a la gravitación del drama, terminó amamantándose del agobio de semejantes lastres, para fortalecerse.

Luego de gestas impresionantes en las praderas mundialistas, longevas, aparentemente interminables, no hubo un instante, un soplo, un gesto, vamos, ni siquiera, un maldito calambre muscular de renuncia, de rendimiento, de deserción.

"Cuando el músculo duda, cuando los pulmones dudan, cuando el cerebro duda, es que el corazón ha empezado a dudar... entonces, todo está perdido", citaba alguna vez Vince Lombardi entre sus muchos discursos amparados por esa doctrina imperecedera del Segundo Esfuerzo con los Empacadores de Green Bay.

Cierto que Inglaterra tampoco dudó. En ningún momento. Tal vez su debilidad fue desestimar la fuerza de su adversario. Y la paciencia fortalece al débil, porque la impaciencia debilita al fuerte.

En un recital de belicosidad inocua, porque incluso las conflagraciones cuerpo a cuerpo, las libraban en el saludable instante de la jugada, el juego encontró su pasión y su encono. Era una refriega sin rencor, pero sin tregua.

Tras un primer tiempo desestabilizado, Croacia resucitó. Pareció ungirse de sus raíces, de los trasiegos momentos de sus mudanzas y sus tragedias familiares, de la conciencia nacionalista de una sonrisa espartana a cada uno de los que aguardaban en casa o en los retablos de los camposantos.

Y Croacia armó su sublevación. Inglaterra debió entender el viejo refrán: "Cuando fuiste martillo no tuviste clemencia, ahora que eres yunque, ten paciencia", y resistió y trató de sacarse el yugo.

El golazo de Trippier, un bazucazo asesino, pone en distancia a Inglaterra, en el cronómetro de la locura, en el minuto 5. Un disparo al amanecer es casi un acto de traición. Croacia tardó en sacudirse el impacto. Parecía noqueado en el primer tiempo.

Pero en la segunda parte, el francotirador Perisic, en un embate de alto combate, anticipa con un remate de bayoneta, sobre la cabeza de un adversario. Era el 1-1. Dios salve a la Reina, porque Inglaterra debía luchar por su propia salvación.

En el minuto 109, cuando se suponía que las piernas croatas debían ser piltrafas de agotamiento, víctimas de la fatiga del sobresfuerzo, en realidad el engarrotamiento fue de la zaga inglesa. Como en un museo, ante estatuas blancas, Mandzukic ataca un balón de botes inciertos y lo pesca pegado al poste izquierdo del arquero.

El vuelco del marcador y el vuelco de los temores. Croacia había hurtado el botín. El boleto a la Final de la Copa del Mundo era la ofrenda.

Más que una noche de gloria para Croacia, se convertía en una jornada de glorificación. Los árboles genealógicos retoñaron.

Francia debió recibir el mensaje. No irán contra once croatas, sino contra 22: once vestidos de futbolistas y dentro de ellos otros once con una heráldica genética de combatientes.

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LOS ÁNGELES -- Cristiano Ronaldo recuerda al protagonista de Macario, en la novela de Bruno Traven. No le vendió su alma ni a Dios ni al Diablo. No los invitó a cenar del pavo con el cual se atragantaría lejos de su familia.

Macario sólo convidó a la muerte. Mientras estuviera cenando con él, no podría llevárselo.

CR7 ha hecho lo mismo que Macario: no vende su alma ni a Dios ni al Diablo, y elige ser dueño de su destino, de su propio pavo, porque, sabiamente, elige no ser esclavo de nadie.

Arrienda, y ostentosamente, sus facultades, sus virtudes, y en el contrato, claro, van incluidas algunas excentricidades propias de un tipo que ha hecho de sí mismo el prototipo perfecto del jugador de futbol. Y eso cuesta. Y no se vende, sólo se fleta.

El Real Madrid podrá extrañarlo, pero no podrá reclamarle. Cristiano Ronaldo cumplió cada cláusula y cada sueño de la entidad merengue. El matrimonio por conveniencia fue extremadamente prolífico.

De hecho, a pesar de la cabalgata abrumadora de rumores sobre su salida, Cristiano Ronaldo logró una transición perfecta en su separación. No hay lágrimas, ni gritos, ni abogados, ni demandas. Acaso la congoja y la nostalgia lleguen al arrancar la Liga en España.

En el museo de la Casa Blanca la capilla mayor será una ofrenda suntuosa para el jugador más rentable, mediático y ganador en la historia del Real Madrid.

Seguramente de haber permanecido Cristiano Ronaldo, habría peligrado el bautizo del Santiago Bernabéu.

No lo abrumo a Usted con cifras, porque además sus números asombrarían a cualquier corredor de Wall Street, y en ese oficio de fariseo trajeado, querría vender acciones sobre el organismo del futbolista aún candidato al Balón de Oro en 2018.

Mientras en la Juventus se prepara una fiesta de bienvenida sin precedentes, en el entorno madridista hasta el dulzor de la más reciente Champions empieza a rezumar amargura, porque El Bicho se ha mudado en condiciones futbolísticas para un par de años más.

Insisto: Cristiano no cena ni con Dios ni con el Diablo. Su alma le pertenece como retribución intocable de cada minuto dedicado a esculpir, a ser su propio Miguel Ángel de su propio David. La perfección.

Dueño de una fortuna que amparará a sus descendientes hasta el Día del Juicio Final, seguramente a CR7 no lo mueve ni lo conmueve la fortuna que le depositará la Juventus, sino la arrogancia válida, legítima, de demostrar que su vigencia competitiva no depende necesariamente de la glamorosa y gloriosa historia de una camiseta.

Él no tiene el pecho frío por eso opta por atreverse a salir de su sitio de confort. Por el contrario, quiere conquistar, también en otra de las ligas más poderosas de Europa, tras conseguirlo en la Premier y en España.

Escoltado en el ceremonial de una hégira victoriosa por mensajes de sus ex compañeros madridistas a través de las redes sociales, Cristiano desciende de la cúspide del madridismo y se va sin escándalos, sin bochornos legales, sin cláusulas ocultas, o demandas mutuas, como, por ejemplo, la escapada de Neymar del Barcelona.

Florentino Pérez terminó siendo súbdito del jugador portugués. Incluso, el tempestuoso dirigente del Real Madrid, quedó eximido de ataques a tomatazos, al subrayar ambas partes que el mismo Cristiano solicitó la anuencia para una nueva cruzada, con otra bandera y en otro balompié.

Se asocian, además, el amo y señor del Calcio, y el amo y señor de Europa. La Juventus y CR7 sellan un nuevo matrimonio por conveniencia.

Y entre los más entusiastas con la llegada, está, irónicamente, el mismo que dijo "con Messi yo no puedo jugar", pero, resulta, que con Cristiano Ronaldo, sí. Dybala mandó un doble mensaje, una navaja de doble filo.

Y seguramente, con la sacudida más violenta del mercado de transferencias, la Liga de Italia entera rinde pleitesía al atrevimiento de la Juventus, que aún espera rescatar unos centavitos para ir de compras más adelante.

¿Amor a la camiseta? Más allá del romanticismo confuso, lo cierto es que esa relación es de una sola vía. La camiseta, veleidosa, por muy ilustre y memorable que sea, tampoco salvaguarda al futbolista. ¿Iker y Raúl se sentirán correspondidos por todo lo que dieron y la forma en que se fueron?

Por eso, con un par de años, al menos, comandando la elite competitiva europea, Cristiano Ronaldo deja inmaculadamente victoriosa a la camiseta del Real Madrid, pero deja claro, incluso al llegar a la Juve, que él no invita de su pavo ni a Dios ni al Diablo.

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LOS ÁNGELES -- Al final, sólo mereció el Meme de Oro. Él, Neymar, el que al irse Messi sin que se le calentara el pechito, y al irse Cristiano, sin atreverse a subir a su cruz, él, se quedaba con el Mundial a sus pies.

Ya antes del primer soplo arbitral de vida en el Mundial de Rusia 2018, Neymar parecía el inevitable Rey Midas a expensas de que las puertas de Kremlin abrieran sus puertas y le extendieran su larga y afelpada lengua roja de bienvenida.

Balón de Oro, Botín de Oro, Jugador de Oro, Goleador de Oro, Míster Simpatías de Oro, el Catrín de Oro. El Rey Midas, pues. Pero, entre maroma y maroma, como panda en cautiverio, Neymar dejó escapar la galería áurea de la consagración y la inmortalidad.

Arropado por un gran plantel que lo idolatraba, por un metódico y versátil trabajo del técnico Tite, Neymar terminó opacando todas sus virtudes, todo ese frenetismo caracolero y goleador, al revolcarse innecesariamente por las canchas de Rusia, como babosa de jardín capeada con sal.

Y fue una lástima. Porque estaba inevitablemente destinado a los altares célebres y divinos de las Copas del Mundo, esos mismos en los que nunca pudieron aparecer ni Messi ni Cristiano. Y se quedó ahí, en el sobrepoblado galerón de las promesas chamuscadas.

A cuentagotas, Neymar dio un recital de todo lo que puede, cuando quiere, aunque a veces quiera tan poco. A México le descoyuntó el espinazo hasta emparejárselo con el esternón, en tres jugadas diabólicas, dos de ellas grabadas en el heraldo del marcador.

Tan sabido era que este debía ser el Mundial de su consagración, de poder arrimarse a los nichos de sus paisanos Pelé y Garrincha, que se decidió a juguetear en lugar de jugar al futbol.

Cuando ya seguramente reposa en una playa, con una dosis generosa de caipiriña, y espera el desenlace de sus escarceos románticos con el Real Madrid, siguen pululando los memes sobre sus trompos lastimeros, simulando que le lesionaron hasta las caries en las muelas del juicio.

Sí, un futbolista tan rico, pero misérrimo como actor. Sus dolencias fingidas son, han sido y serán tan lamentables, que de usar bombín, bastón, un bigotillo hitleriano y caminar como pingüino, podría competir con las escenas de cine mudo de Charles Chaplin.

Porque Neymar simula que llora, y el universo llora de la risa ante las muecas pantagruélicas de sus ridículos.

En ese apasionado desdén, dedicándose a juguetear en lugar de jugar, Neymar aprendió, demasiado tarde, que había desperdiciado la gran oportunidad de instalarse en el museo de los mundiales, con la sexta copa del mundo para Brasil.

Y no sólo fue un acto de desprecio a su carrera, a su futbol, a sus compañeros, sino a ese país que pendula emocionalmente cada cuatro años en torno al balompié, especialmente porque aún supuran las siete llagas que le abrió Alemania, en su propio circo, en el 2014.

Y así como Messi y su pechito criogenizado, y Cristiano, más ateo que nunca, fueron en su momento parte de la hemeroteca creativa de los memes, a Neymar tenía que llegarle su capillita de la burla y el sarcasmo.

Necesario aclararlo: en la profusa flagelación de Neymar, al ser expulsado del Mundial por Bélgica, la diversión vino especialmente de la afición mexicana, pretendiendo explicar su propio deceso mundialista con las pobres artes escénicas de la versión futbolera del Coyote.

El mexicano, que hace cuatro años lamió sus heridas con una colección impresionante de memes en torno a Robben y el #NoEraPenal, ahora pretendió clavar banderillas al toro español que había sucumbido ante el estoque belga.

Y con ese sentimiento de que lo roben, con Robben y Neymar, la afición mexicana sabe que las penas con pan y con memes son buenas, y así encontró en el brasileño la cura a la cruda, así como lo hizo con el holandés hace cuatro años.

Como sea, Neymar desperdició su mejor oportunidad de consagrarse como el mimado de Rusia y del Kremlin, especialmente cuando Messi y Cristiano seguían vigentes.

Dentro de cuatro años, en Catar, seguramente Neymar habrá aprendido la lección, y muchos de sus escoltas actuales en Brasil, llegarán fortalecidos, y sobre todo, más presionados por su afición, luego de dos mundiales lamentables.

Y con este despecho por el fracaso competitivo, Neymar no podrá utilizar ninguna de sus redes sociales, sin encontrarse con la pasmosa y penosa realidad: al Rey Midas, esta vez, sólo le alcanzó para ser el Meme de Oro.

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Sea como sea, el América ganó el partido que tenía que ganar. Y a partir de aquí, justo a tiempo, puede seguir creciendo mientras se sumerge más en el mundo donde sus jugadores, en la cancha, y sus aficionados, en la tribuna, parecen sentirse más cómodos: En el "mundo" del 'Piojo'. Una muestra de personalidad es también una señal positiva y alentadora en un club como el América. Tal parece que el regreso de Miguel Herrera empieza a dar sus primeros frutos. Hay mucho camino por delante, falta futbol y profundidad, pero algunas pistas en el campo empiezan a señalar el rumbo que requiere un equipo de estos tamaños. El América ganó algo más que un Clásico caliente, pasional y cerrado ante Pumas. Ganó una esperanza hacia su futuro inmediato.

LOS ANGELES, CA.- Tres fechas no parecen ser suficientes para establecer un juicio definitivo sobre el porvenir de un club en el futbol mexicano, pero sí, en cambio, podemos encontrar algunos momentos preciados que podrían enviar mensajes definitivos.

El América aprovechó una tarde de sábado llena de pasión en el Estadio Azteca. Ganó algo más que un juego muy parejo ante Pumas, ganó un Clásico y eso empieza a marcar diferencia. Mostró, además, que está comenzando a sumergirse en un “mundo” que conoce bien, donde sus aficionados, desde la tribuna, se sienten cómodos y sus futbolistas, en la cancha, encuentran resultados.

El regreso al “mundo” del 'Piojo' ocurrió cuando le quedaba poco más de 10 minutos al "derbi" ante Pumas. El grito y los ademanes desesperados desde la banda eran de Miguel Herrera. El entrenador del América saltaba, se retorcía, chiflaba y requería la atención de Oribe Peralta: "El 10...El 10...", gritaba eufórico 'El Piojo' para indicar que fuese Cecilio Domínguez el que cobrara el penalti que el árbitro había decretado a favor del América. Algunos minutos más tarde, y tras cobrar la falta “a lo Panenka”, el América podía sentirse ganador del primer Clásico de la temporada. Había vencido, legítimamente, a los Pumas. El triunfo significaba, también, la primera gran victoria desde el regreso de Miguel Herrera a Coapa.

Pero podríamos y hasta deberíamos ir más allá. El mensaje principal que llega a través del triunfo americanista sobre Pumas radica en una cuestión mental antes que futbolística, sello imprescindible en los equipos del 'Piojo' y la manera en la cual logró sus mayores éxitos en su primera etapa como entrenador del popular club.

El América está lejos de jugar como quisiera el 'Piojo', pero ha comenzado a pensar y a reaccionar como le gusta al 'Piojo'. Y ese es el primer aviso de que el América anda mejor que el torneo pasado y que puede andar mucho mejor en el futuro inmediato.

No hay penaltis bien tirados y mál tirados. Lo que hay son penaltis convertidos en gol. Lo que cuenta aquí es que Miguel Herrera sabía que el hombre ideal para cobrar la falta en la agonía del juego era Cecilio Domínguez. ¿Por qué? Porque justamente el paraguayo tendría la capacidad y el temperamento de hacer lo que hizo. Dialogar con el portero de Pumas, sonreír ante la aparente presión y entender que había que "vengar" --en cierto modo-- lo que su compañero --Silvio Romero-- había hecho en los últimos minutos de la primera mitad y que le valieron dejar la cancha bajo una poderosa rechifla. Cecilio hizo lo que tenía que hacer: tomar la pelota como se lo ordenó su entrenador, meter el balón a la portería, festejar con la tribuna y enviar un mensaje contundente de que este América se ha desprendido de todos sus complejos y que va mejorar en todos los aspectos hasta colocarse en el sitio que debe estar en el futbol mexicano.

Hay, por otra parte, muchos aficionados, especialistas, periodistas y también los clásicos porristas del América que parecen tener prisa en colocarle a Cecilio Domínguez la etiqueta de figura y hasta de ídolo. Hasta ahora, el paraguayo no ha jugado ni 10 partidos completos con el América. Hay que tener calma y esperar. Apunta bien, pero hasta ahí nada más. Hay otras pistas en la cancha que hacen indicar que este América puede ir de menos a mucho más: el regreso de Paul Aguilar por la banda derecha --tanto en defensa como en proyección ofensiva-- y la mejoría notable de Carlos Darwin Quintero. El jugador colombiano era, hasta hace no mucho, el mejor de la Liga. Luego, se perdió. Tuvo una lesión grave, pero si alguien sabe recuperar futbolistas ese es Miguel Herrera. Lo mismo con el ecuatoriano Renato Ibarra que por momentos parece detenido en su proceso. 'El Piojo' parece haber encontrado ya una alineación base en la cual trabajar. En las próximas horas se incorporará el colombiano Mateus Uribe, la ultima contratación del club.

El América no juega todavía como tendría que jugar y parece expuesto a la tradicional irregularidad que siempre afecta a los equipos del futbol mexicano, pero ha dado una muestra, en el sitio y a la hora indicada --en un Clásico-- cómo se debe jugar un partido y cómo se debe ganarlo. El América empieza a volver al "mundo del Piojo", un mundo donde, generalmente, no vive tranquilo pero sí cercano a una felicidad completa.

Es muy fácil confundirse en un torneo como el mexicano donde, antes de que nada, siempre impera la irregularidad, pero el América da una muestra poderosa de su carácter, de su personalidad. El resto, es futbol y eso lo puede conseguir con el paso de las fechas. Por ahora, las señales son positivas y alentadoras.

@Faitelson_ESPN

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Un histórico movimiento en el futbol internacional que ha alcanzado cifras inauditas. Pero más allá del tema económico, surgen otras preguntas que tienen que ver con la cancha y el futbol. ¿Será Neymar capaz de jugar al mismo nivel en el París Saint Germain? ¿Quién extrañará más a quien: Neymar al Barcelona o el Barcelona al Neymar? Y hablando de echar de menos: ¿Cuánto extrañará al brasileño a Lionel Messi? El dinero ha sido el motor principal en la independencia de Neymar. Ya veremos hasta donde acertó y hasta donde se equivocó.

LOS ANGELES, CA.- La gran noticia alrededor de la salida de Neymar del Barcelona es que un futbolista pueda costar 222 millones de euros. La otra gran noticia es que alguien pueda pagar por ello.

Neymar se va, abandona “el barco” de uno de los equipos de mayor condición mediática en la historia del futbol para abrazar otro que es más famoso por la ciudad donde juega que por sus logros sobre el campo de futbol. El París Saint Germain, respaldado por la poderosa chequera de sus dueños qataríes, dueños del petróleo y del gas y con fortunas interminables, ha hecho “la travesura”, una millonaria “travesura” que quedará inscrita en los anales de la historia del futbol moderno.

Hay varias preguntas interesantes en medio de la salida de Neymar del Barcelona. La primera surge de forma natural, casi espontanea: ¿Quién extrañará más a quién? ¿El Barcelona a Neymar o Neymar al Barcelona?

Está claro que la decisión la ha tomado el futbolista. El Barcelona no quería, ni siquiera pensaba que iba a prescindir del brasileño de manera tan abrupta. No hay un jugador con las características de Neymar en todo el futbol internacional. No lo hay por ahora, por más que por ahí se asomen algunos nombres para substituirlo, Mbapee, Dembele o el propio Dybala, y que el “vendedor”, es decir, el Barca, tenga dinero fresco y “cash” para comprar. El Barcelona pierde mucho sin Neymar, pero Neymar pierde también la condición de club que significa el Barcelona. El PSG se va, sin duda, a revalorizar con la llegada del brasileño, pero todavía no está en el nivel de equipos del Barcelona. Acceder a ganar la Champions promete ser más complicado desde Paris que desde la Ciudad Condal.

Pero hablando de extrañar, hay otra pregunta que se me ocurre enseguida: ¿Cuánto va a echar de menos Neymar a Lionel Messi? Está claro que el futbolista argentino, uno de los mejores en la historia del juego, hacia mejor futbolista a Neymar y a quien se pusiera a su lado. Neymar tendrá buenos compañeros a su lado en el PSG, pero ninguno con la calidad y el futbol de Messi. Tendrá que luchar por su independencia futbolística a partir de sentirse y ser el líder de la manada.

Otra de las muchas preguntas que se asoman en este histórico movimiento se refiere a si un futbolista puede valer 222 millones de euros. Yo siempre pensaré que no, que un futbolista, por más brillante y espectacular que sea, no puede tener ese costo. Pero el crecimiento del mercado indica otra cosa. Si alguien puede pagar esa cantidad por Neymar es que el futbol y su industria ha alcanzado tal desarrollo. Sigo creyendo que es una exageración.

Neymar se va. Ha logrado su “independencia” en medio de una “revolución” económica en el futbol. Tiene todo el derecho de buscar su libertad y su propio camino, destino y alejarse de la poderosa sombra de Messi. Sólo el tiempo dirá si fue una decisión acertada.

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Andrés Fassi anuncia que tiene al menos 10 interrogantes y sugerencias para el entrenador nacional como parte del Comité de Desarrollo Deportivo de la FMF, pero la pregunta es si todos los integrantes de este comité están aptos para exigirle cuentas al señor Juan Carlos Osorio. Esto parece, sin duda, una nueva evidencia de la falta de una estructura apropiada alrededor de la selección mexicana de futbol. No es malo analizar y exigir sobre el trabajo del seleccionador. La cuestión es: ¿Son los personajes apropiados para hacerlo?

LOS ANGELES, CA.- LOS ANGELES, CA.- El problema no es "pedirle cuentas" a Juan Carlos Osorio. El problema es quién le pediría "esas cuentas" a Juan Carlos Osorio.

Andres Fassi, el directivo del Pachuca, ha admitido que ha completado casi un decálogo de preguntas y sugerencias para el entrenador nacional como parte del Comité de Desarrollo Deportivo de la Federación Mexicana de Futbol, en apariencia, el único mecanismo u órgano que tiene facultad para realizar un análisis y valoración del seleccionador nacional a nombre de los clubes.

Pedir explicaciones y razones al entrenador nacional es algo normal en cualquier empresa u organigrama de trabajo. La pregunta es si en realidad ese comité está completamente apto para realizar ese estudio.

Una de las grandes ausencias de las selecciones mexicanas de futbol es la falta de una estructura apropiada para trabajar. Arropar, cuidar, exigir y encontrar soluciones en equipo tendría que ser la labor de un grupo de expertos de cancha, que con todo el respeto y el perdón para Fassi y el resto de los integrantes de este comité, debería corresponde a entrenadores, a gente experimentada y capacitada en la cancha. Puede, insisto, que algunos de esos directivos cuentan con esa capacidad, pero hoy es una tarea muy distinta administrar el futbol desde una oficina a hacerlo sobre el pasto y bajo el intenso sol.

PRODUCIR FUTBOLISTAS

El pequeño "milagro" ha ocurrido: La Federación Mexicana de Futbol ha admitido por primera vez que las políticas empleadas por la Liga MX pudieron haber comenzado a lastimar el proceso de la selección mexicana de futbol. Las famosas y controversiales reglas 10/8 y hoy 9/9 son parte de la explicación del fracaso que México tuvo en la reciente Copa Oro. La pregunta es: ¿Qué hacer o qué se puede en realidad hacer?

La respuesta no es tan sencilla. La Liga ha dado pasos para buscar una globalización que al mismo tiempo le genere más nivel y una mayor competencia interna y ese tipo de estrategias no se pueden transformar de un día para otro. Lo que sí puede hacer la FMF es justo lo que los clubes han dejado de hacer: producir futbolistas mexicanos.

Tanto la Federación como la Liga MX tienen la suficiente estructura, infraestructura, fondos y patrocinadores para crear una gran escuela de futbolistas y de entrenadores alrededor de la poderosa marca de la selección mexicana de futbol. Hay que trabajar con el talento naciente, para desarrollarlo como futbolista y al mismo tiempo trabajar y capacitar entrenadores. Esos futbolistas pueden ser la base de las selecciones mexicanas con límite de edad y después, vía ahora sí un "Draft" (bien organizado y bien delineado en reglamento), la FMF puede vender a esos jugadores a los clubes que estén interesados o bien exportarlos directamente al mercado extranjero. Una gran escuela de futbolistas y entrenadores mexicanos vinculada a la selección mexicana de futbol podría generar otra clase de ventajas: futbolistas aleccionados con un estilo propio del futbol mexicano y no sujetos a los caprichos de un club, de un entrenador o de cierto sistema. Les daría una formación plena, fogueo internacional y las mejores oportunidades para poder continuar con sus estudios y con su formación integra. Lo mismo en el tema de los entrenadores. El futbol mexicano necesita de más y de mejores directores técnicos, con una preparación que no sólo parta del futbol doméstico, sino que cuente con los avances más desarrollados del futbol internacional. Teniendo futbolistas y entrenadores, México da un paso fundamental para hacer crecer su futbol. Si la mayor parte de los clubes están enfocados en su competencia interna, por qué no adoptar la responsabilidad de manera institucional. Al final del día, lo que necesitas para jugar mejor al futbol es materia prima, son futbolistas y tienes que encontrar la manera de producirlos. Algunas de las naciones más desarrolladas en temas futbolísticos ya lo hacen. Alemania, Francia, Holanda, España tienen, al margen de la labor de los clubes, sus propias escuelas de desarrollo de talento. Entiendo que la gran problemática del futbolista mexicano parece llegar a una edad avanzada, cuando debe recibir la oportunidad en el primer equipo para seguir creciendo. Ahí, en los puestos de mayor "responsabilidad", aparecen, generalmente, futbolistas extranjeros, lo cual, más temprano que tarde, atrofiará el proceso de una selección mexicana. Para Decio de María sería una magnífica oportunidad de darle una esperanza franca de crecimiento al futbol mexicano. Una "fábrica" de futbolistas, una "fábrica" de sueños, donde se trabajará a conciencia para obtener goleadores, defensas, porteros y jugadores con un patrón de cualidades que se adaptan a las condiciones propias de la genética del mexicano. Es tiempo de generar jugadores porque mientras más tengas, más serán tus posibilidades de tener éxito. La FMF puede, con los dineros que produce la selección, gastar en el nacimiento de una escuela, que este lo suficientemente cerca (y también lejos) de los equipos. Al final del día, lo que hay que lograr es surjan más y mejores futbolistas mexicanos. Y si la mayor parte de los clubes no quieren o no pueden hacerlo, alguien debe levantar la mano.

 @Faitelson_ESPN

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Gana Neymar, gana el Paris Saint Germain y hasta gana (dinero) el Barcelona. Los que perdemos somos nosotros. Aquellos que encendíamos el televisor los domingos temprano (de este lado del planeta) para atestiguar como un tridente bordaba el futbol de manera exquisita y espectacular. Ver juntos a Messi, Neymar y Suárez no tenía precio. Entre los tres, llegaron a fincar niveles memorables e impresionantes de futbol y de espectacularidad. Hubiésemos querido alargar esas sensaciones por un buen tiempo más, pero el dinero, a veces el maldito dinero descompone todo lo bueno que existe en la vida. Ni hablar...

LOS ANGELES, CA.- Neymar gana su "independencia" y 34 millones de dólares como sueldo anual. El Paris Saint Germain gana a uno de los mejores jugadores del mundo y el Barcelona se gana, aun perdiéndolo, unos 222 millones de dólares. Los únicos que perdemos, al final del día, somos nosotros, los que encendemos la televisión para buscar una magia, una espectacularidad y un futbol que ya no existirá. La inminente partida de Neymar del Barcelona suponer ser una derrota para aquellos que encendemos la televisión con el simple propósito de encontrar diversión a partir de un deporte llamado futbol.

Nadie ha dicho que Neymar dejará de ser el gran futbolista que es a partir de las siguientes horas, cuando desde Paris o desde Doha se anuncie su millonario traspaso (el más grande de la historia del futbol) al Paris Saint Germain. Desde el equipo francés (más famoso por la ciudad donde radica que por su logros futbolísticos) el brasileño intentará, primero, colocar a su equipo en la órbita de los grandes favoritos a ganar la Champions y segundo, pelear por su propio espacio en el mundo individual del futbol, donde le considera que está muy cerca de figuras como el argentino Lionel Messi y el portugués Cristiano Ronaldo. La verdadera desgracia de esta operación (no para Neymar que podría ganar 30 millones de euros netos al año) es la descomposición de un "tridente maravilloso" que en poco tiempo ha sido capaz de elevar el futbol hasta niveles extraordinarios de espectacularidad. Estamos perdiendo, con este movimiento, la oportunidad de ver junto a dos virtuosos de todos los tiempos: un argentino que está más allá del calificativo de un "gran futbolista" y que muchas veces se asoma como un "genio" y un brasileño verdaderamente "brasileño" para jugar al futbol, profundo, inmaculado, lleno de magia, clase y talento para desbordar y valiente ante los rivales que suelen "cocerlo" a patadas para tratar de amedrentarlo o detenerlo. Eso y más estamos perdiendo en este millonario movimiento que propone el futbol.

Neymar hará que los bonos del Paris Saint Germain suban inmediatamente. Un jugador que vale 222 millones no puede ser cualquier cosa, pero tampoco colocarán, inmediatamente, al equipo parisino en el mismo nivel del propio Barcelona, o del Real Madrid, el Chelsea, el Bayern Munich y la Juventus. Para eso, debemos esperar por pruebas fehacientes en el campo de juego. Lo que sí hará Neymar, con su "independencia", es labrarse su propio camino para poder competir ante Messi o ante Cristiano Ronaldo por ser el mejor futbolista del mundo. A sus 25 años, pertenece a una generación que esta dos por debajo del portugués y una por atrás del argentino. Eso, le da, sin duda, cierta ventaja, mientras su juego y sus responsabilidades de desarrollen al ritmo y al nivel que se esperan. Lamento lo de Neymar. La operación es espectacular para el futbol, para él mismo y para los amantes de los nuevos retos, pero nos privará, a muchos de nosotros, de la alegría de encender la televisión el domingo temprano (de este lado del mundo) para ver como un equipo de futbol, ataviado en el uniforme del Barcelona, y obligado a jugar con el estilo de la casa, desarrolla el futbol con la alegría y la clase que sólo futbolistas como Messi, Neymar y Suárez pueden hacerlo. Alguien tendría que perder en esta operación. El "maldito" dinero que todo lo descompone.

 @Faitelson_ESPN

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Doscientos veinte millones por Neymar y 210 por Mbappé. Hace sólo un par de años, parecíamos pasmados cuando un futbolista llegó a cotizarse por encima de los 100 millones (Gareth Bale del Tottenham al Real Madrid). Luego siguió Pogba y ahora existen nuevas pistas de que esas cifras quedarán empequeñecidas. El futbol está en su vorágine económica, comercial. Se ha convertido en una industria inagotable. Sigue creciendo, sigue siendo negocio, pero los tiempos no han enseñado que la economía mundial es caprichosa y que de un momento a otro, las cosas cambian. Cuidado. El futbol está propiciando valores y salarios exorbitantes, espectaculares, dramáticos. Así también han sido las caídas de las grandes empresas que de pronto se sentían en el cielo. Mucho cuidado.

LOS ANGELES, CA.- Si Neymar y Mbappé amenazan con costar más de 200 millones de dólares, la pregunta es: ¿Cuánto costarían Lionel Messi o Cristiano Ronaldo?

Y mientras descubrimos o intentamos descubrir el valor de las grandes estrellas del Barcelona y del Real Madrid, hoy, parece claro, que el futbol ha entrado a un paraje sin límites, donde los precios alcanzan niveles exorbitantes, dramáticos y al mismo tiempo irreales. Medir el precio o el valor de un jugador de futbol es cómo tratar de calcular cuánto vale el trabajo de un artista. La única diferencia entre Messi, Cristiano o Neymar -sin que esto pretenda herir ninguna susceptibilidad- con Van Gogh, Dalí o Miguel Ángel es lo que genera la industria que está detrás del "virtuoso".

Si el futbol es capaz de generar ese tipo de precios quiere decir que su negocio y sus márgenes o dividendos están en ese nivel, al menos de que en alguna forma o condición, se trate de algún deseo o capricho personal que tampoco son raros en este medio.

Parece imposible aceptar que un futbolista valga más de 200 millones de dólares. Y no es una cuestión exclusiva de talento, es también un asunto de épocas. Pelé, Maradona, Cruyff o Zidane hubiesen valido lo mismo en estos días. El futbol o la industria del futbol se han desarrollado a niveles descomunales. De los "tickets" o billetes de entrada al estadio queda sólo una faceta romántica. Hoy es parte de la escenografía que necesita la televisión, una televisión que ha ampliado su espectro y al mismo tiempo su capacidad de penetración a través de la internet y ahora de las nuevas tecnologías de comunicación que significan las redes sociales. El futbol se ha hecho más grande, está vendiendo más camisetas y está involucrando más a los patrocinadores. Y ello, obviamente, está elevando la cotización de los futbolistas.

Y los más encumbrados, consagrados y talentosos -Messi, CR7, Neymar- van a valer más y a cobrar más, pero también los que pertenecen a un nivel medio y hasta por debajo de esta línea, verán como su cotización se incrementará. El futbol se ha convertido en un yacimiento, por ahora, inagotable. Ha descubierto una manera de expandir su negocio pero también vive atemorizado de que como es la economía mundial de nuestros tiempos, en cualquier momento, los valores se deprecian y caen abruptamente. He ahí la razón por la cual las ligas, las diferentes confederaciones y la propia FIFA tratan de implementar mecanismos y bloqueos para que el tema no se les vaya de las manos a los clubes.

Lo que para nosotros supone ser una diversión -el futbol- para otros es un gran y lucrativo negocio. Los precios de los futbolistas han escalado violentamente. Para algunos, es motivo de alegría y reto -¿Cuál será el mejor pagado? ¿Por qué? ¿Quién tiene mejores condiciones en la cancha? ¿Quién han ganado más? ¿Realmente es mejor?- son parte de las entretenidas y hasta emocionantes conversaciones que se derivan en el verano. Y está bien, mientras dure, mientras no se agote, mientras el globo no se desinfle y caiga dramáticamente como en su momento han caído otras industrias que respiraban en el cielo y se sentían todopoderosas.

 @Faitelson_ESPN

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