André-Pierre Gignac 'canta' al mismo son que Chavela Vargas
México debutó goleando en el fútbol masculino
LOS ÁNGELES -- En el bosque de exitosos jugadores extranjeros, André-Pierre Gignac aún trata de crecer a la sombra de ejemplares más poderosos: Carlos Reinoso, Miguel Marín, Alberto Quintano, José Saturnino Cardozo, Rafael Albrecht, Juan José Muñante.
Algunos de ese enjambre de laboriosos y fértiles futbolistas decidieron arraigarse en México. Otros se han vuelto históricos, imprescindibles en los recuentos de fascinación de un futbol que, internacionalmente sólo se asoma a la frugalidad tristona de la fase de grupos en Copas del Mundo.
André-Pierre Gignac ha creado un poderoso vínculo con México, especialmente con Monterrey, y especialmente con las pasiones que despierta Tigres, en su universo, pequeño, pero su universo al fin.
Ese sentido de pertenencia, al principio despertó sospechas. Un oportunista más, extorsionando sentimentalmente a una región futbolera urgida de ídolos. El tiempo ha certificado la genuinidad de Gignac.
Avecindarse en Monterrey, ilusionarse con dirigir desde el escritorio a Tigres, desechar ofertas de la MLS y de Brasil y Argentina, escenifican, de momento, la lealtad del jugador francés a una cofradía felina que se regocija por esa devoción, pero que se preocupa por su eventual longevidad en las canchas.
Gignac tuvo un gesto cargado de emotividad y de audacia. Este jueves, México humilló a Francia 4-1. Él estuvo ahí. Marcó desde el manchón. Juntó las manos e hizo una reverencia como ofreciendo disculpas a su afición adoptiva, por flagelar la portería de Guillermo Ochoa.
“Ellos (los mexicanos) metieron de todo: agresividad, experiencia, pusieron más hue... A nosotros nos faltó un poco de todo, sabíamos que íbamos a enfrentar a un equipo experimentado”, dijo de entrada el delantero felino.
“Es más que merecido (el 4-1 a favor de México), tenemos que decir lo que es. Ellos pusieron todo en su canasta y nosotros pusimos un poco de nada. Creo que tenemos suerte de no salir con cinco o seis goles. Nos faltó experiencia, concentración, agresividad, todo. Tendremos que tener la cabeza bien puesta para clasificarnos porque no quiero volver a Francia después del tercer partido", dijo el delantero de Tigres a Le Parisien.
En Instagram, Gignac alargó su discurso: “Resultado lógico… mañana habrá que sacar la decepción. Quedan dos partidos y se viene muy rápido el domingo. Podemos hacerlo. Vamos a hacerlo. Vamos, Federación Francesa de Futbol. Felicidades, México. Ganaron merecidamente y con gran futbol”.
Además de labores filantrópicas en Monterrey, las cuales trata de mantener en secreto, Gignac se ha convertido en un espontáneo embajador de México, y en conversaciones transoceánicas contrasta las noticias oscuras sobre el país (violencia, inseguridad, pandemia), resaltando sus virtudes y valores.
El verso de “amo a México y le estoy muy agradecido porque me ha dado todo”, escapa al discurso de Gignac. Decirlo, se dice en un resoplido. Agradecerlo seriamente, se hace de otra manera, a la suya, con hechos.
Por lo pronto, curiosamente, mientras que la papelería de Rogelio Funes Mori, vía “coyotaje” de la FMF, procedió de manera expedita, ridículamente rápida, para naturalizarse mexicano, el proceso del francés llevaba más de dos años de demora. México mágico.
“¿Qué si es cierto que solicité la nacionalidad mexicana? Sí, es cierto. Es muy posible que me quede a vivir en México, eso no me asusta. Allí tengo una calidad de vida que no tendría en Francia. Además, quiero tener la doble nacionalidad como mis hijos Éden y Mavy. Son mexicanos y franceses, así que quiero ser como ellos. No niego a Francia, no niego a mi país, al contrario soy muy orgulloso de ser francés”, declaró a la revista RMC Sport.
Finalmente en abril de 2021, el mismo Gignac hizo pública su naturalización a través de L’Equipe. “Acabo de aprobar mi examen de naturalización, preguntas sobre cultura general e historia de México, teníamos este deseo mi esposa y yo de convertirnos en mexicanos como nuestros dos últimos hijos que nacieron en Monterrey”, declaró.
Convencido de que hay una oficina para él en Cemex y Tigres, Gignac desdeña sentarse en el trono en llamas que es el de director técnico. Está convencido que organizar el proyecto global de una institución a largo plazo, hará más por Tigres que hacer la chamba semana a semana.
Por lo pronto, fue el jugador determinante para que su paisano Florian Thauvin llegara a Tigres, con el diploma de Campeón del Mundo, aunque sin muchos minutos en su alforja durante la gesta de Rusia 2018.
Es el primer reto para Gignac. Thauvin fue una sombra errante en el juego del jueves ante México. Y Florian sabía que millones de mexicanos estarían atentos a ese juego, y que la afición de Tigres esperaba ver pinceladas deslumbrantes de su flamante contratación.
Queda claro que Gignac tendrá que llevarlo a cuestas. Si bien nadie facilitó la adaptación del francés a México, en especial a Monterrey, ahora él tendrá la obligación y la urgencia de ayudar a la pronta adaptación de Thauvin.
Su esposa Déborah y él, se hicieron cargo rápidamente del proceso de ambientación. Pronto, el futbolista ha llegado a dominar el español, incluso con un doctorado en el difícil arte de los albures y el doble sentido.
Tanto él como su esposa entendieron que mimetizarse y empatizar con su entorno era la tarea primordial para convertirse en uno más de la nueva aventura. Incluso, su cónyuge es quien encabeza las labores altruistas de ese matrimonio.
Y claro, tras el pasaje áspero, arisco, en el rompimiento de Ricardo Ferretti con Tigres, su nuevo entrenador, Miguel Herrera, lo espera con ansias. El Piojo juramentó en redes sociales que el francés “se va a “hartar de hacer goles” bajo la nueva propuesta futbolística.
Y Herrera también espera mantener al tope a Thauvin, en esa alianza con Gignac. Ha sido una inversión generosa, que deberá empezar a arrojar resultados inmediatos, al regresar los seleccionados nacionales a sus respectivos equipos.
Porque además, El Piojo sabe que André Pierre es el embajador que necesita dentro de la cancha, ahí donde sus chiflidos y gritos a veces no se escuchen, conforme, paulatinamente, regrese la gente a los estadios, luego del nuevo cadenazo que ha provocado la pandemia de Covid-19.
“Siempre está preguntando, siempre está cuestionando, siempre está sugiriendo, siempre está exigiendo. Es un metiche”, comentó, entre risas, alguna vez a los medios Ricardo Tuca Ferretti, al referirse a Gignac, con quien había lazos muy fuertes, más allá de algunas confrontaciones verbales al calor de los juegos.
Por lo pronto, el francomexicano ya ocupa un sitio estelar en las estadísticas de Tigres, rebasando incluso a otros íconos felinos, como Tomás Boy y Oswaldo Batocletti, y con gestos y declaraciones, como las hechas durante y tras el partido con México, Gignac se garantiza a un sitio en el Salón de la Fama del futbol mexicano.
Sin duda, con muchos más derechos morales y espirituales que el oportunismo de Rogelio Funes Mori, André Pierre Gignac sí podría citar la frase irreverente y clásica de la costarricense Chavela Vargas: “Los mexicanos nacemos donde nos da nuestra chingada gana”.
LOS ÁNGELES -- Advertido está: es una ociosidad. Pero el morbo y la ociosidad cohabitan de manera perversa y perseverantemente fascinante. No se arrepentirá.
Este viernes, en polos totalmente opuestos, tan antípodas como antagónicos, se generaron una aseveración y una noticia. Enlazarlas es un empeño malicioso de esa ociosa morbosidad, y de la premura por entregar este Blog necio y obcecado, de frecuencia casi diaria, pero poco frecuentado.
1.- Amaury Vergara ratifica que no llegarán jugadores extranjeros a Chivas. Pero, --aquí, la poquita carnita en un hueso ya muy mordisqueado--, sí acepta que ha sido un tema recurrente en las verbenas de sobremesa de su entorno. Es decir, no, pero...
2.- Andre-Pierre Gignac terminará su mutación como tigre, al firmar por tres años más para reinar la jungla regiomontana. En cifras, es el jugador más redituable en la historia del club. Tal vez el más emblemático, al nivel de Osvaldo Batocletti y Tomás Boy, y sin dejar de lado la estampa de Carlos Miloc.
Aquí viene la ecuación del morbo. ¿Sería Gignac el prototipo del jugador extranjero que eventualmente sí podría encajar en Chivas? Antes de la histeria, respire, aspire, exhale, y siga...
Tomando en cuenta su personalidad, su adaptación, escasas lesiones, su producción de goles, su integración al entono, su empatía pasional, su liderazgo, ¿sería el francés un arquetipo del futbolista que sí aceptaría la afición del Guadalajara? Sin duda, pero ¿dónde venden los moldes para hornear un mellizo?
No necesita Usted mentarme la madre para recordarme lo obvio. A nivel nacional se han hecho numerosas encuestas sobre si el Guadalajara debe renunciar a su mexicanismo –que no nacionalismo–, para tratar de incorporar a algún jugador diferente que marque un sesgo, en todos sentidos. La oposición del aficionado de Chivas es contundente. Algunos aseguran que incluso abandonarían totalmente al equipo. El amor tiene tres colores, no dos.
Pueden estar tranquilos los aficionados rojiblancos. Cuando Jorge Vergara hizo su oferta y licitación final para adquirir a Chivas ante los dueños de certificados de la asociación civil, juramentó puntualmente que nunca jugaría un extranjero en el Guadalajara, y ese voto de lealtad a su promesa, lo hizo extensivo a su hijo Amaury al entregarle su imperio.
“A Chivas lo administro yo, lo dirijo yo, pero pertenece a la gente”, repetía con frecuencia el mismo Jorge Vergara.
Guadalajara ha sido desafortunado en muchas contrataciones. Circularon, recientemente, por su bono de retiro, jugadores como Aldo de Nigris, Jared Borgetti, Rafael Márquez Lugo, el mismo Bofo Bautista en su segundo episodio, y más recientemente el peor atraco de todos: Oribe Peralta, por citar a los más rimbombantes.
Ricardo Peláez se gastó una fortuna. Redondeemos en 40 millones de dólares. Una fortuna. Y en esa caterva, llegó todo tipo de irresponsables. Desde parranderos hasta lacras sociales, sin contar algunas que ya había en el equipo. Una selección nacional de reclusorio.
Ojo. Es necesario precisar algo: Ricardo Peláez no se equivocó en los futbolistas que contrató, pero sí en los seres humanos que contrató. No se equivocó en la calidad de los jugadores, pero sí en la calidad moral y profesional de cada uno de esos hombres.
El ojo clínico de Peláez buscando futbolistas fue impecable, pero sufrió de miopía con cataratas y astigmatismo en su óptica al identificar al ser humano dentro de cada jugador. Le resultaron lobos con piel de oveja. Ovejitas en la cancha y lobos fuera de ella.
Seguramente si Amaury Vergara pudiera presentar un clon exacto de Gignac, los aficionados lo aceptarían de inmediato, porque, como pasó en Tigres, marcaría una diferencia, además de que su adaptación al medio fue sencillamente excepcional.
Recuerde que hoy hay más Gignacs de nombre en Nuevo León, que Gignacs de apellido en todo Francia, especialmente en su natal Martigues, la llamada “Venecia de Provenza”, con apenas 48 mil habitantes, es decir el equivalente de un estadio de Chivas a reventar.
El problema es que identificar a jugadores como Gignac es prácticamente imposible. El francés llegó a Tigres a control remoto. Triangulación de llamadas, largas conferencias telefónicas, varios promotores en México, Europa y Sudamérica como intermediarios, y aún así, llegó sin ser ninguna garantía. Era un tiro al aire, pero que dio en el blanco.
Tan no es fácil saber elegir al jugador correcto, que otros oligarcas del futbol mexicano fueron por su referente europeo. El América fichó a uno de sus peores jugadores extranjeros de la historia, como el francés Jeremy Menez. Y Rayados hizo el ridículo con Vincent Janssen de los Países Bajos. Buscaron en boutiques y compraron en el tianguis.
En un futbol plagado, estrictamente plagado de “jugadores no formados en México”, como categoriza absurdamente la Federación Mexicana de Futbol a los foráneos, es evidente que la mayoría no tiene credenciales siquiera para ser considerados en las selecciones nacionales de sus países. Pero, la corrupción de promotores y directivos da visado de impunidad.
La baja calidad de los jugadores extranjeros en México hace aún más reacio al aficionado a Chivas a aceptar romper con su tradición de mexicanismo. Después de ver deambular a los Maranhao, los Biancucchi, y a tantos otros, aumenta el escepticismo. El que con leche se quema, hasta al yogurt le sopla.
Si a estas alturas, un equipo de inteligencia deportiva como el del América, con tantos tropiezos, aún firma a un jugador de la banca de la Segunda División de España, como el tal Álvaro Fidalgo, qué se puede esperar de una directiva relativamente bisoña en esos quehaceres, que además se equivoca al elegir la calidad de su materia prima: el jugador mexicano.
Por eso, en un universo paralelo, alterno, de esos que regodean los relatos de ciencia ficción, Chivas encontraría en Gignac al jugador correcto para dar un paso histórico y romper su mexicanismo, lo cual, insistimos, no va a ocurrir.
Para que Chivas renuncie a esa bellísima tradición, sólo jugadores con la calidad del francés, o del chileno Carlos Reinoso o su coterráneo Ivo Bassay; el brasileño Evanivaldo Castro Cabinho, el paraguayo José Saturnino Cardozo, el ecuatoriano Ítalo Estupiñán o su paisano Alex Aguinaga; el peruano Juan José Muñante, entre otros pocos más, podrían, hipotéticamente, vulnerar esa tradición y marcar un hito en la heráldica de Chivas.
Además, claro, los imponderables. Y con la suerte del Guadalajara en sus contrataciones, si compra un circo, le crecen los enanitos, la mujer barbuda queda lampiña, al mago se le mueren los conejos, y al domador se lo tragan los ratones...
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LOS ÁNGELES -- Mentir es grave. Mentir bajo juramento es el ejercicio abusivo y descarado de la infamia.
Ricardo Ferretti, en una dramatización hollywoodense, se permea con una deslealtad absoluta para explicar el inmoral y despiadado acuchillamiento de un Tiburón, de por sí, moribundo. “Fue una confusión, un mal entendido”.
André Pierre Gignac, en un comunicado que es una falta de respeto a la inteligencia y el sentido común, dice que ese disparo, el de su gol 100, no fue una traición, sino que quiso echarlo hacia afuera para un saque de meta.
Es decir, que teniendo más de 30 metros de espacio, a cada lado del arco de Sebastián Jurado, tuvo tan mala, pero tan recontra mala puntería que metió el balón pegadito, besando, acariciando, al poste izquierdo del arquero.
A la llegada de Tigres a Monterrey, varios jugadores dieron una versión distinta y de manera muy confidencial: “(antes del partido) El Tuca y Gignac nos dijeron que les valía madre la situación del Veracruz, que teníamos que ganar”.
Pero, Ferretti y el francés, salieron a lavarse las manos y apenas reconocieron que cometieron un error, sin disculparse, de manera creíble de ello.
Percudida la imagen de ambos, sería exagerado e injusto estercolar de manera absoluta a la institución y al plantel, por la decisión radical, dictatorial de Ferretti y de Gignac. Que carguen ambos con la magnitud vil de sus decisiones.
Ojo: la responsabilidad de Gignac y Ferretti, en especial por sus actitudes huidizas, de avestruz, ante las acusaciones generalizadas, es apenas sobre el resultado y la flagelación cruenta de los escualos, pero no sobre el asunto medular.
Ahí, en el iceberg maloliente de este problema, se agravan las responsabilidades y las culpabilidades de los involucrados.
1.- La traición de los mismos futbolistas a su palabra. Prometieron parar el juego y así parar la Liga, para sentar un precedente poderoso y granítico contra cualquier injusticia. Recuiaron, se culipandearon.
2.- El culpable absoluto es uno solo: Fidel Kuri, un milmillonario que se niega a pagar, en un acto delictivo que compete a las autoridades gubernamentales, incluso, y hasta una intervención de orden fiscal, bancaria y hasta del IMSS.
3.- Y la responsabilidad adyacente de una FMF y una Liga MX acobardadas, incapaces de lanzar al menos la advertencia final a Kuri con desafiliar al Veracruz, sino que sólo reaccionan pueril y tímidamente ante la realidad.
4.- ¿Y ahora cuál es la personalidad de Yon de Luisa cuando en verdaderos desafíos como el de Veracruz y la barbarie desatada en San Luis, elige el silencio cómplice como la reacción huidiza y timorata ante ambos hechos?
Porque, sí, lo de Ferretti y Gignac los exhibe en sus condiciones mezquinas como competidores, pero, al final, no son ni siquiera parte del problema capital, medular, central, como sí lo es el pánico de jugadores sumisos y acobardados, o como lo es el abuso de impunidad e inmunidad de Kuri, hasta la atemorizada confrontación de De Luisa y de Bonilla.
Por lo pronto, en la conferencia de prensa de este lunes, ésa, la de “Los Lunes del Tuca”, fue lamentable cómo manipuló el encuentro con los medios, despojándolos del rumbo del interrogatorio hacia donde él quiso llevarlo.
Ese cinismo de Ferretti sólo es comparable al que exhibió aquella vez que dejó su Ferrari estacionado en la zona de personas con discapacidades, mientras recogía su ropa en la lavandería. De ello, de esa infracción como civil, sin civilidad ni civismo, no fue cuestionado ni por sus directivos… ni por los medios que pastorea cada lunes.
Queda claro, que por culpa de Tuca y Gignac, no se puede llamar a Tigres equipo chico, sino más bien, liliputense…
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André-Pierre Gignac baja el balón y afirma tajantemente: “En Monterrey están los dos mejores equipos del futbol mexicano”. Y tiene razón, a pesar de que el América es el vigente campeón de Liga y de Copa y que otros parecen tener ventajas en popularidad y mercadotecnia, Rayados y Tigres han acudido a una instancia poco habitual en este futbol: la constancia de resultados, de arribos a finales, de un nivel protagónico que les mantiene como los más regulares en un futbol completamente irregular. El campeón de la Concacaf que, surgirá este miércoles por la noche, podría considerarse, sin reparo, el mejor club de México…
SAN DIEGO, California.- André-Pierre Gignac recurre a una lógica elemental en el futbol y en muchos otros aspectos de la vida: las estadísticas. Y es verdad que, en algunas ocasiones, los números “mienten” o no dicen toda la verdad, pero en este caso, respaldan totalmente lo que él afirma con vehemencia. “Los dos mejores equipos del futbol mexicano están en Monterrey”.
Ya luego, podríamos, discutir otros factores que son parte del futbol y de su manera de apreciar o medir la grandeza. Pero lo que me parece que, al final, casi reclama el futbolista francés en una entrevista con el periodista Roberto Gómez Junco que se pudo ver en Futbol Picante, es el poco reconocimiento que ambos clubes reciben.
Puedo imaginarme también la inmediata recriminación de los americanistas: “¡Somos campeones de Liga y de Copa!”. Y en parte tienen razón, pero los números establecen que nadie mas que Rayados y Tigres han sido dueños de un tema poco apreciado en el futbol de México: la regularidad. Lo han sido en sus actuaciones semanas a semana, en arribos a finales y en protagonizar juegos.
Medir la grandeza en el futbol puede resultar complicado y hasta cierto punto contradictorio. Dejemos de lado temas de popularidad, mercadotecnia, impacto en la industria y en la propia sociedad. Sabemos que el potencial de clubes como el América, Cruz Azul y Chivas va más allá en ese sentido, pero los equipos de Monterrey, dentro de su mercado muy particular, han logrado adaptarse mejor a las nuevas condiciones del futbol mexicano, donde las nóminas de la mayor parte de los clubes están inundadas de futbolistas extranjeros. Ahí, con un gran presupuesto, una inteligencia deportiva, los personajes adecuados en los puestos trascendentales, Rayados y Tigres se las han arreglado para ponerse al nivel de los llamados “grandes” del futbol mexicano sin una condición mediática parecida.
El campeonato de la Concacaf se define este miércoles por la noche en Monterrey. Y sí, el que levante la Copa podría llamarse el mejor club del futbol mexicano, sin ningún reparo, reproche o censura…
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De la terapia con John Milton, al modisto leonés, hasta la corbata "curada" por la mentalista Cathy, la Liguilla parece enfilarse a una confrontación en la Final de tipo paranormal, y con Stephen King para redactar la crónica.
Pero, aún, la pelota sigue en la cancha, con 90 minutos pendientes para ambas semifinales, y tanto León como Necaxa apelan al derecho del discurso final, como acto de rebeldía suprema o como plegaria de extremaunción.
América saca el empate (1-1) en Aguascalientes, mientras desde la banca del Necaxa se reclama el "cocowash" hecho por Ricardo La Volpe a los ternuritas cerebrales de los árbitros, mientras el argentino legitimiza, aún con la eliminación en la Copa MX, el #PeroSigoInvicto.
Si bien Sosa puede quejarse de que la tarjeta roja le fue perdonada a Samudio, o de que un fuera de lugar en evolución de jugada de gol fue injusto (Beckeles), la verdad es que el arbitraje se jugó la ruleta rusa, cuando validó el gol del Necaxa, sin duda legítimo, pero en una jugada extremadamente apretada, que de haber existido consigna a favor de las Águilas habría sido anulado.
Como la Semifinal de Tigres y León, Necaxa y América pagaron la generosidad de la atención de la afición. El encuentro se nutrió de intensidad, para resumir así la actitud, la devoción, la testosterona puesta en la cancha, que si bien es obligación absoluta del jugador, a veces se olvida.
Mientras Necaxa regala, nuevamente un gol entretejido con tersura, América, en el empate, lo hace a empujones, a músculo, a persistencia.
Los Rayos bordan con 11 jugadas hasta la red el 1-0, desde que El Chino Romero (¿de verdad vale 7mdd?) pierde el balón, hasta que Gallegos le pone la bendición absoluta en los faldones del arco de Moisés Muñoz.
Mientras tanto, América, con desvío incluido por un defensa, consuma el empate con la purificación que le da la jugada previa de Oribe Peralta, que ayer tuvo más puestos en la cancha que dueño de panadería rural: de extremo izquierdo fue recorriendo posiciones hasta incursionar por derecha.
Con los arqueros activos, pero Muñoz con una atajada espectacular, para ser el soporte del #PeroSigoInvicto, queda claro que con una nómina menos ostentosa, el Necaxa iguala en la cancha con el principio de jugar bien al futbol, a la nómina, que ya no asusta a nadie, del América.
Incluso, aquella frase de #EnLoTácticoRoboYRobo, quedó bajo cuestionamiento cuando LaVolpe enfrentó a Luis Alfonso Sosa, quien en su segunda incursión en Primera División está cerca de la Final, quedando claro que la gran diferencia entre atacar con Puch, a hacerlo con Anangonó, es como asaltar un banco con una bazuca o con un cortaúñas. El chileno derrumba muros, el ecuatoriano hace pedicure.
Así, Necaxa sigue saludablemente con vida, aunque con la desventaja por reglamento, de la posición en la tabla. América sólo necesita del #PeroSigoInvicto, es decir, un empate sin goles o a uno, lo clasifica, pero la victoria de Rayos o un empate de visitante a dos goles, lo coloca en la Final.
Será pues un fin de semana en el que las ciencias ocultas salgan a la luz. Pero, como siempre el protagonismo absoluto debe ser del balón, en la cancha, con la única magia que sean capaz de improvisar futbolistas generosamente pagados, y no la devoción por la invocación de otro tipo de favores.
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Cierto: el gol de la victoria reúne a todos los comensales a honrarlo como la figura del juego, pero su trascendencia fue más allá.
Lo he sostenido: la televisión muestra retazos del juego de futbol. La jauría de transmisión, comenzando con la cámara, persigue al protagonista absoluto: el balón. Y claro: si es la doncella de la noche.
Este miércoles, Gignac resolvió el juego ante León, en otros terrenos, más allá de un par de equivocaciones que sulfuraron al nitrotolueno en reposo que es el Tuca Ferretti. "El futbolista puede equivocarse con los pies, pero no con la cabeza", dijo alguna vez el legendario Renato Cesarini.
Y tal vez para las pulgas en celo que carga siempre el Tuca en la mollera de su intransigencia, Gignac se equivocó ese par de veces, pero con los pies, nunca con la cabeza.
Su gol es estupendo. Recrea con un colorido magnífico los ensueños de todo futbolista: acurruca, primero, en el pecho un pase magnífico de Sosa. Esa bendita telepatía entre ambos, que les permite susurrarse complicidades obscenas a más de 40 metros. La mímica del crimen.
Y Gignac deja que la pelota ejecute la perfección de sus habilidades: rodar. El amague, el recorte, la elección del buzón donde quiere depositar la pelota, y el viaje al marcador, y tal vez a la final, son de una perfección cinéfila.
Antes de enriquecer su museo de obras fantasiosamente personales, porque también ha marcado goles que debieron ser anulados por su rústica obviedad, y después de ese gol, el peso del delantero francés fue evidente.
Quitó balones en media cancha, jugó incluso espalda con espalda con el exquisito carnicero Guido Pizarro, y gasta proyecto un par de veces a Dueñas, alimentándoles sus ansias de gol. Sí, Gignac, hipnotizado, está más despierto que nunca.
¿Fue la hipnosis? Bendito John Milton. ¿No fue la hipnosis? Maldito gitano francés que se fugó de vacaciones más de 800 minutos. Pero está de vuelta.
La fiera cazando fieras y casando ilusiones: victima a Pumas con goles soberbios, especialmente con el sadismo con que resuelve el primero, y ahora se apodera de la jungla mexicana de futbol, finiquitando, aparentemente, al Rey de la Selva y de los pronósticos calientes.
Pero el Tuca Ferretti tiene razón. Totalmente. Solos, Milton, el diván, Gignac y el estadio de vigilia hipnótica, no ganan partidos, aunque en la manifestación colectiva desembocan en resultados.
Ojo: queda claro que la curación de Gignac es la sanación de Tigres. Hipnosis o no, lo cierto es que la abrupta exposición del francés ante Pumas significó la catarsis de todos los miedos en Zuazua.
Porque, hace tiempo, hace más de mil minutos ya, la manada felina cazaba chimuela. Sin Gignac era un felino desesperado de zoológico. Hoy, aparentemente, la jungla le pertenece.
Fue, por lo demás, una noche notable de Aquino, Damm, Dueñas, Pizarro, especialmente Estrada, mientras estuvo dentro de la cancha, y Sosa hubiera consumado una jornada perfecta si no desperdicia o desprecia el arrebato pasional de un gol que se le ofreció en el área.
Absurdo sería sacrificar al León. Reaccionó al gol en contra, se posesionó de la pelota y obligó a la cólera táctica del Tuca a pegar más gritos y reacomodar a Damm y a Aquino por momentos.
Y Ferretti lo sabe. Porque lo ha sufrido. Al Tuca se le han levantado los muertos de la mesa de autopsias y lo han liquidado.
Claro, hoy tiene al mando de su patíbulo a un Gignac despiadadamente sensible, bastó ver cómo en el homenaje previo a las víctimas del Chapecoense, las lágrimas, esos pétalos marchitos del alma, le iluminaron la mirada.
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El hipnotismo, detrás de las tres cruces de Gignac a Pumas
Gignac, el estéril, rompía en la red su aridez de gol. Más de 800 minutos gimiendo de impotencia. Sin gol, el romperredes es un eunuco en la cancha.
La celebración tenía destinatario: John Milton, un hipnotizador que recrea, como principal modus vivendi, las fantasías de una tribuna dispuesta a ver los desplantes ridiculizados de unos voluntarios.
Sin embargo, el mismo personaje puntualiza en Raza Deportiva de ESPNDeportes que más allá de los shows placenteros, la hipnosis es una forma de terapia.
El hipnotizador revela en Raza Deportiva algunos detalles de su encuentro con Gignac, aunque apela a la cláusula no escrita de confidencialidad y mantiene bajo caja de caudales, los detalles más íntimos y puntuales de la sesión con el jugador.
Pero, Gignac lo ha confesado, Aquino lo ha avalado, Milton lo ha confirmado y Pumas ha sido victimizado. El círculo de drama, comedia y tragedia se consumó.
El francés, tras ese páramo de 800 minutos en la agonía de la esterilidad en el área, ejecutó tres veces a la UNAM, en condiciones idénticas de gol, a otras que ya había desperdiciado con Tigres y, mucho antes, con Francia, incluso en la Final de la Eurocopa.
¿Cuándo exorcizó sus demonios Gignac? ¿En esa sesión de hipnosis o en la circunstancialidad del primer gol?
Más allá de algunos testimonios presunta y científicamente certificados respecto a la efectividad de la hipnosis, y de la abogacía evidente que de ella hace Milton en Raza Deportiva, aparece, sin duda, por encima de todo el poder del ser humano.
Milton lo explica: "La hipnosis no hace milagros" sino que pretende ayudar a que el ser humano haga sus propios milagros.
Y tiene razón. Cristo no va a estar, metafóricamente, subiendo y bajando de la Cruz para curar una caries o aparecer al perro que se perdió tres días, detrás de olisquear el celo de una hembra. La Fe es para mover montañas... propias y no ajenas.
Mientras para algunos la hipnosis es un acto de charlatanería lúdica, y para otros un recurso fervientemente útil, al menos, aparentemente, a Gignac le dio el bastón para ponerse de pie y le restituyó esa maldita confianza que había perdido, para desazón e histeria del Tuca Ferretti.
"André Pierre es un gran futbolista y un gran ser humano, y esa forma de festejar, agradeciendo públicamente, es de mucho orgullo para mí", dice Milton, quien explica además que su padre, famoso hipnotizador con el nombre artístico de Taurus do Brasil, dio apoyo hipnótico a varios clubes en México, Argentina y Brasil.
Por otro lado, Nico, el hermano de John Milton, también intentó ayudar -sin mucho éxito-- al Atlas, el de la segunda época de Ricardo LaVolpe y a petición, obviamente, del mismo técnico argentino, quien en el América y a espaldas de la directiva, según reportes, ya volvió a tomar la consultoría con Cathy, su mentalista antes y durante el Mundial de Alemania.
Al final, lo relevante es que Gignac encontró con esa charla, o tal vez sin ella, o tal vez por ella, o tal vez a pesar de ella, el detonante portentoso de sus goles en un partido contra Pumas que parecía de inicio entrampado.
El futbolista es un adicto a las supersticiones o a las cábalas, e incluso a una fe pagana. Cuando aparecen jugadores o ex jugadores con numerosos amarres en ambas muñecas pretenden prever cualquier lesión y hasta evitar el mal de ojo, en una costumbre que desde Brasil, Chile y Argentina se posesionó fuerte entre los mexicanos.
En México, numerosos futbolistas llegaron a jugar con estampas de su santo patrono colocadas entre la espinillera y la media, para protegerse de lesiones, una creencia muy popular entre los chilenos, especialmente, un goleador con gran historia en México, como Marco Antonio 'Fantasma' Figueroa.
Incluso, una referencia muy fuerte de esa influencia sudamericana era notoria en el Santos Laguna que dirigió el chileno Pedro García. Tenía de hecho un altar dentro del vestuario, en el que cada jugador colocaba el santo de su devoción, y esa misma ofrenda les acompañaba en algunos viajes de visitante.
De hecho, cuando eliminan a aquel poderoso Atlas de Marcelo Bielsa, el retablo tuvo más de una treintena de veladoras encendidas.
Queda claro que antes de y después de este pasaje entre Milton y Gignac, la urgencia de fe del jugador se manifiesta de manera desesperada. Especialmente entre los delanteros y más aún entre los que tienen el oficio innato de goleadores.
Sin embargo, al final, y eso lo sabe Gignac muy claramente, los milagros son obra de los humanos aunque perduran más si se endosan a fenómenos o circunstancias tan intangibles, como inexplicables.
Casi de manera cínica, Mark Twain sostenía que "si es un milagro, cualquier testimonio es suficiente, pero si es un hecho, ah, entonces, es necesario probarlo".
De acuerdo a Mark Twain, Gignac habría dejado, entonces, tres cruces como prueba en el mausoleo de los Pumas.
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LOS ÁNGELES -- América y Tigres cumplen pronósticos. Con más apuros que sufrimiento, con más sofocones que histeria.
En la tabla de posiciones parecían haber perdido su condición de favorito. Pero sus planteles redimieron el descrédito de clasificar quintos y sextos.
Pero sobre todo, especialmente, los redimen sus goleadores. Gignac sigue con el saludable hábito de hacer golazos. Y Benedetto con la puntualidad de hacer goles útiles y oportunos.
Tigres fue a Chiapas a robarse la pelota para robarse la clasificación. Porque lo que hizo Ferretti con La Volpe fue un despojo, un abuso.
El disparo implacable de Gignac, preciso y precioso, a pesar de que debió descomponer la silueta para pescar el remate, le entregó el mapa del juego a Tigres.
Jaguares sufrió para quitarle el balón. Y cuando lo tuvo encontró cerrojos y celadores en toda la cancha. Y al recuperarlo, Tigres se dedicó a adormecer el reloj, el rival, el juego, la tribuna y la paciencia.
El global de 3-1 condenó a La Volpe a la desesperación y a la resignación. Hizo cambios, intentó modificaciones, pero entendió que la partida estaba consumada.
Y Tigres terminó estando más cerca del cuarto en el acumulado, que los Jaguares de una genuina reacción.
América, en tanto, menos cínico que Tigres, o menos práctico, o si se quiere menos pragmático, trataba de responder con el contragolpe ante la furia de un León convencido y azuzado desde el primer minuto a buscar la anotación.
Los contrastes se irían dando en la cancha. En todos los terrenos, pero especialmente en la batalla entre porteros y entre los supuestos ejecutores del área.
Boselli desperdició cuatro oportunidades de gol inmejorables, con el aliciente incluso de que Moisés Muñoz estaba en una de esas jornadas infortunadas. Pero el artillero del León parecía maldecido. Era claro que no encontraría la red.
Benedetto, en tanto, entrando de relevo, dio el tiro de gracia a la fiera y consumó la estrategia ramplona de Nacho Ambriz, pero que fue efectiva ante la desesperación del León, desesperación táctica incluso en la banca.
Benedetto con un zapatazo potente, ante una defensa displicente, tolerante y sin arrojo, se permitió el lujo de, llegando desde la banca, poner la tranquilidad en el marcador.
Y entre los arqueros, los extremos se presentaban. Muñoz errático, con un par de salidas suicidas, mientras que William Yarbrough en el desenlace del juego, tuvo excepcionales atajadas.
¿Vistosa la doble cartelera? Lejos, ambos encuentros, en especial el primero, porque en el segundo, la inercia de desesperación leonesa y astucia americanista, y la suma de goles, mantuvieron un saborcito de angustia compartida.
¿Y ahora? América y Tigres aguardan. Pumas y Toluca podrían ser su respectivo destino, a menos que sorprendan, improbablemente, Veracruz y/o Puebla.
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LOS ÁNGELES -- Su cabriola sigue dando giros en el universo insaciable, voraz, de las redes sociales. Una estampa de esas que regocijan a cualquier futbólatra. Una postal que convierte en primavera cualquier campo áspero de futbol.
Egidio Arévalo Ríos ratifica que en el fondo, sí, muy en el fondo, tras esa facha y ese oficio de picapedrero, de demoledor, se esconde un exquisito. Se viste de hollinero en la cancha, pero saca de repente una azucena de su lodazal.
Y el uruguayo lo hizo ante Chiapas. Parecía, el trazo, un apéndice de ese Libro de Oro de su Pataruzú. Pero, pobre Egidio, cuando hubo y tuvo para deslumbrar con un destello de arte, a André Pierre Gignac se le ocurre montar su propio museo.
Egidio metió el balón a la zona de fusilamiento de Chiapas. Sus defensas salían de la plazoleta. Gignac regresaba entre esa escolta, cuando el satélite del uruguayo viajaba y bajaba al desafío gitano, sí, gitano, de su imaginación.
¿Estaba en fuera de lugar? Milimétrica, tozuda, remilgosa y melindrosamente, sí estaba adelantado. Suficiente para el reglamento, insuficiente para el árbitro.
Gignac se olvidó de todo y de todos. La pelota flotaba, paciente, trucada, como escena de Gravity, en ese espacio mágico, donde él debía intuir más que elegir, reaccionar más que decidir. Y lo hizo.
Egidio se asombraba a sí mismo del telegrama balompédico que había enviado. Un citatorio de gol. Los zagueros de Jaguares se azoraban. Y Gignac reaccionó como bestia, como goleador, como gitano. Como Tigre.
El catálogo descriptivo de esos remates es ambiguo. Y el francés lo confundió más. ¿Tijera? ¿Chilena? ¿Guiñaquiña? El Circo Atayde y Cirque du Soleil aún revisan el video.
Pero el atacante de Tigres emuló a las decenas de saltimbanquis que debió ver regateando centavos a cambio de esas piruetas callejeras en los tianguis franceses, donde él mismo, en algún momento, vendió ropa, hizo encargos e hizo, como si fuera La Corte de los Milagros de Víctor Hugo, maniobras mágicas para sobrevivir.
Tras la maroma, tras la sorprendente machincuepa, Gignac pesca el balón en ese brevísimo latido silencioso del estadio. La contemplación muda y afónica del remate fue el azoro de la tribuna.
El balón terminó donde deben terminar todas las orfebrerías majestuosas: en el museo. Y en el futbol, la única pinacoteca de la cancha es la red.
Irónico que la ejecución misma rebasara al gol, aunque sin el gol, la cabriola sería apenas una anécdota. La pelota, el marcador, Egidio, el resultado, el rival, terminaron siendo accesorios del lance circense de Gignac.
Y el francés debió beberse la escena. El orfeón gigantesco, estruendoso, desbordado, conmovido. Porque Gignac lo sabe: la población entera de su comunidad, de su pueblo natal, Martigues, cabe perfectamente en el Estadio Universitario de Monterrey.
Pero el arrullo masivo del francés va más allá del gol. Va más allá de un momento. Llegó a Tigres cuando pudo insistir en la Premier o en la Ligue 1. Y desde el primer día se sintió en casa, aunque Monterrey le recuerde poco, muy poco a su hábitat natural en Francia. Una madrugada de año nuevo en Monterrey tiene más escándalo y bullicio, que la noche más festiva de Martigues.
Gignac ha pagado bien por su proceso de adopción. Goles. Humildad. Identificación. Cercanía de la raza y a la raza.
Este futbolista de sangre gitana, de hábitos gitanos y gitano de oficio cuando el hambre urgió, tuvo su momento de consagración en la jactanciosa y exigente sociedad regiomontana cuando hace dos semanas le marcó a Alemania jugando para Francia y con su festejo hizo la seña con los dedos entrecruzados de la facción de Libres y Lokos. Salve César.
Ese día, con un gesto inesperado, espontáneo, al otro lado del mundo, Gignac le guiñó el ojo a Tigres, a Monterrey... y hasta a los del Monterrey.
Los medios regiomontanos consignan que hoy son registrados más Andrés, Pierres o Gignacs en el Registro Civil neoleonés que los alguna vez tradicionales Eulalios y Laureanos. Hoy se es más regio que el cabrito, si el cabrito en pañales se llama Gignac.
Su último sueldo registrado en Francia era de 4 millones de euros. Algunos medios mexicanos aseguran que se mantiene ese salario con Tigres. Unos 70 millones de pesos. Recibe cuatro veces más que el total de la Colecta Anual de la Cruz Roja en Nuevo León en 2014.
Pero, Gignac no es culpable de la austeridad o desdén de los habitantes de Nuevo León, ni de la cotización de sus artes como futbolista.
Hoy Gignac es sin duda una referencia del tipo de futbolistas extranjeros que se necesitan en un balompié invadido de jugadores a veces desconocidos hasta en sus países.
Y muchos de esos negocios del bandidaje de promotores, muchos, casi todos, nunca llegan a encantar, a seducir, como lo hizo Gignac con un guiño desde el otro lado del mundo.
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