Es hora que el béisbol regrese a ser el protagonista en MLB
Para todos los propósitos prácticos, los cimientos de la operación que involucró a Mookie Betts se sentaron el mismo día en el cual Gerrit Cole accedió a firmar por $324 millones para convertirse en el as de la rotación de los New York Yankees; y la construcción se aceleró cuando los Boston Red Sox despidieron al manager Alex Cora. Una vez que los acérrimos rivales de Boston se hicieron con el as del pitcheo que necesitaban y una vez que los Red Sox perdieron al miembro más importante de su staff, la situación de los Red Sox cobró claridad: este será un año de cambios de nómina, la encrucijada a atravesar en camino al siguiente gran logro.
Pero es mucho más probable que este sea recordado como el año en el cual los Red Sox hicieron un reinicio y dieron un viraje para convertirse una vez más en un club relevante de forma constante, tal como hicieron los Yankees en 2016, cuando negociaron a Andrew Miller y Aroldis Chapman, extrajeron a Gleyber Torres de los Cubs y permitieron que Aaron Judge debutase en Grandes Ligas.
Betts y el lanzador zurdo David Price, héroes de la gesta de 2018, se han ido y no serán las últimas piezas en partir. Inevitablemente, los Red Sox canjearán al jardinero central Jackie Bradley Jr., quizás en medio de una carrera por el banderín. Algunos equipos se mostraron sorprendidos cuando los Red Sox le ofrecieron un contrato durante el otoño pasado. Boston continuará buscando formas de concretar un canje por el diestro Nathan Eovaldi, esfuerzo que cobraría auge si Eovaldi pitchea bien a principios de 2020 y logra restablecer parte de su valor. Brandon Workman, de 31 años, quien comenzó a lanzar su curva una y otra vez y logró sorprender al convertirse en uno de los mejores relevistas del béisbol mayor debería ser cambiado para vender a alto precio en un volátil mercado de brazos de bullpen.
Durante las cuatro temporadas anteriores, J.D. Martínez ligó para .312 con 146 jonrones y OPS de .985 en 535 partidos. A pesar de ello, tiene 32 años y se le deben $62 millones a pagar durante los próximos tres años y a menos que se llegue a una decisión con respecto a la idea del bateador designado universal antes del vencimiento del vigente contrato colectivo entre peloteros y equipos, previsto para diciembre de 2021, los Red Sox se verán sumamente limitados con respecto a los posibles destinos para Martínez. Muchos equipos de la Liga Nacional muestran reservas con respecto a su habilidad defensiva.
Xander Bogaerts y Chris Sale están comprometidos por las cuatro temporadas siguientes y presumiblemente, los Red Sox intentarán concretar una extensión con el antesalista Devers, quien fue líder en dobletes en el Joven Circuito y fue segundo en la categoría de imparables en la campaña anterior y bien podría ser el próximo campeón bate para la organización de Boston. El outfielder Alex Verdugo sería pieza diaria en la alineación sustituyendo a Betts (a un costo mucho menor) y el pitcher diestro Brusdar Graterol aporta mayor calidad a un sistema de granjas que presenta evidente mejoría.
A pesar de ello, aún hay un largo camino para Boston antes de volver a un papel de serio contendor frente a los Yankees, con su colección de estrellas maduras y adquisiciones cuantiosas, y los Rays, que cuentan con una fuerte rotación y la habilidad sobresaliente de desarrollar grandeligas productivos a bajo costo. Los Blue Jays podrían encontrarse por encima de los Red Sox mientras estos emprenden su proceso de renovación, tomando en cuenta que Vladimir Guerrero Jr., Bo Bichette y Cavan Biggio ya han sido ascendidos al equipo grande.
Los Red Sox necesitarán mucho más que talento para retar consistentemente a los Yankees. Betts cuenta con un talento trascendental que fue capaz de elevar el nivel de Boston y es un trabajador, un jugador constantemente inquieto por su actuación y su swing, obsesivo por mejorar a diario. Los Angels cuentan con una figura con características similares, como lo es Mike Trout; por su parte, los Dodgers tienen a Clayton Kershaw y los Indians a Francisco Lindor. Tener una presencia de este tipo gracias al mejor jugador del equipo no será algo fácil de repetir.
Ejecutivos y miembros de gerencias rivales creen que la salida de Cora también constituye una pérdida tangible para Boston debido a su capacidad de generar vínculos con los peloteros y así extraer lo mejor de ellos. Cora convinció a Betts de cazar rectas y ser más agresivo en los conteos, alentó a Martínez para ser el líder de los mítines de los bateadores de mayor importancia, exigió trabajo a Devers y ayudó a que Bogaerts tomara las cosas con más calma.
La remodelación que ha iniciado Boston será tan extensa que el momento para negociar a Betts ha sido el más apropiado, evitando así lo que habría sido una decisión realmente complicada si los Red Sox se hubiesen aferrado a él en medio de la carrera por el comodín en pleno mes de julio. No obstante, aún hay saldo a pagar en el estado de cuenta de la tarjeta de crédito a consecuencia de esa mentalidad de "ganar hoy" que ayudó a crear ese contendor de la Serie Mundial en 2017 y 2018 y podría pasar un buen tiempo antes de que Boston se aproxime a lo que una vez fue.
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Parecía que este sería el año en que el Salón de la Fama del béisbol se abriría de par en par a la llamada generación de los esteroides.
En la medida en que el colega Ryan Thibodaux iba revelando en su cuenta de Twitter @NoMrTibbs la marcha de las votaciones, Barry Bonds y Roger Clemens bordeaban la frontera del 75 por ciento necesario para ser exaltados.
Sin embargo, sólo aproximadamente la mitad de las boletas se hicieron públicas y cuando se anunció la votación final, tanto Clemens, como Bonds, se cayeron estrepitosamente hasta 61 y 60.7 por cientos, respectivamente.
Las cifras representan una ligerísima ganancia en relación con las votaciones del 2019, cuando el siete veces ganador del premio Cy Young consiguió 59.5 por ciento y el líder en jonrones de todos los tiempos tuvo 59.1.
El tiempo comienza a correr en contra de ellos, dos de los principales exponentes de la llamada era de los esteroides y de cuya entrada o no al Templo de los Inmortales depende la suerte de otros vinculados al tema de las sustancias prohibidas.
A ambos les quedan dos años elegibilidad en las boletas de la Asociación de Escritores de Béisbol de América (BBWAA) y la progresión mostrada en las ocho ocasiones anteriores no parece muy optimista.
Clemens y Bonds debutaron en las boletas de la BBWAA en el 2013, cuando consiguieron 37.6 y 36.2, respectivamente.
Al siguiente año tuvieron un retroceso, cuando el lanzador bajó a 35.4 y el jardinero cayó a 34.7.
En el 2015 tuvieron un ligero repunte que los llevó prácticamente al mismo punto de su primer año de elegibilidad, cuando Clemens fue votado por el 37.5 por ciento y Bonds por el 36.8.
Esos significaron tres años prácticamente perdidos y no fue hasta el 2016 que consiguieron un buen empuje.
En esa ocasión, el serpentinero que jugó 24 temporadas repartidas entre los Boston Red Sox, los Toronto Blue Jays, los New York Yankees y los Houston Astros subió hasta el 45.2.
Por su parte, el jardinero de los Pittsburgh Pirates y los San Francisco Giants repuntó hasta el 44.3.
Las esperanzas de ambos se renovaron en el 2017, segundo año consecutivo con un gran salto, cuando Clemens terminó con 54.1 y Bonds con 53.8.
Pero en las tres votaciones siguientes, en 2018, 2019 y 2020, aunque ambos han tenido ganancias, estas han sido menores, a razón de dos o tres por ciento anual.
El lanzador derecho tuvo en esos años 57.3, 59.5 y 61 por cientos, mientras que el toletero zurdo cosechó 56.4, 59.1 y 60.7.
A ese ritmo, ni de casualidad conseguirán los casi 15 puntos porcentuales que necesitan para ser entronizados al Salón de la Fama.
Ya hay en Cooperstown algunas figuras que en algún momento se mencionaron como sospechosos de usar esteroides para mejorar su rendimiento deportivo, como Jeff Bagwell, Mike Piazza e Iván Rodríguez.
Pero Clemens y Bonds eran dos de las caras más visibles de toda una generación que los mira con esperanza de recibir algún día un perdón reivindicador que reconozca sus hazañas en el terreno.
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La votación del Salón de la Fama de Cooperstown del 2020 dejó una buena y una mala noticia para Curt Schilling, Barry Bonds, Roger Clemens y Omar Vizquel. La mala: No entrarán al Salón de la Fama el próximo verano. La buena: Todos ganaron suficiente apoyo como para considerar que avanzaron al círculo de espera para el 2021.
El antiguo torpedero de los New York Yankees, Derek Jeter, recibió la segunda mayor votación de la historia, para ser electo junto al jardinero canadiense Lary Walker, anunció el martes la Asociación de Escritores de Béisbol de América (BBWAA). Jeter, quien debutaba en la boleta, fue aprobado por 396 de 397 votantes, para un 99.7%, solamente inferior al unánime que recibió el año pasado su ex compañero de equipo, el lanzador relevista panameño Mariano Rivera.
Jeter y Walker serán exaltados el domingo 26 de julio, junto al fenecido Marvin Miller, primer director de la Asociación de Peloteros de las Grandes Ligas, y el ex receptor Ted Simmons, electos en diciembre por el Comité de Veteranos del Salón de la Fama.
En el octavo año de elegibilidad de los tres, Schilling recibió un 70%, Clemens 61% y Bonds 60.7%, el mayor apoyo que han registrado desde que aterrizaron en la boleta de los escritores en el 2013. Vizquel fue anotado en el 52.6% de las papeletas en su tercer proceso.
Mientras la votación por Schilling ha ondulado al ritmo de sus controversiales posiciones públicas sobre diferentes temas políticos y sociales; Bonds y Clemens, cuyas extraordinarias carreras fueron manchadas por el escándalo de la sustancias para mejorar el rendimiento, y Vizquel, quien fue especialista de la defensa, un área eternamente subestimada por especialistas y aficionados, han mejora cada año en la papeleta, como mostramos aquí:
Bonds en últimos 5 años: 2020 (60.7%), 2019 (59.1%), 2018 (56.4%), 2017 (53.8%), 2016 (44.3).
Clemens últimos 5 años: 2020 (61%), 2019 (59.5%), 2018 (57.3%), 2017 (54.1%), 2016 (45.2%).
Curt Schilling últimos 5 años: 2020 (70%), 2019 (60.9%), 2018 (51.2%), 2017 (45%), 2016 (52.3%).
Omar Vizquel en sus tres años: 2020 (50%), 2019 (42.8%), 2018 (37%).
Tomando en cuenta que la boleta del 2021 no tendrá a nuevos súper candidatos y que afortunadamente terminó la agonía de Edgar Martínez y Larry Walker en las últimas dos elecciones, entonces los votantes habilitados de la BBWAA tendrán que enfocarse en candidatos como Bonds, Clemens, Schilling, Vizquel, Scott Rolen y Billy Wagner, entre otros que estuvieron habilitados este año.
Los lanzadores Mark Buehler, Tim Hudson, Dan Haren y Bary Zito; el antesalista dominicano Aramis Ramírez y el jardinero Torii Hunter encabezan a los jugadores que aparecerán por primera vez en la boleta de diciembre. Ninguno es exactamente una línea para el Salón de la Fama.
Así las cosas, es muy probable que el próximo enero sea anunciado uno o dos (o tres) entre Schilling, Bonds, Clemens, Vizquel y compañía. Excepto, si los periodistas repiten su comportamiento del 2013 y 1996, las últimas dos veces que la BBWAA no eligió a nadie al Salón de la Fama.
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El caso ya le costó la cabeza al gerente general y al director de los Astros, Jeff Luhnow y A.J. Hinch, respectivamente, a Cora en los Red Sox y a Carlos Beltrán en los New York Mets, equipo con el que no llegó a dirigir ni un juego.
La envergadura del escándalo ha sido tal que algunos buscan similitudes con la de los Chicago White Sox de 1919, cuando ocho de sus jugadores vendieron a los apostadores la Serie Mundial ante los Cincinnati Reds.
Nada que ver. Aunque en ambos casos se trata de una trampa, la de los Medias Blancas es éticamente más condenable, pues aquellos llevaron a perder a su propio equipo a cambio de un beneficio económico resultante de las apuestas.
Éstos, independientemente de que también recibieron una gruesa bonificación propia de la postemporada, lo hicieron para ganar a toda costa, al precio que fuera, sin importar las consecuencias.
Y como las personas inevitablemente buscamos comparaciones en cada actividad humana, una pregunta que se ha repetido muchas veces en los últimos días es: ¿es peor el robo de señales de los Astros con el uso de la tecnología o la utilización de esteroides y hormonas de crecimiento para mejorar el rendimiento atlético que se expandió por el mundo del béisbol como una epidemia?
Antes de comenzar a escribir esto, coloqué una encuesta en mi cuenta de Twitter @JorgeMorejon63 y el 66.7 por ciento de los votantes dijeron que era peor el escándalo que por estos días envuelve a los Astros y Red Sox, mientras que un 33.3 por ciento se decantó por los esteroides.
Ambos casos son deplorables y sancionables, pero las consecuencias son distintas.
Esteroides
Ozzie Canseco pudo meterse las mismas sustancias que su hermano José, gemelo idéntico, pero sin igual coordinación ojo-mano, pasó sin dejar huellas por el béisbol.
Barry Bonds, con o sin esteroides, ha sido uno de los mejores bateadores que hayan pasado por las Grandes Ligas y en realidad no necesitaba apelar a ayuda externa para brillar.
El asunto de las sustancias prohibidas es que amplían la capacidad de trabajo en el gimnasio, retrasan la fatiga y permiten mayores repeticiones con las pesas, lo cual hace que el atleta sea más fuerte, con una mayor masa muscular.
El problema es que el uso de esos fármacos sintéticos causa daño orgánico muchas veces irreversible y ésa es la razón fundamental por la que son prohibidos, aparte de brindar una ventaja considerable frente a quienes han decidido jugar de manera limpia, con los límites de esfuerzos que la naturaleza les dio.
Encima de ello, esta epidemia creó un problema social que se expandió más allá de las ligas Mayores y Menores.
La presión por conseguir una beca universitaria o la firma de un contrato profesional llevó a muchos padres a someter a sus hijos adolescentes a estos experimentos que de cierta manera pueden ser considerados una forma de abuso infantil.
Jovencitos que aún no habían terminado su desarrollo ya estaban metiéndose Dios sabe qué químicos porque sus padres los veían como una inversión que les aseguraría una vida sin escasez a sus hijos y una vejez sin sobresaltos para ellos.
Se creó toda una mafia de ventas de esas sustancias, similares a las redes del narcotráfico, sin importar la salud y los valores del juego limpio.
Si en Estados Unidos el problema era ya incontrolable, peor aún resultaba en países pobres sin ningún rigor científico, donde los muchachos se metieron hasta hormonas de caballos con tal de una firma que los sacara de la pobreza.
Robo de señas
Esta noticia desplazó del panorama informativo a los agentes libres que siguen sin trabajo, la inminente entronización de Derek Jeter al Salón de la Fama de Cooperstown de manera unánime y hasta el juicio político contra Donald Trump y la carrera por la nominación presidencial del Partido Demócrata.
Pero el fraude del robo de señas no garantizó en un 100 por ciento el triunfo de Houston en la Serie Mundial del 2017.
Bastaba con que Dave Roberts, el mánager de Los Angeles Dodgers, hubiera dirigido aceptablemente uno solo de los siete juegos del Clásico de Otoño y de nada le hubiera valido a los Astros su trampa.
Roberts solito perdió la Serie Mundial con el cúmulo de despropósitos que mostró desde el puente de mando de la nave angelina.
Por otro lado, es humanamente imposible descifrar con exactitud cada seña del receptor y en cuestión de dos o tres segundos enviar la señal de la cámara al cuarto de video, de ahí al dugout y luego golpear el tanque de basura con el que se transmitía al bateador en turno el envío que vendría.
Alguna que otra vez debió salir bien, pero no en todos y cada uno de los lanzamientos.
Aun así, avisado, trate de pegarle bien a una recta de 100 millas por hora o deje pasar un envío de rompimiento por el supuesto de que caerá fuera de zona.
Si no, que le pregunten a quienes enfrentaron tantas veces a Mariano Rivera, quien todo el mundo sabía que vendría con una recta cortada.
Advertidos y todo, los bateadores caían ante el panameño como moscas golpeadas con un periódico.
¿Que es un fraude? Sí, por supuesto que lo es. Desde que se creó el béisbol, los rivales han tratado siempre de descifrar las señas del rival como parte de la picardía del juego, pero lo que hicieron Houston y Boston con la ayuda de la tecnología, viola los principios éticos y la integridad del deporte.
En el béisbol, el único robo permitido es el de bases. En la vida, quizás robarse un beso.
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Pero en estos tiempos en los que los jugadores cambian de equipo como si fuera ropa interior, es una utopía pretender que los secretos no salgan a la luz.
Mike Fiers fue el hombre que abrió la Caja de Pandora, al revelar la trampa de los Houston Astros con el robo de señas con el uso de tecnología durante la postemporada del 2017.
Fiers, quien lanza ahora para los Oakland Athletics, era parte de los Astros cuando ese año ganaron la Serie Mundial.
El derecho de 34 años entra en el 2020 en la última temporada de su actual contrato con los Atléticos y su futuro, más allá de la campaña que se avecina, luce incierto.
A menos que tenga un año digno del premio Cy Young, difícilmente otros equipos se animarán a ofrecerle trabajo a alguien que luego va por el mundo contando las interioridades de las franquicias para las cuales jugó anteriormente.
Quizás Los Angeles Dodgers, en acto de agradecimiento, si acaso, ya que su delación los reivindicó de alguna manera.
¿Por qué contó lo sucedido en Houston una vez que salió de allá?
Si le remordió la conciencia, fue de manera extemporánea, porque bien que se benefició y recibió su anillo de campeón de la Serie Mundial, aunque no lanzó ni una sola pelota en toda la postemporada.
Él no era un líder dentro del clubhouse, pero si le pareció que robar las señas de la manera en que se hacía estaba mal, debió convocar una reunión interna en el camerino y llamar la atención de las violaciones éticas que ello implicaba.
¿A que no se llena de valor ahora y devuelve el anillo? Eso es tan improbable que suceda como que le quiten a los Astros el título.
Pago por ver el recibimiento que le darán en el Minute Maid Park cuando Oakland vaya a jugar a Houston el fin de semana del 24 al 26 de abril. Los abucheos harán temblar los cimientos del estadio.
Y ¡ay! si se le escapa un lanzamiento e involuntariamente le pega a un bateador de los Astros. Arderá Troya en el fuego del morbo.
El de Mike Fiers es un caso con muchas aristas, todas complicadas, que depende del ángulo en que se mire.
Más que denunciar lo ocurrido, lo más criticable es el momento que esperó para hacerlo.
Por otro lado, desterrarlo del béisbol sería de cierta manera condonar la trampa de los Astros, que él, con su delación, ayudó a desenmascarar.
Si no, pregúntenle a José Canseco, condenado al ostracismo por destapar todo el entramado del uso de esteroides en las Grandes Ligas, lo cual obligó a regular un fenómeno que crecía como una indetenible avalancha de nieve y que no se sabe a dónde hubiera llegado.
Canseco usó a medio mundo de chivo expiatorio y ello le valió el repudio de la gente, aunque algún día el béisbol tendrá que agradecerle.
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