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La evolución que llevó al 'Canelo' Álvarez al Madison Square Garden

Este sábado, por primera vez en una década, Canelo Álvarez peleará en una ubicación distinta a México o el suroccidente de los Estados Unidos. La última ocasión en la cual Canelo peleó en la Costa Este de ese país, fue en 2008 en Miami. Canelo se veía distinto. Ocurrió antes de que el boxeador azteca avanzara tres divisiones de peso. Su cabello (con la ayuda de sus pantalones cortos y zapatos que combinaban con el color de su pelo) parecía estar más rojo de lo que podemos ver hoy en día.

Tres años después de iniciada su carrera, Canelo, con rostro de bebé y 18 años, aún no había firmado con Golden Boy Promotions. Cuando ese contrato llegó, casi dos años después de esa noche en Miami, Oscar De La Hoya tuvo la visión de algo grandioso con el púgil.

“Creemos que Saúl será una estrella”, dijo De La Hoya, aún llamándolo por su nombre de pila y no por el apodo que lo ha convertido en uno de los pocos atletas a los cuales se les conoce y llama por un solo nombre. “Ya es una gran atracción… en México, y vamos a hacer todo lo que esté en nuestro poder para así ayudarle a ser un campeón y una estrella en Estados Unidos”.

Este sábado, cuando Canelo se enfrente a Rocky Fielding en el Madison Square Garden, regresará a la Costa Este de los Estados Unidos disfrutando del estatus de súper estrella del boxeo. Y por primera vez en la larga historia de este deporte, un peleador mexicano es una de sus figuras más mercadeables. Sumen su contrato récord con el servicio de streaming DAZN y Canelo bien podría ser el más poderoso en el mundo boxístico actual.

A fin de poder apreciar lo que esto significa, debemos volver al pasado y analizar al mejor peleador en la historia de México: “El Gran Campeón Mexicano”, Julio César Chávez.

Incluso hoy en día, Chávez es capaz de convocar multitudes. Los cazadores de fotos y autógrafos corren hacia él, incluso con mayor frecuencia que lo visto en gran medida con boxeadores activos. La mayoría de quienes buscan a Chávez frenéticamente hablan español. Dentro del mundo pugilístico, Chávez es una leyenda viviente. Un gigante.

Fuera de él (al menos, al norte de la frontera entre Estados Unidos y México), Chávez puede perderse entre la multitud. Era un hecho entonces, durante su carrera sobre el cuadrilátero, y lo es hoy.

“Chávez parecía dispuesto a morir y no quedan muchos peleadores así”, expresó el comentarista de boxeo Larry Merchant a la revista KO Magazine. “Es un tipo endemoniadamente rudo”.

Sin embargo, la rudeza de Chávez nunca fue objeto de dudas. Por el contrario, se trataba de su incapacidad de ganarse el respeto que merecía ante tanta entereza y transformarlo en atractivo popular entre los aficionados en Estados Unidos.

Desde los días de Chávez como boxeador activo, la era de grandes boxeadores mexicanos que le sucedió está conformada por púgiles que, cada vez con mayor frecuencia, son capaces de comunicarse en inglés. Incluso gracias a la ayuda de traductores, peleadores de la talla de Juan Manuel Márquez, Marco Antonio Barrera y Erik Morales todos hablan inglés.

Más recientemente, otros boxeadores latinos han hecho lo mismo, específicamente Miguel Cotto, quien ha peleado en 10 ocasiones en el Madison Square Garden, la mitad de éstas en vísperas del Desfile del Día de Puerto Rico celebrado en la ciudad de Nueva York.


Canelo puede hablar inglés, aunque por motivos conocidos sólo por él, elige comunicarse en español. Al contrario de los boxeadores que surgieron antes de él, especialmente Chávez, esta decisión no ha afectado el atractivo de mercadeo que tiene Canelo.

“Lo que me preocupa es pelear y entrenar y creo que a la gente le gusta eso más que la charla”, dijo Canelo con respecto a su uso casi exclusivo del español.

Eric Gómez, presidente de Golden Boy Promotions, concuerda con Canelo, agregando que el púgil sigue estudiando y mejorando su inglés.

“Es el único boxeador que cuenta actualmente con patrocinadores directos”, indicó Gómez con respecto a Canelo. “Su estilo de boxear, la forma cómo es él, el hecho que es una persona limpia, todo eso es mejor que el idioma… Es disciplinado, pulcro, educado y eso es más importante que un idioma”.

De hecho, Canelo cuenta con auspicios importantes. Y parte de la razón detrás de ello es la demográfica cambiante, tanto en Estados Unidos como en la afición boxística.

A principios de la década de los 80, cuando Chávez comenzó a pelear, según datos del Pew Research Center, los hispanos sumaban un poco más del 6 por ciento de la población de Estados Unidos. La mayoría de esa población latina vivía alrededor de la frontera entre Estados Unidos y México, por la región suroccidental que previamente había sido la región norte de México.

Para 2016, esa cifra aumentó hasta casi llegar al 18 por ciento. Un estudio del Censo de Estados Unidos, publicado a principios de año, proyecta que esa cifra se incrementará hasta alcanzar aproximadamente el 21 por ciento para 2030.

Con dichos cambios, también llega el incremento del poder de compra de la comunidad Hispana en Estados Unidos, que alcanza cerca de $1.6 trillones al año, según data y análisis hecho por Nielsen. Y si bien no todos los hispanos hablan español, el aumento de estaciones de radio y televisión de habla castellana reflejan este cambio.

Según la revista Forbes, la primera emisora radial en español a tiempo completo de Estados Unidos se inauguró en 1945; hoy en día, existen cerca de 500 estaciones de radio que transmite exclusivamente en dicho idioma.

Y considerando la fuerte historia y tradición boxística que existe en América Latina (además del hecho que una encuesta hecha por el diario Washington Post y la Universidad de Massachusetts Lowell indicó que el 61 por ciento de los Hispanos en Estados Unidos se consideran aficionados al boxeo, comparado con el 17 por ciento de la población blanca.

Es cierto que el mundo del boxeo también ha sentido esos cambios.

Todos los elementos del espectáculo pugilístico, desde los auspiciadores más importantes, pasando por la forma en la cual los gerentes y promotores venden a sus boxeadores, hasta la mayoría de los nombres que conforman los programas boxísticos, hasta el idioma que se escucha en las tribunas de los estadios que sirven de escenario, ha cambiado con el incremento de la población hispana en Estados Unidos. Uno de estos cambios fundamentales se ha producido con respecto a las fechas en las cuales se escenifican las peleas más importantes: durante las festividades mexicanas.

Por cierto, Chávez ayudó a popularizar la celebración de combates en los fines de semana del Cinco de Mayo y 16 de septiembre (día de la Independencia de México), que constituyen dos fechas tradicionales para el boxeo.

En los tiempos de Chávez como púgil activo, hablar inglés era prácticamente obligatorio para así atraer a una audiencia mayor. Eso también ha cambiado. Obviamente, es difícil medir en cuanto aumentaría la popularidad de Canelo si se comunicara más seguido en inglés. O si este intentara vender sus peleas, en vez de mantener su estoicismo mexicano (lo cual también recuerda a Chávez), cuando dice que prefiere que sus puños hablen por él.

A pesar de ello, Canelo es el único boxeador activo capaz de vender con éxito peleas en el modelo de “pague por ver” (o que las vendía, considerando que dejó la plataforma televisiva para incursionar en el modelo por suscripción de streaming de DAZN). De hecho, en un comercial filmado por DAZN con el boxeador recién incorporado a sus filas y mejor pagado, Canelo sólo habla español. Sus pocas palabras son subtituladas en inglés.

Golden Boy Promotions ha ayudado a Canelo a convertirse tanto en el campeón como en la estrella que De La Hoya aspiraba ver de él. Lo han promovido bien y puesto a pelear en los enfrentamientos apropiados. Hasta han protegido a Canelo. No estamos diciendo esto en su contra. Canelo no ha sido el primer boxeador ni será el último que aprovechará la ayuda que viene con los privilegios inherentes a convertirse en el rostro del boxeo.

Otros púgiles han disfrutado de las mismas ventajas y a pesar de ello, han fracasado por carecer de disciplina o de talento.

Canelo es el boxeador más exitoso de México en el aspecto comercial, muy lejos del resto. Aún se encuentra en el apogeo de su carrera y su nombre comienza a formar parte del debate para conformar la lista de los 10 boxeadores más grandes de la historia de México. Es fácil confundir popularidad en masa con falta de destrezas; sin embargo, a medida que su estrella ha ascendido, Canelo ha mostrado mejoría constante en su nivel. Ciertamente, es un peleador muy distinto a lo demostrado por él en su último combate en la Costa Este de Estados Unidos.


Por cada pelea importante celebrada en el Madison Square Garden, existen miles de otros combates disputados en estadios pequeños y medio vacíos. Salones de baile y casinos en Estados Unidos, palenques y ferias en México, todos con púgiles que aspiran ganar el combate y hacerse con mejor dinero la próxima vez que suban al cuadrilátero. Así era Canelo hace 10 años. Antes de que se mudara a tiempo completo a San Diego, antes de que las expectativas (que, con cada pelea subsiguiente, se han hecho realidad) cruzaran la frontera mexicana y llegaran al Norte.

Esa noche, faltando un minuto para la conclusión del primer asalto, ante lo que aparentaba ser pocas docenas de personas, Canelo despachó un derechazo que tumbó a su oponente, Raúl Pinzón, hasta ponerlo contra las cuerdas. Con brazos que ya no atacaban sino se resignaban a proteger, Pinzón se cubría el rostro. Canelo, con rostro de niño y solo un parche promocional en sus pantalones, seguía adelante. Siete golpes consecutivos, alternando izquierda y derecha, cayeron sobre Pinzón, produciendo su caída.

Antes del combate, un Pinzón algo presumido dijo que quería hacer el papel de villano y antagonista de Canelo. Quería exponerle, arrebatar el invicto a Canelo, aparte de su cinturón de campeón regional. Sin embargo, cuando el conteo del réferi llegaba a 8 y Pinzón se levantaba de la lona, éste se mostraba humilde.

No habían transcurrido 30 segundos cuando el joven Canelo, quien siempre ha tenido comportamiento calmado y expresó antes del combate que “donde se habla es arriba del ring”, apabulló una vez más a su rival. El árbitro Pat Russell alzó sus manos y se arrodilló frente a Pinzón.

La pelea había terminado y nadie coreaba el nombre de Canelo. No había una multitud de cámaras frente a su rostro, delante de una muchedumbre que quisiera estar cerca de él. Solo estaba Canelo con sus entrenadores (quienes han permanecido leales unos a otros), abrazándose y con sonrisas en el rostro. Mientras ellos seguían con sus muestras de alegría, Pinzón se cubrió el rostro con una toalla.

Cuando la cara de Pinzón reapareció ante las cámaras, parecía estar llorando. El árbitro alzó la mano de Canelo. Éste se mostraba concentrado y confiado, incluso más que en los días previos a la pelea, cuando reconoció sus mayores ambiciones. “No solo quiero convertirme en campeón mundial”, expresó Canelo al diario The Miami Herald, “también deseo ser un ídolo del boxeo”.

Este sábado, Canelo vuelve a la Costa Este de Estados Unidos. Peleará en “la arena boxística más famosa del mundo”, lo cual es una buena señal de su evolución en ruta a alcanzar la cumbre del boxeo mexicano.